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Abstract:
Exposición escrita presentada por la Comunidad Internacional Bahá'i en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerencia
Notes:
Exposición escrita presentada por la Comunidad Internacional Bahá'i en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerencia; publicada como documento oficial de las Naciones Unidas (A/CONF.189/10/Add.2) en inglés, francés y español en relación con el tema 9 del programa provisional. Durban, Sudáfrica, 31 de agosto a 7 de septiembre de 2001.
Language: Spanish.

Una misma sustancia:
Crear conscientemente una cultura mundial de unidad

by Bahá'í International Community

2001-09
original written in English.
El racismo se origina no en la piel, sino en la conciencia de las personas. En consecuencia, los remedios dirigidos a atajar los prejuicios raciales, la xenofobia y la intolerancia han de abordar primero y ante todo las ilusiones mentales que durante tantos milenios han dado lugar entre los pueblos a los falsos conceptos de superioridad e inferioridad.

En la raíz de todas las formas de discriminación e intolerancia se encuentra la creencia errónea en que la humanidad se compone en cierto modo de razas, pueblos o castas separadas o diferenciadas, y que dichos subgrupos poseen de forma innata diferentes capacidades intelectuales, morales o físicas a las que a su vez se recurre para excusar formas de trato diferenciado.

La realidad es que sólo existe una raza humana. Somos un solo pueblo que habita el planeta tierra, una sola familia humana unida por un destino común, una sola entidad creada de una misma sustancia, obligada a "ser como una sola alma".

El reconocimiento de esta realidad constituye el antídoto contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia en todas sus formas. De acuerdo con ello, debería constituirse en principio rector de las discusiones, deliberaciones y resultado final de la Conferencia Mundial contra el Racismo.

Comprender este hecho de forma cumplida permitiría impulsar a la humanidad no sólo más allá del racismo, el prejuicio racial y étnico, y la xenofobia, sino también superar las nociones intermedias de tolerancia o multiculturalismo -conceptos importantes y que constituyen pasos importantes hacia la meta tan ansiada de que la humanidad alcance a construir un mundo pacífico, justo y unificado, pero que son insuficientes para la erradicación de tan arraigados flagelos como son el racismo y sus acompañantes.

El principio de la unidad de la raza humana toca una fibra sensible en lo más hondo del espíritu humano. No se trata de una forma más de plantear el ideal de la hermandad o de la solidaridad. Tampoco de una consigna o de una vaga esperanza. Antes bien, refleja una realidad eterna espiritual, moral y física que ha adquirido mayor relieve con la llegada colectiva de la humanidad a su madurez en el siglo XX. Emerge de manera tanto más visible cuanto que, por primera vez en la historia, resulta posible para todos los pueblos del mundo percibir su interdependencia y volverse conscientes de su totalidad.

La realidad de la unidad humana está plenamente avalada por la ciencia. La antropología, la fisiología, psicología, sociología, y, más recientemente, la genética, con su decodificación del genoma humano, demuestran que existe una sola especie humana, si bien infinitamente variada en sus aspectos vitales secundarios. Asimismo, las grandes religiones mundiales sostienen este mismo principio, por más que sus seguidores, a veces, hayan prestado oídos a las ideas falaces de superioridad. Todos los Fundadores de las grandes religiones mundiales han prometido que habrá de llegar un día en que la paz y la justicia prevalecerán y en el que toda la humanidad quedará unida.

La actual toma de conciencia de la unidad colectiva de la humanidad ha cobrado cuerpo tras un proceso histórico en el que las personas se han fundido en unas unidades mayores. Tras el tránsito habido desde el clan, pasando por la tribu, la ciudad-estado y la nación, el siguiente paso inevitable que ha de dar la humanidad lo constituye la creación nada menos que de una civilización global. En esta nueva civilización global todas las personas y pueblos son partes integrantes de un solo gran organismo: la propia civilización humana. Tal como afirmó Bahá'u'lláh hace más de 100 años, "la Tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos".

Además, tal como se explica en los escritos bahá'ís, la unidad de la humanidad "implica un cambio orgánico en la estructura de la sociedad contemporánea, un cambio tal como el mundo jamás ha experimentado (...) requiere nada menos que la reconstrucción y desmilitarización de todo el mundo civilizado y, un mundo orgánicamente unificado en todos los aspectos esenciales de su vida, su maquinaría política, sus aspiraciones espirituales, su comercio y finanzas, y su escritura e idioma, y no obstante infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades federadas".

Al considerar los temas de la Conferencia Mundial contra el Racismo, el hecho de plantear correctamente la realidad de la unidad de la humanidad conlleva numerosas repercusiones.

Comporta que cualquier ley, tradición o constructo mental que confiera derechos o privilegios superiores a un grupo de la humanidad sobre otro no sólo es un error moral, sino algo que está reñido con los mejores intereses incluso de quienes en cierta forma se consideran superiores.

Conlleva que los estados-nación, en tanto elementos de construcción de la civilización global, deben guiarse por pautas de derechos comunes y dar pasos activos para purgar de sus leyes, tradiciones y prácticas cualquier forma de discriminación basada en la raza, nacionalidad u origen étnico.

Conlleva que la justicia deba ser el principio rector de la organización social, principio derivado que requiere amplias medidas por parte de los gobiernos, de sus organismos y de la sociedad civil destinadas a afrontar en todos los ámbitos las injusticias económicas existentes. Los escritos bahá'ís hacen un llamamiento en favor de las aportaciones voluntarias y de medidas oficiales, tales como "la nivelación y la asignación" de la riqueza excesiva, de modo que las grandes disparidades entre los ricos y los pobres se vean eliminadas. Los escritos bahá'ís también prescriben medidas específicas, tales como el reparto de beneficios y la equiparación del trabajo con la adoración, que promueven la prosperidad económica general entre todas las clases.

Los temas relacionados con la xenofobia y con los problemas contemporáneos de las diásporas minoritarias, la aplicación desigual del derecho de ciudadanía, y los asentamientos de refugiados admiten igualmente un tratamiento más acorde si se examinan a la luz de la unidad de la humanidad y, tal como Bahá'u'lláh indicaba, el concepto de ciudadanía mundial.

Más aún, el principio de la unidad de la humanidad expone como artificial y equívoco cualquier intento que se realice en la actualidad por distinguir entre "razas" o "pueblos". Aunque la herencia racial, nacional o étnica pueden considerarse fuentes de legítimo orgullo e incluso un motor para el desarrollo social positivo, tales distinciones no deberían aducirse como fundamento de nuevas formas de separación o superioridad, no importa cuán sutiles.

A lo largo de los años y en declaraciones dirigidas a Naciones Unidas, la Comunidad Internacional Bahá'í ha prestado su apoyo o instado a que se adopten medidas específicas que respalden la unidad de la humanidad en la lucha contra el racismo, incluso:

- La promoción extendida de campañas educativas internacionales que enseñen la unidad orgánica de la humanidad, instando específicamente a que Naciones Unidas misma facilite tales esfuerzos, contando con los gobiernos nacionales y locales, así como con las organizaciones no gubernamentales.

- La ratificación más amplia o la adhesión a los tratados internacionales que representan la conciencia colectiva de la humanidad, afín de que contribuyan a la creación de un amplio régimen legal con el que combatir el racismo y la discriminación racial, especialmente el Convenio Internacional para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial.

- La promoción mundial de la educación en derechos humanos, con vistas a crear una "cultura de derechos humanos".

La Comunidad Internacional Bahá'í también ha copatricinado o participado extensamente en actividades encaminadas a la erradicación del racismo y la discriminación racial. Trabajando sobre todo a través de sus filiales nacionales, las cuales ascienden actualmente a 182, la Comunidad ha patrocinado, por ejemplo, numerosas reuniones públicas, conferencias, programas educativos, artículos de periódico, programas de radio y exposiciones encaminados de forma específica a combatir el racismo.

Por otro lado, valiéndose del espíritu creativo de la participación de las bases, los bahá'ís de cierto número de países han establecido comités de unidad racial, compuestos por personas de diferentes razas, gracias a los cuales se han desarrollado programas destinados a combatir el prejuicio racial y a crear lazos de respeto mutuo entre los pueblos de diferentes razas de entre sus comunidades locales. Dichos comités se han esforzado por ayudar a los propios bahá'ís a zafarse de sus propios prejuicios raciales y, por encima de ello, a eliminar el prejuicio racial en el conjunto de la sociedad mediante una intensa colaboración con las autoridades gubernativas, educativas y religiosas. De modo más concreto, las comunidades bahá'ís de todo el mundo han patrocinado numerosos talleres juveniles que promueven la unidad racial, han organizado miles de actividades de "día de unidad racial", han lanzado campañas de televisión y vídeo para promover la armonía racial, han patrocinando diálogos de unidad racial entre vecinos, y han participado en varias comisiones nacionales para combatir el racismo.

Quienes deseen comprender más en detalle cómo la unidad de la humanidad puede llevarse a la práctica quizá encuentren útil examinar la experiencia de la Comunidad Internacional bahá'í, la cual ofrece un modelo de avance continuo en cómo personas tan diversas pueden convivir en armonía y unidad. Con sus más de 5 millones de miembros, la comunidad mundial bahá'í está compuesta de personas procedentes prácticamente de todos los orígenes. Más de 2100 grupos raciales y tribales diferentes están representados en ella, al igual que personas procedentes de prácticamente todas las nacionalidades, antecedentes religiosos y clases sociales.

Pese a su gran diversidad, reflejo del conjunto de la población de la tierra, la comunidad mundial bahá'í constituye uno de los conjuntos más integrados de población de la tierra. Dicho sentido de unidad va más allá del hecho de compartir una misma teología. Las personas de estos múltiples orígenes han contraído matrimonio entre sí, por ejemplo, algo que promueven las enseñanzas de la Fe bahá'í, o bien trabajan en estrecho contacto en sus respectivas comunidades locales bahá'ís, sirviendo conjuntamente en las instituciones de gobierno de ámbito local y nacional. Un examen detenido de la comunidad mundial bahá'í revelará la existencia de un cuerpo sorprendentemente diverso y, pese a ello, singularmente comprometido, un conjunto de personas que se esfuerzan por crear conscientemente una cultura global, un conjunto en el que priman la paz, la justicia y el desarrollo sostenible, y donde no se sitúa a ningún grupo en posición de superioridad.

Los bahá'ís creen que su propio éxito en la construcción de una comunidad unificada se debe únicamente a su inspiración en las enseñanzas espirituales de Bahá'u'lláh, quien abordó ampliamente la importancia de la unidad, la realidad de la unidad y la necesidad imperiosa de crear una civilización pacífica mundial. Hace más de cien años escribió las siguientes palabras que constituyen una piedra angular de las creencias bahá'ís:

"¡Oh hijos de los hombres! ¿Acaso no sabéis por qué os hemos creado a todos del mismo polvo? Para que ninguno se enaltezca a sí mismo por encima de otro. En todo momento ponderad en vuestro corazón cómo habéis sido creados. Puesto que os hemos creado a todos de una misma substancia os incumbe ser como una sola alma, caminar con los mismos pies, comer con la misma boca y habitar en la misma tierra, para que mediante vuestros hechos y acciones se manifiesten los signos de la unicidad y la esencia del desprendimiento desde vuestro más íntimo ser".
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