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Spanish translation of Some Answered Questions.
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Contestación A Unas Preguntas

Abdu'l-Bahá

Laura Clifford Barney, compiler

Barcelona: Bahá'i de España, 1994

CONTENIDO

Prefacio de la Autora de la Recopilación       9
Prefacio a la Edición en Inglés de 1964       11
Introducción a la Edición en Inglés de 1981       13

I
LA INFLUENCIA DE LOS PROFETAS EN LA EVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD

1.- La naturaleza se rige por una ley universal       23
2.- Pruebas de la existencia de Dios       25
3.- La necesidad de un Educador       28
4.- Abraham       34
5.- Moisés       36
6.- Cristo       38
7.- Mahoma       40
8.- El Báb       47
9.- Bahá'u'lláh       49
10.- Pruebas tradicionales extraídas del Libro de Daniel       59
11.- Comentario sobre el capítulo undécimo del Apoca-
lipsis de Juan       69
12.- Comentario sobre el capítulo undécimo de Isaías       87
13.- Comentario sobre el capítulo duodécimo del Apoca-
lipsis de Juan       92
14.- Pruebas espirituales       98
15.- La verdadera riqueza       104

II
ALGUNOS TEMAS CRISTIANOS

16.- La necesidad de emplear formas y símbolos externos
para expresar conceptos intelectuales       109
17.- El Nacimiento de Cristo       113
18.- La grandeza de Cristo se debe a sus perfecciones       116
19.- El Bautismo de Cristo       118
20.- La necesidad del Bautismo       121
21.- El simbolismo del Pan y el Vino       126
22.- Los milagros       129
23.- La Resurrección de Cristo       133
24.- El descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles       136
25.- El Espíritu Santo       138
26.- La Segunda Venida de Cristo y el Día del Juicio       140
27.- La Trinidad       143
28.- Explicación del versículo quinto del capítulo décimo-
séptimo del Evangelio de Juan       146
29.- Explicación del versículo veintidós del capítulo quin-
ce de la primera epístola de Pablo a los Corintios       148
30.- Adán y Eva       153
31.- Explicación acerca de la blasfemia contra el Espíritu
Santo       159
32.- Explicación del versículo "Muchos son llamados y
y pocos escogidos"       162
33.- El "Retorno" mencionado por los Profetas       165
34.- La confesión de Fe de Pedro       168
35.- La predestinación       172

III
LOS PODERES Y CONDICIONES DE LAS
MANIFESTACIONES DE DIOS

36.- Los cinco aspectos del Espíritu       177
37.- La deidad sólo puede ser comprendida a través de
las Manifestaciones Divinas       181
38.- Las tres estaciones de las Manifestaciones Divinas       187
39.- La condición humana y la condición espiritual de las
Manifestaciones Divinas       191
40.- El conocimiento de las Manifestaciones Divinas       194
41.- Los ciclos universales       197
42.- El poder y la influencia de las Manifestaciones Divinas       199
43.- Las dos clases de Profetas       202
44.- Sobre las Recriminaciones Dirigidas por Dios
a los Profetas       206
45.- Explicación sobre el versículo del Kitáb-i-Aqdas:
"No existe par ni semejante para Quien es el Manan-
tial de la Revelación en Su Más Grande Infalibilidad"       211

IV
EL ORIGEN, LOS PODERES Y LAS CONDICIONES DEL HOMBRE

46.- La modificación de las especies       219
47.- El Universo no tiene principio       223
48.- La diferencia que existe entre el hombre y el animal       229
49.- El crecimiento y desarrollo de la especie humana       235
50.- Pruebas espirituales del origen del Hombre       240
51.- El espíritu y la mente del hombre han existido desde
el principio       243
52.- El surgimiento del espíritu en el cuerpo       246
53.- La relación entre Dios y la criatura       249
54.- El Espíritu Humano procede de Dios       252
55.- Alma, Espíritu y Mente       256
56.- Los poderes físicos y los poderes intelectuales       258
57.- Las causas de las diferencias en los caracteres de los
hombres       260
58.- El grado de conocimiento que poseen el hombre y las
Manifestaciones Divinas       265
59.- El conocimiento que el hombre tiene acerca de Dios       268
60.- La Inmortalidad del Espíritu (I)       272
61.- La Inmortalidad del Espíritu (II)       276
62.- La perfecciones no tienen límite       280
63.- Los progresos del hombre en el otro mundo       284
64.- La condición del hombre y su progreso después de
      la muerte       286
65.- Explicación de un versículo del Kitáb-i-Aqdas       290
66.- La existencia del alma racional después de la muerte
del cuerpo       292
67.- La vida eterna y la entrada en el Reino de Dios       295
68.- El Destino       298
69.- La influencia de las estrellas       299
70.- El libre albedrío       302
71.- Las visiones y la comunicación con los espíritus       305
72.- La curación por medios espirituales       308
73.- La curación por medios materiales       311

V
MISCELÁNEA

74.- La inexistencia del mal       317
75.- Las dos clases de tormento       319
76.- La justicia y misericordia de Dios       320
77.- El método correcto de tratar a los criminales       323
78.- Las huelgas       329
79.- La realidad del mundo exterior       335
80.- La verdadera preexistencia       337
81.- La reencarnación       340
82.- El panteísmo       349
83.- Los cuatro métodos de adquirir conocimiento       357
84.- La necesidad de seguir las enseñanzas de las Mani-
festaciones Divinas       360


PREFACIO DE LA AUTORA DE LA RECOPILACIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN INGLESA

"Te he concedido mis momentos de fatiga" fueron las palabras de 'Abdu'l-Bahá al levantarse y dejar la mesa después de haber respondido a una de mis preguntas.

Y tal como aquel día, así sucedió durante el resto de mi estancia. Entre las horas de labor, 'Abdu'l-Bahá hallaba alivio para su fatiga en la actividad renovada. A veces podía prodigarse con sus explicaciones. Pero otras, aunque el tema así lo exigiese, bastaba un momento para que su presencia fuese requerida en alguna otra parte. Otras veces solían pasar días, y hasta semanas, sin que hallase hueco para instruirme. No era difícil ser paciente, pues siempre tenía ante mí la mayor y mejor lección: la lección de su vida personal.

Durante mis varias visitas a 'Akká, las respuestas dadas por 'Abdu'l-Bahá en persa iban siendo registradas, no con la intención de publicarlas, sino simplemente para que más tarde pudiera yo estudiarlas. Al principio tuvieron que ser adaptadas a la traducción verbal del intérprete, y más tarde, cuando hube adquirido algún conocimiento del persa, a mi limitado vocabulario. Todo ello explica la repetición de giros y frases. Vale recordar que nadie tiene a su alcance tantas expresiones acertadas como 'Abdu'l-Bahá. En estas lecciones, él es el maestro que Se adapta a su discípulo, y no el orador o el poeta.

El presente libro describe sólo ciertos aspectos de la Fe Bahá'í, una fe cuyo mensaje universal proporciona a cada investigador la respuesta adecuada a su desarrollo y necesidades particulares.

En mi caso, las enseñanzas fueron simplificadas para estar a la altura de mis conocimientos rudimentarios. Por consiguiente, no son de ninguna manera completas ni exhaustivas, contrariamente a lo que pudiera sugerir la Índice de Materias (que ha sido añadida a título meramente indicativo). No obstante lo dicho, creo que lo que ha sido tan valioso para mí, también puede serlo para los demás, ya que todos los hombres, a pesar de sus diferencias, están unidos en la búsqueda común de la verdad. Por esta razón solicité autorización de 'Abdu'l-Bahá para publicar las charlas.

En un principio, las pláticas no siguieron orden especial alguno. Aquí, para mayor comodidad del lector, las hemos clasificado dentro de un orden general. El texto persa ha sido seguido estrictamente, a veces en detrimento del inglés, con la sola excepción de algunas alteraciones practicadas cuando la versión literal resultaba demasiado intrincada o abstrusa. Las palabras interpoladas -necesarias para clarificar el sentido- no constan como tales en el texto, pues de hacerlo el hilo argumental habría sufrido numerosas interrupciones debidas a glosas técnicas o explicativas. Por otra parte, muchos de los nombres persas y árabes han sido transcritos de la forma más sencilla, haciendo caso omiso de una transcripción científica más rigurosa, que en todo caso podría confundir más que ayudar al lector.

Laura Clifford Barney

PREFACIO A LA EDICIÓN INGLESA DE 1964

Atendiendo a preguntas surgidas en torno a la gestación de Contestación a unas Preguntas, Laura Clifford Barney, la interlocutora a quien iban dirigidas las respuestas de 'Abdu'l-Bahá, ha suministrado a los editores la siguiente información:

Las conversaciones entre 'Abdu'l-Bahá y Laura Clifford Barney tuvieron lugar durante los años difíciles de 1904 a 1906. Durante ese período 'Abdu'l-Bahá fue confinado por el gobierno turco en la ciudad de 'Akká, bajo amenaza constante de ser trasladado a un desierto remoto. Por aquél entonces se le permitían muy pocas visitas.

Como interlocutora, la Srta. Barney dispuso que uno de los yernos de 'Abdu'l-Bahá, o uno de los tres distinguidos persas de su secretaría, estuvieran presentes durante la conversaciones a fin de garantizar una transcripción fidedigna de las respuestas. 'Abdu'l-Bahá en persona leyó las transcripciones, cambiando en su caso alguna palabra o frase con su cálamo. Posteriormente, el texto resultante fue traducido al inglés por la Srta. Barney. Los originales persas hoy forman parte de los archivos bahá'ís en Haifa. Para más comentarios sobre esta obra, véanse las declaraciones de Shoghi Effendi en Dios Pasa, págs. 102, 245, 254, 290 y 365.

'Abdu'l-Bahá fue finalmente puesto en libertad en 1908, a raíz de la revolución ocurrida en el Imperio Otomano y el consiguiente derrocamiento del Sultán. Pocos años más tarde, 'Abdu'l-Bahá viajaba a Egipto, Europa y Norteamé-rica, lugares donde tuvo oportunidad de dar la bienvenida a personas de todas las religiones y clases, de entrevistarse con personalidades ilustres, y de dirigir la palabra a numerosas agrupaciones, templos, universidades, centros religiosos, misiones y reuniones informales.

INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN INGLESA DE 1981

¿Cabe conocer a Dios? ¿Existe Dios? ¿Pueden las enseñanzas religiosas reconciliarse con el conocimiento científico? ¿Qué significa pertenecer a la especie humana? Son preguntas que en otros tiempos se consideraron de la competencia exclusiva de filósofos y teólogos. Hoy día ya no ocurre lo mismo. En la actualidad dichas cuestiones son del dominio público. Nuestra angustiada y aturdida civilización, desligada de los valores y las creencias que le sirvieron de sostén durante siglos, se tambalea al borde de la destrucción. Quienes formamos parte de ella experimentamos la pérdida de un sentido y propósito de vida que nuestros antepasados aceptaban como algo natural. Hoy, esas preguntas claman una respuesta.

Contestación a unas Preguntas responde de manera encantadora, concisa y lógica a una serie de interrogantes que han llevado al hombre a preguntarse por la naturaleza de Dios o la relación entre la ciencia y la religión. Las respuestas que aquí encontrará el lector indudablemente interesarán tanto al alma en busca de la verdad religiosa, como a la mente inquisitiva y científica.

Las respuestas provienen de 'Abdu'l-Bahá, hijo del Profeta Fundador de una religión mundial nueva e independiente -la Fe Bahá'í- cuyos seguidores se encuentran repartidos prácticamente por todos los países del mundo. Las respuestas fueron el fruto de una serie de charlas de sobremesa mantenidas en el transcurso de los años 1904, 1905 y 1906. En cada una de las cinco partes del libro, 'Abdu'l-Bahá Se refiere a materias que van desde cuestiones metafísicas a cuestiones prácticas. Por una parte, hollando el sendero místico con pies prácticos, 'Abdu'l-Bahá explora el dominio filosófico y discurre sobre materias tales como la inmortalidad, la predestinación, el libre albedrío y la errónea doctrina de la reencarnación. Por otra parte, responde a preguntas concernientes a la organización de la sociedad humana, cuestiones tales como las huelgas, el tratamiento de los delincuentes y la relación justa entre el capital y el trabajo, asuntos éstos últimos -ordinariamente seculares- a los que dota de un significado espiritual.

En la primera parte de Contestación a unas Preguntas, 'Abdu'l-Bahá proporciona pruebas lógicas y tradicionales, sobre la existencia de Dios y la necesidad de los Educadores Divinos (o sea, de las Manifestaciones de Dios). Dedica varias charlas a la vida y logros de algunas de esas Manifestaciones Divinas, entre ellas, Abraham, Moisés, Cristo, Mahoma, el Báb y Bahá'u'lláh, consideradas cada una como un eslabón en el plan desplegado por Dios para la educación de la humanidad. De esta manera, arroja nueva luz sobre la historia religiosa y sobre la naturaleza de la religión misma. 'Abdu'l-Bahá vuelve al tema de las Manifestaciones de Dios en la tercera parte del libro, donde discurre con más detalle acerca del carácter, dignidad y atribuciones de estos Seres Únicos escogidos para actuar como portavoces de Dios.

En la segunda parte de Contestación a unas Preguntas, 'Abdu'l-Bahá presenta el punto de vista bahá'í sobre un buen número de intrincados temas cristianos. Dedica particular atención a la cuestión del "regreso" o Segunda Venida de Cristo. También aborda cuestiones como el nacimiento de Cristo, la resurrección, el bautismo, el significado de la eucaristía, los milagros de Cristo, y la trinidad, de una manera que el lector conocedor de la doctrina cristiana tradicional encontrará singular e iluminadora.

En la cuarta parte del libro, 'Abdu'l-Bahá dedica varios comentarios a describir el origen, poderes y condición del hombre. El principio bahá'í sobre la armonía y acuerdo esenciales entre la ciencia y la religión, queda reflejado en la explicación que 'Abdu'l-Bahá proporciona acerca del origen y desarrollo de la especie humana. La quinta y última parte del libro trata de cuestiones varias donde se incluyen importantes disquisiciones sobre el fundamento del conocimiento humano y del panteísmo.

Tanto por su estilo como por su estructura Contestación a unas Preguntas se diferencia netamente de las demás escritos de 'Abdu'l-Bahá. Su Voluntad y Testamento, obra dividida en tres apartados, sienta las bases autorizadas del Orden Administrativo Bahá'í, de cuya integridad y unidad es esa misma obra el máximo garante. El Secreto de la Civilización Divina discurre en torno a las condiciones generales y necesarias de una civilización espiritual. A Traveler's Narrative constituye el relato de los albores de la Fe Bábí y Bahá'í. Memorial of the Faithful rinde homenaje en el recuerdo a setenta y nueve bahá'ís de los primeros tiempos, todos ellos caracterizados por una vida de amorosa entrega a Bahá'u'lláh. Sólo Contestación a unas Preguntas, obra basada en preguntas planteadas a 'Abdu'l-Bahá en los ratos de sobremesa, proporciona al lector respuestas sobre una variedad de temas. Cada uno de los capítulos puede ser leído aisladamente, para estudio y reflexión individuales, o bien como parte de un todo que emerge del conjunto de las charlas. La mayoría de éstas son breves. Todas tienen el sello característico de la conversación. Todas hacen uso de ilustraciones lúcidas y concretas para clarificar conceptos difíciles. El sentido del humor atenúa en algunos casos la severidad de lo tratado. A cada vuelta encontrará el lector que una "sensibilidad brillante", "mezclada de "persuasión" y "vigor", viene a iluminar tanto los puntos fundamentales como los detalles en que se funda la creencia bahá'í.

La Fe Bahá'í fue fundada por Mirzá Husayn 'Alí (1817-1892), conocido como Bahá'u'lláh, la "Gloria de Dios". El origen de la Fe bahá'í está íntimamente relacionado con la Fe Bábí, religión fundada en Persia en 1844 por Mírzá 'Alí Mahoma (1819-1850), conocido como el Báb, es decir, la "Puerta." El Báb anunció que Él era no sólo el fundador de una religión independiente, sino además el anunciador de un nuevo profeta o mensajero de Dios, quien sería portador de una era de paz para toda la humanidad. En 1863 Bahá'u'lláh declaró que Él era aquél cuya venida había sido profetizada por el Báb.

Las enseñanzas de Bahá'u'lláh muy pronto provocaron la reacción hostil del gobierno persa y del clero musulmán. Como consecuencia, Bahá'u'lláh fue desterrado de Irán a diferentes lugares del imperio otomano. En 1868 fue enviado como prisionero a la ciudad fortificada de 'Akká, en la Tierra Santa, en cuyas cercanías falleció en 1892. En su Testamento, designó a su hijo mayor, 'Abdu'l-Bahá (1844-1921), como sucesor suyo en la dirección de la comunidad bahá'í e intérprete de los escritos bahá'ís. A su vez, 'Abdu'l-Bahá designó como sucesor a su nieto mayor, Shoghi Effendi (1897-1957), quien sería Guardián de la Causa e intérprete autorizado de las enseñanzas bahá'ís. En la actualidad, las actividades de la Comunidad Mundial Bahá'í son administradas por el consejo supremo y electo de la Fe Bahá'í, la Casa Universal de Justicia.

Las enseñanzas centrales de la Fe bahá'í son: la unidad de Dios, la unidad de la religión y la unidad de la humanidad. Los principios fundamentales proclamados por Bahá'u'lláh son los siguientes: la verdad religiosa no es absoluta sino relativa; la revelación divina es un proceso continuo y progresivo; todas las grandes religiones del mundo son divinas en su origen, y sus misiones representan etapas sucesivas en la evolución espiritual de la sociedad humana. Bahá'u'lláh enseña que el propósito de la religión es promover la concordia y la unidad, y que la religión es el principal medio para el logro de la paz y el progreso ordenado de la sociedad. En los escritos bahá'ís se perfila lo que han de ser las instituciones necesarias para el establecimiento de la paz y el orden mundiales. Ello entraña el establecimiento de una federación o mancomunidad mundial de naciones dotada de sus correspondientes brazos ejecutivo, legislativo y judicial; la adopción de un idioma internacional auxiliar; la implantación de una economía mundial, así como de un mecanismo de intercomunicación mundial completado por un sistema universal de moneda, pesas y medidas.

Asimismo los escritos bahá'ís proporcionan la orientación necesaria para que los bahá'ís (los seguidores de Bahá'u'lláh) cumplan con el propósito fundamental de la vida humana: conocer, adorar a Dios y "llevar adelante una civilización en continuo progreso" fundada en la unidad de la humanidad, la paz mundial y el orden mundial. Los escritos bahá'ís insisten en la necesidad de educar el buen carácter mediante el desarrollo de cualidades espirituales tales como la honestidad, la honradez, la compasión y la justicia. Dichas cualidades se logran gracias a la oración, la meditación y el trabajo realizado en espíritu de servicio a la humanidad. Todas estas cualidades constituyen para los bahá'ís expresiones con las que se alaba a Dios.

En la búsqueda del principio de la unidad orgánica de la humanidad, los escritos bahá'ís abogan por la erradicación de los prejuicios de raza, credo, clase, nacionalidad y sexo. Abogan por la sistemática eliminación de todas las formas de superstición, las cuales entorpecen el progreso humano e imposibilitan alcanzar el equilibrio entre los aspectos materiales y espirituales de la vida, equilibrio a su vez dependiente de otros principios como la libre investigación de la verdad y la armonía entre la ciencia y la religión. Los escritos bahá'ís estimulan el desarrollo de los talentos personales mediante la adquisición de conocimientos y formación profesional, pues la práctica de un oficio o profesión no sólo es necesaria para la satisfacción de la persona, sino también para el enriquecimiento de la sociedad en general. Abogan por la participación plena de hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida en comunidad, (elecciones, administración y toma de decisiones), con especial cuidado por respetar el principio bahá'í de la igualdad de oportunidades, derechos y privilegios de ambos sexos. Asimismo, abogan por la promoción del principio de la educación universal y obligatoria.

Contestación a unas Preguntas ha aparecido en varias ediciones desde que en 1908 viera la luz en Londres. Desde entonces continúa siendo una de las obras más solicitadas dentro del abanico cada vez más amplio de literatura bahá'í. Y lo que es más importante, ha logrado un puesto destacado entre los escritos de la Fe Bahá'í, ya que se trata de una de las pocas recopilaciones de las disertaciones de 'Abdu'l-Bahá que haya sido autentificada por él mismo.

Con esta nueva edición una vez más se pone al alcance del alma indagadora y del estudioso de las enseñanzas bahá'ís, una fuente de inapreciable valor.

I

LA INFLUENCIA DE LOS PROFETAS EN LA EVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD

1

LA NATURALEZA SE RIGE POR UNA LEY UNIVERSAL

La naturaleza es aquella condición o realidad que en apariencia consiste en vida y muerte, o, en otras palabras, en la composición y descomposición de todas las cosas.

La naturaleza está sujeta a una organización absoluta, a determinadas leyes, a un orden completo y a un designio consumado, de los cuales nunca se apartará. Ello es cierto a tal punto que si observases atentamente y con visión penetrante desde el más pequeño e invisible átomo hasta los grandes cuerpos celestes como el globo solar u otras grandes estrellas y luminosas esferas, ya sea que fijes tu atención en su orden, composición, forma o movimientos, descubrirás que todos poseen el grado más elevado de organización, y que están regidos por una ley única de la que jamás se apartan.

Mas cuando repares en la naturaleza en cuanto tal, verás que no posee ni inteligencia, ni voluntad. Por ejemplo, la propiedad del fuego es arder; en su acto de arder no interviene voluntad o inteligencia alguna. La propiedad del agua es fluir; en su fluir no interviene voluntad o inteligencia alguna. La propiedad del sol es resplandecer; en su resplandecer no interviene voluntad o inteligencia alguna. La propiedad del vapor es ascender; en su ascender no interviene voluntad o inteligencia alguna. Por tanto, es evidente que los movimientos naturales de todas las cosas son movimientos obligados: el movimiento voluntario no existe sino en los animales, especialmente en el hombre. De hecho, al descubrir la constitución de las cosas, el hombre desarrolla la capacidad para resistir, oponerse a la naturaleza y reconducir sus fuerzas. Todos las inventos realizados se deben al descubrimiento de la constitución de las cosas. Es el caso del telégrafo, medio de comunicación entre Oriente y Occidente. Resulta indudable, pues, que el hombre domina a la naturaleza.

Ahora bien, al contemplar la existencia de tal orden, disposición y leyes ¿puedes afirmar que éstos son el resultado de la naturaleza, siendo así que ésta no posee ni inteligencia ni percepción? Es evidente, pues, que la naturaleza, estando desposeída de percepción e inteligencia, se halla en el puño de Dios Todopoderoso, quien es el Regidor de ésta. Cualquier cosa que Él desee hace que la naturaleza lo manifieste.

El hombre es uno de los seres y requisitos de la Naturaleza que ha aparecido en el mundo de la existencia. Considerado desde este punto de vista, el hombre es la rama y la naturaleza la raíz. Por tanto, ¿es concebible que estén ausentes de la raíz la voluntad, la inteligencia y demás perfecciones manifiestas en la rama?

Queda claro que la naturaleza en su propia esencia está en el puño del poder de Dios, quien es el Eterno Omnipotente. Él es quien rige sobre ella, manteniéndola dentro de leyes y reglas exactas.1

2

PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS

Entre las pruebas de la existencia de Dios se encuentra el hecho de que el hombre no se creó así mismo. Al contrario, su creador y diseñador es otro y no Él mismo.

Resulta evidente e indiscutible que el creador del hombre no es semejante al hombre, ya que una criatura impotente no puede crear a otro ser. Para poder crear, el hacedor y creador ha de poseer todas las perfecciones.

¿Puede la creación ser perfecta y el creador imperfecto? ¿Puede un cuadro ser una obra maestra y el pintor imperfecto en su arte? Pues el cuadro es arte y obra del pintor. Además, el cuadro no puede ser semejante al pintor, o de lo contrario, habría que decir que el cuadro se ha creado a sí mismo. En todo caso, por muy perfecta que sea la pintura, ésta se encuentra con respecto al pintor en el grado máximo de la imperfección.

El mundo contingente es fuente de imperfecciones; Dios, en cambio, es la fuente de las perfecciones. Las imperfecciones del mundo contingente constituyen en sí mismas una prueba de las perfecciones de Dios.

Por ejemplo, si reparas en el hombre adviertes que es un ser débil. Esta misma debilidad de la criatura representa una prueba del poder del Eterno Omnipotente, puesto que de no existir tal poder, la propia debilidad resultaría inconcebible. De ahí que la debilidad de la criatura sea una prueba del poder de Dios. En efecto, si no existiera poder, no habría debilidad. Por tanto, de esa debilidad se deduce a todas luces que existe poder en el mundo. Un ejemplo más; en el mundo contingente existe la pobreza. Pues bien, desde el momento en que la pobreza se hace evidente en el mundo necesariamente ha de haber riqueza. Más aún, puesto que en el mundo contingente hay ignorancia, necesariamente ha de haber conocimiento, pues si no existiera el conocimiento tampoco podría existir la ignorancia. La ignorancia es la inexistencia del conocimiento. Si no hubiera existencia la inexistencia no podría comprenderse.

No cabe duda de que el mundo contingente está sometido en su totalidad a una ley y dominio a los que jamás puede desobedecer. Incluso el hombre también está obligado a someterse a la muerte, al sueño y a otras condiciones. Es decir, en ciertos respectos, el hombre está gobernado. Tal condición de gobernado implica necesariamente la existencia de un gobernante. Puesto que la dependencia es un rasgo de los seres contingentes, y esta condición de dependencia es una necesidad esencial, por fuerza debe existir un ser independiente cuya independencia sea esencial.

Del mismo modo se comprende que donde haya enfermos haya también personas sanas. De no haber salud la enfermedad de los primeros no podría comprobarse.

Por esta razón, se hace evidente que existe un Todopoderoso Eterno, quien es poseedor de todas las perfecciones, pues, de no poseerlas, sería igual a su creación.

Ocurre lo mismo en toda la extensión del mundo de la existencia: la más pequeña de las cosas creadas prueba la existencia de un creador. ¿Es posible entonces que este universo vasto e infinito se haya creado a sí mismo y haya alcanzado la existencia por obra de la materia y de los elementos? !Cuán errónea es tal suposición!

Los argumentos aportados son obvios y van destinados a las almas débiles. Mas si la visión interior estuviese abierta, se manifestarían millares de diáfanas pruebas. Cuando el hombre siente el espíritu que mora en él, no precisa de argumentos para probar su existencia; pero para quienes carecen de la munificencia del espíritu, se hace preciso establecer argumentos objetivos.

3

LA NECESIDAD DE UN EDUCADOR

Cuando reflexionamos acerca de la existencia, vemos que los reinos mineral, vegetal, animal y humano requieren un educador.

La tierra inculta se convierte en una selva donde crecen las malezas; pero si se encuentra un agricultor que la cultive, produce cosechas con que alimentar a las criaturas vivientes. Por tanto, es evidente que el suelo requiere la labranza del agricultor. Fíjate en los árboles: si no tienen quien los cultive no llegan a fructificar, y sin fruto resultan inútiles. En cambio, si reciben el cuidado de un jardinero, los árboles antes estériles dan frutos. Gracias al cultivo, los abonos y los injertos, los árboles que sólo entregaban frutos amargos los entregan dulces. Estos son argumentos racionales. Hoy día los pueblos del mundo necesitan argumentos basados en la razón.

Sucede lo mismo con respecto a los animales. Observa el modo como el animal se vuelve dócil cuando se le amaestra. Así también con el hombre: si no recibe educación se vuelve bestial. Es más, si permanece bajo el dominio de la naturaleza, llega a ser inferior al animal, mientras que si es educado, se convierte en un ángel. La mayor parte de los animales no devoran a los de su propia especie; pero los hombres del Sudán, en África Central, se matan y devoran entre sí.

Ahora bien, observa que es la educación la que hace que Oriente y Occidente estén bajo la autoridad del hombre; la que produce industrias maravillosas; la que difunde las gloriosas ciencias y artes; la que hace que se manifiesten nuevos descubrimientos e instituciones. Si no existiera un educador, no habría humanidad, civilización o comodidades. Un hombre abandonado en un yermo donde no llegara a conocer a ninguno de sus semejantes, se convertiría a no dudarlo en una simple bestia. Resulta evidente, pues, que hace falta un educador.

Ahora bien, la educación es de tres clases: material, humana y espiritual. La educación material se ocupa del progreso y desarrollo del cuerpo (mediante el alimento, comodidad y tranquilidad materiales). Tal educación es común a hombres y animales.

La educación humana comporta civilización y progreso, o lo que es lo mismo, administración, obras benéficas, comercio, artes y oficios, ciencias, grandes inventos, descubrimientos e instituciones especiales, actividades todas propias del hombre y que lo distinguen del animal.

La educación divina es la que procede del Reino de Dios. Se trata de la verdadera educación y consiste en la adquisición de las perfecciones divinas. En efecto, en ese estado el hombre se convierte en el centro de las bendiciones divinas, en la manifestación de las palabras "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza".2

Necesitamos un educador que sea al mismo tiempo educador en los dominios material, humano y espiritual, cuya autoridad sea eficaz en todas las condiciones. En este sentido, si alguien adujese "yo poseo comprensión e inteligencia perfectas; no necesito tal educador", negaría lo que es claro y evidente. Sería como si un niño dijera "no me hace falta la educación; voy a actuar de acuerdo con mi entendimiento e inteligencia y así obtendré las perfecciones de la existencia"; o como si un ciego afirmase "yo no necesito los ojos pues hay ciegos que viven sin problemas".

A tenor de lo dicho, resulta evidente que el hombre necesita un educador que sea incuestionable e indudablemente perfecto en todo respecto, un educador que se distinga por sobre todos los hombres. De no ser así, si fuese como el resto de la humanidad, no sería su educador. Ello resulta tanto más cierto si se tiene en cuenta que el educador lo es en lo material, humano y espiritual. Es decir, el educador debe enseñar a los hombres a conformar un orden social, a organizar y conducir los asuntos materiales de modo y manera que la solidaridad y la ayuda mutua tomen cuerpo, y los asuntos materiales sean organizados en previsión de cualquier eventualidad. Análogamente, el educador ha de serlo en lo humano, en otras palabras, debe educar la inteligencia y el pensamiento de modo tal que alcancen un desarrollo completo, para que así la ciencia y el conocimiento se ensanchen, y la realidad de las cosas, los misterios de los seres y las propiedades de la existencia lleguen a ser descubiertos; para que día a día la educación, los inventos y las instituciones mejoren, haciendo posible que partiendo de las cosas perceptibles puedan extraerse conclusiones intelectuales.

Además, el educador, debe impartir la educación espiritual, para que la inteligencia y la comprensión lleguen a penetrar en el mundo metafísico, y beneficiarse mediante la brisa santificadora del Espíritu Santo y establecer relación con el Concurso Supremo. Debe educar de tal manera la realidad humana que ésta se convierta en el centro de la aparición divina, en grado tal que los atributos y nombres de Dios resplandezcan en el espejo de la realidad del hombre, cumpliéndose así el santo versículo "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza".3

Es evidente que el poder humano no alcanza a cumplir una misión tan elevada, y que la razón por sí sola no podrá asumir una responsabilidad tan pesada. ¿Cómo es posible que una persona completamente sola, sin ayuda ni respaldo alguno, establezca los cimientos de tan noble construcción? Para acometer esa tarea se requiere alguien que dependa de la ayuda del poder espiritual y divino. Una sola Alma Santa confiere vida al mundo de la humanidad, muda el aspecto del globo terrestre, hace que progrese la inteligencia, establece los criterios de la vida nueva, establece nuevos cimientos, organiza el mundo, reúne a las naciones y religiones bajo la sombra de un mismo estandarte, libera al hombre del mundo de las imperfecciones y vicios para inspirarlo con el deseo y la necesidad de las perfecciones naturales y adquiridas. A decir verdad, nada que no sea un poder divino podría realizar tamaña empresa. Deberíamos sopesar lo dicho con justicia, pues tal es la función de la justicia.

¡Sin ayuda ni concurso ajeno, una sola Alma Santa puede promover una Causa que los gobiernos y pueblos del mundo se hayan visto incapaces de difundir valiéndose de todas sus fuerzas y ejércitos! ¿Hay acaso poder humano capaz de conseguir esto? ¡No, en el nombre de Dios! Por ejemplo, Cristo, solo y desasistido, enarboló el estandarte de la paz y la equidad, hazaña ésta que los gobiernos victoriosos, con todas sus huestes, no habrían logrado realizar. Piensa en el destino de tantos y tan diferentes imperios y pueblos: el Imperio Romano, Francia, Alemania, Rusia, Inglaterra, todos ellos fueron congregados bajo un mismo pabellón. Es decir, la aparición de Cristo produjo una unión tal entre esta diversidad de naciones como para que, bajo su influjo, algunas llegasen a sacrificar sus vidas y posesiones en aras de las otras. Después de la era de Constantino, responsable de la exaltación del cristianismo, surgieron divisiones en el seno de la cristiandad. Me explico, si bien Cristo unió a estas naciones, poco después de cierto tiempo, los gobiernos se convirtieron en fuente de discordias. Dicho de otra manera, Cristo sostuvo una Causa que los reyes todos de la Tierra no lograron establecer: unió las distintas religiones, cambió las costumbres ancestrales. Considera cuán grandes eran las diferencias que existían entre los romanos, griegos, sirios, egipcios, fenicios, israelitas y otros pueblos de Europa. Cristo eliminó tales diferencias transformándose en causa de amor entre los citados pueblos. Si bien pasado algún tiempo, los gobiernos destruyeron la unión así lograda, la obra de Cristo fue llevada a término.

Por consiguiente, el Educador Universal debe serlo al mismo tiempo en lo material, humano y espiritual, y debe poseer un poder sobrenatural para ocupar la posición del maestro divino. Si no manifestase ese poder santificado, no podría educar; pues si fuese imperfecto ¿cómo habría de conferir una educación perfecta? Si fuese ignorante ¿cómo podría conferir sabiduría a los demás? Si fuese injusto ¿cómo podría conseguir que otros se volvieran justos? Si fuese mundano ¿cómo habría de hacer para que los demás se volvieran celestiales?

Reflexionemos entonces con imparcialidad: ¿han estado dotadas o no han estado dotadas las Manifestaciones Divi-nas de los citados requisitos? Si no hubieran poseído tales requisitos, no habrían sido verdaderos Educadores.

Por tanto, ha de ser nuestra la tarea de demostrar a los reflexivos, mediante argumentos racionales, la condición profética de Moisés, de Cristo y de las demás Manifesta-ciones Divinas. Las pruebas que aportamos no se basan en argumentos tradicionales, sino en argumentos racionales.

Ya se ha demostrado con argumentos racionales que el mundo de la existencia precisa extremadamente de un educador, y que su educación debe llevarse a cabo por medio del poder divino. No existe duda de que este poder sagrado es la revelación, y que el mundo ha de ser educado por medio de ese poder, un poder que se encuentra muy por encima del poder humano.

4

ABRAHAM

Fue Abraham un hombre dotado y asistido por dicho poder. Prueba de ello es que habiendo nacido en Mesopotamia de una familia desconocedora de la Unicidad de Dios, se enfrentó a su propia nación y hasta a su propia familia al rechazar a todos sus dioses. Solo y sin respaldo opuso resistencia a toda una tribu, tarea que no es sencilla. Sería como si hoy en día alguien se pusiera a negar a Cristo en medio de una nación cristiana aferrada a la Biblia; o como si tal persona, personándose en la corte pontificia, profiriese airadas blasfemias contra Cristo enfrentándose contra todo un pueblo.

Aquella gente no creía en un Dios único, sino en una pluralidad de dioses a los que atribuían milagros. Todos se alzaron contra Abraham. Nadie le socorrió con la sola excepción de Lot, hijo de su hermano, y de una o dos personas sin influencia. Por último, reducido a la mayor de las miserias por la oposición de sus enemigos, se vio obligado a abandonar la tierra natal. A decir verdad, le desterraron con el propósito de aplastarlo y aniquilarlo al punto de que no quedase vestigio alguno de Él.

Sin embargo, Abraham llegó a la Tierra Santa. Sus enemigos creían que el exilio acabaría arruinándole y destruyéndole, pues parecía imposible que un hombre, aunque fuera un rey, habiendo sido desterrado de su tierra natal, privado de sus derechos y acosado por todas partes, pudiera salvarse del exterminio. Mas Abraham permaneció firme, mostrando una constancia extraordinaria. Dios hizo de aquel destierro su gloria eterna, a tal punto que por medio de Abraham la Unidad de Dios quedó establecida en medio de una generación politeísta. El exilio se convirtió en la causa del progreso de los descendientes de Abraham; la Tierra Santa les fue otorgada. En consecuencia, las enseñanzas de Abraham se difundieron por doquier. Entre su descendencia surgieron Jacob, y José que llegaría a ser gobernante de Egipto. En virtud de aquel exilio un Moisés y un ser como Cristo se dieron a conocer entre sus vástagos. También ha de contarse Agar, de quien nació Ismael, entre cuyos descendientes se encuentra Mahoma. En virtud de aquel exilio apareció el Báb, del linaje de Mahoma, y los Profetas de Israel, descendientes de Abraham. Y así será por siempre jamás. En virtud de aquel exilio Europa entera y la mayor parte de Asia hallaron cobijo a la sombra protectora del Dios de Israel. Observa cuán grande es el poder que permitió que un hombre, fugitivo de su país, fundase una familia semejante, estableciera tal fe, y difundiera tales enseñanzas. ¿Puede alguien decir que todo esto ocurrió accidentalmente? Debemos ser justos: ¿fue o no fue Abraham un Educador?

Siendo así que el exilio de Abraham desde Ur a Alepo de Siria reportó semejantes frutos, conviene reflexionar cuál será el efecto de los exilios sucesivos de Bahá'u'lláh desde Teherán a Tierra Santa, pasando por Bagdad, Cons-tantinopla y Rumelia.

¡Comprueba pues cuán perfecto Educador fue Abra-ham!

5

MOISÉS

Por largo tiempo Moisés fue un pastor del desierto. Externamente era un hombre que había sido criado en el seno de una familia tiránica, un hombre al que se le conocía también por haber cometido un homicidio y por haberse convertido en un pastor de ovejas. Por ello el gobierno y el pueblo del Faraón le odiaban y detestaban.

Fue un hombre tal quien liberó a una gran nación de las cadenas del cautiverio, quien les llenó de satisfacción, quien les sacó de Egipto y les condujo a la Tierra Santa. De las profundidades de la degradación la nación judía fue elevada a las alturas de gloria. El más ignorante de los pueblos llegó a ser el más sabio. Merced a las instituciones que Moisés les confirió, los judíos alcanzaron una posición que habría de reportarles fama y honor entre todos los países y naciones. Tan es así que cuando se quería alabar a un hombre entre las naciones vecinas solía decirse: "seguro que es un israelí". Moisés estableció la ley de la religión y los mandamientos que habían de dar vida al pueblo de Israel, alzándole a las más elevadas cimas de civilización de la época.

Los judíos lograron un desarrollo tal que los filósofos de Grecia acudían a los sabios de Israel en busca de conocimientos. Entre ellos Sócrates, quien visitó Siria y se llevó de los hijos de Israel las enseñanzas relativas a la inmortalidad de Dios y la inmortalidad del alma. A su regreso a Grecia dio a conocer aquellas enseñanzas. Más tarde el pueblo de Grecia se alzó contra él, le acusó de impiedad, le denunció ante el Areópago y le condenaron a morir por envenenamiento.

Pues bien ¿cómo pudo un hombre tartamudo, educado en la casa del faraón, tenido por homicida, quien por temor a represalias permaneció fugitivo durante largo tiempo y llegó a convertirse en pastor de ovejas; cómo pudo establecer una Causa tan grande siendo así que los filósofos de la Tierra no han mostrado ni la milésima parte de esa influencia? Una cosa así resulta prodigiosa.

¡Un hombre de lengua balbuciente, que ni siquiera sabía conversar correctamente, triunfó en la defensa de una Causa tan magnífica! Jamás hubiese sido capaz de llevar adelante tan gran empresa de no haber contado con el auxilio del poder divino. Estos son hechos innegables. Los filósofos materialistas, los pensadores griegos, los grandes hombres de Roma, alcanzaron la fama tras especializarse en una sola rama del conocimiento. Así es como Galeno e Hipócrates llegaron a ser célebres en medicina, Aristóteles en lógica y razonamiento, Platón en ética y teología. ¿Cómo pudo un pastor adquirir todos estos conocimientos? Sin duda, debió de contar con el auxilio de un poder omnipotente.

Piensa en las dificultades y pruebas que se le plantean a la gente: para frustrar una crueldad, Moisés dio muerte a un egipcio, lo que le valió su fama de homicida, especialmente justificada por el hecho de pertenecer la víctima a la clase gobernante. Moisés se dio a la fuga y más tarde ¡fue investido con el rango de profeta! No obstante su mala reputación ¡cuán maravillosamente le guió un poder sobrenatural a establecer instituciones y leyes tan espléndidas!

6

CRISTO

Luego vendría Cristo quien dijo "He aquí que he nacido por obra del Espíritu". Aunque ahora resulte fácil para los cristianos creer una aseveración semejante, en aquel entonces resultaba en extremo difícil. Según el texto del evangelio los fariseos dijeron: ¿no es éste Jesús, el hijo de José el de Nazaret, cuyo padre nos es conocido ¿cómo pues dice "del Cielo he descendido"?4

En breve, este hombre que a los ojos de todos parecía muy humilde, se levantó con un poder tan grande como para abolir una religión que había perdurado durante quince siglos. Eso ocurrió en una época en que la más leve desviación exponía al transgresor a peligro grave o mortal. En los tiempos de Cristo, la moralidad pública y la condición de los israelíes habían caído en un estado de degradación, corrupción y servilismo extremos. De estar sometidos a cautiverio por los caldeos y los persas, pasaron a ser esclavos de los asirios; y más tarde pasaron a ser súbditos y vasallos de los griegos, para, finalmente, verse sometidos al dominio y desprecio romanos.

Asistido por un poder sobrenatural, este joven, Cristo, abrogó la antigua ley mosaica, reformó la moral pública, restableció Israel en sus fueros de gloria eterna, trajo a la humanidad las buenas nuevas de la paz universal y difundió por todas parte enseñanzas destinadas no sólo a la felicidad de la casa de Israel sino de todo el cuerpo social humano.

Los israelíes, los de su propia sangre, fueron los primeros en querer deshacerse de Él. En apariencia lograron someterlo y reducirlo al más penoso sufrimiento. Por último incluso lo coronaron de espinas y le crucificaron. Empero, Cristo, estando aparentemente en la más profunda miseria y aflicción, proclamó: "Este Sol resplandecerá, esta luz brillará, mi gracia circundará al mundo y todos mis enemigos serán doblegados". Tal como dijo así aconteció. Todos los reyes de la tierra no han podido resistirle; antes bien, sus estandartes se han visto derribados, en tanto que la enseña de aquel Oprimido se ha visto izada hasta la cúspide. Un hecho así contradice todas las reglas de la razón humana. Resulta claro entonces que este Glorioso Ser, ayudado y confirmado por el poder divino, fue un verdadero Educador de la humanidad.

7

MAHOMA

En cuanto a Mahoma, americanos y europeos han dado por buenas diferentes historias del Profeta que han escuchado de boca de fuentes ignorantes u hostiles, en su mayor parte clérigos, pero también de musulmanes ignorantes que repetían tradiciones infundadas con las que en su estulticia creían rendir tributo a Mahoma. Pues bien, la mayor parte de los historiadores europeos han dado crédito a los relatos de esa gente ignorante, relatos como el de algunos musulmanes necios que hacían de la poligamia el centro de sus alabanzas, creyéndola digna de admiración.

Por ejemplo, cierto día un necio explicaba a un clérigo que la verdadera prueba de la grandeza radica en la bravura y el derramamiento de sangre, y que en un solo día un secuaz de Mahoma había decapitado a un centenar de hombres en el campo de batalla. De la narración el clérigo infirió que la matanza constituía la mejor demostración de la excelencia del Islam; lo que no deja de ser un disparate manifiesto. Por el contrario, las expediciones guerreras de Mahoma tuvieron siempre carácter defensivo. Prueba de ello es que durante trece años, todavía en la Meca, tanto Mahoma como sus seguidores sufrieron las más violentas persecuciones. En ese período todos fueron el blanco de las flechas del odio. Algunos de los compañeros fueron asesinados y sus propiedades confiscadas. El propio Mahoma, tras severísimas persecuciones infligidas por los qurayshíes, quienes estaban resueltos a quitarle la vida, huyó en medio de la noche a Medina. Aún así, sus enemigos no cejaron en sus persecuciones; acosaron a Mahoma hasta Medina y a sus discípulos hasta la misma Abisinia.

Las tribus árabes se encontraban en los más profundos abismos del salvajismo y de la barbarie. En comparación con ellos, los salvajes del África y los fieros indios de América, eran tan avanzados como un Platón. Los salvajes de América no enterraban vivos a sus niños como los árabes lo hacían con sus hijas, jactándose además de ello como si se tratase de un acto honroso.5 Muchos hombres amenazaban a sus mujeres espetándoles: "si das a luz a una mujer te mataré". Aun en la actualidad, los árabes consideran algo terrible el tener hijas. Por añadidura, estaba permitido que un hombre tuviera un millar de mujeres; de hecho, la mayoría tenía más de diez esposas en sus casas. Cuando se iba a la guerra, la tribu que salía victoriosa tomaba a las mujeres y niños de la tribu vencida en calidad de esclavos. Cuando fallecía un hombre que tenía diez esposas, los hijos se abalanzaban sobre las madres de los demás. Si uno de ellos echaba su manto sobre la cabeza de la mujer de su padre pronunciando la frase "esta mujer es mi legítima propiedad", de inmediato la desventurada se convertía en una prisionera y esclava a la que podía tratar como se le antojase, lo que incluía maldecirla, encerrarla en un pozo, azotarla, matarla o torturarla hasta obligarla a recibir la muerte como una liberación: según los usos y costumbres árabes él era su amo y señor. Es evidente que en un ambiente así debían de darse cita la malignidad, los odios, los celos y la enemistad entre esposas e hijos de un mismo hogar. No es preciso explayarse más sobre este particular. ¡Medita pues sobre las condiciones de vida de estas mujeres oprimidas!

El pillaje constituía la norma de vida de las tribus árabes. La guerra, la matanza, el saqueo y la devastación de las propiedades, el secuestro de mujeres y niños que luego eran vendidos como esclavos, las mantenía ocupadas permanentemente. Cuán a menudo sucedía que las hijas e hijos de un príncipe, que habían transcurrido sus días rodeados de comodidades y lujos, se encontraban al caer de la noche reducidos a la vergüenza, la pobreza y el cautiverio. La víspera eran príncipes; al día siguiente, prisioneros. La víspera eran grandes damas; al día siguiente, esclavas.

Mahoma recibió la revelación divina en medio de esas tribus. Su huída ocurrió tras soportar trece años de persecución. Aún así, las gentes no dieron tregua a la persecución, unidos como estaban por un mismo propósito de exterminarlo a Él y a todos sus seguidores. Fue bajo circunstancias semejantes como Mahoma se vio obligado a recurrir a las armas. Esa es la verdad; no somos fanáticos, ni deseamos defenderle, sino que somos justos y decimos lo que es justo. Sé imparcial. Si Cristo mismo se hubiese encontrado en tales circunstancias, entre semejantes tribus tiránicas y bárbaras, si durante trece años hubiese soportado pacientemente junto con sus discípulos todas esas pruebas, viéndose finalmente obligado a huir de su tierra natal; si a pesar de ello, esas tribus forajidas hubiesen continuado persiguiéndole, matando a los hombres, capturando a sus mujeres e hijos ¿cuál hubiera sido el proceder de Cristo frente a ellos? De haberse visto hostigado sólo Él, les habría perdonado; pero de haber visto la resolución con que unos crueles y sanguinarios asesinos estaban dispuestos a matar, saquear y deshonrar a los oprimidos, y a tomar cautivos a sus niños y mujeres, a buen seguro habría protegido a éstos y presentado resistencia contra los tiranos. ¿Qué objeción entonces cabe planteársele a la conducta de Mahoma? ¿Cabe objetar que Mahoma, con sus seguidores, mujeres y niños, no se sometiesen a unas tribus salvajes? Atajar la sed de sangre de éstas representaba la mayor bondad; contenerlas y moderarlas, un verdadero acto de clemencia. Es como si un hombre rompiese la copa de veneno que su amigo se disponía a beber, logrando así salvarle la vida. En circunstancias similares, es indudable que Cristo, con poder conquistador, habría salvado a los hombres, mujeres y niños de esos sanguinarios lobos.

Mahoma nunca hizo la guerra a los cristianos. Antes bien, les trató con bondad y les dio absoluta libertad. La comunidad cristiana de Najrán se hallaba bajo su cuidado y protección. Tal como Mahoma manifestó: "Si alguien viola sus derechos yo mismo seré su enemigo, y en presencia de Dios formularé cargo contra él". En los edictos que promulgó, queda claramente establecido que las vidas, propiedades y honor de cristianos y judíos contarían con la tutela de Dios. Si un musulmán se casaba con una cristiana, el marido no debía prohibir la asistencia a la iglesia, ni obligarla a cubrirse con velo, y en caso de muerte sus restos debían ser confiados al cuidado de los sacerdotes cristianos. Si éstos últimos deseaban construir una iglesia, el Islam debía ayudarles. En caso de guerra, los cristianos, dada su condición de protegidos, quedaban exentos de combatir en defensa del Islam. En compensación por esta inmunidad debían pagar anualmente una pequeña suma de dinero. Hay constancia de siete edictos detallados relativos a estos temas, algunas copias de los cuales existen todavía en Jerusalén. Este hecho puede verificarse independientemente de mi afirmación. El edicto del segundo califa6 se encuentra aún bajo la custodia del patriarca ortodoxo de Jerusalén. De ello no cabe ninguna duda.

No obstante, luego de transcurrido cierto tiempo, a raíz de las transgresiones tanto de musulmanes como de cristianos, surgieron el odio y la enemistad entre las dos partes. Aparte de esta verdad, las historias que cuentan musulmanes, cristianos y demás arrancan del fanatismo, la ignorancia o la hostilidad más enconada.

Aseguran los musulmanes, por ejemplo, que Mahoma partió la luna y que ésta cayó sobre la montaña de la Meca. Conciben pues que la luna es un cuerpo pequeño que Mahoma dividió en dos, lanzando una sobre esa montaña y la otra sobre otra montaña. Tales fábulas son puro fanatismo. Como también lo son los relatos, exagerados cuando no totalmente infundados, por los que el clero cristiano atribuye culpas.

En resumen, Mahoma apareció en el desierto de Hijáz, en la península arábiga, que por entonces no era más que un desolado, estéril e inhabitado desierto. Algunas ciudades como la Meca y Medina eran extremadamente calurosas. Los habitantes de Arabia eran nómadas caracterizados por los usos y costumbres propios de los habitantes del desierto, y por tanto absolutamente desprovistos de educación y ciencia. El propio Mahoma era analfabeto. El Corán de hecho fue originalmente grabado en escápulas de oveja, o en hojas de palmeras. Detalles como éstos dan idea de la clase de pueblo al que fue enviado Mahoma. La primera pregunta que Mahoma les planteó fue: ¿Por qué no aceptáis el pentateuco y el evangelio, y por qué no creéis en Cristo y en Moisés? Estas palabras les resultaron difíciles de tolerar, por lo que replicaron: "Nuestros antepasados no creían en el pentateuco ni en el evangelio; explícanos la razón". Mahoma respondió: "Eran descarriados. Debéis rechazar a quienes no creen en el pentateuco y en el evangelio, aun cuando sean vuestros padres y antepasados".

En tal país y entre tales tribus bárbaras, un hombre analfabeto vino a revelar un libro donde en lenguaje perfecto y elocuente se explican los atributos y perfecciones divinos, el carácter profético de los mensajeros de Dios, así como las leyes divinas y algunos hechos científicos.

Sabes que antes de que se iniciaran las modernas observaciones científicas, desde los primeros siglos hasta el siglo quince de la era cristiana, todos los matemáticos del mundo coincidían en que la Tierra era el centro del universo, y que el sol era el que se movía. El famoso astrónomo e introductor de una teoría diferente fue el descubridor del movimiento de la Tierra y de la inmovilidad del sol.7 Hasta entonces todos los astrónomos y filósofos seguían el sistema ptolemaico; quienquiera lo contradijese era tomado por un ignorante. Aunque Pitágoras y Platón durante los últimos años de su vida ya habían adoptado la teoría de que el movimiento anual del sol alrededor del Zodíaco no se originaba en el sol, sino en el movimiento de la Tierra alrededor de éste, tal teoría había caído en olvido para ser reemplazada por el sistema ptolemaico, que habría de gozar de la aceptación de todos los matemáticos. Sin embargo, hay algunos versículos revelados en el Corán contrarios a la teoría del sistema ptolemaico. Uno de ellos reza: "El sol se mueve en un lugar fijo", lo que demuestra la inmovilidad del sol y su movimiento alrededor de un eje.8 Otro versículo dice: "Y cada estrella se mueve en su propio cielo".9 De este modo se explican los movimientos del sol, de la luna, de la Tierra y de otros cuerpos celestes. Cuando apareció el Corán, los matemáticos ridiculizaron tales aseveraciones, atribuyendo la teoría a ignorancia. Incluso los doctores del Islam, comprobando que los versículos citados eran contrarios al sistema ptolemaico entonces favorecido, se vieron obligados a restarles mérito.

No fue sino hasta después del siglo quince de la era cristiana, casi novecientos años después de Mahoma, cuan-do un famoso astrónomo realizó nuevas observaciones y descubrimientos importantes con la ayuda de un telescopio de su invención.10 La órbita de la Tierra, la inmovilidad del sol y su rotación sobre su eje fueron descubiertos. Quedaba probado entonces que los versículos del Corán coincidían con los hechos, y que el sistema ptolemaico era imaginario.

Recapitulando, durante trece siglos numerosos pueblos del Oriente han recibido educación a la sombra de la religión de Mahoma. En el transcurso de la Edad Media, mientras Europa se encontraba en los más profundos abismos de la barbarie, los pueblos árabes aventajaban a los demás pueblos de la Tierra en civilización, ilustración, administración, artes, matemáticas y otras ramas del saber. El iluminador y educador de estas tribus árabes, y el fundador de la civilización y las perfecciones humanas en el seno de esas diferentes razas, fue un hombre analfabeto: Mahoma. ¿Fue o no fue este ilustre hombre un Educador? Hay que juzgar con equidad.

8

EL BÁB

En cuanto al Báb -que mi vida sea sacrificada por Él-, se levantó para proclamar su Causa siendo muy joven, cuando todavía no había cumplido más que veinticinco años de su bendita vida.11 Los propios shí'is admiten que el Báb nunca llegó a realizar estudios en escuela alguna, ni había adquirido sus conocimientos por medio de ningún maestro. De ello dan suficiente testimonio los habitantes de Shiráz. A pesar de esas carencias, el Báb apareció de pronto ante su pueblo haciendo gala de la más consumada erudición. A pesar de no ser más que un mercader logró desconcertar a todos los 'ulamás de Persia.12 Completamente solo y de un modo que desafía a la imaginación, alzó su Causa en medio de los persas, famosos por su fanatismo religioso. Con tal poder se alzó esa alma ilustre que los cimientos de la religión, moral, usos y costumbres de Persia se vieron sacudidos. El Báb instituyó una religión, leyes y preceptos nuevos. Por más que los hombres de estado, la casi totalidad del clero y las personalidades públicas se alzaron para aniquilarlo, Él solo les hizo frente logrando así conmocionar a toda Persia.

Numerosos 'ulamás, personalidades y gentes diversas, sacrificaron gozosos sus vidas por su Causa, apresurándose por alcanzar la plaza pública del martirio. Los doctores en teología, grandes personajes, el Gobierno y la nación entera ansiaban extinguir su luz. Mas no lo consiguieron. Su luna surgió, su estrella brilló, sus fundamentos fueron firmemente establecidos y su punto de amanecer lució resplandeciente. El Báb impartió la educación divina a una multitud ignorante, dando lugar a maravillosos logros en el pensamiento, moral, costumbres y condiciones generales de vida de los persas. Anunció a sus seguidores las buenas nuevas de la manifestación del Sol de Bahá, preparándoles para que creyeran en Él.

La consecución de tan magníficos resultados; los efectos producidos en el modo de pensar de las gentes; el establecimiento de los fundamentos del progreso y de la prosperidad por parte de un joven mercader constituyen la mejor prueba de que éste fue un Educador perfecto. Una persona justa no podría dejar de creerlo así.

9

BAHÁ'U'LLÁH

La figura de Bahá'u'lláh surgió en una época en que el imperio persa, perdido en el más insensato fanatismo, se iba sumiendo en lo más profundo del oscurantismo y de la ignorancia.

Sin duda habrás leído descripciones detalladas sobre la moral, costumbres e ideas de los persas durante los últimos siglos. De nada serviría repetirlos aquí. En resumen, digamos que Persia había caído tan bajo que para los extranjeros era motivo de pesadumbre que un país, antaño tan glorioso y altamente civilizado, se encontrase ahora tan degradado, arruinado y cambiado como para que sus habitantes hubiesen perdido toda dignidad.

Fue en esa época cuando Bahá'u'lláh apareció. Su propio padre era uno de los visires, no uno de los 'ulamás. Como sabe todo persa, Bahá'u'lláh nunca estudió en escuela alguna, ni se asoció con los 'ulamás ni con los eruditos. La primera parte de su vida transcurrió en la mayor felicidad. Sus compañeros y amigos, aunque pertenecientes a la clase más distinguida de la nación persa, no eran hombres doctos.

Tan pronto como el Báb se dio a conocer, Bahá'u'lláh declaró: "Este gran hombre es el Señor de los justos; creer en Él es de la incumbencia de todos". Los 'ulamás obligaron al Gobierno persa a enfrentarse al Báb, dictaron decretos por los que se ordenaba la masacre, el pillaje, la persecución y la expulsión de sus seguidores. Ello no obstante, Bahá'u'lláh se levantó para ayudar al Báb, dando muchas pruebas positivas de su verdad. La quema, matanza y saqueo de que fueron víctimas los nuevos creyentes de todas las provincias -mujeres y niños incluidos- no fue obstáculo para que Bahá'u'lláh se alzase a proclamar la palabra del Báb con la mayor firmeza y energía. Ni por un momento se ocultó. Antes bien, se mezcló abiertamente con sus enemigos entregado a la tarea de presentar pruebas de su misión. Por ello se le llegó a conocer como el Anunciador de la palabra de Dios. En numerosas ocasiones soportó los mayores infortunios, con grave peligro de ser martirizado en cualquier momento.

Bahá'u'lláh fue encadenado y encarcelado en una prisión subterránea. Sus inmensas heredades fueron saqueadas y confiscadas. Fue desterrado en cuatro ocasiones sucesivas de una a otro región, hasta encontrar descanso en "la Más Grande prisión".13 Nada de esto impidió que Bahá'u'lláh, ni siquiera por un instante, dejara de proclamar la grandeza de la Causa de Dios. Desplegó tales virtudes, conocimientos y perfecciones que causó maravilla entre las gentes de Persia, a tal punto que tanto en Teherán como Bagdad, Constantinopla, Rumelia y 'Akká, todos los sabios y hombres de ciencia que llegaban a su presencia, amigos o enemigos, no dejaban de recibir la más completa y convincente respuesta a cualesquier preguntas que le formulasen.

En Bagdad no era raro ver reuniones de 'ulamás musulmanes, rabinos judíos, cristianos y eruditos europeos. Cada cual tenía alguna pregunta que hacer y, aunque todos poseían diferentes grados de cultura, cada uno se retiraba satisfecho después de haber recibido una respuesta satisfactoria y convincente. Incluso los 'ulamás persas residentes en Karbilá y Najaf escogieron a uno de sus sabios para que actuase como su representante. Se llamaba Mullá Hasan 'Amú. Llegado que fue a la bendita presencia, realizó varias preguntas en nombre de los 'ulamá, preguntas a las que Bahá'u'lláh dio respuesta. Hasan 'Amu por su parte manifestó: "Los 'ulamás reconocen sin vacilación y dan fe del conocimiento y virtudes de Bahá'u'lláh, estando unánimamente convencidos de que su erudición no conoce par ni semejante. Es un hecho comprobado además que Bahá'u'lláh jamás ha estudiado o adquirido esa erudición. Empero, los 'ulamás dicen: 'No nos basta con esto; a pesar de su probada sabiduría y virtudes no podemos reconocer la realidad de su misión. Por esta razón le solicitamos que nos muestre un milagro con que satisfacer y afianzar nuestros corazones'".

Bahá'u'lláh respondió: "Aunque no os asiste derecho alguno, pues es propio de Dios probar a sus criaturas y no las criaturas a Dios, sin embargo permito y acepto vuestra petición. Pero la Causa de Dios no es un espectáculo de teatro que se representa cada hora, del cual pueda solicitarse una nueva diversión a todas horas. De ser así la Causa de Dios se convertiría en mero juego de niños. Los 'ulamás, por tanto, deben reunirse y, de común acuerdo, hacer constar por escrito que, después de realizado dicho milagro, ya no albergarán más dudas acerca de mí y confesarán la verdad de mi Causa. Que sellen ese documento y me lo traigan. Este debe ser el criterio a convenir: si el milagro se realiza, no les quedará ninguna duda; en caso contrario, seremos convictos por impostura".

Tras levantarse el sabio Hasan 'Amú respondió: "No hay más que decir". Acto seguido, él -que no era creyente- besó la rodilla de la Bendita Belleza y se marchó. Reunió a los 'ulamás para transmitirles el sagrado mensaje. Después de sus deliberaciones dijeron: "Este hombre es un hechicero; tal vez realice algún encantamiento y no tengamos nada más que decir". No se atrevieron a más.14

Hasan 'Amú mencionó el suceso en varias reuniones. Tras abandonar Karbilá se fue a Kirmansháh y Teherán, difundiendo por todas partes un relato detallado, con especial énfasis en el temor y la retractación de los 'ulamás.

En resumen, todos los adversarios orientales de Bahá'u'lláh reconocieron su grandeza, magnificencia, conocimiento y virtud, refiriéndose a Él como al "célebre Bahá'u'lláh".

En el momento en que esta gran Luz se elevó repentinamente sobre el horizonte de Persia, todo el pueblo, ministros, 'ulamás y las demás clases se alzaron contra Él para perseguirle con la mayor animosidad, proclamando "este hombre quiere socavar y destruir la religión, la ley, la nación y el imperio". Lo mismo se había dicho de Cristo. Pero Bahá'u'lláh, solo y sin ayuda, se enfrentó a todos, sin manifestar nunca el menor signo de debilidad. Al final éstos dijeron: "Mientras este hombre se encuentre en Persia, no habrá paz ni sosiego; debemos desterrarle para que Persia pueda recobrar la tranquilidad".

Procedieron a violentarle para que así solicitara permiso para abandonar Persia. Creían que de esta manera la luz de la verdad se extinguiría. Pero el resultado fue exactamente el contrario. La Causa se hizo manifiesta, su llama más intensa. Al principio sólo se extendió a través de Persia. El exilio de Bahá'u'lláh, sin embargo, se encargó de que la Causa se difundiera por otros países. De ahí que sus enemigos se dijeran: "Iráq-i-'Arab"15 no está suficientemente lejos de Persia; debemos enviarle a un reino más distante". Por está razón, el gobierno persa resolvió enviar a Bahá'u'lláh de Iraq a Constantinopla. Una vez más se demostró que la Causa no quedaba debilitada ni un ápice. De nuevo los enemigos de Bahá'u'lláh se dijeron: "Constantinopla es un lugar de paso que sirve de residencia a varias razas y pueblos, incluidos un gran número de persas". Debido a ello, los persas le exiliaron aún más lejos, a Rumelia. Aún así, la llama se volvió más viva y la Causa más exaltada. Finalmente, los persas concluyeron: "Ninguno de estos lugares se halla al abrigo de su influencia. Debemos enviarle a algún lugar donde quede reducido a la impotencia, donde su familia y seguidores estén sometidos a los sufrimientos más horrendos". Por tal motivo se inclinaron por la prisión de 'Akká, entonces especialmente reservada a los asesinos, ladrones y salteadores de caminos. A decir verdad incluían a Bahá'u'lláh dentro de esa clase de gente.

Pero el poder de Dios se hizo manifiesto: su palabra fue promulgada y la grandeza de Bahá'u'lláh se tornó más evidente, porque fue desde esa prisión y bajo tales humillantes circunstancias como Bahá'u'lláh consiguió que Persia mudase su condición. Al desbordar a sus enemigos demostró que éstos no podían presentar resistencia a la Causa. Sus santas enseñanzas penetraron en todas las regiones; la Causa fue establecida.

En todos las regiones de Persia, los enemigos se alzaron contra Él desplegando el mayor de los odios, encarcelando, matando, golpeando a sus conversos, incendiando y arrasando miles de hogares, valiéndose de todos los medios a su alcance para extirpar una Causa que, a pesar de todo, alcanzaba prominencia desde el confín de una prisión donde se daban cita asesinos, ladrones y salteadores de caminos. Sus enseñanzas fueron ampliamente divulgadas y sus exhortaciones influyeron en muchos de aquellos que habían estado más llenos de odio al punto de convertirlos en creyentes confirmados. Hasta el propio gobierno persa tuvo un despertar que le llevó a lamentar lo sucedido por causa de los 'ulamás.

Cuando Bahá'u'lláh llegó a esta prisión de la Tierra Santa, los sabios comprendieron que Dios había sido fiel a su promesa, y que las buenas nuevas que Dios había anunciado por boca de los profetas dos o tres mil años antes se habían vuelto realidad. Algunos de los profetas, en efecto, habían revelado y transmitido las buenas nuevas de que Yahvéh de los Ejércitos habría de manifestarse en la Tierra Santa. Todas estas promesas recibieron cumplimiento. A quienquiera reflexione le resultaría difícil comprender cómo Bahá'u'lláh pudo haber sido obligado a abandonar Persia y levantar su tienda en esta Tierra Santa de no ser por la persecución, expulsión y exilio a que fue sometido por sus enemigos, quienes mediante el expediente del encarcelamiento quisieron ver la bendita Causa completamente aniquilada. En realidad, ese encarcelamiento fue la mayor ayuda y habría de convertirse en el instrumento de su promoción. El renombre divino alcanzó al Oriente y al Occidente, y los rayos del Sol de la Verdad derramaron su luz sobre todos los horizontes. ¡Alabado sea Dios! Quien no era más que un prisionero plantó su tienda sobre el Monte Carmelo conduciéndose con la mayor majestad. Todas las personas, amigos o extraños, que alcanzaban su presencia, decían: "Este es un príncipe, no un prisionero".

Tan pronto como llegó a la prisión16 envió una epístola a Napoleón17 a través del embajador francés. En ella se decía: "Inquiere cuál fue nuestro crimen para que mereciésemos esta prisión y mazmorra". Napoleón no respondió. A renglón seguido una segunda epístola, incluida en el Súriy-i-Haykal18, le fue despachada. La epístola dice: "Oh Napoleón, ya que no has escuchado mi llamada ni dado respuesta alguna, pronto tu dominio te será arrebatado y tú reducido a la nada. La epístola fue enviada a Napoleón por correo, por medio de César Ketaphakou (nombre por el que era conocido a los compañeros de exilio de Bahá'u'lláh).19 Puesto que la epístola formaba parte del Súriy-i-Haykal, y éste había de difundirse por aquella época por toda Persia, el texto de la admonición era conocido de todos. Corría el año 1868. Puesto que el texto circulaba por Persia y la India en manos de todos los creyentes, había grandes expectativas por ver lo que sucedería. No mucho después estalló la guerra entre Francia y Alemania. En ese momento nadie esperaba una victoria alemana. Napoleón, cuya gloria había de verse trocada por una enorme humillación, vencido y deshonrado, se rendía ante sus enemigos.

Otras Tablas20 fueron enviadas a otros reyes, entre ellas la dirigida a S.M. Násiri'd-Dín Sháh. En ella Bahá'u'lláh decía: "Hazme llamar, reúne a los 'ulamás, pide pruebas con que distinguir la falsedad del error". S.M. Násiri'd-Dín Sháh remitió la santa epístola a los 'ulamás con el encargo de que aceptasen la propuesta. Pero no se atrevieron. Entonces el Rey comisionó a siete de los más célebres de entre éstos para que dieran respuesta al desafío. Al cabo de un tiempo, devolvieron la santa carta, diciendo: "Este hombre es un adversario de la religión y un enemigo del Sháh". Su majestad el Sháh de Persia montando en cólera, dijo: "Es ésta una cuestión de pruebas y argumentos, de verdad o de falsedad ¿qué tiene que ver esto con la enemistad hacia el Gobierno? ¡Ay! En cuánto respeto hemos tenido a estos 'ulamás incapaces siquiera de dar réplica a una epístola".

En resumen, se está cumpliendo todo lo escrito en las Tablas a los Reyes. Si lanzamos una mirada retrospectiva a los acontecimientos ocurridos desde 1870, vemos que casi todo ha sucedido tal como había sido predicho. Tan sólo faltan algunos acontecimientos que tendrán lugar en el futuro.

No han faltado extranjeros y miembros de otras confesiones que hayan atribuido milagros a Bahá'u'lláh. Algunos creían que era un santo,21 y aun otros llegaron a escribir tratados sobre Él, como el de un erudito sunní de Bagdad llamado Siyyid Dávúdí, en cuya obra se describen ciertos hechos sobrenaturales de los que sería autor Bahá'u'lláh. Todavía hoy en todas partes del Oriente se encuentran personas que, sin hacer profesión de fe en Bahá'u'lláh, lo consideran un santo y autor de milagros. Tanto sus adversarios como sus seguidores y cuantos fueron recibidos en su santa presencia reconocieron y confesaron la grandeza de Bahá'u'lláh. Incluso quienes no creían en Él reconocían esa grandeza nada más entrar en el sagrado umbral, donde la presencia de Bahá'u'lláh les infundía tal respeto que no podían pronunciar palabra. Cuán a menudo sucedía que algunos de sus más enconados enemigos resolvieran dentro de sí mismos "cuando llegue hasta su presencia disputaré con Él arguyendo tales y tales razones". Mas cuando llegaban ante la Santa presencia, solían quedar confundidos, atónitos, sin habla.

Bahá'u'lláh careció de maestro o tutor, nunca estudió árabe ni ingresó en ninguna escuela, todo lo cual no fue óbice para que la elocuencia y elegancia de sus benditas exposiciones en árabe causaran asombro entre los más distinguidos eruditos árabes, quienes en su estupor llegaban a reconocer que era Él sin igual e incomparable.

Si examinásemos cuidadosamente el texto de la Torah, veríamos que la Manifestación Divina nunca dijo a quienes le negaban "estoy dispuesto a realizar cualquier milagro que pidáis; a cualquier prueba que propongáis estoy dispuesto a someterme". Mas en la epístola dirigida al Sháh Bahá'u'lláh claramente afirma: "Reúne a los 'ulamás y hazme llamar para que las pruebas puedan ser establecidas".22

Durante cincuenta años, cual montaña, Bahá'u'lláh se enfrentó a sus enemigos . Todos ansiaban y se esforzaban por deshacerse de Él. Mil veces planearon crucificarlo y destrozarlo. Durante cincuenta años su vida corrió constante peligro.

En la actualidad, Persia se encuentra en un estado de tal decadencia que todo hombre inteligente, persa o extranjero, que esté familiarizado con la verdadera condición de sus asuntos, reconocerá que el progreso, la civilización y regeneración de Persia dependen de la difusión y promoción de las enseñanzas y principios sentados por este gran Personaje.

Cristo, en su bendita época, en realidad sólo educó a once hombres, el más eminente de entre los cuales -Pedro- le negó tres veces cuando fue puesto a prueba. A pesar de ello, la Causa de Cristo se difundió por todo el mundo. En el presente día, Bahá'u'lláh ha educado a miles de almas que, aun bajo la amenaza de la espada, han conseguido elevar hasta el más elevado firmamento el clamor de "Ya Bahá'u'l-Abhá"23. En el fuego de las pruebas sus rostros se han iluminado como el oro. Reflexiona, pues, acerca de lo que sucederá en el futuro.

Por último, debemos ser justos y reconocer qué gran Educador fue este Glorioso Ser, cuán maravillosas las señales que manifestó, y qué poder y fuerza han sido puestos en evidencia a través de Él.

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PRUEBAS TRADICIONALES EXTRAÍDAS

DEL LIBRO DE DANIEL

Hoy, en esta mesa, hablemos un poco de pruebas. Si hubieras venido a este lugar bendito durante los días de la Luz manifiesta24, si hubieses alcanzado la corte de su presencia y contemplado su resplandeciente belleza, habrías comprendido que sus enseñanzas y su perfección hacían innecesario cualquier otro testimonio.

Tan sólo por el honor de alcanzar su presencia, muchas almas se convirtieron en creyentes confirmados; no precisaban de más. Incluso quienes le rechazaban u odiaban intensamente, al encontrarse con Él, daban fe de la grandeza de Bahá'u'lláh, diciendo: "Este es un hombre magnífico ¡lástima que albergue tales pretensiones! por lo demás todo lo que dice es aceptable".

Mas ahora que la Luz de la Realidad se ha ocultado, todos tienen necesidad de pruebas. De modo que nos hemos comprometido a demostrar con argumentos racionales la verdad de su pretensión profética. Citaremos una prueba que nadie puede negar y que por sí sola bastará a quien sea imparcial. Nos referimos al hecho de que ese ilustre Ser difundió su Causa cuando se encontraba en "la Más Grande Prisión".25 Fue desde esa prisión desde donde su luz habría de esparcirse por doquier, hasta que su fama conquistó el mundo, y Oriente y Occidente se hicieron eco de la proclamación de su gloria. Nunca antes había sucedido algo semejante. Los espíritus imparciales no dejarán de reconocerlo. Los hay, sin embargo, que por más que les sean aducidas toda clase de pruebas, no se avendrán a razones.      

Ni las naciones ni los Estados, con ser grande su poder, pudieron doblegarlo. Bahá'u'lláh, solo y sin ayuda, encarcelado y oprimido, consiguió en verdad llevar a cabo todo cuanto fue su deseo.

Omito aquí cualquier mención de los milagros realizados por Bahá'u'lláh, no se diga que se trata de tradiciones que lo mismo podrían ser falsas que verídicas, como es el caso de los milagros de Cristo mencionados en el evangelio por sus transmisores, los apóstoles, pero negados por los judíos. Si deseara hacer un relato de los hechos sobrenaturales realizados por Bahá'u'lláh no faltaría gran abundancia de ejemplos, muchos de ellos reconocidos en Oriente incluso por personas que no son bahá'ís. Esta clase de relatos, sin embargo, no aportan pruebas igualmente concluyentes para todos. Quien los oye puede muy bien manifestar que lo dicho está en desacuerdo con la realidad, sabido es que muchas otras sectas cuentan milagros atribuidos a sus fundadores. Por ejemplo los hindúes hacen referencia a milagros ¿con qué fundamento podemos discernir que unos son falsos y otros verdaderos? Si aquellos son meras fábulas, también los son estos otros; si éstos cuentan con la aprobación de la generalidad, los otros también habrían de contar con ella. De lo dicho se desprende que esta clase de relatos no constituyen pruebas satisfactorias. En realidad, los milagros sólo constituyen pruebas para el testigo ocular; y aun para éste cabe el recurso de considerar que el hecho atestiguado responde no a un milagro sino más bien al efecto de la magia. Al fin y al cabo se cuentan historias extraordinarias de algunos magos.

Lo que deseo dar a entender con esto es que si pasamos por alto toda mención de las numerosas maravillas realizadas por Bahá'u'lláh es por que no las consideramos suficientemente probatorias para todos las gentes de la tierra, ni siquiera para los testigos presenciales, quienes son libres de imputárselas a la brujería.

Por otro lado conviene señalar que una mayoría de los milagros atribuidos a los profetas poseen un significado oculto. Por ejemplo, en el evangelio se dice que cuando Cristo sufrió el martirio, sobrevino la oscuridad, la tierra se estremeció, el velo del Templo se rasgó de arriba a abajo, y los muertos resucitaron de sus tumbas. De haber ocurrido tales acontecimientos, las crónicas de la época habrían hecho mención de ellos. En cualquier caso, la conmoción resultante habría hecho presa de los corazones de una mayoría. Los soldados lo habrían hecho descender de la cruz, o bien se habrían dado a la fuga. No hay constancia de tales sucesos en crónica alguna, por lo que resulta evidente que no han de ser tomados literalmente.26 No es nuestro propósito negar la existencia de tales milagros, sino tan sólo indicar que no aportan pruebas concluyentes y que poseen un significado más profundo.

Hoy, en esta mesa, nos referiremos a la explicación de pruebas tradicionales como las que se encuentran en los libros sagrados. Cuanto hemos venido diciendo hasta la fecha se refiere a pruebas racionales.

La condición en que debería encontrarse el buscador sincero de la verdad es la condición del alma ardiente, sedienta y anhelante del agua de vida, la del pez agitado que brega por alcanzar el mar, la del doliente en pos del verdadero médico que habrá de proporcionarle la curación divina, la de la caravana desorientada que trata de reencontrar a Dios, la del barco extraviado que en medio de su perplejidad se afana por arribar a las playas de salvación.

El buscador ha de estar dotado de ciertas cualidades. Ante todo, debe ser justo y estar desprendido de todo salvo de Dios; su corazón debe dirigirse enteramente hacia el horizonte supremo; debe estar libre del cautiverio del ego y de la pasión, pues todos éstos son obstáculos. Además, debe ser capaz de sobrellevar toda clase de privaciones. Debe ser absolutamente puro y santificado, y libre de amor o de odio hacia los habitantes del mundo. ¿Por qué? Por el hecho de que su amor hacia alguna persona o cosa podría entorpecer el reconocimiento de la verdad que exista en algún otro; e, igualmente, el odio hacia algo podría estorbar su discernimiento de la verdad. Esta es la condición de la búsqueda, y éstos los atributos con los que ha de estar imbuido el buscador. Hasta que no alcance esa condición, no le será posible alcanzar el Sol de la Realidad.

Pero volvamos a nuestro tema.

Todos los pueblos del mundo aguardan la aparición al mismo tiempo de dos Manifestaciones; todos esperan el cumplimiento de esta promesa. En la Biblia los judíos encuentran la promesa de la aparición Yahvéh de los Ejércitos y del Mesías. En el evangelio está prometido el retorno de Cristo y de Elías. En la religión de Mahoma se halla la promesa referente al Mahdí y al Mesías; y lo mismo ocurre en la revelación de Zoroastro y en otras religiones. Entrar en detalles nos llevaría demasiado tiempo. En cualquier caso, el hecho esencial es que todas las religiones contienen la promesa de dos Manifestaciones sucesivas. Según estas profecías en la época de estas dos Manifestaciones la tierra se transformará, el mundo de la existencia se renovará, y los seres vestirán nuevas prendas. La justicia y la verdad anegarán el mundo; la enemistad y el odio desaparecerán; se desvanecerán todas las causas de división que separan a pueblos, razas y naciones; y aparecerá cuanto sea causa de unión, armonía y concordia. Los negligentes se despertarán, los ciegos verán, los sordos oirán, los mudos hablarán, los enfermos sanarán, y los muertos se levantarán. La guerra dará paso a la paz, la enemistad será conquistada por el amor; las causas de disputas y refriegas serán erradicadas por completo; y la verdadera felicidad alcanzada. El mundo llegará a ser el espejo del Reino Celestial; la humanidad será el Trono de la Divinidad. Todas las naciones se convertirán en una; todas las religiones se unirán; todos los hombres llegarán a formar parte de una sola familia y de un mismo parentesco. Todas las regiones de la tierra se convertirán en una sola nación; desaparecerán las supersticiones provocadas por cuestión de raza, patria, lengua, política y personalidades. Todos los hombres alcanzarán la vida eterna bajo la sombra de Yahvéh de los Ejércitos.

Hace unos días, reunidos en torno a esta mesa, expusimos pruebas racionales que establecían la verdad de estas dos manifestaciones. Ahora, con arreglo al testimonio de los libros sagrados, debemos probar que las dos Manifestaciones citadas ya han venido. Puesto que deseamos pruebas procedentes de las escrituras, deberemos fundar nuestras inferencias en las palabras expresas de los profetas.      

Pues bien, en el libro de Daniel se hace mención de un período de setenta semanas que, arrancando de la reconstrucción de Jerusalén, culminaría en el martirio de Cristo, con el que se cumple el sacrificio y destrucción del altar.27 Se trata de una profecía acerca de la revelación de Cristo. Las setenta semanas comienzan con la restauración y reconstrucción de Jerusalén. Señalemos que fueron cuatro los edictos promulgados por tres reyes relativos a la reconstrucción del Templo. El primer edicto, según el testimonio del primer capítulo de Esdras, corresponde al edicto promulgado por Ciro en el año 536 a.C. El segundo edicto de reconstrucción del templo es el promulgado por Darío de Persia en el año 519 a.C.; hace referencia a ello el capítulo sexto de Esdras. El tercero es el dictado por Artajerjes el séptimo año de su reinado; a ello alude el capítulo séptimo de Esdras. Finalmente, el cuarto es el de Artajerjes fechado en el año 444 a.C., tal como recoge el segundo capítulo de Nehemías.

Sin embargo, Daniel se refiere al tercer edicto, promulgado el año 457 a.C. En efecto, setenta semanas representan cuatrocientos noventa días, y cada día -según el texto del libro sagrado- equivalen a un año. Así en la Biblia se dice "el Día del señor es un año".28 Por tanto, cuatrocientos noventa días equivale a cuatrocientos noventa años. El tercer edicto de Artajerjes fue promulgado cuatrocientos cincuenta y siete años antes del nacimiento de Cristo, en tanto que Cristo cuando fue martirizado y ascendió a los cielos tenía treinta y tres años de edad. Si se suman treinta y tres años a cuatrocientos cincuenta y siete, se obtiene cuatrocientos noventa, cifra coincidente con el plazo anunciado por Daniel para la manifestación de Cristo.

Por otro lado, el vigésimo quinto versículo del noveno capítulo del libro de Daniel, el mismo hecho aparece reflejado diferentemente en forma de siete semanas y sesenta y dos semanas, lo cual en apariencia vendría a contradecirse con lo que llevamos dicho. Muchos, perplejos ante estas discrepancias, han tratado de reconciliar las dos aseveraciones. ¿Cómo es posible por un lado que sea correcta la cifra de setenta semanas, y también, por otro lado, la de sesenta y dos semanas y siete semanas?

Daniel menciona en realidad dos períodos. El primero de ellos comenzó con la orden de reconstrucción de Jerusalén que Artajerjes da a Esdras, fecha a la que se refieren las sesenta y dos semanas, y concluyó con el martirio de Cristo, cuando el sacrificio y la oblación cesaron.

El segundo período, mencionado en el versículo vigésimosexto, significa que desde la terminación de la reconstrucción de Jerusalén hasta la ascensión de Cristo, habrían de transcurrir sesenta y dos semanas. Las siete semanas representan la duración de la reconstrucción de Jerusalén, para la que fueron necesarios cuarenta y nueve años. Sumadas estas siete semanas a las sesenta y dos mencionadas se obtiene sesenta y nueve semanas. En la última semana tuvo lugar la ascensión de Cristo.29 De esta manera se completan las setenta semanas y no se da contradicción alguna.

Ahora que la manifestación de Cristo ha sido probada mediante las profecías de Daniel, probemos asimismo las manifestaciones de Bahá'u'lláh y del Báb. Recordemos que hasta hace poco hacíamos uso de pruebas racionales y que ahora debemos emplear pruebas fundadas en la tradición de la Escritura.

En el octavo capítulo del libro de Daniel, versículo trece, se dice: "Entonces oí a un santo que hablaba y otro de los santos preguntó al que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio y la abominación de la desolación que entregan el santuario y el ejército para ser pisoteados?"30 Y el le respondió "Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado".31 "Pero él me dijo... porque la visión se refiere al tiempo del fin". En otras palabras, ¿cuánto tiempo persistirá este infortunio, ruina, humillación y degradación extremas?, o sea ¿cuándo será el amanecer de la Manifestación? Entonces él respondió "Dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado". En definitiva, el pasaje se refiere a un período de dos mil trescientos años, por cuanto en el texto bíblico cada día cuenta como un año. Según eso, desde la fecha de promulgación del edicto de Artajerjes por el que se ordenaba la restauración de Jerusalén hasta el nacimiento de Cristo transcurren 456 años; y desde el nacimiento de Cristo hasta el día de la manifestación del Báb median 1844 años. Cuando se suman 456 años a esta última cifra se obtienen 2.300 años. Es decir, el cumplimiento de la visión de Daniel se verificó el año 1844 d.C., año de la manifestación del Báb, de conformidad con el texto del propio Daniel. Reflexiona con qué precisión queda determinado el año de la manifestación; no cabe noticia más explícita que ésta.

En el evangelio de Mateo, capítulo 24, versículo 3, Cristo dice claramente que lo que Daniel quería expresar con esta profecía era la fecha de la manifestación. El versículo reza así: "Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: 'Dinos ¿cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?'" Una de la explicaciones que dio como respuesta fue la siguiente: "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación de la desolación de la que habló el profeta Daniel, el que lea que lo entienda". Con esta respuesta les remitió al capítulo octavo del libro de Daniel, añadiendo que quien lo lea comprenderá que ése era el tiempo anunciado. Reflexiona cuán claramente se hace mención de la manifestación del Báb en la Biblia y en el evangelio.

Para concluir, expliquemos la fecha de la manifestación de Bahá'u'lláh según la Biblia. Dicha fecha se calcula de acuerdo con el año lunar, a partir de la misión de Mahoma y de la hégira. La razón de ello estriba en que en la religión de Mahoma el calendario lunar tiene vigencia, como también la tiene en todos los mandamientos relativos a la adoración.

En Daniel, capítulo 12, versículo 6, se dice: "Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas? Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas".32

Como ya se ha explicado el significado de un día, no es necesario que nos extendamos más sobre el tema. Recordemos brevemente que un día del Padre cuenta por un año, y en cada año hay doce meses. De modo que tres años y medio suman cuarenta y dos meses, a su vez equivalentes a mil doscientos setenta días. El Báb, el precursor de Bahá'u'lláh, apareció en el año 1260 de la hégira, según el cómputo islámico.

Más adelante, en el versículo 11, se dice: "Y desde el tiempo en que el sacrificio continuo sea suprimido hasta la abominación de la desolación, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta y cinco días".33

El comienzo de este cómputo lunar hay que retrotraerlo a la proclamación de la misión profética de Mahoma en el país de Hijáz, acontecimiento que tuvo lugar tres años después del comienzo de la misión propiamente dicha. En efecto, al principio la condición profética de Mahoma se mantuvo en secreto. Tan sólo estaban enterados de ella Khadíjah e Ibn Nawfal.34 Pasados tres años la declaración se hizo pública. En el año 1290 después de la proclamación de Mahoma, Bahá'u'lláh dio a conocer su propia manifestación.35

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COMENTARIO SOBRE EL CAPÍTULO UNDÉCIMO

del Apocalipsis de Juan

Al comienzo del undécimo capítulo del Apocalipsis de Juan se dice:

Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir; y el ángel se puso de pie, diciendo: levántate y mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él.

Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses".

Esta caña de medir es un Hombre Perfecto al que se compara con una caña en virtud de la siguiente semejanza: cuando el interior de una caña está hueco y libre de toda materia, la caña produce hermosas melodías; y puesto que el sonido de la caña no proviene de sí misma sino del flautista que sopla aire en su interior, del mismo modo el corazón santificado de ese Ser bendito está libre y vacío de todo menos de Dios, puro y exento del apego a todas las condiciones humanas, compañero del Espíritu Divino. Todo cuanto Él dice no proviene de sí mismo sino del verdadero flautista, y es por tanto fruto de la inspiración divina. De ahí que se le compare con una caña, caña que a su vez es como una vara. En otras palabras, Él es el auxiliador de los débiles y el punto de apoyo de todos los seres. Se trata de la Vara del divino Pastor con la que Éste cuida a su rebaño y le guía por los praderas del Reino.

Luego dice: "El ángel se puso de pie, diciendo: levántate, y mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él". Es decir, comparar y medir, pues midiendo es como se descubren las proporciones. El ángel viene a decir: "compara el templo de Dios con el altar y con quienes oran en él". La orden implica investigar cuál es la verdadera condición, descubrir en qué grado y estado se encuentran, cuáles son las perfecciones, comportamiento y atributos que los caracterizan; en fin, implica llegar al conocimiento de los misterios de aquellas almas santas que moran en el Sagrado de los Sagrados en pureza y santidad.

"Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles".

A principios del siglo séptimo después de Cristo, cuando Jerusalén ya había sido conquistada, el Sagrado de los Sagrados -es decir, el edificio construido por Salomón- se encontraba aparentemente protegido. Pero fuera del Sagrado de los Sagrados, el atrio exterior había sido tomado y entregado a los gentiles. "Y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses". En otras palabras, los gentiles gobernarán Jerusalén durante cuarenta y dos meses, o sea mil doscientos sesenta días. Puesto que cada día representa un año, tenemos según ese cálculo mil doscientos sesenta años, período que marca la duración del ciclo del Corán. Vale insistir que en los textos del libro sagrado, cada día equivale a un año, como asegura el capítulo cuarto de Ezequiel, versículo 6: "Y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; a día por año".

El texto profetiza la duración de la Dispensación del Islam, tiempo en que Jerusalén fue hollada, es decir, el tiempo en que Jerusalén perdió su gloria (aunque el Sagrado de los Sagrados fue preservado, guardado y respetado) y que duraría hasta el año 1260. Estos mil doscientos sesenta días profetizan la manifestación del Báb, la "Puerta" de Bahá'u'lláh, hecho que tuvo lugar el año 1260 de la hégira. Dado que el período de mil doscientos sesenta años ha expirado, Jerusalén, la ciudad santa, está comenzando ahora a hacerse próspera, populosa y floreciente. Quienquiera haya visto Jerusalén setenta años atrás y la viera ahora, reconocería hasta qué punto ha recuperado su honor y se ha convertido en una ciudad floreciente y populosa.

Tal es el significado aparente de los versículos citados del apocalipsis de Juan. Cabe otra interpretación de sentido simbólico, a saber: la ley de Dios se divide en dos partes. La primera, la base fundamental, es la espiritualidad, es decir, cuanto se refiere a virtudes espirituales y cualidades divinas. Esta parte no cambia ni se altera; se trata del Sagrado de los Sagrados, la esencia de la ley de Adán, Noé, Abraham, Moisés, Cristo, Mahoma, el Báb y Bahá'u'lláh, esencia que perdura y es establecida en todos los ciclos proféticos. Nunca será abrogada, pues es la verdad espiritual y no material. La verdad es fe, conocimiento, certidumbre, justicia, piedad, rectitud, honradez, amor a Dios, benevolencia, pureza, desprendimiento, humildad, mansedumbre, paciencia y constancia. La verdad manifiesta misericordia hacia los pobres, defiende a los oprimidos, da a los desventurados e incorpora a los caídos. Estas cualidades divinas y mandamientos eternos nunca serán abolidos, sino que perdurarán y permanecerán por siempre jamás. Estas virtudes humanas se renuevan con cada ciclo, ya que al final de cada ciclo la ley espiritual de Dios, -o sea, las virtudes humanas- desaparece, y sólo subsiste la forma.

Tal fue el caso de los judíos. En efecto, al final del ciclo de Moisés, coincidiendo con la manifestación de Cristo, la ley de Dios había desaparecido al punto de no quedar de ella más que una forma carente de espíritu. El Sagrado de los Sagrados desapareció de entre ellos; pero el atrio exterior de Jerusalén -expresión que se emplea para indicar la forma exterior de la religión- cayó en manos de los gentiles. Del mismo modo, los principios fundamentales de la religión de Cristo -las más excelsas virtudes humanas- han desaparecido, quedando su forma en las manos del clero y de los sacerdotes. Igualmente, los fundamentos de la religión de Mahoma han desaparecido; pero su forma permanece en las manos de los 'ulamás.

Los fundamentos de la religión de Dios, siendo espirituales y formados por virtudes humanas, no admiten abrogación, son inamovibles y eternos, y se renuevan con cada ciclo profético.

La segunda parte de la religión de Dios, referente al mundo material, abarca el ayuno, la oración, las diferentes formas de adoración, el matrimonio y el divorcio, la abolición de la esclavitud, procedimientos legales, transacciones, indemnizaciones por homicidio, violencia, latrocinio e injurias. Esta parte de la ley de Dios relativa a asuntos materiales, sufre cambios y alteraciones en cada ciclo profético de acuerdo con las necesidades de los tiempos.

Lo que se quiere significar con la expresión Sagrado de los Sagrados es esa ley espiritual que jamás será modificada, alterada ni abrogada; y la Ciudad Santa significa la ley material, que sí es abrogable. Precisamente es la ley material, descrita como la Ciudad Santa, la que habrá de ser hollada mil doscientos sesenta años.

"Y haré a mis dos testigos que profeticen mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio".36 Los dos testigos son Mahoma, el Mensajero de Dios, y 'Alí, hijo de Abú Tálib.

En el Corán se dice que Dios se dirigió a Mahoma, el Mensajero de Dios, diciendo: "Hicimos de ti un testigo, un anunciador de buenas nuevas, y un amonestador". Esto es, Nosotros hemos decretado que seas el testigo, el dador de buenas nuevas y el portador de la ira de Dios.37 La mención de "un testigo" sirve para destacar a alguien mediante cuyo testimonio las cosas pueden ser verificadas. Los mandamientos dados por los dos testigos tuvieron vigencia durante mil doscientos sesenta días, cada día equivalente a un año. Ahora bien, al igual que Moisés y Josué, Mahoma fue la raíz y 'Alí la rama. Se dice que están vestidos de cilicio, dando a entender que exteriormente hubieron de vestirse con vestiduras viejas en vez de nuevas. En otras palabras, al principio los dos carecieron de esplendor a los ojos de las gentes. Tampoco su Causa parecía ser nueva, por cuanto la ley espiritual de Mahoma corresponde a la ley espiritual de Cristo en el evangelio, y la mayoría de sus leyes materiales se corresponden con las del Pentateuco. He ahí lo que se quiere decir por viejas vestiduras.

Luego se dice: "Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra".38 Se compara a las dos almas con sendos olivos porque en aquella época todas las lámparas se encendían con aceite de oliva. El significado del texto es que desde esas dos personas irradia el espíritu de la sabiduría de Dios, que es causa de la iluminación del mundo. Son luces de Dios resplandecientes y brillantes, por lo que se las compara con dos candeleros, ya que el candelero es la morada de la luz y desde él la luz resplandece.

A continuación dice: "Están de pie delante del Señor", dando a entender que están de pie al servicio de Dios y de la educación de sus criaturas; criaturas como las tribus nómadas de la península arábiga, a cuya educación se entregaron de modo tal que éstas habrían de alcanzar las más altas cimas de la civilización hasta conocer una fama y un renombre mundiales.

"Si alguien quiere causarles daño, sale fuego de la boca, y devora a sus enemigos".39 Es decir, nadie será capaz de enfrentarse a ellos; y si alguien llegase a menospreciar sus enseñanzas y su ley, esa misma ley procedente de sus bocas se encargará de cercarle y anonadarle. Quienquiera tratase de agraviarlos, oponerse a ellos y mostrarles odio será destruido por un mandato procedente de sus bocas. Como así fue: pues todos sus enemigos fueron vencidos, dispersados y aniquilados. De forma tan palmaria Dios les socorrió.

Más adelante se dice: "Tiene poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía"40, con lo que se quiere decir que los dos testigos serán como reyes. La ley y enseñanzas de Mahoma, las explicaciones y comentarios de 'Alí son una generosidad celestial. Si desean concederla son libres de hacerlo; y si no lo desean, no habrá lluvia. En este sentido lluvia significa generosidad.

Acto seguido dice: "Y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre"41, subrayando con ello que el rango profético de Mahoma era igual al de Moisés y el de 'Alí igual al de Josué: si así lo hubieran deseado habrían sido capaces de transformar en sangre las aguas del Nilo ante los egipcios y ante quienquiera los rechazase. En otros términos, lo que había sido causa de vida, se convertía ahora en muerte como consecuencia de su ignorancia y orgullo. El reino, las riquezas, el poder del faraón y de su pueblo, que daban vida a la nación, se convertían debido a su oposición, rechazo y orgullo, en causa de muerte, destrucción, dispersión, degradación y pobreza. De ahí que a estos dos testigos les haya sido dado el poder de destruir a las naciones.

Luego dice: "Y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran"42, significando que además ejercerían el poder y la fuerza material necesarios para educar a los malvados, a los opresores y a los tiranos. Dios confirió poder exterior e interior a los dos testigos a fin de que educasen y corrigiesen a los feroces, sanguinarios y tiránicos nómadas árabes, por entonces semejantes a animales de rapiña.

"Cuando hayan acabado su testimonio"43 significa "cuando hayan hecho lo que se les ha ordenado y hayan entregado el mensaje divino, tras promover la ley de Dios y propagar las enseñanzas celestiales a fin de que las señales de vida espiritual se tornen manifiestas, y que la luz de las virtudes humanas brille hasta permitir el desarrollo completo de las tribus nómadas".

"La bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y matará".44 La bestia designa a los omeyas, sus atacantes, surgidos del foso del error, quienes habrían de alzarse contra la religión de Mahoma y la realidad de 'Alí, es decir, contra el amor de Dios.

Y dice: "La bestia hace guerra contra los dos testigos"45. Se trata de una guerra espiritual en la que la bestia se ensañaría contra las enseñanzas, costumbres e instituciones prescritas por los dos testigos, a tal punto que las virtudes y perfecciones por ellos difundidas se verían barridas dando paso al predominio de la naturaleza animal y de los deseos carnales. La bestia, por tanto, haría la guerra y conseguiría vencerlos, esto es, la oscuridad del error proveniente de la bestia ganaría en ascendencia sobre los horizontes del mundo, dando muerte a los dos testigos, o sea, destruyendo la vida espiritual que éstos habían conseguido establecer en medio de la nación, extirpando por completo las leyes y enseñanzas divinas, pisoteando la religión de Dios. Nada quedaría después sino un cuerpo muerto, sin espíritu.

"Y sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fuere crucificado".46 "Sus cadáveres" significa la religión de Dios, en tanto que "la plaza" significa a la vista del público. "Sodoma y Egipto", "el lugar donde también nuestro Señor fue crucificado" se refiere a esta región de Siria, especialmente Jerusalén, donde los omeyas asentaron sus dominios. Fue aquí donde la religión de Dios y las enseñanzas divinas desaparecieron primero, dejando tras de sí un cuerpo sin espíritu.

"Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones, verán sus cadáveres tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados".47 Como ya se ha explicado, en la terminología de los libros sagrados, tres días y medio significa tres años y medio, y tres años y medio son cuarenta y dos meses, y cuarenta y dos meses son mil doscientos sesenta días. Como cada día según el texto del libro sagrado equivale a un año, el significado es que durante mil doscientos sesenta años (la duración del ciclo del Corán), las naciones, razas y pueblos contemplarían sus cadáveres, o lo que es igual, harían de la religión de Dios un espectáculo. Si bien no actuarían de acuerdo con ella, tampoco aceptarían que sus cadáveres fueran sepultados. Dicho de otro modo, en apariencia se aferrarían a la religión, sin llegar a permitir que desapareciese totalmente, ni que su cuerpo quedase del todo aniquilado. A decir verdad, permitirían que el cuerpo permaneciese, manteniendo así las apariencias de su nombre y de su recuerdo.

Por "tribus, pueblos y naciones" se entiende la totalidad de cuantos, reunidos a cobijo del Corán, no permitieron que la Causa de Dios y su Ley fuesen exteriormente arrasadas. Aunque la observancia de la ley del ayuno y de la oración se mantuvo en vigor, los principios fundamentales de la religión divina, a saber, la moral y la conducta rectas, así como el conocimiento de los misterios divinos, se echaron a perder. La luz de las virtudes humanas, que es fruto del amor y del conocimiento de Dios quedó extinguida; la oscuridad de la tiranía, la opresión, las pasiones y los deseos satánicos, pasaron a ser victoriosos. Igual que un cadáver, el cuerpo de la ley de Dios yació expuesto a la vista del público durante mil doscientos sesenta días, a razón de un año por cada día, esto es, durante el ciclo de Mahoma.

Las gentes renunciaron a lo establecido por estos dos seres, que no era sino el cimiento de la ley Dios. Al hacerlo, trastocaron las virtudes humanas en su propia raíz, constituida por los dones divinos y el alma de la religión misma, a tal punto que no quedó ni rastro de la veracidad, justicia, amor, concordia, pureza, santidad, desprendimiento y demás cualidades divinas. De la religión sólo el ayuno y la oración quedaron en pie. Tal estado de cosas habría de persistir mil doscientos sesenta años, la duración del ciclo del Furqán.48 Era como si estas dos personas estuviesen muertas y sus cuerpos estuvieran desprovistos de espíritu.

"Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán y se enviarán regalos entre ellos; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra".49 "Los moradores de la tierra" se refiere a las otras naciones y pueblos que, como fue el caso de los pueblos de Europa y del Asia lejana, al observar el cambio total de carácter que sufrió el Islam, el abandono de la ley de Dios, y la reducción a la nada de las virtudes, del celo y del honor, expresaron alegría y regocijo porque la corrupción de la moral hubiese infectado al pueblo del Islam, que de esta manera pasaría a ser víctima de otros pueblos. Como así aconteció. Fíjate en este pueblo, que habiendo alcanzado la cima del poder, se halla ahora sumido en una degradación humillante.

Que las otras naciones "se enviarán regalos" quiere decir que se prestarán ayuda mutua "porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra", es decir, porque habían vencido y conquistado a las demás naciones y pueblos del mundo.

"Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y sobrevino un gran temor sobre quienes los vieron".50

Como ya hemos explicado, tres días y medio representan mil doscientos sesenta años. Las dos personas cuyos cuerpos yacían sin espíritu son las enseñanzas y la ley que Mahoma estableció y que 'Alí promovió, enseñanzas de las que ya no quedaba realidad alguna sino tan sólo una forma externa. La entrada del espíritu representa el restablecimiento de esas enseñanzas. La espiritualidad de la ley de Dios se había transformado en materialismo, las virtudes en vicios; el amor de Dios fue suplantado por el odio; la ilustración se convirtió en ignorancia, las cualidades divinas en satánicas, la justicia en tiranía, la misericordia en enemistad, la sinceridad en hipocresía, la guía en error, y la pureza en sensualidad. Pasados tres días y medio -correspondientes a mil doscientos sesenta años según los libros sagrados-, las enseñanzas divinas, virtudes celestiales, perfecciones y mercedes espirituales se vieron renovadas mediante el surgimiento del Báb y la devoción de Jináb-i-Quddús.51

Las santas brisas volvieron a difundirse, la luz de la verdad resplandeció, la estación de la vivificante primavera llegó y amaneció la mañana de guía. Dos cuerpos sin vida volvieron a vivir, dos grandes seres, uno el fundador y el otro el promotor se levantaron y cual candeleros iluminaron al mundo con la luz de la verdad.

"Y oyeron una gran voz del cielo que decía: subid acá. Y subieron al cielo...".52 Quiere decirse que desde el cielo invisible oyeron que la voz de Dios decía: "Al entregar las enseñanzas y las buenas nuevas habéis obrado dignamente como era menester; habéis entregado el mensaje al pueblo; habéis elevado la llamada de Dios y habéis cumplido con vuestro deber. Ahora, al igual que Cristo, debéis sacrificar vuestra vida por el Bienamado y ser mártires. Y aquel Sol de la Realidad y aquella luna de guía, a semejanza de Cristo, se ocultaron tras el horizonte del martirio supremo para así ascender al Reino de Dios.

"Sus enemigos los vieron".53 Muchos de sus enemigos, al presenciar su martirio, cayeron en la cuenta del rango sublime y de la virtud exaltada de ambos, por lo que rindieron testimonio de su grandeza y perfección.

"En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron un número de siete mil hombres".54 El mencionado terremoto ocurrió en Shiráz después del martirio del Báb. La ciudad sufrió una gran sacudida a consecuencia de la cual muchas personas perdieron la vida. Siguió una gran agitación debido al cólera y otras enfermedades, así como a la escasez, carestía, hambruna y aflicciones nunca antes vistos.

"Los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo".55 Cuando sobrevino el terremoto de Fárs, todos los supervivientes se ocuparon en glorificar y orar a Dios. El temor y la perturbación no les permitió dormir ni descansar por la noche.

"El segundo ay pasó, he aquí que el tercer ay viene pronto".56 El primer ay lo constituye la venida del Profeta, Mahoma el hijo de 'Abdu'lláh, ¡la paz sea con Él! El segundo ay es el del Báb ¡sobre el sea la gloria y la alabanza! El tercer ay es el gran día de la manifestación de Yahvéh de los Ejércitos, el día del esplendor de la Belleza del Prometido. La razón de ser del lamento se encuentra explicada en el capítulo treinta de Ezequiel donde se dice: "Vino a mí la palabra de Yahvéh diciendo: Hijo de hombre, profetiza y di: 'así ha dicho Yahvéh el Señor: lamentad ¡Ay de aquel día! porque cerca está el día, cerca está el día de Yahvéh'".57 Resulta claro que el día del lamento es el día del Señor, por cuanto en ese día el lamento procede de los negligentes, de los pecadores, de los ignorantes. Por eso dice: "El segundo ay pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto". Este tercer lamento corresponde al día de la manifestación de Bahá'u'lláh, el día de Dios, que está próximo al día de la aparición del Báb.

"El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y el reinará por los siglos de los siglos".58 El séptimo ángel es un hombre dotado de atributos celestiales, quien se alzará con cualidades y carácter celestiales. Se levantarán las voces, para que la aparición de la Manifestación Divina sea proclamada y difundida. En el día de la manifestación de Yahvéh de los Ejércitos, que es la época del ciclo divino del Omnipotente que ha sido prometida y mencionada en los libros y escritos de los profetas; pues bien, en aquel día de Dios, el Reino Espiritual y Divino será establecido y el mundo será renovado. Entonces el cuerpo de la creación recibirá el hálito de un nuevo espíritu; la divina primavera vendrá; las nubes de la misericordia se desbordarán; el sol de la realidad resplandecerá; la brisa vivificadora soplará; la humanidad se vestirá con nuevas prendas; la faz de la tierra se convertirá en un paraíso sublime; se educará la humanidad; desaparecerán las guerras, disputas, luchas y maldad; surgirán la veracidad, rectitud, paz y adoración de Dios; el mundo se verá anegado por la unión, el amor y la hermandad; y Dios gobernará por siempre jamás. Todo ello significa que el reino Espiritual y Eterno quedará asentado. Así es el día de Dios, pues que todos los días que han venido y se han ido han sido los días de Abraham, Moisés, Cristo y de los Profetas. Mas, este es el día de Dios, ya que el Sol de la Realidad se elevará en él cálido y esplenderoso.

"Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios diciendo: 'Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eras y el que eres, y que has de venir porque has tomado tu gran poder y has reinado'".59 En cada ciclo los guardianes y almas santas han sido doce. Así Jacob tuvo doce hijos. En tiempos de Moisés, hubo doce cabezas o jefes de tribus. En tiempos de Cristo hubo doce apóstoles. Y en tiempos de Mahoma hubo doce Imanes. Pero en esta gloriosa manifestación hay veinticuatro, el doble de las precedentes, por así requerirlo la grandeza de esta manifestación. El hecho de que dichas almas estén sentadas sobre sus propios tronos significa que reinan eternamente.

Aun cuando los veinticuatro ilustres personajes ocupen los tronos del dominio sempiterno, en realidad son adoradores humildes y sumisos de la aparición de la Manifestación Universal, por lo que dicen: "Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eras y el que eres, y que has de venir porque has tomado tu gran poder y has reinado". Esto es, Tú harás brotar tus enseñanzas, Tú reunirás a todos los pueblos de la tierra bajo tu sombra, y Tú atraerás a todos los hombres hacia la sombra de una única tienda. Si bien éste es el Reino Eterno de Dios, y Dios siempre ha tenido y tiene un Reino, aquí Reino significa la Manifestación de Sí mismo. Será Él quien promulgue todas las leyes y enseñanzas que son vida eterna y constituyen el alma de la humanidad. Esa Manifestación Universal sojuzgará al mundo mediante el poder espiritual, y no mediante guerra o contiendas; lo hará con paz y tranquilidad, no con la espada y las armas. Será Él quien establezca el Reino Celestial por el verdadero amor y no por el poder de la guerra. Promoverá tales enseñanzas divinas por medio de bondad y rectitud, no por medio del rigor y las armas. Educará de tal manera a las naciones y pueblos que, a pesar de lo variado de sus condiciones, costumbres y caracteres, amén de la diversidad de religiones y razas, llegarán a ser amigos, camaradas y compañeros, como dice la Biblia, igual que el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, el niño de pecho y la serpiente. Las contiendas raciales, las diferencias de religión y las barreras que separan a las naciones serán borradas; todos lograrán una unión y reconciliación perfectas al amparo del Árbol bendito.

"Y se airaron las naciones", pues sus enseñanzas se oponían a las pasiones de los demás pueblos. "Y tu ira ha venido"60, es decir, todos serán afligidos por privaciones notorias. Al no seguir los preceptos, consejos y enseñanzas, se verán privados de la gracia eterna, apartados de la luz del Sol de la Realidad.

"El tiempo de juzgar a los muertos"61 indica que ha llegado la hora de que los muertos, o sea, quienes carecen de del espíritu del amor de Dios y no participan de la santificada vida eterna, sean juzgados con justicia para que reciban su merecido. Él sacará a relucir la realidad de cuanto ocultan, mostrará cuán bajo es su rango en el mundo de la existencia y que en verdad se hallan bajo la potestad de la muerte.

"Y de dar el galardón a tus siervos, los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes"62. Con ello quiere decirse que Él distinguirá a los justos con infinita munificencia, haciendo que fulguren en el horizonte del honor eterno como las estrellas del cielo. Les ayudará dotándolos de una conducta y unas obras que serán luz para la humanidad, guía e instrumento de vida eterna en el Reino Divino.

"Y de destruir a los que destruyen la tierra".63 Despojará totalmente a los negligentes, ya que la ceguera del ciego y la visión del que ve se harán manifiestas; la ignorancia y falta de conocimiento del pueblo del error será reconocida de todos, como también lo será el conocimiento y la sabiduría del pueblo guiado. Por consiguiente, los destructores serán destruidos.

"Y el templo de Dios fue abierto en el cielo"64 significa que la divina Jerusalén ha sido encontrada y que el Sagrado de los Sagrados se ha vuelto visible. La expresión Sagrado de los Sagrados designa, según expresión de los sabios, la esencia de la ley divina así como de las enseñanzas celestiales y verdaderas del Señor, las cuales, como ya se ha explicado, no han sufrido cambio en ningún ciclo profético. El santuario de Jerusalén es asemejado a la realidad de la ley de Dios, constituida por el Sagrado de los Sagrados. Todas las leyes, convenciones, ritos y disposiciones de orden material son la ciudad de Jerusalén, de ahí que se la denomine Jerusalén Celestial. En fin, puesto que en el presente ciclo el Sol de la Realidad hará que la luz resplandezca con esplendor meridiano, la esencia de las enseñanzas de Dios será puesta de manifiesto en el mundo del ser, por lo que la oscuridad de la ignorancia y la falta de conocimientos serán disipadas. El mundo se convertirá en mundo nuevo en que prevalecerá la ilustración. Así, el Sagrado de los Sagrados aparecerá.

"Y el templo de Dios fue abierto en el cielo".65 Merced a la difusión de las enseñanzas divinas, a la aparición de los misterios celestiales y al amanecer del Sol de la Realidad, las puertas del triunfo y de la prosperidad se abrirán por doquier, y las señales de la bondad y las bendiciones celestiales se harán palpables.

"Y el arca de su alianza se veía en el templo"66, esto es, el libro de su testamento aparecerá en su Jerusalén, la Epístola del Convenio67 será establecida, el significado del testamento y del Convenio se hará evidente. El nombre de Dios se propagará por Oriente y Occidente, la proclamación de la Causa de Dios colmará al mundo; los violadores del Convenio serán deshonrados y dispersados; los fieles serán favorecidos y glorificados, pues se adhieren al Libro del Testamento, son firmes y constantes en el Convenio.

"Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y una granizada grande"68, significa que después de la aparición del Libro del Testamento, habrá una gran tempestad en la que relumbrarán los relámpagos de la ira y venganza divinas, retumbará el trueno de la violación del Convenio, se producirá el terremoto de las dudas, y el granizo de las tormentas se abatirá furiosamente sobre los violadores del Convenio. Incluso quienes profesen la fe sufrirán pruebas y tentaciones.

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COMENTARIO SOBRE EL CAPÍTULO

UNDÉCIMO DE ISAÍAS

En Isaías, capítulo 11, versículos 1 a 9, se dice: "Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Yahvéh; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Yahvéh. Y le hará diligente entendedor en el temor de Yahvéh. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos, sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia el cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la guarida de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque, como las aguas cubren el mar, así la tierra estará llena del conocimiento de Yahvéh".

Ese retoño nacido del tronco de Isaí podría en efecto referirse a Cristo, pues José era uno de los descendientes de Isaí. Sin embargo, dado que Cristo fue concebido por obra del Espíritu de Dios, Él mismo se designó con el título de Hijo de Dios. De no ser por esta circunstancia, la descripción podría serle atribuida igualmente. Por otra parte y según se indicó, los acontecimientos ocurridos en tiempos de Cristo se cumplieron simbólicamente en parte; pero no todos. Si la interpretación no es simbólica, entonces ninguno de los signos anunciados llegó a observarse. Por ejemplo, el leopardo y el cabrito, el león y el becerro, el niño y el áspid son metáforas que vienen a simbolizar a las naciones, pueblos, sectas antagónicas y razas hostiles, todos ellos caracterizados como enemigos (como lo son el lobo y el cordero). Decimos pues que mediante el hálito del espíritu de Cristo esas naciones, pueblos y sectas fueron vivificados, y que encontraron la armonía y la concordia en la asociación mutua.

Pero "no harán mal ni daño en todo mi monte santo; porque la tierra será llena del conocimiento de Yahvéh, como las aguas cubren el mar". Estas condiciones no prevalecieron en tiempos de Cristo. Hasta el día de hoy persisten los antagonismos entre las diversas naciones del mundo; muy pocas son las que reconocen al Dios de Israel, y la mayor parte de ellas carece del conocimiento de Dios. De igual modo, la paz universal no se estableció: ni hubo paz ni concordia entre las naciones enemigas y hostiles, ni las disputas y desacuerdos cesaron, ni la reconciliación y la sinceridad se hicieron realidad. Aún hoy en día perdura entre las naciones y sectas cristianas la enemistad, el rencor y la más violenta animadversión.

Mas estos versículos son aplicables, palabra por palabra, a Bahá'u'lláh. En este ciclo portentoso la tierra será transformada y la humanidad engalanada con tranquilidad y belleza. Las contiendas, disputas y matanzas cederán su puesto a la paz, la veracidad y la concordia. Entre las naciones, pueblos, razas y países se harán manifiestos el amor y la amistad. La colaboración y la unión echarán raíces, y la guerra será finalmente abolida. Cuando se impongan las leyes del Libro Más Sagrado, las contiendas serán sometidas al veredicto final y absolutamente justo de un tribunal general, representativo de todas las naciones y reinos. Las dificultades surgidas recibirán así su tratamiento. Los cinco continentes del globo formarán uno solo; las diversas naciones se convertirán en una sola; la superficie de la tierra llegará a ser un solo país, y la humanidad constituirá una única comunidad. Las relaciones entre los países, la asociación, unión y amistad de los pueblos serán de una naturaleza tal que la raza humana será como una familia de un mismo linaje. Resplandecerá la luz del amor celestial, y desaparecerá del mundo la oscuridad de la enemistad y del odio. La paz universal plantará su tienda en el centro de la tierra, y el Bendito Árbol de la Vida crecerá frondoso hasta abrazar con su sombra a Oriente y Occidente. Fuertes y débiles, ricos y pobres, sectas irreconciliables y naciones enfrentadas al igual que el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, el león y el becerro, se conducirán entre sí con el mayor amor, amistad, justicia y equidad. El mundo se llenará de ciencia, de conocimientos sobre la realidad de los seres y sus misterios, y del conocimiento de Dios.

Ahora pondera, en este gran siglo inscrito en el ciclo de Bahá'u'lláh ¡cuántos no han sido los progresos obrados por la ciencia y el conocimiento, cuántos no han sido los secretos descubiertos, cuántas no han sido las grandes invenciones que han surgido a la luz y que hoy se multiplican a diario! A corto plazo, la ciencia material y la ilustración, así como el conocimiento de Dios progresarán en tal medida y evidenciarán tales maravillas que quienes lo presencien quedarán atónitos. Entonces se hará del todo evidente el misterio contenido en el versículo de Isaías: "porque la tierra será llena del conocimiento de Yahvéh".

Reflexiona además que en el breve lapso transcurrido desde la aparición de Bahá'u'lláh, ha habido gentes de todos los países y razas que han logrado cobijo a la sombra de esta Causa. Tanto cristianos como judíos, zoroastrianos, budistas, hindúes y persas, se asocian con la mayor amistad y amor, como si hubieran sido parientes ellos y los suyos desde cientos de años; como si fueran padre e hijo, madre e hija, hermana y hermano. Este es uno de los significados de la amistad entre el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, el león y el becerro.

Uno de los grandes acontecimientos que habrán de sobrevenir en el Día de la Manifestación de esa Rama Incomparable (Bahá'u'lláh) es el izamiento del Estandarte de Dios entre todas las naciones. Con esto se quiere decir que todas las naciones y razas estarán reunidas bajo la sombra de la Bandera Divina, que no es otra que la Rama Señorial misma, y se convertirán en una sola nación. El antagonismo religioso y sectario, la hostilidad entre razas y pueblos, y las diferencias entre las naciones serán eliminadas. Todos los hombres se adherirán a una sola religión, compartirán una misma fe, se fundirán en una sola raza y se transformarán en un único pueblo. Todos habitarán una patria común, el planeta mismo. La paz y la concordia entre todas las naciones prevalecerán, y aquella Rama Incomparable reunirá a toda Israel, lo que quiere decir que Israel se reunirá en la Tierra Santa, y que el pueblo judío que se halla disperso en Oriente y Occidente, en el Sur y en el Norte será reunido.

Observa ahora: los acontecimientos referidos no ocurrieron durante el ciclo cristiano, pues las naciones no se reunieron bajo el Único Estandarte, es decir, la Rama Divina. Pero en este ciclo de Yahvéh de los Ejércitos, todas las naciones y pueblos se cobijarán bajo la sombra de este Pabellón. Del mismo modo, durante el ciclo cristiano Israel, antes dispersa por todo el mundo, no fue congregada. Pero en el comienzo del ciclo de Bahá'u'lláh, esa promesa divina ha comenzado a cumplirse tal como se halla claramente expresada en los Libros de los Profetas. Puedes ver hoy cómo las tribus judías acuden a la Tierra Santa de todas partes del mundo. Viven en villas y tierras que hacen suyas. Día a día están creciendo, hasta que Palestina llegue a ser su morada.

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COMENTARIO SOBRE EL CAPÍTULO DUODÉCIMO

DEL APOCALIPSIS DE JUAN

Anteriormente hemos explicado que la mayoría de las veces el significado de Ciudad Santa, la Jerusalén de Dios mencionada en el Libro Sagrado, es la Ley de Dios. En ciertas ocasiones se le compara con una novia, en otras con Jerusalén y en otras con el cielo y la tierra nuevos. Así, el capítulo 21, versículos 1, 2 y 3 del Apocalipsis de Juan, dice: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo, Juan, vi que la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descendía del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su esposo. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios".

Observa cómo es claro y evidente que el primer cielo y la primera tierra significan la Ley anterior. Pues dice que el primer cielo y la primera tierra han pasado, y que el mar ya no existe. Es decir, la tierra es el lugar del juicio, y en esa tierra del juicio no hay mar. Quiere decirse con ello que las enseñanzas y la Ley de Dios anegarán la tierra por completo, y que todo hombre entrará en la Causa de Dios, y que la tierra estará habitada totalmente por creyentes. No habrá mar, pues, por cuanto el lugar de morada y residencia del hombre es la tierra firme. En otras palabras, en esa época el campo de esa Ley se habrá transformado en el jardín de recreo del hombre. El suelo es firme; los pies no resbalan en él.

Asimismo, la Ley de Dios aparece descrita como la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén. Es evidente que la Nueva Jerusalén que desciende del cielo no es una ciudad de piedras, argamasa, ladrillos, tierra y madera. Es la Ley de Dios que desciende del cielo y de la que se dice que es nueva, pues es evidente que la Jerusalén de piedra y tierra no desciende del cielo ni se renueva; sino que lo que se renueva es la Ley de Dios.

La Ley de Dios es también comparada a una novia engalanada con los más hermosos adornos, tal como dice el capítulo 21 del Apocalipsis de Juan: "Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que descendía del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su esposo".69 Y el capítulo 12, versículo 1, reza: "Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas". Esta mujer es esa novia, la Ley de Dios, que descendió sobre Mahoma. El sol con que iba vestida y la luna que estaba bajo sus pies, representan las dos naciones que están bajo la sombra de esa ley, los reinos persa y otomano, por cuanto el emblema de Persia es el sol, y el del imperio otomano la luna creciente. De modo que el sol y la luna son los emblemas de los dos reinos que están bajo la potestad de la Ley de Dios. Después dice: "Sobre la cabeza una corona de doce estrellas." Las doce estrellas son los doce imanes, promotores de la ley de Muhammad y educadores del pueblo, quienes brillan como estrellas en el cielo de guía.

A continuación, el segundo versículo dice: "Y estando encinta clamaba con dolores de parto". Quiere decirse que la Ley pasó por graves apuros, sufrió grandes aflicciones y calamidades, hasta que apareció un vástago perfecto en la persona de la Manifestación esperada, el Prometido, quien es el vástago perfecto criado en el seno de dicha Ley, la cual es como su madre. El niño al que se refiere es el Báb, el Punto Primordial, quien nació en verdad de la ley de Mahoma -o sea, de la Santa Realidad-, quien es el hijo y fruto de la Ley de Dios -su madre-, y quien, siendo el prometido de esa religión, halla su realidad en el reino de la Ley. Pero, debido al despotismo del dragón, el niño fue llevado ante Dios. Pasados mil doscientos sesenta días, el dragón fue abatido, y el hijo de la ley de Dios, el Prometido, se hizo manifiesto.

Versículos 3 y 4: "También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas, y con su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, que luego arrojó sobre la tierra"70 Estos signos son una alusión a la dinastía de los omeyas, quienes dominaron la religión de Mahoma. Siete cabezas y siete diademas significa los siete países y dominios sobre los que los omeyas extendieron su autoridad, a saber: los dominios romanos alrededor de Damasco; los dominios persa, árabe y egipcio, conjuntamente con los dominios de África, es decir, Túnez, Marruecos y Argelia; el dominio de Andalucía, la España actual; y el dominio de los turcos de Transoxania. Los omeyas gobernaron sobre dichos países. Los diez cuernos significa los nombres de los gobernantes omeyas (ya que, sin repetir ninguno, diez fueron los nombres de los gobernantes, esto es comandantes y jefes). El primero de ellos fue Abú Sufyán, y el último Marván. Varios de ellos portaban el mismo nombre, y así, por ejemplo, hay dos Mu'ávíya, tres Yazíd, dos Valíd y dos Marván. Si omitimos los repetidos, los nombres se reducen diez. Los omeyas, el primero de los cuales fue Abú Sufyán, emir de la Meca y jefe de la dinastía, y el último Marván, destruyeron la tercera parte del sagrado y santo pueblo del linaje de Mahoma, cuyos integrantes eran como las estrellas del cielo.

Versículo 4: "Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba pronta a dar a luz, a fin de devorar a su hijo al instante de nacer."71 Como hemos explicado anteriormente, la mujer es la Ley de Dios. El dragón estaba cerca de la mujer para devorar a su hijo, y este hijo es la Manifestación prometida, el vástago de la Ley de Mahoma. En todo momento los omeyas ansiaban apresar al Prometido, que debía surgir del linaje de Mahoma, para exterminarlo, pues temían la aparición de la Manifestación prometida, razón por la que deseaban acabar con la vida de cualquiera de los descendientes de Mahoma que gozara de gran estima.

Versículo 5: "Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones". Este hijo ilustre es la Manifestación prometida, quien nació de la ley de Dios y fue criado en el seno de las enseñanzas divinas. La vara de hierro es un símbolo de fuerza y poder -no es una espada- y significa que, con poder y fuerza divinos, será el pastor de todas las naciones de la tierra. Ese hijo es el Báb.

Versículo 5: "Su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono". La profecía concierne al Báb, quien ascendió al reino celestial, al Trono de Dios, y al centro de su Reino. Considera cómo todo esto se corresponde con lo sucedido.

Versículo 6: "Y la mujer huyó al desierto". Es decir, la Ley de Dios huyó al desierto, aquí representado por el vasto desierto de Hijaz y la península arábiga.

Versículo 6: "Donde tiene un lugar preparado por Dios"72 En efecto, la península arábiga se convirtió en el hogar y la morada y el centro de la ley de Dios.

Versículo 6: "Para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días". En la terminología del Libro Sagrado, los mil doscientos sesenta días significan los mil doscientos sesenta años durante los cuales rigió la Ley de Dios en el desierto de Arabia, el gran desierto, de donde ha venido el Prometido. Pasados mil doscientos sesenta años, esa Ley habrá perdido vigencia, habida cuenta de que el fruto de aquel árbol habrá aparecido, y el resultado se habrá consumado.

Observa cómo las profecías se relacionan unas con otras. En el Apocalipsis, la aparición del Prometido queda emplazada para después de cuarenta y dos meses, fecha que Daniel expresa como tres tiempos y medio, cifra equivalente a cuarenta y dos meses, o lo que es igual mil doscientos sesenta días. En otro pasaje del Apocalipsis de Juan, se habla claramente de mil doscientos sesenta días, en tanto que en el Libro Sagrado se dice que cada día corresponde a un año. Nada podría ser más claro que esta concordancia entre las profecías. El Báb apareció en el año 1260 de la hégira de Mahoma (la hégira es el acontecimiento que marca el comienzo del calendario universal del Islam). Ninguna Manifestación ha contado con pruebas más claras que éstas en los Libros Sagrados. Para quien sea justo, la concordancia en los tiempos señalados por la lengua de los Grandes Seres, es la prueba más concluyente. No existe otra explicación posible de estas profecías. Benditas son las almas justas que buscan la verdad. Mas, cuando no hay justicia, las gentes atacan, disputan y niegan abiertamente la evidencia, como los fariseos que, ante la manifestación de Cristo, negaron con la mayor obstinación tanto las explicaciones de Cristo como las de sus discípulos. Confundieron la Causa de Cristo ante los ignorantes, diciendo: "Estas profecías no se refieren a Jesús, sino al Prometido que vendrá más tarde, en cumplimiento de las condiciones mencionadas en la Biblia". Entre esas condiciones estaba la de que el Mesías debía tener un reino, debía estar sentado sobre el trono de David, imponer la Ley de la Biblia, y manifestar una justicia tal que el lobo y el cordero se reuniesen en el mismo manantial.

Y de este modo impidieron que el pueblo conociera a Cristo.73

14

PRUEBAS ESPIRITUALES

En este mundo material el tiempo conoce ciclos; los lugares mudan de aspecto con la alternancia de las estaciones; y las almas son capaces de educarse, hacer progresos, y también de retroceder.

Cierto tiempo corresponde a la estación de la primavera; otro al otoño; y nuevamente otro corresponde a la estación del verano, o al invierno.

En la primavera aparecen las nubes, portadoras de la preciada lluvia, en compañía de las brisas perfumadas y los céfiros revivificantes. El aire está perfectamente templado. Cae la lluvia, brilla el sol, el fecundante viento impulsa las nubes, el mundo se renueva, y el hálito de vida se manifiesta en las plantas, en los animales y en los hombres. Los seres terrestres pasan de un estado a otro. Todas las cosas se visten con prendas nuevas y la negra tierra se cubre de hierba; las montañas y las llanuras se adornan de verdor; los árboles se cargan de hojas y capullos; los jardines se llenan de flores y hierbas fragantes. El mundo, transformado en otro mundo, adquiere un espíritu vivificante. La tierra, hasta entonces un cuerpo sin vida, adquiere ahora un espíritu renovado, produce belleza, gracia y frescura sin fin. Así es como la primavera es causa de nueva vida, e infunde un nuevo espíritu.

Después viene el verano, cuando el calor aumenta y el crecimiento y desarrollo adquieren su mayor potencia. En el reino vegetal la energía de vida alcanza su máxima perfección, aparecen los frutos, y se acerca la época de la cosecha. La semilla se ha convertido en manojo, y las provisiones se almacenan para el invierno. A continuación llega el tumultuoso otoño cuando soplan los vientos malsanos y estériles. Es la estación de las enfermedades, cuando todas las cosas se marchitan y el aire fragante se enrarece. Las brisas de primavera dan paso a los vientos otoñales; los árboles fértiles se secan y desnudan. Las flores y las fragantes hierbas se marchitan. La belleza del jardín se trueca en un montón de hojas muertas.

Luego llega la estación del invierno, trayendo a la sazón frío y tempestades. Hay tormentas, heladas y congelación; nieva, llueve, cae granizo, truena y relampaguea. Todas las plantas mueren, los animales languidecen sintiéndose desdichados.

Cuando se llega a esta situación, retorna la vivificante primavera, y el ciclo se renueva. La estación de la primavera, con su abundante frescura y belleza, despliega su tienda sobre las llanuras y montañas con gran pompa y magnificencia. Otra vez la condición de las criaturas se renueva, y la creación de los seres vuelve a comenzar. Los cuerpos crecen y se desarrollan, las llanuras y desiertos se tornan verdes y fértiles, los árboles florecen, y la primavera del año anterior regresa con la mayor plenitud y gloria. Tal es, y tal debe ser, el ciclo y sucesión de la existencia. Tal es el ciclo y revolución del mundo material.

Sucede lo mismo con los ciclos espirituales de los Profetas. Es decir, el día de la aparición de las Santas Manifestaciones es la primavera espiritual, es el esplendor divino, es la munificencia celestial, es la brisa vivificadora, y es el surgimiento del Sol de la Realidad. Los espíritus se revitalizan, los corazones se renuevan y cobran vigor, las almas se tornan bondadosas; la existencia es puesta en movimiento, las realidades humanas se regocijan, y crecen y desarrollan las buenas cualidades y perfecciones. Se logra entonces un progreso generalizado y tiene lugar un renacimiento, por cuanto es el día de la resurrección, época de emoción y fermento, y estación de bienaventuranza, de felicidad y éxtasis intenso.

La vivificante primavera termina en el fructífero verano. La palabra de Dios es exaltada, la ley de Dios es promulgada; todas las cosas alcanzan la perfección. La mesa celestial es desplegada, las santas brisas perfuman el Oriente y el Occidente, las enseñanzas de Dios conquistan el mundo, los hombres se educan, se logran resultados dignos de elogio, el progreso universal se manifiesta en el mundo de la humanidad, y los favores divinos rodean todas las cosas. El Sol de la Realidad se eleva desde el horizonte del Reino con sumo poder y calor. Cuando llega al meridiano, comenzará a declinar y descender. Al verano espiritual seguirá el otoño, estación en la que el crecimiento se detiene. Las brisas se vuelven vientos cegadores, y la insalubre estación disipa la belleza y frescura de los jardines, praderas y enramadas. Es decir, la atracción y la buena voluntad desaparecen; las cualidades divinas se mudan; el brillo de los corazones se empaña; la espiritualidad de las almas se altera; las virtudes son reemplazadas por los vicios: la santidad y la pureza desaparecen. Sólo el nombre de la Religión de Dios y las formas exteriores de las enseñanzas divinas subsisten. Los fundamentos de la Religión de Dios se destruyen, no quedando en pie más que formas y costumbres. Surgen las divisiones, la firmeza deviene inestabilidad, y los espíritus mueren. Los corazones languidecen, las almas se vuelven inertes y el invierno aparece, o lo que es lo mismo, la frialdad de la ignorancia envuelve al mundo y la oscuridad del error humano prevalece. Luego de esto vienen la indiferencia, la desobediencia, la desconsideración, la indolencia, la bajeza, los instintos animales y la frialdad e insensibilidad de las piedras. Es como la estación del invierno, cuando el globo terrestre, privado de los efectos del calor del sol, se vuelve un lugar desolado y sombrío. Cuando el mundo de la inteligencia y del pensamiento ha llegado a ese estado, sólo quedan muerte perpetua y una nada interminable.

Cuando la estación del invierno ha producido su efecto, nuevamente retorna la primavera espiritual, y un nuevo ciclo aparece. Las brisas espirituales soplan, la luminosa aurora fulgura, las nubes divinas brindan su lluvia, los rayos del Sol de la Realidad resplandecen, el mundo contingente adquiere una nueva vida y se viste con maravilloso ropaje. Todos los signos y dones de la primavera pasada reaparecen, acaso con mayor esplendor, en esta nueva estación.

Los ciclos espirituales del Sol de la Realidad son como los ciclos del sol físico: se suceden y renuevan constantemente. El Sol de la Realidad, como el sol material, tiene numerosos lugares de amanecer; un día surge en el signo zodiacal de Cáncer, otro día en el signo de Libra o de Acuario; en otra ocasión, es desde el signo de Aries desde donde difunde sus rayos. Mas el sol es uno solo, y una sola realidad. La gente de discernimiento es amante del sol, no se deja fascinar por los lugares donde surge y alborea. La gente perceptiva es indagadora de la verdad, no de los lugares donde aparece, no de los puntos de donde asoma. Por consiguiente, adora al Sol, con independencia del punto zodiacal en que aparezca, y busca la Realidad en toda Alma Santificada que la manifieste. Tales personas siempre llegan a la verdad, sin por tanto quedar veladas del Sol del Mundo Divino. Así, el amante del Sol y el buscador de la luz, se volverá siempre hacia el sol, ya sea que brille en el signo de Aries o tienda su gracia desde el signo de Cáncer, o irradie desde Géminis. En cambio, los ignorantes y quienes carecen de instrucción, son amantes de los signos del Zodíaco, están enamorados y fascinados por los lugares de donde sale el sol, y no del sol mismo. Cuando el sol se hallaba en el signo de Cáncer, se volvían hacia él, aun cuando luego cambiara al signo de Libra. Puesto que amaban al signo, se volvían hacia él y a él se aferraban, quedando privados del influjo del sol simplemente porque había cambiado de lugar. Por ejemplo, cierta vez el Sol de la Realidad derramó sus rayos desde el signo de Abraham. Después alboreó desde el signo de Moisés, e iluminó el horizonte. Más tarde surgió con gran poder y refulgencia desde el signo de Cristo. Los buscadores de la Realidad la adoraban dondequiera la veían; pero los que se aferraron a Abraham quedaron privados de su influjo cuando brilló sobre el Sinaí e iluminó la realidad de Moisés. También quedaron excluidos quienes se adhirieron a Moisés cuando el Sol de la Realidad brilló en Cristo, y así sucesivamente.

Por ello, incumbe al hombre volverse buscador de la Realidad, y hallar esa realidad en cada una de las Almas Santificadas. Debe encontrarse fascinado, extasiado y atraído por la gracia divina. Debe ser como la mariposa, amante de la luz, no importa la lámpara en que brille, o como el ruiseñor, amante de la rosa, no importa el jardín donde florezca.

Si el sol despuntara en el Oeste, continuaría siendo el sol. No se le debería negar el ser en razón de su orto, ni creer que el Oeste será siempre el lugar de su ocaso. De igual modo, se han de buscar los favores celestiales, y anhelar la Aurora Divina. Cualquiera que sea el lugar donde aparezca uno ha de convertirse en su amante encantado. Reflexiona: si los judíos no hubieran insistido en dirigirse hacia el horizonte de Moisés, y si se hubieran fijado en el Sol de la Realidad, sin duda alguna habrían reconocido el sol en el lugar del amanecer de la Realidad de Cristo, con el más grande y divino esplendor. Pero, ¡ay, mil veces ay! ¡Aferrados a las textuales palabras de Moisés, se privaron de las mercedes divinas y de los esplendores señoriales!

15

LA VERDADERA RIQUEZA

El honor y exaltación de todo ser existente dependen de causas y circunstancias.

La excelencia, el ornato y la perfección de la tierra radican en el verdor y fertilidad que se consiguen merced a las nubes de primavera. Las plantas crecen, las flores y hierbas fragantes se desarrollan, los árboles frutales se cargan de flores y brindan frutos frescos y nuevos. Los jardines se embellecen, las praderas se adornan; las montañas y planicies se revisten de verde manto; jardines y campos, aldeas y ciudades se engalanan. Así es la prosperidad del mundo mineral.

La cima de la exaltación y la perfección del mundo vegetal consisten en que el árbol prospere en la ribera de un arroyo de agua fresca, que sea mecido por la brisa, que reciba el calor del sol que brilla sobre él, que sea cultivado por un jardinero y que cada día se desarrolle y dé frutos. Pero su verdadera prosperidad estriba en que progrese dentro de los mundos animal y humano, y reemplace lo que se ha agotado en los cuerpos de los animales y de los hombres.

La exaltación del mundo animal consiste en la posesión de miembros, órganos y facultades perfectos cuyas necesidades todas sean satisfechas. Ésa es su mayor gloria, su honor y enaltecimiento. De modo que la suprema felicidad de un animal es poseer una pradera verde y fértil, una corriente de agua completamente pura, y un bosque bello y frondoso. Si tales cosas le son proporcionadas, no puede imaginarse mayor bienestar. La felicidad completa del pájaro, por ejemplo, radica en encontrar agua, grano y cuanto precise, y en poder construir su nido en un bosque verde y frondoso, en un lugar bello y elevado, en un árbol robusto, encaramado a lo alto de una rama elevada.

Pero la verdadera prosperidad para el animal consiste en pasar del mundo animal al mundo humano, al igual que lo hacen los seres microscópicos que, transmitiéndose por el agua y el aire, penetran en el hombre, son asimilados y reemplazan los elementos ya consumidos. Tal es el gran honor y la prosperidad del mundo animal; mayor honor que éste no es concebible.

Por tanto, es claro y evidente que la fortuna, bienestar, y abundancia material descritos hacen la felicidad completa de minerales, vegetales y animales. No existen en el mundo material, fortuna, riqueza, bienestar ni descanso que puedan igualarse con la riqueza de un pájaro. La extensión toda de estas llanuras y montañas constituyen su morada; todos los granos y mieses son su alimento y riqueza; todas las tierras, aldeas, praderas, bosques y eriales son su propiedad. ¿Quién es más rico, el pájaro o el hombre más acaudalado? Pues, por más granos que aquél consuma o esparza, su prosperidad no decrece.

Salta a la vista, entonces, que el honor y la exaltación del hombre han de reposar sobre algo más que sobre las riquezas materiales. A decir verdad, el bienestar material no es más que una rama. Sin embargo, la raíz de la exaltación del hombre radica en las virtudes y cualidades nobles, que son el ornamento de su realidad. Tales son las manifestaciones divinas, las gracias celestiales, los sentimientos sublimes, el amor y el conocimiento de Dios, la sabiduría universal, la percepción intelectual, los descubrimientos científicos, la justicia, la equidad, la veracidad, la benevolencia, la valentía natural y la entereza innata, el respeto por los derechos, el cumplimiento de pactos y acuerdos, la rectitud en todas las circunstancias, el servicio incondicional de la verdad, el sacrificio de la propia vida por el bien de los demás, la bondad y aprecio hacia todas las naciones, la obediencia a las enseñanzas de Dios, el servicio en el Reino Divino, la guía de los pueblos y la educación de las naciones y razas ¡Tal es la prosperidad del mundo humano! ¡Tal es la exaltación del hombre en el mundo! ¡Tal es la vida eterna y el honor celestial!

Virtudes semejantes no surgen de la realidad del hombre sino mediante el poder de Dios y de las enseñanzas divinas, pues éstas requieren un poder sobrenatural que las manifieste. Quizá en la naturaleza suelan aparecer algunos rasgos de dichas virtudes, pero, al igual que los rayos del sol reflejados en una pared, no son estables ni constantes.

Ya que el Dios compasivo ha puesto una corona encantadora sobre la cabeza del hombre, éste debería esforzarse porque el brillo de sus gemas se vuelva visible en el mundo.

II

ALGUNOS TEMAS CRISTIANOS

16

LA NECESIDAD DE EMPLEAR FORMAS Y

SÍMBOLOS EXTERNOS PARA EXPRESAR

CONCEPTOS INTELECTUALES



El siguiente es un asunto fundamental para la comprensión de las cuestiones que hemos tratado y hemos de tratar con vistas a obtener una inteligencia cabal de los problemas examinados, a saber: el conocimiento humano es de dos clases.

El primero es el conocimiento sensorial, es decir el conocimiento que se adquiere mediante la vista, oído, olfato, gusto y tacto; es el llamado conocimiento sensorial o sensible. Así, debido al hecho de que puede ser visto, se dice del sol que es perceptible. Del mismo modo, los sonidos son perceptibles, puesto que son audibles al oído. Los perfumes son perceptibles, ya que pueden ser inhalados y percibidos por el sentido del olfato. También los alimentos son perceptibles, por cuanto el paladar percibe su dulzura, acritud o salinidad. El calor y el frío son perceptibles, puesto que los sentidos los perciben. Así son las realidades denominadas perceptibles.

La otra clase de conocimiento humano es intelectual. Se trata de una realidad intelectual que no posee forma exterior, ni ocupa lugar, ni es perceptible por los sentidos. Por ejemplo, la facultad del intelecto no es perceptible, como tampoco lo son ninguna de las cualidades humanas; por el contrario, éstas son realidades intelectuales. Asimismo, el amor es una realidad intelectual no perceptible, pues el oído no la oye, el ojo no la ve, el olfato no la percibe, el gusto no la discierne, el tacto no la siente. Incluso, la materia etérea cuyas energías, según la física, son el calor, la luz, la electricidad y el magnetismo, constituye una realidad intelectual no perceptible. De igual modo, la esencia de la naturaleza es una realidad intelectual no perceptible. El espíritu humano es una realidad intelectual, y no una realidad perceptible.

Al explicar estas realidades intelectuales, uno se ve obligado a expresarse mediante figuras sensibles, puesto que en la existencia visible no hay nada que no sea material. Por tanto, al explicar la realidad del espíritu -su condición y su dignidad- estamos obligados a dar explicaciones mediante formas de cosas perceptibles, ya que en el mundo exterior todo lo existente es perceptible. Por ejemplo, la tristeza y la alegría son características intelectuales. Sin embargo, cuando deseas expresar esas cualidades espirituales recurres a expresiones como "me oprime el corazón" o "el corazón no cabe en sí de gozo", a pesar de que el corazón del hombre ni se oprime ni se dilata. Se trata de un estado intelectual o espiritual que al ser vertido en palabras, requiere el uso de imágenes perceptibles. Otro ejemplo, se dice "tal individuo ha hecho un gran progreso"; pero la persona referida no se ha movido de su sitio. E igualmente se dice "la dignidad de tal persona es elevadísima", por más que la persona referida camine sobre la tierra como los demás. Tal "progreso" y tal "elevación" representan estados espirituales y realidades intelectuales que a fin de ser expresados requieren imágenes perceptibles. La razón es que en el mundo exterior no hay nada que no sea perceptible.

Así es como la luz constituye el símbolo del conocimiento, y la oscuridad el de la ignorancia. Reflexiona ¿es el conocimiento una luz visible, o la ignorancia una oscuridad que podamos apreciar? No, son meros símbolos de estados intelectuales. Mas cuando deseas expresarlos objetivamente dices que el conocimiento es luz, y la ignorancia, oscuridad, como cuando afirmas: "Mi corazón entristecido se iluminó". Ahora bien, esa luz del conocimiento y esa oscuridad de la ignorancia constituyen realidades intelectuales no perceptibles que, al querer manifestarlas exteriormente, nos vemos obligados a expresar mediante formas perceptibles.

Según eso, es evidente que la paloma que descendió sobre Jesucristo no fue una paloma real, sino un estado espiritual que para expresarlo de forma comprensible revistió la forma de una imagen sensible. Así, en el Antiguo Testamento se dice que Dios apareció en forma de columna de fuego. Ello no quiere decir que el hecho ocurriese materialmente. Se trata de una realidad intelectual expresada mediante una imagen perceptible.

Cristo dice: "El Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre". ¿Acaso se alojaba Cristo dentro de Dios o Dios dentro de Cristo? ¡No, en el nombre de Dios! Al contrario, estamos ante un estado o condición intelectual expresado mediante una imagen sensible.

Llegamos a la explicación de las palabras de Bahá'u'lláh, cuando dice: "¡Oh Rey! Yo no era más que un hombre como otros. Dormía en mi lecho cuando he aquí que las brisas del Todo Glorioso soplaron sobre Mí, y me enseñaron el conocimiento de cuanto ha sido. Esto no es de Mí, sino de Aquél quien es el Todopoderoso y Omnisapiente."74 Tal es el estado de manifestación, un estado que no es perceptible, una realidad intelectual, libre del tiempo, del pasado, del presente y del futuro. Estamos ante una explicación, símil o metáfora que no debe ser aceptada literalmente; no es un estado que pueda ser comprendido por el hombre. Dormir y despertar conlleva pasar de un estado a otro. Dormir es la condición de reposo, y estar despierto es la condición del movimiento. Dormir es el estado de silencio; estar despierto el del habla. Dormir es el estado de misterio; estar despierto el de la manifestación.

Por ejemplo, en persa y en árabe existe una expresión que dice: "La tierra estaba dormida cuando al llegar la primavera despertó". Y también está esta otra: "la tierra estaba muerta, llegó la primavera y revivió". Expresiones así son metáforas, alegorías, explicaciones místicas propias del mundo de los significados.

En resumen, las Santas Manifestaciones siempre han sido -y siempre serán- Realidades Luminosas en cuya esencia no cabe cambio ni mudanza. Antes de manifestarse, están quietas y calladas, como quien duerme. Luego de su manifestación, hablan y se iluminan como quien está despierto.

17

EL NACIMIENTO DE CRISTO

PREGUNTA: ¿En qué sentido nació Cristo del Espíritu Santo?

RESPUESTA: En relación con este asunto discrepan teólogos y materialistas. Los teólogos creen que Cristo nació del Espíritu Santo, pero los materialistas piensan que ello es imposible e inadmisible, y que, sin duda, tuvo padre.

En el Corán se dice: "Y le enviamos nuestro Espíritu (a María) que se le apareció bajo la persona de un hombre perfecto"75, queriendo decir que el Espíritu Santo adoptó la apariencia de un ser humano, tal como la imagen que se produce en un espejo, y habló a María.

Los materialistas creen que necesariamente debe existir un vínculo carnal. Aseguran que un cuerpo viviente no puede ser creado de un cuerpo sin vida, y que sin concurso de hombre y mujer no puede haber fecundación. Piensan que ello es imposible no sólo en el caso del hombre, sino también de los animales y plantas, pues la unión entre macho y hembra se da por igual en todos los seres y plantas vivientes. Incluso en el Corán se hace referencia a este apareamiento: "¡Glorificado sea Quien creó todas las especies que produce la tierra y lo que ellos mismos engendran y de cuanto ignoran!"76 Es decir, todos los hombres, animales y plantas se hallan en parejas. "Y de todos hemos creado dos géneros", o sea, hemos creado todos los seres por medio del apareamiento.

Brevemente, los materialistas aducen que un hombre sin padre humano es inconcebible. En respuesta, los teólogos dicen: "Tal cosa, por más que no se haya visto, no es imposible ni irrealizable. Por lo demás, hay una gran diferencia entre algo que es imposible y algo desconocido. Por ejemplo, en el pasado, ese mismo telégrafo que hoy hace posible la comunicación entre Oriente y Occidente era una realidad desconocida, pero no por ello imposible. Igualmente, la fotografía eran desconocida, pero no imposible."

Los materialistas insisten en su convicción. A su vez, los teólogos replican: "¿Es eterno o es temporal este globo terrestre?" Por su parte, los materialistas responden que, según la ciencia y los importantes descubrimientos realizados, está probado que es temporal. En un comienzo la tierra fue un globo llameante que de manera gradual habría ido templándose, hasta que se formó una corteza sobre la cual aparecieron las plantas, los animales y, finalmente, el hombre.

Los teólogos dicen: "De vuestra exposición se desprende, clara y evidentemente que la aparición del género humano sobre la tierra constituye un fenómeno temporal. Por consiguiente, puesto que la existencia del hombre es temporal, es seguro que el primer hombre nunca tuvo padre ni madre. ¿No es la creación del hombre sin padre ni madre, aunque fuera gradualmente, más difícil que el haber venido a la existencia sólo sin Padre? Ya que admitís que el primer hombre vino a la existencia sin padre ni madre -ya sea gradual o repentinamente- no puede haber duda alguna de que es posible y admisible que exista un hombre sin padre humano. No cabe que lo consideréis imposible so pena de ser ilógicos. Por ejemplo, si decís que esta lámpara se ha encendido alguna vez sin concurso de mecha o aceite, y después decís que es imposible encenderla sin mecha, el razonamiento es ilógico". Cristo tuvo madre. El primer hombre, según creen los materialistas, no tuvo ni padre ni madre.77

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LA GRANDEZA DE CRISTO SE DEBE

A SUS PERFECCIONES

Un gran hombre es un gran hombre, ya sea que haya nacido o no de padre humano. Si carecer de padre es una virtud, Adán, que no tuvo padre ni madre, es el más grande y más excelente de todos los Profetas y Mensajeros. Lo que confiere honor y grandeza es el esplendor y munificencia de las perfecciones divinas. El sol nació de la materia y de la forma -a los que cabe comparar con una madre y un padre-, y es perfección absoluta. Pero la oscuridad, que no tiene ni materia ni forma, ni padre ni madre, es imperfección absoluta. La sustancia de la vida física de Adán fue la tierra; pero la sustancia de Abraham fue simiente pura. Es indudable que la simiente pura y casta es superior a la tierra.

A mayor abundamiento, en el primer capítulo del evangelio de Juan, versículos 12 y 13, se dice: "Mas a todos los que Le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, que no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios".78

De estos versículos resulta evidente que la esencia del discípulo tampoco es creada por medio de un poder físico, sino por la realidad espiritual. El honor y la grandeza de Cristo no se deben al hecho de que haya carecido de un padre humano, sino a sus virtudes, generosidades y gloria divina. Si la grandeza de Cristo se debiera a la falta de padre, entonces Adán es más grande que Cristo, pues no tuvo padre ni madre. En el Antiguo Testamento se dice: "Entonces Yahvéh Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente".79 Observa que dice que Adán vino a la existencia por el Espíritu de vida. Además, la expresión que utiliza Juan en relación a los discípulos demuestra que ellos también provienen del Padre Celestial. De aquí resulta evidente que la santa realidad, es decir, la verdadera existencia de todo gran hombre, proviene de Dios y debe su existencia al hálito del Espíritu Santo.

Lo que deseo dar a entender es que si no tener padre constituye la mayor gloria humana, entonces Adán es el más grande de todos, por cuanto careció de padre y madre. ¿Es acaso mejor que el hombre sea creado de una sustancia viviente o de la tierra? A decir verdad, es mejor ser creado a partir de una sustancia viviente. Pero Cristo vino a la existencia y nació del Espíritu Santo.

Para concluir: el esplendor y honor de las almas santas y de las Divinas Manifestaciones proviene de sus virtudes, munificencia y gloria celestiales, y de ninguna otra cosa.

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EL BAUTISMO DE CRISTO

PREGUNTA- El evangelio de Mateo, capítulo 3, versículos 13, 14 y 15, dice: "Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, donde Juan, para ser bautizado por éste. Mas Juan se le resistía, diciendo: Soy yo quien debe ser bautizado por ti ¿Y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Permite que así sea ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Juan entonces consintió".



¿Qué razón de ser hay en esta conducta? Puesto que Cristo poseía toda perfección esencial ¿por qué tuvo necesidad del bautismo?

RESPUESTA: El principio del bautismo es la purificación por el arrepentimiento. Juan amonestó, exhortó a las gentes e hizo que se arrepintieran; luego las bautizó. Es evidente, por tanto, que esta clase de bautismo simboliza el arrepentimiento de todo pecado, tal y como revelan las siguientes palabras: "Oh Dios! Así como mi cuerpo ha sido purificado y limpiado de impurezas físicas, del mismo modo purifica y santifica mi espíritu de las impurezas del mundo de la naturaleza, que son indignas del Umbral de tu Unidad". El arrepentimiento es el retorno de la desobediencia a la obediencia. El hombre, después del alejamiento y la privación de Dios, se arrepiente y pasa por la purificación, que es un símbolo mediante el cual se quiere expresar: "¡Oh Dios! Haz que mi corazón sea bueno y puro, y esté libre y santificado de todo, salvo de tu amor."

Como Cristo deseaba que la institución de Juan fuese puesta en práctica por todos en esa época, se sometió en persona a ella, a fin de despertar al pueblo y de consumar la ley de la religión anterior. Aunque la ablución del arrepentimiento fue instituida por Juan, en realidad se trataba de una práctica religiosa que venía de atrás.

Cristo no tenía necesidad de bautismo. Sin embargo, Cristo lo confirmó habida cuenta de que por aquél entonces ésta era un obra bien vista y loable, y además constituía un signo de las buenas nuevas del Reino. No obstante, más tarde Cristo explicó que el verdadero bautismo no es el bautismo del agua material, sino del agua y del espíritu. En este caso "agua" no significa agua material, pues en otras partes dice explícitamente que el bautismo ha de ser con espíritu y con fuego. De donde resulta obvio que Cristo no se refiere al fuego y agua materiales, por cuanto el bautismo con fuego es imposible.

Por consiguiente, el espíritu es la gracia y munificencia de Dios, el agua es el conocimiento y la vida, y el fuego es el amor de Dios. Pues el agua material no purifica el corazón del hombre, sólo limpia su cuerpo. Pero el agua y el espíritu celestiales, que son conocimiento y vida, hacen que el corazón humano sea bueno y puro. El corazón que reciba una porción de la gracia del Espíritu se vuelve santificado, bueno y puro, es decir, la realidad del hombre se purifica y santifica de las impurezas del mundo de la naturaleza, a saber, malas cualidades como la ira, la lujuria, la mundanidad, el orgullo, la falsedad, la hipocresía, el engaño, el egoísmo y otras más.

El hombre no puede librarse del ardor de las pasiones carnales si no es con la ayuda del Espíritu Santo. Por ello Cristo dice que el bautismo con el espíritu, con el agua y el fuego, es necesario; y que es esencia, es decir, espíritu de la generosidad divina, agua del conocimiento y de la vida, y fuego del amor de Dios. Para ser colmado con la gracia eterna el hombre ha de ser bautizado con este espíritu, este agua y este fuego. De no ser así ¿qué ventaja se derivaría del bautismo con agua material? No, este bautismo con agua fue un símbolo de arrepentimiento y búsqueda de la remisión de los pecados.

Pero en el ciclo de Bahá'u'lláh ya no hay necesidad de dicho símbolo; pues su realidad, consistente en ser bautizado con el espíritu y el amor de Dios, ha sido comprendida y su verdad establecida.

20

LA NECESIDAD DEL BAUTISMO

PREGUNTA: ¿Es la ablución del bautismo útil y necesaria, o es inútil e innecesaria? En el primer caso, si es útil ¿por qué fue abrogada? Y en el segundo caso, si es inútil, ¿por qué Juan la practicó?

RESPUESTA: El cambio, mudanza y transformación de los estados son requisitos esenciales de los seres, y, como tales, no son separables de la realidad de las cosas. De modo que es absolutamente imposible separar el calor del fuego, la humedad del agua, o la luz del sol, pues son requisitos esenciales. Así como el cambio y la mudanza de condiciones son requisitos de los seres, así también las leyes también son alteradas de acuerdo con los cambios y mudanzas de los tiempos. Por ejemplo, en la época de Moisés la Ley se adaptaba y conformaba a las condiciones de la época. Sin embargo, ya en los días de Cristo, tales condiciones habían cambiado a tal punto que la ley mosaica, al no estar adaptada ni satisfacer las necesidades de la humanidad, hubo de ser abrogada. Así, Cristo derogó el sábado, día de descanso, y prohibió el divorcio. Después de Cristo, cuatro de sus discípulos, entre ellos Pedro y Pablo, permitieron el uso de alimentos animales que habían sido prohibidos por la Biblia, a excepción de los procedentes de animales estrangulados o sacrificados a los ídolos, así como de la sangre.80 También prohibieron la fornicación. Mantuvieron en pie esos cuatro mandamientos. Más tarde, Pablo permitió que se consumiera la sangre, la carne de animales muertos por estrangulación o sacrificados a los ídolos. Sólo mantuvo la prohibición de la fornicación. Así, en el capítulo 14, versículo 14 de su Epístola a los Romanos, Pablo escribe: "Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es".

También en la Epístola de Pablo a Tito, capítulo 1, versículo 15: "Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas".

Ahora bien, este cambio, estas alteraciones y esta abrogación se deben a la imposibilidad de comparar el tiempo de Cristo con el de Moisés. Las condiciones y requerimientos del período posterior habían sido enteramente cambiados y modificados. Las leyes anteriores fueron, por tanto, abrogadas.

La existencia del mundo puede ser comparada a la del hombre, y los Profetas y Mensajeros de Dios, a médicos competentes. El ser humano no puede permanecer en una misma condición. Las diversas enfermedades que suelen aquejarlo requieren un remedio específico para cada una. Un médico capaz no prescribe la misma medicina para curar todas las enfermedades o dolencias, sino que cambia los remedios y medicamentos según lo requieran las enfermedades y la constitución del paciente. Por ejemplo una persona gravemente aquejada de fiebre posiblemente recibirá remedios refrescantes de manos de un médico competente. Si la condición de esa misma persona cambia de modo que la fiebre da paso a los escalofríos, sin duda el médico suspenderá los remedios refrescantes, permitiendo el uso de drogas que produzcan calor. Tales cambios, viniendo dictados por la condición del paciente, rinden testimonio elocuente de la habilidad del médico.

Reflexiona: ¿Sería posible hacer cumplir la Ley del Antiguo Testamento en esta época? ¡No, por Dios! sería imposible e impracticable. De ahí que en tiempos de Cristo Dios abrogase las leyes del Antiguo Testamento. Ten en cuenta, además, que el bautismo en los días de Juan el Bautista se empleaba para despertar y amonestar a la gente para que se arrepintiese de todos sus pecados y para que velara por el advenimiento del Reino de Cristo. En la actualidad, en Asia, los católicos y la Iglesia Ortodoxa sumergen a los niños recién nacidos en una mezcla de agua y aceite de oliva, a consecuencia de lo cual y debido a lo violento del encuentro muchos de esos niños luchan, se agitan y llegan a enfermar. En otros lugares, los clérigos rocían la frente con el agua bautismal. Pero ni de lo uno ni de lo otro sacan los niños provecho espiritual. Según eso ¿qué se consigue con ello? Otros pueblos se asombran y maravillan porque se sumerja al niño en el agua, puesto que tal práctica no produce el despertar espiritual del niño, ni redunda en provecho de su fe o en su conversión, sino que es sólo una costumbre. En el tiempo de Juan el Bautista no fue así. Al principio, Juan exhortaba a la gente y les guiaba hacia el arrepentimiento del pecado, y les llenaba con el deseo de aguardar la manifestación de Cristo. Todo aquél que recibía la ablución del bautismo y se arrepentía de sus pecados con humildad y modestia absolutas, también purificaba y limpiaba su cuerpo de las impurezas exteriores. Con gran anhelo, día y noche, constantemente aguardaba la manifestación de Cristo y la entrada en el Reino del Espíritu de Dios.81

En resumen, con lo dicho queremos dar a entender que el cambio y la mudanza de las condiciones, junto con los requisitos variables de los diferentes siglos y épocas, son los que motivan la abrogación de las leyes. Pues llega un momento en que dichas leyes ya no se adecúan a las condiciones prevalecientes. Considera cuán diferentes fueron las necesidades de los primeros siglos, de la Edad Media y de los tiempos modernos. ¿Es posible que las leyes de los primeros siglos sean puestas en vigor en la actualidad? Tal cosa sería del todo impracticable. Del mismo modo, luego del transcurso de unos cuantos siglos, las necesidades actuales no serán las mismas del futuro y, ciertamente, experimentarán cambios. En Europa las leyes suelen ser alteradas y modificadas de continuo. ¡Cuántas no han sido las leyes otrora imperantes en las instituciones y sistemas de Europa que han sido ahora abrogadas! Tales cambios y alteraciones son consecuencia de la variación y transformación de conceptos, condiciones y costumbres. Si ello no fuera así la prosperidad del mundo humano zozobraría.

Por ejemplo, hay en el Pentateuco una ley que establece la pena de muerte para quien quebrante el sábado, día de descanso. Además, en el Pentateuco hay contenidos diez supuestos que llevan emparejada sentencia de muerte. ¿Sería posible hacer cumplir tales leyes en nuestra época? Es obvio que sería absolutamente imposible. Por consiguiente, las leyes están sujetas a modificaciones que en sí mismas dan prueba suficiente de la suprema sabiduría de Dios.

Este asunto requiere profunda meditación. Sólo entonces resultará evidente la razón de estos cambios.

¡Benditos sean quienes reflexionan!

21

EL SIMBOLISMO DEL PAN Y EL VINO

PREGUNTA: Cristo dijo: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre".82 ¿Qué significa esta expresión?

RESPUESTA: Ese pan representa el alimento celestial y las perfecciones divinas. Así pues, "si alguno comiere de este pan" significa que si algún hombre alcanza la gracia celestial, recibe la luz divina o participa de las perfecciones de Cristo, obtiene entonces la vida eterna. La sangre también representa el espíritu de vida y las perfecciones divinas, el esplendor señorial y la gracia eterna, ya que todos los miembros del cuerpo consiguen el sustento vital mediante la circulación de la sangre.

En el evangelio de Juan, capítulo 6, versículo 26, está escrito: "Me buscáis no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis."

Es evidente que el pan del que comieron los discípulos y con el que se saciaron fue la gracia celestial, pues en el versículo 33 del mismo capítulo se dice: "porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo". Es innegable que el cuerpo de Cristo no descendió del cielo, sino que provenía de la matriz de María. Lo que descendió del cielo de Dios fue el espíritu de Cristo. Como los judíos creyeron que Cristo se refería a su cuerpo, presentaron objeciones, tal como dice el versículo 42 del mismo capítulo: "Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste 'Del cielo he descendido'?"

Piensa cuán claramente quiso Cristo dar a entender que el pan celestial era su espíritu, su munificencia, sus perfecciones y sus enseñanzas. Como dice el versículo 63: "El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha."

Por tanto, es evidente que el espíritu de Cristo es una gracia celestial que desciende del cielo; quienquiera reciba luz en abundancia de ese espíritu -o sea, las enseñanzas divinas- adquiere vida eterna. Por eso dice el versículo 35: "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca padecerá hambre; y el que en Mí cree, no padecerá sed jamás".

Observa que "venir a Él" lo expresa como comer, y "creer en Él" como beber. Entonces, es evidente y queda establecido que el alimento celestial son las generosidades divinas, los esplendores espirituales, las enseñanzas celestiales, el significado universal de Cristo. Comer es acercarse a Él, y beber es creer en Él. Pues Cristo tuvo un cuerpo físico y una condición celestial: el cuerpo físico fue crucificado; pero la condición celestial vive y es eterna, y es la que confiere vida eterna. El cuerpo representa la naturaleza humana, y ésta la naturaleza divina.

Es creencia de algunos que la Eucaristía constituye la realidad de Cristo y que la Divinidad y el Espíritu Santo descienden a ella y en ella existen. Ahora bien, una vez tomada la Eucaristía, después de unos momentos, simplemente se desintegra transformándose por completo. Por consiguiente, ¿cómo puede concebirse semejante pensamiento? ¿Prohíbalo Dios! Ciertamente, ello es absoluta fantasía.

Para concluir: por medio de la manifestación de Cristo, las enseñanzas divinas, las cuales son la munificencia eterna, fueron difundidas por doquier, la luz de guía refulgió, y el espíritu de vida fue conferido al hombre. Quien halló guía, encontró la vida; quien permaneció perdido, cayó presa de la muerte eterna. Este pan que descendió del cielo fue el cuerpo divino de Cristo -o sea sus elementos espirituales- de él comieron los discípulos y mediante él alcanzaron la vida eterna.

A decir verdad, los discípulos habían comido numerosas veces de manos de Cristo ¿por qué entonces la última cena se distingue de las demás? Es evidente que el pan celestial no significaba el pan material, sino más bien el alimento divino procedente del cuerpo espiritual de Cristo, las gracias divinas y las perfecciones celestiales de las que los discípulos participaron y con las cuales se saciaron.

De modo similar, reflexiona que cuando Cristo bendijo el pan y se lo dio a sus discípulos, diciendo "Este es mi cuerpo"83, confiriéndoles así la gracia, Él estaba con ellos en persona y de cuerpo presente. No se transformó en pan ni en vino; pues de suceder así no habría podido permanecer con los discípulos en cuerpo, en persona y en presencia.

Por consiguiente, es claro que el pan y el vino son símbolos que significan: "Os he dado mi gracia y mis virtudes. Cuando acojáis esta gracia, habéis alcanzado la vida eterna y habréis tomado vuestra parte y vuestra porción del alimento celestial".

22

LOS MILAGROS

PREGUNTA: Está escrito que Cristo realizó milagros. ¿Deben ser aceptados literalmente los relatos que los describen, o tienen otro significado? La ciencia exacta ha comprobado que la esencia de las cosas no cambia, y que todos los seres se encuentran bajo una ley y organización universales de las cuales no pueden desviarse y que, por tanto, lo que es contrario a la ley universal constituye una imposibilidad.

RESPUESTA: Las Santas Manifestaciones son autoras de milagros y creadoras de maravillosos signos. Para Ellas cualquier cosa difícil o imposible se vuelve posible y fácil. Pues gracias a un poder sobrenatural obran portentos, y mediante ese mismo poder, situado más allá del dominio de lo natural, influyen sobre el mundo de la naturaleza. Cosas maravillosas han surgido de todas las Manifestaciones

Pero en los Libros Sagrados se emplea una terminología especial. Para las Manifestaciones estos milagros y maravillosos signos no tienen importancia, tanto es así que ni siquiera desean hacer mención de ellos. Pues si consideramos los milagros como prueba concluyente, lo cierto es que constituyen pruebas sólo para quienes están presentes cuando se producen, y no para los ausentes.

Por ejemplo, si referimos a un investigador que desconozca a Moisés y a Cristo, maravillosos prodigios atribuidos a ellos, los negará diciendo: "Continuamente se ha hecho referencia a maravillosos prodigios obrados por falsos dioses, como así lo hace constar el testimonio de mucha gente y de los libros en que se da cuenta de ello. Los brahmanes poseen un libro sobre los maravillosos prodigios obrados por Brahma. "¿Cómo podemos saber que judíos y cristianos dicen la verdad, y que los brahmanes mienten? En los dos casos se trata de tradiciones generalmente admitidas, recopiladas en forma de libros, y que lo mismo podrían suponerse fundadas como infundadas". Lo mismo cabe decirse de las demás religiones. Si una es verdad, todas son verdad. Si una es aceptada, todas deben ser aceptadas. En conclusión, los milagros no constituyen una prueba definitiva. Incluso si constituyen pruebas para quienes fueron testigos presenciales, dejan de serlo para quienes estaban ausentes.

Mas en el día de la Manifestación la gente de discernimiento ve que todas las condiciones de la Manifestación son milagros. Pues las Manifestaciones son superiores a todos los demás seres, y esto, por sí solo, constituye ya un milagro absoluto. Recuerda que Cristo, solo y solitario, sin que nadie le ayudara o protegiera, sin tropas ni legiones, y sujeto a la mayor opresión, enarboló el estandarte de Dios ante todos los pueblos del mundo, les hizo frente y, por último, lo conquistó todo, si bien externamente murió crucificado. Este es un verdadero milagro que nunca podrá ser negado. No hay necesidad de ninguna otra prueba para probar la verdad de Cristo.

Los milagros externos carecen de importancia para el pueblo de la Verdad. Si un ciego recupera la vista, por ejemplo, finalmente volverá a ser ciego, puesto que morirá y perderá todos los sentidos y facultades. Por tanto, dado que esta facultad de la vista finalmente desaparecerá, hacer que un ciego vea es comparativamente de poca importancia. Si el cuerpo de un muerto resucita ¿de qué sirve? El cuerpo volverá a morir. En cambio, lo que sí es importante es conferir percepción y vida eterna; en eso consiste la vida espiritual y divina. Pues esta vida física no es inmortal, por lo que su existencia equivale a la inexistencia. Así es como Cristo dijo a uno de sus discípulos: "Deja que los muertos entierren a sus muertos" pues "lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es".84

Repara en el hecho de que Cristo consideró muertos a seres que en apariencia estaban físicamente vivos. Pues vida es la vida eterna, y existencia es la existencia verdadera. Dondequiera que en los Libros Sagrados se habla de resucitar a los muertos, se hace referencia al hecho de que los muertos recibieron el don de la vida eterna. Donde se dice que el ciego recuperó la vista, quiere decirse que obtuvo la verdadera percepción. Donde dice que un sordo recuperó el oído, significa que adquirió oído para las cosas espirituales y celestiales. La confirmación está en el texto del evangelio, cuando Cristo dice: "De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, quien dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis".85

No se quiere decir con ello que las Manifestaciones, que poseen todo el poder, sean incapaces de obrar milagros. Sin embargo, para Ellas, la percepción interior, la curación espiritual y la vida eterna son las cosas que reúnen valor e importancia. Por consiguiente, dondequiera que se diga en los Libros Sagrados que tal persona era ciega y que recuperó la vista, se quiere decir que era ciega interiormente y que obtuvo visión espiritual; o que era ignorante y llegó a ser atenta; o que era mundana y llegó a ser espiritual.

Como esta visión, vida y curación interiores son eternas, sí tienen importancia. ¿Cuál es, comparativamente, la importancia, el valor y la utilidad de esta vida animal con respecto a esos poderes? En contados días, ésta pasará como pasan los pensamientos evanescentes. Sucede aquí como con la lámpara apagada, que si vuelve a encenderse, también después volverá a apagarse. Pero la luz del sol resplandece siempre. Eso es lo que tiene importancia.

23

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

PREGUNTA: ¿Qué significa la resurrección de Cristo después de tres días?

RESPUESTA: La resurrección de las Manifestaciones Divinas no es la del cuerpo. Todos sus estados, sus condiciones, sus actos, cuanto han establecido, sus enseñanzas, sus expresiones, sus parábolas y sus instrucciones, poseen un significado espiritual y divino que no está relacionado con las cosas materiales. Por ejemplo, en el caso de la venida de Cristo del cielo, en muchas partes de los evangelios se dice claramente que el Hijo del Hombre vino del cielo, que está en el cielo y que irá al cielo. Así, el capítulo 6, versículo 38 del evangelio de Juan, dice: "porque he descendido del cielo"; y también en el versículo 42 encontramos: "Y decían: '¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?'" También se dice en el evangelio de Juan, capítulo 3, versículo 13: "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo".

Observa que dice: "El Hijo del Hombre está en el cielo" siendo así que en ese momento Cristo estaba en la tierra. Fíjate también que dice que Cristo vino del cielo, aunque provenía de la matriz de María, de cuyo cuerpo nació. Es claro, entonces, que cuando afirma que el Hijo del hombre ha venido del cielo, tal expresión no tiene un significado exterior sino un significado interior. Se trata de un hecho espiritual, no de un hecho material. El significado es que aunque Cristo aparentemente nació de la matriz de María, en realidad vino del cielo, del centro del Sol de la Realidad, del Mundo Divino y del Reino Espiritual. Puesto que es evidente que Cristo vino del cielo espiritual del Reino Divino, su desaparición bajo la tierra durante tres días no es un hecho exterior, sino que debe tener una significación oculta. Del mismo modo, su resurrección de las entrañas de la tierra es también simbólica, un hecho espiritual y divino, y no material. Igualmente, la ascensión al cielo es una ascensión espiritual y no material.

Aparte de estas consideraciones, ha quedado probado por la ciencia que el cielo visible es una extensión ilimitada, vacua y vacía, donde se mueven platenas y estrellas innumerables.

Por ello, decimos que el significado de la resurrección de Cristo es el siguiente: los discípulos quedaron perturbados y agitados después del martirio de Cristo. La Realidad de Cristo, representada por sus enseñanzas, su munificencia, sus perfecciones y su poder espiritual, quedó oculta y velada por dos o tres días después de su martirio, tiempo durante el cual no resplandeció ni se manifestó. No, más bien se hallaba perdida. Los creyentes eran pocos en número y estaban sobrecogidos y agitados. La Causa de Cristo era como un cuerpo sin vida. Y cuando, pasados tres días, los discípulos volvieron a sentirse seguros y firmes, comenzaron a servir a la Causa de Cristo, resolvieron difundir las enseñanzas divinas, poniendo en práctica sus consejos y levantándose para servirle. Fue entonces cuando la Realidad de Cristo se volvió resplandeciente y se manifestó su munificencia. Su religión cobró vida; sus enseñanzas y admoniciones se hicieron evidentes y visibles. En otras palabras, la Causa de Cristo permaneció entonces como un cuerpo sin vida, hasta que la vida y la gracia del Espíritu Santo la envolvieron.

Tal es el significado de la resurrección de Cristo. Esa sí fue una resurrección verdadera. Como el clero no ha entendido el significado de los evangelios, ni comprendido sus símbolos, se ha dicho que la religión está en contradicción con la ciencia, y que la ciencia se opone a la religión. Es el caso de la ascensión de Cristo al cielo visible en un cuerpo elemental, algo que es contrario a la ciencia matemática. Mas cuando la verdad del tema se aclara y el símbolo recibe su explicación, la ciencia no lo contradice en modo alguno, sino que, al contrario, tanto la ciencia como la inteligencia lo confirman.

24

EL DESCENSO DEL ESPÍRITU SANTO SOBRE LOS APÓSTOLES

PREGUNTA: ¿De qué manera tuvo lugar el descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles? ¿qué significado debe atribuírsele al relato evangélico?

RESPUESTA: El descenso del Espíritu Santo no es como la entrada del aire en el cuerpo humano, sino que es una expresión o símil, no una imagen exacta y literal. No, más bien es como el reflejo de la imagen del sol en un espejo donde la luz se vuelve aparente.

Después de la muerte de Cristo los discípulos se hallaban perturbados. Sus ideas y pensamientos eran discordantes y contradictorios. Más tarde, en la fiesta de Pentecostés, al reunirse y apartarse de las cosas de este mundo, llegaron a ser firmes y unidos. Olvidándose de sí mismos, renunciaron a la comodidad y felicidad mundanas. Sacrificando sus cuerpos y almas al Bienamado, abandonaron sus hogares para convertirse en errantes sin hogar, inconscientes hasta de su propia existencia. Fue entonces cuando recibieron la ayuda de Dios y cuando el poder del Espíritu Santo se hizo manifiesto. La espiritualidad de Cristo triunfó, y el amor de Dios reinó. Aquel día recibieron el auxilio. Todos y cada uno se dispersaron en diferentes direcciones, enseñando la Causa de Dios y difundiendo sus pruebas y testimonios.

El descenso del Espíritu Santo significa que los Apóstoles se sintieron atraídos por el Espíritu de Cristo, gracias al cual adquirieron solidez y firmeza. Mediante el espíritu del amor de Dios cobraron nueva vida y vieron al Cristo viviente, auxiliador y protector. Los que habían sido cual frágiles insectos se convirtieron en águilas majestuosas; los débiles llegaron a ser poderosos. Fueron como espejos vueltos hacia el sol, espejos en donde en verdad se tornó manifiesto un rayo de luces.

25

EL ESPÍRITU SANTO

PREGUNTA: ¿Qué es el espíritu Santo?

RESPUESTA: Por Espíritu Santo quiere decirse la Gracia de Dios y los rayos luminosos que emanan de las Manifestaciones. Pues la Realidad de Cristo fue el foco de los rayos del Sol, y desde ese glorioso foco -la Realidad de Cristo- la Gracia de Dios se reflejó en esos otros espejos que fueron los Apóstoles. El descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles significa que las generosidades gloriosas y divinas se reflejaron y aparecieron en su realidad. Por lo demás, tanto entrada como salida, descenso como ascenso, son rasgos propios de los cuerpos, no de los espíritus. En otras palabras, las realidades perceptibles entran y salen; pero las sutilezas intelectuales y las realidades mentales tales como la inteligencia, el amor, el conocimiento, la imaginación y el pensamiento, no entran, no salen, ni descienden, sino que más bien presentan una relación directa.

Por ejemplo, el conocimiento, que es un estado alcanzado por la inteligencia, es una condición intelectual. El entrar y el salir de la mente son condiciones imaginarias. No obstante, la mente tiene relación con la adquisición de conocimiento de manera análoga a como las imágenes se reflejan en el espejo.

Por tanto, es evidente y notorio que las realidades intelectuales no entran ni descienden, por lo que es absolutamente imposible que el Espíritu Santo ascienda y descienda, entre, salga o penetre. Sólo es posible que el espíritu Santo aparezca en todo su esplendor tal como el sol aparece en el espejo.

En algunos pasajes de los Libros Sagrados se habla del espíritu como si fuese una persona determinada. Esta clase de referencias es semejante a esas expresiones de uso corriente en la conversación diaria según las cuales tal o cual persona sería la encarnación del espíritu o la personificación de la misericordia y la generosidad. En tales casos, es la luz lo que observamos, no el cristal.

En el evangelio de Juan, capítulo 16, versículos 12 y 13, se dice con relación al Prometido que había de venir después de Cristo: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de Verdad, os guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere".

Ahora bien, reflexiona atentamente acerca de estas palabras: "Porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere". Es claro que el Espíritu de la Verdad está personificado por un Hombre que posee su propia individualidad, que tiene oídos para oír y una lengua para hablar. Del mismo modo, el nombre "Espíritu de Dios" se emplea con referencia a Cristo, como cuando se habla de la luz y de hecho se habla de dos cosas, de la luz y de la lámpara.

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LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO Y

EL DÍA DEL JUICIO

Dicen los Libros Sagrados que Cristo volverá, que su venida depende del cumplimiento de ciertas señales, como por ejemplo: "El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo (...) Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria".86 Bahá'u'lláh ha explicado estos versículos en el Kitáb-i-Íqán87, por lo que no hay necesidad de repetirnos. Remítete a él y comprenderás el sentido de tales expresiones.

Pero tengo algo más que decir acerca de este asunto. También Cristo descendió del cielo en su primera venida, tal como lo afirma explícitamente el evangelio. En efecto, Cristo mismo dice: "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo."88

Es evidente para todos que Cristo vino del cielo, aunque aparentemente procediera de la matriz de María. En la primera venida descendió del cielo, aunque aparentemente viniera de la matriz. De la misma manera, también en la segunda venida habrá de venir del cielo, aunque aparentemente lo haga de la matriz de una mujer. Las condiciones que se indican en el evangelio con relación a la segunda venida de Cristo son las mismas que fueron mencionadas en la primera venida, según ya hemos indicado.

El Libro de Isaías anuncia que el Mesías conquistará a Oriente y Occidente, que todas las naciones del mundo se cobijarán bajo su sombra; que su Reino será establecido; que provendrá de un lugar desconocido; que los pecadores serán juzgados y que la justicia prevalecerá a tal punto que el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito, el niño de pecho y el áspid se reunirán en la misma fuente y en la misma pradera y en la misma morada.89 La primera venida también se verificó de acuerdo con estas mismas condiciones, aun cuando en apariencia ninguna de ellas llegara a plasmarse. Debido a ello los judíos rechazaron a Cristo, y ¡Dios lo prohiba! llamaron al Mesías masíkh,90 lo consideraron el destructor del edificio de Dios, lo juzgaron como violador del sábado, día de descanso, y de la Ley, sentenciándole por ello a muerte. Lo cierto es que cada una de las condiciones o señales referidas reunían un significado que los judíos no llegaron a comprender, razón por la cual se vieron privados de percibir la verdad de Cristo.

La segunda venida de Cristo también sucedería de la misma manera. Los signos y condiciones mencionados tienen todos un significado propio; no deben ser tomados literalmente. Entre otras cosas, se dice que las estrellas caerán sobre la tierra. Pues bien, las estrellas son infinitas e incontables. Los matemáticos modernos han establecido y probado científicamente que el globo solar es alrededor de un millón y medio de veces más grande que la tierra, y cada una de las estrellas fijas, un millar de veces más grande que el sol. Si estas estrellas fueran a caer sobre la superficie de la tierra ¿cómo podrían hacerse sitio? Sería como si mil millones de Himalayas se desplomaran sobre un grano de mostaza. De acuerdo con la razón y la ciencia tal cosa es absolutamente imposible. Lo que resulta aún más extraño es que Cristo dijera: "Es posible que venga cuando estéis durmiendo, pues la venida del Hijo del Hombre es como la venida de un ladrón".91 Quizá el ladrón esté en la casa y el propietario no se haya dado cuenta.

Es claro y evidente que estos signos no deben tomarse literalmente ya que poseen un significado simbólico. En el Kitáb-i-Íqán se halla una explicación más amplia sobre el tema. Remítete a él.

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LA TRINIDAD

PREGUNTA: ¿Cuál es el significado de la Trinidad, de las Tres Personas en Una?



RESPUESTA: La realidad Divina, que permanece purificada y santificada de la comprensión de los seres humanos y que nunca puede ser imaginada por la gente de sabiduría e inteligencia, está exenta de toda concepción. Esa Realidad Señorial no admite divisiones, pues división y multiplicidad no son accidentes que ocurran al que Existe por Sí Mismo, sino que son propiedades de las criaturas, que a su vez son seres contingentes.

La Realidad Divina está santificada de la unicidad, cuánto más de la pluralidad. El descenso de esa Realidad Señorial a los diferentes estados y mudanzas, sería tanto como una imperfección contraria a la perfección, y, por consiguiente, absolutamente imposible. La Realidad Divina ha estado, y está, eternamente en la cima de la santidad y beatitud. Todo lo que se ha mencionado acerca de las Manifestaciones y los Sitios del Amanecer de Dios, se refiere al reflejo divino y no a un descenso a la existencia condicionada.92

Dios es la perfección absoluta; las criaturas no son sino imperfecciones. Si Dios descendiera a la existencia condicionada, tal cosa constituiría la mayor imperfección. Muy al contrario, la manifestación, aparición y ascenso de la Realidad Divina son como la reflexión del sol en un espejo claro, puro y bruñido. Todas las criaturas son signos manifiestos de Dios, como lo son todos los seres de la tierra, sobre los cuales resplandecen los rayos del sol. Pero sobre las llanuras, las montañas, los árboles y los frutos, tan sólo resplandece una porción de la luz mediante la cual se tornan visibles, se crían y alcanzan el objeto de su existencia. En cambio, el Hombre Perfecto93 posee una condición semejante a la de un espejo pulido donde el Sol de la Realidad se hace visible y se revela con todas sus cualidades y perfecciones. Así, la Realidad de Cristo fue un espejo límpido y bruñido, de la mayor pureza y perfección. El Sol de la Realidad, la Esencia de la Divinidad, se reflejó en ese espejo, manifestando su luz y calor a través de éste. Pero el sol no por ello descendió de la cima de santidad ni del cielo de beatitud para morar y habitar en el espejo. Al contrario, continúa existiendo con la exaltación y sublimidad que le son propias, al tiempo que aparece y se manifiesta en el espejo con belleza y perfección.

Ahora bien, si decimos que hemos visto el Sol en dos espejos -uno Cristo y el otro el Espíritu Santo- es decir, que hemos visto tres Soles, uno en el cielo y los otros dos en la tierra, decimos la verdad. Y si decimos que hay un único Sol, el cual es la unicidad absoluta, y que no tiene compañero ni igual, también decimos la verdad.

En resumen, la Realidad de Cristo fue un espejo pulido en el que se hizo visible el Sol de la Realidad (o sea, la Esencia de la Unicidad, junto con sus perfecciones y atributos infinitos). Lo cual no significa que el Sol, que es la Esencia de la Divinidad, se haya dividido y multiplicado -pues el Sol es uno solo-, sino que se ha reflejado en el espejo. Por esa razón Cristo dijo "El padre está en el Hijo", queriendo decir que el Sol es visible y se manifiesta en ese espejo.

El Espíritu Santo es el hálito de la gracia de Dios hecho visible y evidente en la Realidad de Cristo. La condición del hijo es y reside en el corazón de Cristo, en tanto que el Espíritu Santo es la condición del espíritu de Cristo. De ahí que quede confirmado y comprobado que la Esencia de la Divinidad es absolutamente única, impar, inigualable y sin semejante.

Tal es el significado de las Tres Personas de la Trinidad. De ser distinto, los fundamentos de la Religión de Dios descansarían sobre una proposición ilógica que la mente jamás podría concebir. ¿Cómo es posible forzar la mente a creer en algo que no es capaz de concebir? Nada puede ser captado por la inteligencia, a menos que esté presentado de forma inteligible. Lo contrario es violentar la imaginación.

Con esta explicación queda claro cuál es el significado de las Tres Personas de la Trinidad. Asimismo, queda demostrada la Unicidad de Dios.

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EXPLICACIÓN DEL VERSÍCULO QUINTO

DEL CAPÍTULO DECIMOSÉPTIMO DEL

EVANGELIO DE JUAN

"Ahora pues, Padre, glorifícame Tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes de que el mundo fuese."94

Existen dos clases de prioridades o preexistencias. La primera es la prioridad esencial, que no viene precedida por causa alguna, y cuya razón de ser descansa en sí misma. Es el caso del sol, cuya luminosidad es inherente y, por tanto, no depende de la luz de otras estrellas. Decimos que esa luz es esencial. Pero la luz de la luna proviene del sol, de cuya luz depende. Por consiguiente, en cuanto a la luz se refiere, el sol es la causa y la luna viene a ser el efecto. Aquél es el término preexistente, precedente y anterior, en tanto que ésta es el término precedido y posterior.

La segunda clase de preexistencia es la preexistencia del tiempo, y carece de principio. La Palabra de Dios95 está santificada del tiempo. Con relación a Dios, pasado, presente y futuro son iguales. Ayer, hoy y mañana no existen en el sol.

Del mismo modo, hay una prioridad con respecto a la gloria según la cual lo más glorioso precede a lo glorioso. Por consiguiente, con respecto a la esencia, atributos y gloria, la Realidad de Cristo -que es la Palabra de Dios- ciertamente precede a las criaturas. Antes de aparecer en forma humana, la Palabra de Dios se hallaba en el estado de mayor santidad y gloria; existía con belleza y esplendor perfectos en la cima de su magnificencia. Cuando, por la sabiduría de Dios, el Altísimo, brilló desde las alturas de gloria en el mundo del cuerpo, la Palabra de Dios a través de este cuerpo se vio agobiada en manos de los judíos, cayó cautiva de los tiranos e ignorantes y, finalmente, fue crucificada. Por ello, Cristo se dirigió a Dios, diciendo: "Libérame de esta jaula y de las cadenas del mundo corporal, para que pueda ascender a las alturas de honor y gloria, y alcanzar la antigua grandeza y poder que existieron antes del mundo corporal; para que pueda regocijarme en el mundo eterno y ascender a la morada original, al mundo desconocido, al reino invisible".

Incluso después de su ascensión, puede verse que la gloria y la grandeza de Cristo se hicieron manifiestos en esta tierra, en el reino de este mundo que consta de almas y países. Cuando Cristo se encontraba en el mundo del cuerpo, estuvo expuesto al desprecio y a las burlas de la nación más débil del mundo -los judíos- a quienes les pareció apropiado colocar una corona de espinas sobre su sagrada cabeza. Mas luego de su ascensión, las enjoyadas coronas de todos los reyes se sometieron e inclinaron ante la corona de espinas.

¡Observa cuánta gloria alcanzó la Palabra de Dios, aun en este mundo!

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EXPLICACIÓN DEL VERSÍCULO VEINTIDÓS DEL

CAPÍTULO QUINCE DE LA PRIMERA EPÍSTOLA

DE PABLO A LOS CORINTIOS

PREGUNTA: En el versículo 22 del capítulo 15 de la primera epístola a los Corintios se halla escrito: "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados". ¿Cuál es el significado de estas palabras?

RESPUESTA: Has de saber que en el hombre hay dos naturalezas: la física y la espiritual. La naturaleza física es herencia de Adán, y la naturaleza espiritual es herencia de la Realidad de la Palabra de Dios (que es la espiritualidad de Cristo). La naturaleza física nace de Adán; pero la naturaleza espiritual nace de la gracia del Espíritu Santo. La primera es la fuente de toda imperfección; la segunda es la fuente de toda perfección.

Cristo se sacrificó para que los hombres se libraran de las imperfecciones de la naturaleza física y pudieran poseer las virtudes de la naturaleza espiritual. Esta última, surgida a la existencia mediante la gracia de la Realidad Divina, es la suma de todas las perfecciones, aparece gracias al aliento del Espíritu Santo y consiste en las perfecciones divinas. Es ella la luz, la espiritualidad, la guía, la exaltación, las aspiraciones elevadas, la justicia, el amor, la indulgencia, la bondad para con todos, la filantropía, la esencia de la vida. Es el reflejo del esplendor del Sol de la Realidad.

Cristo es el punto central del Espíritu Santo: de Él nació y por Él fue elevado. Esto es, la realidad de Cristo no desciende de Adán, sino del Espíritu Santo. Por tanto, el versículo de la epístola a los corintios "así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" significa, de acuerdo con esta terminología, que Adán96 es el padre del hombre, es decir, el origen de la vida física de la humanidad y suya es la paternidad material. Adán fue un alma viviente, pero no el conferidor de la vida espiritual. En cambio, por lo que respecta al espíritu, Cristo fue el originador de la vida espiritual del hombre, y a Él pertenece la paternidad espiritual. Adán es un alma viviente; Cristo el espíritu vivificador.

El mundo físico del hombre está sujeto al dominio de la lujuria. El pecado es la consecuencia de este dominio de la lujuria, ya que en ella no imperan las leyes de la justicia y de la santidad. El cuerpo del hombre se halla cautivo de la naturaleza y se mueve de acuerdo con sus órdenes. Es evidente que pecados tales como la ira, los celos, las disputas, la codicia, la avaricia, la ignorancia, el prejuicio, el odio, el orgullo y la tiranía existen en el mundo físico. Todos estos rasgos brutales se dan en la naturaleza del hombre. Una persona que carezca de educación espiritual es un bruto. Es el caso de los salvajes de África, cuyas obras, hábitos y moral, siendo puramente sensuales, se ajustan a las exigencias de la naturaleza (lo que incluye casos extremos en que éstos se devoran y despedazan entre sí). De ello resulta evidente que el dominio físico del hombre es un mundo de pecado. En lo que respecta a ese ámbito físico el hombre no se distingue del animal.

Todo pecado proviene de las exigencias de la naturaleza. Tales exigencias, puesto que nacen de las características físicas, no constituyen pecado en el animal, pero sí en el hombre. El animal es la fuente de imperfecciones tales como la ira, la sensualidad, los celos, la avaricia, la crueldad, el orgullo; defectos todos éstos que se dan en él sin que por ello constituyan pecado. En el hombre, no obstante, sí son pecado.

Adán es el origen de la vida física del hombre. Pero la Realidad de Cristo -es decir, la Palabra de Dios- es la causa de la vida espiritual. Es "un espíritu vivificador" quiere decir que todas las imperfecciones humanas procedentes de la vida física del hombre son transformadas por medio de las enseñanzas y la educación de ese espíritu. Por tanto, Cristo fue un espíritu vivificador y razón de vida de la humanidad toda.

Adán dio pie a la vida física, y, como el mundo físico del hombre es el mundo de las imperfecciones, y éstas equivalentes a la muerte, Pablo compara las imperfecciones físicas con la muerte.

Sin embargo, una mayoría de cristianos cree que Adán pecó por desobediencia al haber comido del árbol prohibido, y que las desastrosas consecuencias de esa desobediencia perduran entre sus descendientes, a quienes les fueron transmitidas en herencia. De ahí que Adán se convirtiese en razón de muerte entre los hombres.

Tal explicación además de no ser razonable resulta a todas luces errónea, dado que implica que todos los hombres -Profetas y Mensajeros de Dios incluidos-, sin que mediase pecado o falta alguna de su parte se han convertido sin mayor motivo, simplemente por contarse entre la posteridad de Adán, en pecadores culpables, cautivos del infierno y víctimas de un tormento doloroso hasta el día del sacrificio de Cristo. Lejos está ello de la justicia de Dios. Si Adán fue pecador ¿cuál fue el pecado de Abraham ¿cuál la culpa de Isaac y de José? ¿En qué faltó Moisés?

Pero Cristo, quien es la Palabra de Dios, se sacrificó a sí mismo. Dicho sacrificio posee dos significados, uno aparente, y otro oculto. El significado aparente es éste: la intención de Cristo era la de exponer y promover una Causa que habría de educar a la humanidad, vivificar a los hijos de Adán e iluminar a todos los hombres. Puesto que exponer una Causa tan sublime -una causa que era antagónica a todos los pueblos del mundo y con todas las naciones y reinos- emparejaba el ser muerto y crucificado, tal proclamación de la misión de Cristo suponía sacrificar la vida. Para Él, la cruz fue trono; la herida, bálsamo; el veneno, miel y azúcar. Cristo se alzó a enseñar y educar a los hombres. De ese modo se sacrificó: para otorgar el espíritu de vida. Murió físicamente a fin de vivificar a los demás mediante el espíritu.

El segundo significado del sacrificio es éste: Cristo fue como una semilla, y esta semilla sacrificó su propia forma para que el árbol pudiese crecer y desarrollarse. Si bien la forma de la semilla fue destruida, su realidad se reveló con majestuosidad y belleza perfectas en forma de árbol.

La estación de Cristo es la estación de la perfección absoluta. Él hizo brillar sus divinas perfecciones, tal como el sol, sobre las almas creyentes; y la gracia de la luz brilló y resplandeció en la realidad de los hombres. Por eso dice: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre".97 Es decir, quienquiera tome de este alimento divino alcanzará la vida eterna. En otras palabras, cuantos participen de esta gracia y reciban estas perfecciones, encontrarán la vida eterna, obtendrán los favores preexistentes y serán iluminados con la luz de su guía.

La forma de la semilla se sacrificó por el árbol. Ello no obstante, y debido a ese mismo sacrificio, las perfecciones de aquélla tornáronse evidentes y aparentes en el árbol, así como en sus ramas, hojas y capullos. Todo lo cual se hallaba encerrado en la semilla. Cuando la forma de la semilla se sacrificó, las perfecciones hicieron acto de presencia en la conformación perfecta de hojas, capullos y frutos.

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ADÁN Y EVA

PREGUNTA: ¿Qué hay de cierto en la historia según la cual Adán comió el fruto del árbol?

RESPUESTA: En la Biblia está escrito que Dios colocó a Adán en el Jardín del Edén para que lo cultivara y cuidara, y le dijo: "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia de bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás".98 El relato prosigue diciendo que Dios hizo dormir a Adán, y tomando una de sus costillas, creó a la mujer para que ella fuera su compañera. A continuación dice que la serpiente indujo a la mujer a comer del árbol, diciéndole: "Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, sabiendo el bien y el mal".99 Entonces Eva comió del árbol y le dio a Adán, y Él también comió; los ojos de ambos se abrieron, se dieron cuenta de su desnudez, y cubrieron sus cuerpos con hojas. Como consecuencia de ese acto, recibieron los reproches de Dios. Dios dijo a Adán: "¿Has comido del árbol prohibido?" y Adán respondió: "Eva me tentó y yo comí". Dios entonces reprendió a Eva, quien a su vez dijo: "La serpiente me tentó y yo comí". Por ello, la serpiente fue declarada maldita, y la enemistad quedó establecida entre la serpiente y Eva, y entre sus descendientes. Y Dios dijo: "El hombre es como Nosotros. Puesto que sabe del bien y del mal, quizá comerá del árbol de la vida y vivirá para siempre". Por lo cual Dios resguardó al árbol de la vida.100

Si interpretásemos el episodio literalmente, de acuerdo con el significado externo que es corriente entre el vulgo, la historia resultaría de lo más extraordinario. La inteligencia no puede aceptarla, ni afirmarla, ni imaginarla, pues tales disposiciones, tales detalles, tales conversaciones y reproches lejos están de ser los de un hombre inteligente, cuanto menos los de la Deidad, esa misma Deidad que ha organizado este universo infinito de manera tan perfecta, así como sus innumerables habitantes, con sistema, poder y perfección absolutos.

Debemos reflexionar un poco: si el significado literal de la historia fuera atribuido a un hombre sabio, ciertamente todos negarían con fundamento que semejante ficción e invención pudiera provenir de un ser inteligente. Por tanto, el relato sobre el acto de comer del árbol y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, debe ser considerado como un conjunto de alusiones simbólicas donde están contenidos misterios divinos y significados universales susceptibles de maravillosas interpretaciones. Sólo los iniciados en los misterios y los allegados a la Corte del Todopoderoso, están enterados de dichos misterios. Por tanto, estos versículos de la Biblia poseen numerosos significados.

Explicaremos uno de ellos, a saber: Adán significa el espíritu celestial de Adán, y Eva su alma humana. En algunos pasajes de los Libros Sagrados donde se hace mención de mujeres, éstas representan el alma del hombre. El árbol del bien y del mal significa el mundo humano; pues el mundo espiritual y divino es enteramente bueno y absolutamente luminoso, pero en el mundo humano, la luz y la oscuridad, el bien y el mal, existen como condiciones opuestas.

El significado de la serpiente es el apego al mundo humano. Dicho apego del espíritu llevó al alma y espíritu de Adán desde el dominio de la libertad al dominio de la esclavitud, haciendo que éste se volviera del Reino de la Unidad al mundo humano. Cuando el alma y el espíritu de Adán entraron en el mundo humano, Adán salió del paraíso de la libertad para caer dentro del mundo de esclavitud. Venía de las alturas de pureza y bondad absolutas, y entró en el mundo del bien y del mal.

El árbol del la vida representa el más alto grado del mundo de la existencia. Es la estación de la Palabra de Dios y de la suprema Manifestación. Esa estación, por consiguiente, ha estado vedada; y sólo se volvería clara y diáfana con la aparición de la más noble Manifestación Suprema. Pues la estación de Adán, en cuanto a la exteriorización de las perfecciones divinas, se encontraba en estado embrionario. La estación de Cristo coincidió con el estado de madurez o edad de la razón. El surgimiento de la Luminaria Más Grande101 marca el estado de perfección de la esencia y de las cualidades. Por esta razón, el árbol de vida del Paraíso supremo es la expresión del centro de absoluta pureza santificada, es decir, de la Manifestación Suprema de Dios. Desde los días de Adán hasta los días de Cristo, se habló poco de la vida eterna y de las perfecciones celestiales y universales. La realidad de Cristo ocupó la estación del árbol de vida. Con su manifestación el árbol fue plantado y recibió el adorno de frutos sempiternos.

Ahora bien, reflexiona hasta qué punto este significado refleja bien la realidad. Pues el espíritu y el alma de Adán, al estar apegados al mundo humano, pasaron del dominio de la libertad al de la esclavitud, en el que continuaron viviendo sus descendientes. Dicho apego del alma y del espíritu al mundo humano -el pecado- fue heredado por los descendientes de Adán, y es la serpiente que siempre está entre los espíritus y la progenie de Adán, y rivaliza con ellos. Tal enemistad todavía perdura. Pues el apego al mundo ha sido el opresor de los espíritus. Esclavitud semejante que se identifica con el pecado, y que ha sido transmitido desde Adán hasta su posteridad. Precisamente, debido a ese apego los hombres se han visto privados de la espiritualidad esencial y de una estación exaltada.

Cuando las santificadas brisas de Cristo y la sagrada luz de la Más Grande Luminaria102 se difundieron, las realidades humanas -es decir, aquellos quienes se volvieron hacia la Palabra de Dios y recibieron la profusión de sus generosidades- se salvaron de ese apego y de ese pecado, obteniendo la vida eterna; se libraron de las cadenas de la esclavitud y alcanzaron el mundo de la libertad. Se desquitaron de los vicios del mundo humano y fueron benditos con las virtudes del Reino. Tal es el sentido de las palabras de Cristo "Di mi sangre por la vida del mundo"103, es decir: he escogido todas estas dificultades, sufrimientos y calamidades, e incluso el martirio supremo, para alcanzar la meta de la remisión de los pecados (es decir, el desprendimiento de las almas humanas y su atracción al mundo divino) a fin de que se alcen almas que sean para la humanidad la esencia misma de la guía y espejos de las perfecciones del Reino Supremo.

Observa que de conformidad con las suposiciones del Pueblo del Libro,104 el significado exotérico del relato representaría una injusticia absoluta rayana en la predestinación total. Si Adán pecó por acercarse al árbol prohibido ¿cuál fue el pecado del glorioso Abraham? y ¿cuál el error de Moisés, el Interlocutor? ¿cuál fue el crimen de Noé, el Profeta? ¿cuál la transgresión de José, el Veraz? ¿cuáles las iniquidades de los Profetas de Dios, y cuál el delito de Juan, el Casto? ¿Acaso la justicia de Dios habría permitido que esas luminosas Manifestaciones fuesen atormentadas en el infierno, por causa del pecado de Adán, hasta la venida de Cristo mediante cuyo autosacrificio serían salvados de penosísimos tormentos? Semejante idea está fuera de toda ley y regla, y no puede ser aceptada por ninguna persona inteligente.

Por el contrario, el relato significa lo que ya se ha dicho: Adán es el espíritu de Adán, y Eva su alma; el árbol es el mundo humano, y la serpiente el apego a este mundo, lo que constituye el pecado que ha infectado a los descendientes de Adán. Con sus santas brisas Cristo salvó a los hombres de ese apego, librándolos del pecado. El pecado de Adán es tal sólo con relación a su estación. Aunque de ese apego se obtienen resultados, no obstante ello, el apego al mundo terrenal, comparado con el apego al mundo espiritual recibe la consideración de pecado. Las buenas obras de los rectos son los pecados de los Allegados. Ello es claro. Así, el poder corporal no sólo es defectuoso en relación con el poder espiritual sino que es la debilidad misma. De igual modo, comparada con la vida eterna del Reino, la vida física se equipara con la muerte. Así Cristo llamó a la vida física muerte y dijo: "Deja que los muertos entierren a sus muertos".105 Por más que las almas a que se refería Cristo poseían la vida física, no obstante, a su parecer, aquella clase de vida era muerte.

Este es uno de los significados de la historia bíblica de Adán. Medita hasta descubrir los demás.

Los saludos sean sobre ti.

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EXPLICACIÓN ACERCA DE LA BLASFEMIA

CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

PREGUNTA: "Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia les será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no le será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero"* .

RESPUESTA: Las santas realidades de las Manifestaciones de Dios tienen dos posiciones espirituales. Una es el lugar de la manifestación, semejante a la posición del globo solar, y la otra es la gloria de la manifestación, semejante a su luz y resplandor. Luz y resplandor es lo que son las perfecciones divinas, en otras palabras, el Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo es la gracia divina y las perfecciones señoriales, y estas perfecciones divinas son semejantes a los rayos y el calor del sol. Los rayos brillantes del sol constituyen su ser, sin ellos no sería el sol. Si la manifestación y el reflejo de las perfecciones divinas no se hallaran en Cristo, Jesús no sería el Mesías. Él es una Manifestación porque refleja en sí mismo las perfecciones divinas. Los profetas de Dios son las Manifestaciones de las perfecciones señoriales, es decir, el Espíritu Santo se hace manifiesto en Ellas.

Si un alma permanece alejada de la manifestación, aún es posible que despierte, por cuanto no ha conocido a la manifestación de las perfecciones divinas. Pero si detesta las perfecciones divinas mismas, en otras palabras, si siente aversión hacia el Espíritu Santo, es patente que esa alma es como un murciélago al que repugna la luz.

Este aborrecimiento de la luz no tiene remedio, ni puede perdonarse. Es decir, le es imposible acercarse a Dios. La lámpara es lámpara por virtud de su luz; sin luz, no sería tal lámpara. Ahora bien, un alma que sienta aversión por la luz de la lámpara es, por así decir, ciega e incapaz de comprender lo que sea la luz. La ceguera se convierte entonces en motivo del alejamiento perpetuo de Dios.

Resulta claro que las almas reciben la gracia de la generosidad del Espíritu Santo, que se hace presente en las Manifestaciones, no en la personalidad de las Manifestaciones de Dios. Según eso, si un alma no recibe la gracia de la munificencia del Espíritu Santo, permanece privada de la dádiva divina, por lo que el propio alejamiento pone al alma más allá del alcance del perdón.

De ahí que muchos que fueron enemigos de las Manifestaciones y no las reconocieron, acabaran por convertirse en sus amigos una vez que las reconocieron. Así pues, la enemistad hacia la Manifestación no fue causa del alejamiento perpetuo. Pues quienes sentían esa enemistad eran enemigos de los portadores de la luz; en realidad, no sabían que Ellas eran las resplandecientes luces de Dios. En fin, no eran enemigos de la luz, y cuando comprendieron que el portador de la luz era el lugar de la manifestación de ésta, se convirtieron en sus amigos sinceros.

El significado es éste: permanecer alejado del portador de la luz no comporta el alejamiento perpetuo, pues siempre cabe despertar. En cambio, la enemistad hacia la luz es la causa del alejamiento perpetuo. Para ello no existe remedio.

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EXPLICACIÓN DEL VERSÍCULO "MUCHOS SON

LLAMADOS, Y POCOS ESCOGIDOS"

PREGUNTA: En el evangelio Cristo dice: "Muchos son los llamados, mas pocos los escogidos"106 y en el Corán está escrito: "Él conferirá particular misericordia a quien desee." ¿Cuál es la fundamento de esta afirmación?

RESPUESTA: Has de saber que el orden y la perfección del universo entero requieren que la existencia se presente en un sinfín de formas. Pues los seres no podrían materializarse en una solo plano, en una dignidad única, en una sola especie, en una clase o categoría. Indudablemente, es preciso que haya diferencias de grados, distinción de formas, y variedad de géneros y especies. En otras palabras, la gradación de las sustancias mineral, vegetal, animal, y del hombre, es inevitable; pues el mundo no podría ordenarse, organizarse y perfeccionarse sólo con hombres. Del mismo modo, sólo con animales, o con plantas, o con minerales, tampoco cabría que este mundo pudiera exhibir la hermosura de sus paisajes, ni la exactitud de su orden, ni la delicadeza de su atavío. Sin lugar a duda, debido a la variedad de grados, dignidades, especies y clases, la existencia luce resplandeciente con la mayor perfección.

Por ejemplo, si este árbol fuera enteramente fruto, las perfecciones vegetales no podrían alcanzarse; pues las hojas, flores y frutos son todos necesarios para que el árbol se adorne con la belleza y perfección más acendradas.

De igual modo, repara en que el cuerpo humano debe estar compuesto de órganos, partes y miembros varios. La belleza y perfección humanas requieren la existencia del oído, de los ojos, del cerebro, e incluso de las uñas y del cabello. Si el hombre fuera todo cerebro, o todo ojos, o todo oído, ello equivaldría a la imperfección. Así, la ausencia del cabello, de las pestañas, de los dientes y uñas sería un defecto absoluto En este sentido, se asemejan al mineral y a la planta. Ello no obstante, su ausencia en el cuerpo del hombre es, necesariamente, un defecto que resulta desagradable.

Puesto que los grados del ser son diferentes y variados, algunas criaturas ocupan una posición más elevada en la escala que otros. Por tanto, por voluntad y deseo de Dios algunas criaturas son escogidas para el grado más elevado -como el hombre-, otras se ubican en el grado intermedio -como el vegetal-, y otras se encuentran en el grado más bajo, como el mineral.

Puesto que ése ha sido el deseo y la voluntad de Dios, la gracia divina ha escogido al hombre para el grado más excelso. Asimismo, las diferencias que existen entre los hombres con respecto al progreso espiritual y las perfecciones celestiales, también se deben a la elección del Compasivo. Porque la fe, que es la vida eterna, es el signo de la gracia y no el fruto de la justicia. La llama del fuego del amor, en este mundo de tierra y agua, no se enciende por el empeño y el esfuerzo, sino por el poder de la atracción. Con tesón y perseverancia, no obstante, cabe adquirir conocimiento, ciencia y otras perfecciones. Pero sólo la luz de la Belleza Divina puede transportar y mover los espíritus merced a la fuerza de la atracción. De ahí que diga: "Muchos son los llamados, mas pocos los escogidos."107

No por ello los seres materiales son menospreciados, juzgados ni considerados responsables de su propio grado y condición. En efecto, el mineral, el vegetal y el animal son aceptables en sus planos respectivos. Ahora bien, aunque el plano sea perfecto como tal, si dentro de él los seres que lo componen permanecen imperfectos, se hacen reos de tal falta.

Las diferencias que se dan en el género humano son de dos clases: una es la diferencia de posición, que no es censurable. La otra es la diferencia de fe y certeza, cuya falta sí es repudiable, pues en estos casos el alma se halla abatida por deseos y pasiones que, además de despojarla de dichas bendiciones, impiden que sienta el poder de atracción del amor de Dios. Aunque tal hombre sea loable y aceptable dentro de su posición; sin embargo, al carecer de las perfecciones propias de su calidad, se convertirá en una fuente de imperfecciones. De ahí que se le considere responsable.108

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EL "RETORNO" MENCIONADO POR

LOS PROFETAS

PREGUNTA: ¿Podría explicar el problema del retorno?

RESPUESTA: En el Kitáb-i-Íqán Bahá'u'lláh ha explicado esta materia de forma clara y completa.109 Léelo para que la verdad del asunto te sea esclarecida. Con todo, ya que has preguntado, te lo explicaré brevemente. Comenzaremos a dilucidarlo a partir del evangelio, pues en él se dice claramente que cuando Juan, el hijo de Zacarías, apareció e impartió a los hombres las buenas nuevas del Reino de Dios, ellos le preguntaron: "¿Tú, quién eres? ¿Eres tú Elías?" y Él dijo: "No soy Elías."110 Estas palabras prueban y demuestran que Juan, el hijo de Zacarías, no era el prometido Elías. Sin embargo, el día de la transfiguración sobre el Monte Tabor, Cristo aseguró claramente que Juan, el hijo de Zacarías, era el prometido Elías.

El capítulo 9, versículos 11 a 13 del evangelio de Marcos, reza: "Y preguntaron diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Él les respondió: "Elías en verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas, como también está escrito del Hijo del Hombre, que habrá de padecer mucho y ser tenido en nada. Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de Él".

El capítulo 17, versículo 13, del evangelio de Mateo dice: "Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista."

Preguntaron a Juan el Bautista: "¿Eres tú Elías? Él contestó 'no, no soy Elías'", a pesar de que de Él se dice en el evangelio que era el prometido Elías. Cristo también lo expresó claramente.111 Luego, si Juan era Elías ¿por qué dijo "no soy Elías"? Y si no era Elías ¿por qué dijo Cristo que sí?

La explicación es como sigue: el texto no se refiere a la personalidad, sino a la realidad de las virtudes. Exactamente las mismas virtudes presentes en Elías existieron y se hicieron manifiestas en Juan el Bautista. Por consiguiente, Juan el Bautista fue el prometido Elías. En este sentido, no se alude a la esencia112, sino a las cualidades. Sucede aquí como cuando al contemplar una flor, allá donde creció otra el año anterior, afirmo que la flor del año pasado ha regresado. Ahora bien, no quiere ello decir que la misma flor, en su exacta individualidad, haya regresado. Quiere decir que, dado que la flor tiene las mismas cualidades que la del año pasado -su mismo aroma, suavidad, color y forma- me permito afirmar que la flor del año pasado ha regresado, y que esta flor es la flor de antes. Cuando llega la primavera, decimos que ha regresado la primavera del año anterior, fundándonos en que cuanto encontramos en la primavera del año anterior, vuelve a darse esta primavera. Por eso Cristo dijo: "Veréis todo lo que sucedió en los días de los Profetas del pasado."

Daremos otra aclaración. Se siembra la semilla del año pasado; ramas y hojas crecen, flores y frutos aparecen y vuelve a producirse la semilla. Cuando se siembra esta segunda semilla, de ella ha de nacer un árbol y, nuevamente, aquellas ramas, hojas, flores y frutos retornarán, y aquel árbol aparecerá en toda su perfección. Puesto que en el comienzo hay una semilla y al final queda una semilla, decimos que la semilla ha regresado. Si reparamos en la sustancia del árbol, se trata de otra sustancia; pero si reparamos en las flores, las hojas y los frutos, vemos que se manifiestan la misma fragancia, suavidad y gusto. Por tanto, la perfección del árbol ha regresado nuevamente.

Análogamente, si consideramos el retorno de la persona, es claro que se trata de otra persona. Pero si lo que consideramos son las cualidades y virtudes, éstas sí retornan. Por eso, cuando Cristo dice "éste es Elías" quiere decir en realidad: "Esta persona es una manifestación de la munificencia, perfecciones, carácter, cualidades y virtudes de Elías. Juan el Bautista dijo: "No soy Elías". Cristo se refería a las cualidades, las perfecciones, el carácter y las virtudes de los dos, en tanto que Juan se refería a su propia sustancia y personalidad. Es como esta lámpara, que anoche estaba aquí, que esta noche también está encendida, y que mañana por la noche también brillará. Decimos entonces que la lámpara de esta noche, idéntica a la de ayer, ha regresado, aludiendo a la luz, y no al aceite, la mecha o el asa.

Este tema está completa y claramente dilucidado en el Kitáb-i-Íqán.

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LA CONFESIÓN DE FE DE PEDRO

PREGUNTA: El evangelio de Mateo dice: "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia."113 ¿Qué significado tiene el versículo?

RESPUESTA: Esta expresión de Cristo es una confirmación de la declaración de Pedro al ser preguntado: "Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Entonces Cristo le dijo: "Tú eres Pedro"114 -pues Cefas significa roca en arameo- "Y sobre esta roca edificaré mi iglesia". Pues, los demás, al responder a Cristo dijeron que Él era Elías, y algunos dijeron Juan el Bautista, y otros Jeremías o alguno de los Profetas.115

Cristo, a modo de sugerencia o alusión, quiso confirmar las palabras de Pedro, por lo que, aprovechando lo apropiado del nombre Pedro, dijo: "Y sobre esta roca edificaré mi iglesia", queriendo decir, tu creencia en Cristo como el Hijo del Dios viviente será el cimiento de la Religión de Dios, y sobre esa creencia habrán de establecerse los cimientos de la iglesia de Dios -la cual es la Ley de Dios-.

A propósito, la existencia de la tumba de Pedro en Roma, a falta de pruebas, continúa siendo dudosa. Hay quienes dicen que se encuentra en Antioquía.

Por otra parte, comparemos la vida de algunos de los papas con la religión de Cristo. Cristo hambriento y sin amparo, se alimentaba de hierbas del desierto y no deseaba herir los sentimientos de nadie. En contraste, el papa se sienta en una carroza cuajada de oro, y pasa su tiempo en la mayor pompa, entre placeres y lujos, riquezas y adoración tales como los reyes jamás han conocido.

Cristo a nadie hirió. Empero -remítete a la historia- algunos papas segaron la vida de gente inocente. ¡Cuánta sangre han derramado los papas con el solo objeto de conservar su poder temporal! Por meras diferencias de opinión han arrestado, encarcelado y condenado a miles de servidores del mundo de la humanidad y a sabios que descubrieron los secretos de la naturaleza ¡Hasta qué extremo se opusieron a la verdad!

Reflexiona sobre los preceptos de Cristo e investiga los hábitos y costumbres de los papas. Meditad: ¿Existe alguna semejanza entre los preceptos de Cristo y el modo de gobernar de los papas? No nos gusta criticar, pero la historia del Vaticano es extraordinaria. El propósito de nuestro argumento viene a ilustrar que las enseñanzas de Cristo son una cosa y la manera de ser del gobierno papal otra muy diferente: no hay acuerdo entre ellas. ¡Observa cuántos protestantes han perecido por orden de los papas, cuántas tiranías y despotismos han sido favorecidos, cuántos castigos y torturas han sido infligidos! ¿Puede percibirse en estos hechos algo de las dulces fragancias de Cristo? ¡No por Dios! Esa gente no obedeció a Cristo, mientras que Santa Bárbara, cuyo retrato tenemos ante nosotros, sí obedeció a Cristo, siguió sus pasos y puso en práctica sus mandamientos. Entre los papas figuran también algunas almas benditas que siguieron los pasos de Cristo, sobre todo en los primeros siglos de la era cristiana, cuando los bienes temporales escaseaban y las pruebas enviadas por Dios eran tan severas. Pero cuando la autoridad papal se hizo con el poder gubernamental, adquiriendo honor y prosperidad terrenales, se olvidó completamente de Cristo para preocuparse del poder, la grandeza, la comodidad y el lujo temporales. El poder papal se opuso a la difusión de la ilustración, atormentó a los hombres de ciencia, obstaculizó la luz del conocimiento, e impartió orden de matar y saquear. Miles de almas, hombres de ciencia y sabiduría, libres de pecado, perecieron en las prisiones de Roma. Con todo este cúmulo de hechos y formas de proceder ¿cómo puede creerse en el vicariato de Cristo?

La Santa Sede constantemente se ha opuesto al conocimiento. Incluso en la propia Europa se da por sentado que la religión es adversaria de la ciencia y que la ciencia es la destructora de los fundamentos de la religión. Ello no obstante, lo cierto es que la religión de Dios es la promotora de la verdad, la fundadora de las ciencias y del conocimiento, está llena de buena voluntad hacia los hombres de sabiduría, es la civilizadora de la humanidad, la descubridora de los secretos de la naturaleza y la iluminadora de los horizontes del mundo. Por tanto ¿cómo puede decirse que se opone al conocimiento? ¡Prohíbalo Dios! Por el contrario, para Dios el conocimiento es el don más glorioso del hombre y la más noble de las perfecciones humanas. Oponerse al conocimiento es una demostración de ignorancia. Quien deteste el conocimiento y la ciencia no es hombre, sino animal sin inteligencia. Pues el conocimiento es luz, vida, felicidad, perfección, belleza, y el camino de entrada al Umbral de la Unidad. Es el honor y la gloria del mundo de la humanidad, y el favor más grande de Dios. El conocimiento es igual a guía; y la ignorancia, igual al mismísimo error.

¡Dichosos los que emplean sus días en adquirir conocimiento, en descubrir los secretos de la naturaleza y en penetrar las sutilezas de la verdad pura! ¡Desdichados quienes se contentan con la ignorancia, cuyos corazones se regocijan con imitaciones irreflexivas, quienes han caído en los más profundos abismos de la ignorancia y de la necedad, y quienes han malgastado sus vidas!

35

LA PREDESTINACIÓN



PREGUNTA: Si Dios tiene conocimiento de un acto que será cometido por alguien, escrito como tal en la Tabla del Destino ¿es posible impedirlo?

RESPUESTA: El conocimiento previo de algo no es causa de su realización. Pues el conocimiento esencial de Dios abarca por igual las realidades de las cosas, tanto antes como después de su existencia, por lo que no se convierte en la causa de su existir. Se trata de una perfección de Dios. Por tanto, cuanto fue profetizado merced a la inspiración de Dios por boca de los Profetas en lo referente a la aparición del Prometido de la Biblia, no fue la causa de la manifestación de Cristo.

Los secretos ocultos del futuro les fueron revelados a los Profetas, quienes de ese modo tuvieron conciencia de los acontecimientos que Ellos mismos anunciaban. Tal conocimiento y tales profecías no determinaron lo que después habría de suceder. Por ejemplo, esta noche todos sabemos que transcurridas siete horas saldrá el sol. Ahora bien, ese conocimiento previo y de orden general no ocasiona la salida y aparición del sol.

Por consiguiente, el conocimiento de Dios sobre el dominio de lo contingente no produce las formas de las cosas, sino que, al contrario, está depurado del pasado, del presente y del futuro. Es idéntico a la realidad de las cosas y no hace que éstas ocurran.

Análogamente, la referencia y mención de algo en el Libro no es causa de su existir. Inspirados por Dios, los Profetas conocían lo que iba a suceder. Por ejemplo, mediante la inspiración divina sabían que Cristo sería martirizado, como así lo anunciaron. Pues bien ¿acaso fueron ese conocimiento y esa admonición la causa del martirio de Cristo? No. Tal conocimiento es una perfección de los Profetas, no la causa del martirio.

Mediante cálculos astronómicos, los matemáticos saben que en determinado momento se producirá un eclipse de luna o de sol. Ciertamente, ese descubrimiento no es la causa de que se produzca el eclipse. Por supuesto, lo dicho es sólo una analogía y no una imagen exacta.

III

LOS PODERES Y CONDICIONES DE LAS

MANIFESTACIONES DE DIOS

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LOS CINCO ASPECTOS DEL ESPÍRITU

Sabe que en conjunto existen cinco clases de espíritu. Primeramente, el espíritu vegetal, un poder que por mandato del Dios Supremo es resultado de la combinación de elementos y la mezcla de sustancias, así como de la influencia, efecto y relación con otros seres. Cuando dichas sustancias y elementos se separan, el poder de crecimiento también cesa de existir. Así, para dar otro ejemplo, la electricidad es el resultado de la combinación de elementos; si éstos se separan, la fuerza eléctrica se disipa y se pierde. Así es el espíritu vegetal.

A continuación viene el espíritu animal, también resultante de la mezcla y combinación de elementos. Pero esta combinación, en virtud del mandato del Todopoderoso, es más completa, de lo que se obtiene una mezcla perfecta, a saber, el espíritu animal. En otras palabras, se manifiesta el poder de los sentidos. Poder éste que percibe la realidad de las seres que son visibles y observables, audibles, comestibles, tangibles y sensibles al olfato. Naturalmente, después de la disociación y descomposición de los elementos componentes, esta clase de espíritu también desaparece. Le ocurre como a la lámpara que ves aquí: cuando se dan cita el aceite, la mecha y el fuego, el resultado es la luz; pero cuando el aceite se acaba y la mecha se consume, la luz también se pierde y se desvanece.

El espíritu humano puede ser comparado con la munificencia del sol cuando relumbra sobre un espejo. El cuerpo humano, que está compuesto de elementos responde a la más perfecta mezcla y combinación; es la construcción más sólida, la combinación más noble, el ser más perfecto que crece y se desarrolla en virtud del espíritu animal. Este cuerpo así perfeccionado es comparable a un espejo, y el espíritu humano al sol. Si el espejo se rompe, los favores del sol permanecen; si el espejo es destruido o deja de existir, la munificencia del sol -que es eterna- no por ello sufre menoscabo. Tal espíritu posee el poder del descubrimiento y abarca todas las cosas. A él son debidos todos esos portentos, esos descubrimientos científicos, grandes empresas e importantes acontecimientos históricos de que eres testigo. Gracias al poder espiritual, todo ello fue llevado al plano de lo visible desde el reino de lo invisible y oculto. De ese modo es como el hombre, estando sobre la tierra, realiza no obstante descubrimientos en los cielos. Partiendo de las realidades consabidas, es decir, de las cosas conocidas y visibles, descubre cosas ignoradas. Por ejemplo, un hombre tal que Colón, encontrándose en este hemisferio, por medio del poder de la razón descubrió otro hemisferio, esto es, América, hasta entonces desconocida. El cuerpo del hombre tiene peso; empero, con la ayuda de los vehículos que llega a inventar es capaz de volar. El hombre es lento en sus movimientos; sin embargo, por medio de vehículos de su invención viaja de Oriente a Occidente con extrema rapidez. En resumen, esta clase de poder abarca todas las cosas.

Pero el espíritu del hombre posee dos aspectos: uno divino y otro satánico. Es decir, es capaz tanto de la mayor perfección como de la mayor imperfección. Si adquiere virtudes, alcanza a ser el más noble de los seres existentes; y si adquiere vicios, se convierte en la existencia más degradada.

El cuarto grado del espíritu es el espíritu celestial. Es el espíritu de fe y la gracia de Dios. Proviene del hálito del Espíritu Santo y, mediante el poder divino, se transforma en causa de la vida eterna. Es el poder que hace celestial al hombre terrenal, y perfecto al hombre imperfecto. Hace que los impuros sean puros, los taciturnos, elocuentes. Purifica y santifica a quienes están cautivos de los deseos carnales, convirtiendo en sabios a los ignorantes.

El quinto espíritu es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el mediador entre Dios y sus criaturas. Es como el espejo frente al sol. Así como el espejo puro recibe la luz del sol y transmite sus favores a otros, así el Espíritu Santo constituye el mediador de la Luz Sagrada que, procedente del Sol de la Realidad, viene a derramarse sobre las realidades santificadas. Luz que está adornada con todas las perfecciones divinas y que cada vez que aparece inaugura un ciclo y renueva el mundo. Entonces el cuerpo del mundo de la humanidad se viste con un nuevo manto. Todo ello es comparable a la llegada de la primavera, cuando el mundo pasa de un estado a otro. Con la venida de la estación primaveral, la tierra negra, los campos y los desiertos se tornan verdes y florecientes. Crecen toda clase de flores y hierbas de dulce fragancia, los árboles cobran nueva vida, aparecen frutos nuevos: comienza un nuevo ciclo. Igual sucede con la aparición del Espíritu Santo. Cuandoquiera que aparece, el mundo de la humanidad se renueva y un nuevo espíritu es conferido a las realidades humanas. El Espíritu Santo atavía al mundo del ser con vestidura digna de alabanza, disipa la oscuridad de la ignorancia y provoca la irradiación de la luz de las virtudes. Con ese poder Cristo renovó este ciclo en que la primavera celestial, con la mayor frescura y dulzura, alzó su tienda en el mundo de la humanidad, haciendo que el perfume de la vivificante brisa fuese percibido por el olfato de los iluminados.

Del mismo modo, la aparición de Bahá'u'lláh ha sido como la llegada de una primavera nueva, cargada de sagradas brisas, acompañada por el poder celestial y por las huestes de la vida sempiterna. Ha establecido el trono del Reino Divino en el centro del mundo y, por el poder del Espíritu Santo, ha revivido las almas, estableciendo así un nuevo ciclo.

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LA DEIDAD SOLO PUEDE SER COMPRENDIDA A

TRAVÉS DE LAS MANIFESTACIONES DIVINAS

PREGUNTA: ¿Cuál es la relación entre la Realidad de la Deidad, y los Horizontes Señoriales, los Divinos Puntos de Amanecer?

RESPUESTA: Has de saber que la Realidad de la Deidad o la sustancia de la Esencia de la Unidad es santidad pura y beatitud absoluta, es decir, está santificada y se encuentra más allá de toda alabanza. La totalidad de los atributos supremos de los grados de la existencia, comparados con este plano, no son sino imaginaciones. Dicha realidad es invisible, incomprensible, inaccesible; constituye una esencia que no cabe describir, pues la Esencia Divina abarca todas las cosas. Verdaderamente, lo abarcante es más grande que lo abarcado, y lo abarcado no puede abrazar a lo que lo abarca, ni comprender su realidad. Por mucho que la mente progrese, aunque alcance la cima de la comprensión y el límite del entendimiento, tan sólo ha de llegar a contemplar los signos y atributos divinos del mundo de la creación, no los del mundo divino. Pues la esencia y los atributos del Señor de la Unidad ocupan la cima de la santidad. No hay manera de que las mentes y la comprensión sean capaces de aproximarse a esa posición. "El camino está vedado, y la búsqueda, prohibida".

Es evidente que el entendimiento humano es una propiedad de la existencia humana, y que el hombre es un signo de Dios. ¿Cómo puede la cualidad del signo abarcar al creador de éste? Esto es ¿cómo puede el entendimiento, que es una cualidad de la existencia humana, comprender a Dios? Por tanto, la Realidad de la Deidad está oculta a toda comprensión, y velada a la mente de todos los hombres. Es absolutamente imposible ascender a ese plano.

Comprobamos que todo lo que es inferior se revela impotente para comprender la realidad de lo que es más elevado. Así, la piedra, la tierra y el árbol, por más que evolucionen, no pueden comprender la realidad del hombre, ni entra en ellos el imaginar los poderes de la vista, oído y demás sentidos, si bien todos ellos son igualmente creados. Por tanto ¿cómo puede el hombre, ser creado, comprender la realidad de la Esencia pura del Creador? Ese plano es inalcanzable para el entendimiento. No hay explicación que lo haga comprensible, ni poder que lo señale. ¿Qué tiene que ver un átomo de polvo con el mundo de la pureza, y qué relación cabe entre la mente limitada y el mundo infinito? Las mentes se ven impotentes para comprender a Dios, y las almas se confunden al pretender desentrañarle. "Los ojos no Le ven, mas Él ve a los ojos. Él es el Omnisciente, el Conocedor."116

Por consiguiente, con respecto a ese plano del ser toda aseveración y toda elucidación resultan deficientes, toda alabanza y toda descripción son impropias, toda concepción es vana, y toda meditación, inútil. No obstante, esta Esencia de las esencias, esta Verdad de las verdades, este Misterio de los misterios, posee reflejos, auroras, apariencias y esplendores en el mundo de la existencia. El levante de tales esplendores, el lugar de tales reflejos y la aparición de tales manifestaciones son los Sagrados Puntos de Amanecer, las Realidades Universales y los Seres Divinos, quienes son los verdaderos espejos de la santificada Esencia de Dios. Todas las perfecciones, mercedes y esplendores que provienen de Dios se tornan visibles y manifiestos en la Realidad de las Santas Manifestaciones, tal como el sol resplandece en un limpio y bruñido espejo, con todas sus perfecciones y sus gracias. Si se dijera que los espejos son las manifestaciones del sol y los puntos de amanecer del astro naciente, ello no significaría que el sol haya descendido desde las alturas de su santidad, ni que haya venido a alojarse en el espejo, ni que la Realidad Ilimitada esté circunscrita a este plano de manifestación ¡Dios no lo permita! Ese es el creer de los antropomorfistas. Antes bien, todas las alabanzas, descripciones y expresiones de exaltación que se refieran a las Santas Manifestaciones, es decir, todas las descripciones, cualidades, nombres y atributos mencionados por nosotros corresponden a las Divinas Manifestaciones. Mas, puesto que nadie ha alcanzado la realidad de la Esencia de la Deidad, tampoco nadie es capaz de describirla, explicarla, alabarla o glorificarla. Así pues, todo lo que la realidad humana conoce, descubre y comprende en materia de nombres, atributos y perfecciones de Dios, se refiere a las Santas Manifestaciones. No hay entrada a nada más: "El camino está vedado, y la búsqueda, prohibida".

Sin embargo, solemos hablar de los nombres y atributos de la Realidad Divina, glorificando a Dios y atribuyéndole vista, oído, poder, vida y conocimiento. Confirmamos esos nombres y atributos, no para dar prueba de las perfecciones de Dios, sino para negar que puedan existir en Él imperfecciones. Al contemplar el mundo existente, vemos que la ignorancia es imperfección y el conocimiento es perfección. De ahí que digamos que la Esencia santificada de Dios es sabiduría. La debilidad es imperfección, y el poder es perfección. Consecuentemente, decimos que la Esencia santificada de Dios es la cima del poder. No es que podamos comprender su sabiduría, su visión, su poder o su vida, algo que sobrepasa nuestra comprensión. Pues los nombres y atributos esenciales de Dios son idénticos a su Esencia, y su Esencia está por encima de toda comprensión. Si los atributos no fueran idénticos a la Esencia, necesariamente habría también una multiplicidad de preexistencias, y existirían diferencias entre los atributos y la Esencia; y como la preexistencia es inevitable, entonces, la sucesión de preexistencias sería infinita. Todo lo cual es un error palpable.

Por consiguiente, todos estos atributos, nombres, loas y alabanzas se aplican a los Puntos de Manifestación. Fuera de ello, cuanto pensemos y conjeturemos es mera imaginación, ya que no podemos aspirar a comprender lo que es invisible e inaccesible. Por ello se ha dicho: "Todo lo que habéis discernido por medio de la ilusión de vuestra imaginación en vuestras sutiles imágenes mentales, no es sino una creación como vosotros mismos, y a vosotros revertirá".117 Es evidente que si deseamos imaginar la Realidad de la Deidad, esta imaginación constituye el contenido, y nosotros el continente. Asimismo, es indudable que el continente es mayor que el contenido. De ello se desprende clara y evidentemente que si concebimos una Realidad Divina fuera de las Santas Manifestaciones, el resultado es pura imaginación, pues no existe medio de allegarse a la Realidad de la Deidad que no nos esté vedado. En ese sentido, todo cuanto nos imaginemos es mera suposición.

Según eso, repara en cómo los diferentes pueblos del mundo dan vueltas alrededor de sus imaginaciones, venerando los ídolos de sus ideas y conjeturas. No son conscientes de ello. Creen que sus imaginaciones son la Realidad, esa Realidad que está alejada de toda comprensión y purificada de toda descripción. Se consideran a sí mismos como el pueblo de la Unidad, y a los demás como adoradores de ídolos; pero los ídolos cuentan con cierta existencia, aunque sólo sea mineral, en tanto que los ídolos de las ideas y de las imaginaciones de los hombres no son sino fantasías, carentes siquiera de consistencia pétrea. "Cuidaos, oh vosotros que estáis dotados de discernimiento".

Has de saber que los atributos de perfección, el esplendor de las divinas generosidades y las luces de la inspiración son visibles y evidentes en todas las Santas Manifestaciones. Con todo, la Gloriosa Palabra de Dios -Cristo- y el Más Gran Nombre -Bahá'u'lláh- constituyen manifestaciones y pruebas en sí mismas más allá de toda imaginación, pues poseyeron todas las perfecciones de las Manifestaciones anteriores. Más aún, poseyeron ciertas perfecciones en virtud de las cuales otras Manifestaciones mostraron dependencia. Todos los Profetas de Israel fueron centros de inspiración, como también lo fue Cristo, mas ¡qué diferencia entre la inspiración del Verbo de Dios y las revelaciones de Isaías, Jeremías y Elías!

Piensa que la luz es la expresión de las vibraciones de la materia etérea. Los nervios del ojo se ven afectados por esas vibraciones, y así se produce la visión. La luz de la lámpara existe a través de la vibración de la materia etérea. Igual sucede con el sol, mas ¡qué diferencia entre la luz del sol, y la luz de las estrellas, o la de la lámpara!

El espíritu del hombre aparece y se manifiesta en la condición de embrión y por supuesto en la de la niñez. Al llegar a la madurez la persona surge esplendorosa y diáfana en su condición más lograda. El espíritu es uno, pero en la condición embrionaria, las facultades de la vista y el oído se hallan ausentes. En cambio, durante la madurez se muestran con el mayor brillo y esplendor. De igual modo, la semilla comienza por echar hojas, y así es como se manifiesta el espíritu vegetal. En el estado de fruto el mismo espíritu se hace patente con la mayor perfección, mas ¡qué diferencia entre la condición de las hojas y la del fruto! Pues del fruto surgen un centenar de miles de hojas, si bien todas ellas crecen y se desarrollan por medio del mismo espíritu vegetal. Observa la diferencia entre las virtudes y perfecciones de Cristo, el esplendor y la brillantez de Bahá'u'lláh, y las virtudes de los Profetas de Israel, tales como Ezequiel o Samuel. Todos fueron manifestaciones de inspiración, pero entre ellos existe una diferencia infinita.

¡Enhorabuena!

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LAS TRES ESTACIONES DE LAS

MANIFESTACIONES DIVINAS

Has de saber que las Santas Manifestaciones, si bien poseen infinidad de perfecciones, no obstante y generalizando, sólo poseen tres estaciones o condiciones. La primera es la estación física; la segunda es la humana, o sea la del alma racional; la tercera es la estación de la aparición divina y el esplendor celestial.

La condición física es fenoménica, está compuesta de elementos y, como tal, al igual que todo lo que está compuesto, está sujeta a desintegración. Pues no es posible que lo compuesto no se desintegre.

La segunda es la estación del alma racional, esto es, la realidad humana. También ésta es una condición fenoménica que las Santas Manifestaciones comparten con todo el género humano.

Has de saber que, si bien el alma humana ha existido en la tierra durante prolongadas épocas, no obstante, es fenoménica.118 Puesto que es un signo divino, una vez que llega a la existencia, es eterna. El espíritu del hombre conoce principio, pero no tiene fin, sino que perdura eternamente. De igual manera, las especies existentes sobre la tierra son fenoménicas, pues está probado que hubo un tiempo en que esas especies no existían sobre la superficie de la tierra. Por otra parte, la tierra no ha existido siempre. Pero el mundo de la existencia sí ha existido siempre, pues el universo no se limita a este globo terráqueo. Lo que queremos significar con esto es que, si bien es verdad que las almas humanas son fenoménicas, sin embargo son inmortales, sempiternas y perpetuas. Pues el mundo de las cosas es el mundo de la imperfección en comparación con el del hombre, y el reino del hombre es el reino de la perfección en comparación con el de las cosas. Cuando las imperfecciones alcanzan la condición de la perfección, se convierten en eternas.119 Este es un ejemplo cuyo significado habrás de comprender.

La tercera es la estación de la aparición divina y del esplendor celestial. Es la palabra de Dios, la Gracia Eterna, el Espíritu Santo. No conoce ni principio ni fin, pues éstos no pertenecen al mundo contingente, sino al mundo divino. Para Dios el fin es tanto como el principio. Así pues, la enumeración de los días, semanas, meses y días, el ayer y el hoy, son cosas relacionadas con el orbe terrestre. Mas en el sol no existe tal cosa; no existe ni el ayer, ni el hoy, ni el mañana, ni los meses, ni los años: en él todo es igual. Del mismo modo, la palabra de Dios se halla purificada de toda condición, exenta de las fronteras, leyes y límites del mundo contingente.

Por tanto, la realidad de los Profetas, que es la Palabra de Dios y la condición perfecta de manifestación, no ha tenido principio ni tendrá fin. Su aparición difiere de todas las demás, y se asemeja a la del sol. Por ejemplo, su alborada en el signo de Cristo se produjo con el mayor de los esplendores y refulgencias; tal hecho es eterno. Observa cuántos han sido los reyes victoriosos, cuántos los estadistas y príncipes que han sido poderosos reformadores. Todos ellos han desaparecido, mientras que las brisas de Cristo aún perduran; su luz continúa brillando; todavía resuena su melodía; aún ondea su bandera; sus ejércitos continúan luchando; su celestial voz sigue siendo dulcemente melodiosa; no cesan sus nubes de derramar gemas; todavía centellean sus rayos; aún es claro y brillante su reflejo; su esplendor es siempre radiante y luminoso; como también lo son las almas que se hallan bajo su protección y resplandecen con su luz.

Es evidente entonces que las Manifestaciones poseen tres condiciones: la condición física, la condición del alma racional y la condición de la manifestación divina y esplendor celestial. La condición física se descompondrá inevitablemente; pero la condición del alma racional, si bien tiene comienzo, no tiene fin; es más, está dotada de una vida sempiterna. Mas la Sagrada Realidad de la que Cristo dice "el Padre está en el Hijo"120 no tiene ni principio ni fin. Cuando se habla del principio, quiere decirse el estado de manifestación. Simbólicamente, el silencio suele compararse con el estado de sueño. Por ejemplo, un hombre está dormido, y cuando comienza a hablar, despierto. Pero tanto cuando duerme como cuando está despierto es siempre el mismo individuo. Nada diferente ha ocurrido que altere su dignidad, exaltación, gloria, realidad o naturaleza. El estado de silencio suele compararse con el sueño, y el de manifestación con la vigilia. Dormida o despierta, la persona es la misma persona. El sueño es un estado, y la vigilia otro estado. Las horas de silencio suelen ser comparadas con el sueño, en tanto que la manifestación y la guía suelen serlo con la vigilia.

El evangelio dice: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios".121 Es evidente entonces que no fue en el momento del bautismo, al descender el Espíritu Santo en forma de paloma, cuando Cristo alcanzó su condición de Mesías. Es más, desde toda la eternidad la Palabra de Dios se ha encontrado y siempre se encontrará exaltada en su santidad.

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LA CONDICIÓN HUMANA Y LA CONDICIÓN

ESPIRITUAL DE LAS MANIFESTACIONES DIVINAS

Hemos dicho que las Manifestaciones poseen tres planos o condiciones. El primero corresponde a la realidad física, dependiente del cuerpo. El segundo, corresponde a la realidad individual, o sea, el alma racional. El tercero, corresponde a la aparición divina, es decir, las perfecciones divinas, que son causa de la vida de los seres, de la educación de las almas, de la guía del pueblo y de la iluminación del mundo contingente.

La condición física es la condición humana. En cuanto tal, es perecedera, puesto que la componen elementos, y todo lo que está compuesto de elementos necesariamente se halla sujeto a descomposición y abocado a desaparecer.

Pero la realidad individual de las Manifestaciones de Dios constituye una realidad sagrada, razón por la que se halla santificada. En lo que concierne a su naturaleza y cualidad, se distingue por encima de las demás cosas. Es como el sol, que produce luz en virtud de su naturaleza esencial, por lo que no cabe compararlo con la luna; tal como tampoco cabe comparar las partículas que componen el globo solar con las de la luna, que están desprovistas de rayos y precisan de luz ajena. Así pues, mientras que las demás realidades humanas son almas que, al igual que la luna, obtienen su luz del sol, la Santa Realidad es luminosa por Sí misma.

El tercer plano de la Manifestación es la Gracia y Munificiencia Divina, el esplendor de la Belleza Preexistente, y la iluminación de la luz del Todopoderoso Viviente. Las realidades individuales de las Manifestacio-nes Divinas no están separadas de la Gracia de Dios ni del Esplendor Señorial. Del mismo modo, el globo solar no se halla separado de su propia luz. Por tanto, puede decirse que la ascensión de la Santa Manifestación es simplemente el abandono de esta forma elemental. Por ejemplo, si una lámpara iluminase este nicho, y acto seguido la luz dejara de iluminarlo por haber sido destruido éste, no por ello habrían de interrumpirse las dádivas de la lámpara.

En resumen, la Gracia Preexistente de las Santas Manifes-taciones es como la luz, su individualidad se asemeja al globo de cristal, y el cuerpo humano al nicho: si el nicho se destruye, la lámpara continúa ardiendo. Las Manifestacio-nes Divinas son como espejos diferentes, puesto que po-seen su propia individualidad. No obstante, lo que se re-fleja en dichos espejos es un mismo sol. Por lo demás, es evidente que la realidad de Cristo es diferente de la de Moisés.

Verdaderamente, desde el comienzo la Santa Realidad122 es consciente del secreto de la existencia. Y desde la infancia se hacen visibles en Ella signos de su grandeza. Por consiguiente ¿cómo puede ser que, poseyendo todas estas generosidades y perfecciones, no tenga conciencia de ello?

Hemos mencionado que las Santas Manifestaciones tienen tres planos: la condición física, la realidad individual, y el centro de la aparición de la perfección. Lo propio sucede con el sol, con su luz y su calor. Las demás personas poseen asimismo el plano físico y el plano del alma racional (o sea espíritu y mente).123 De ahí que la expresión "Yo estaba dormido, y las brisas divinas soplaron sobre Mí, y desperté" resulte análoga a la expresión de Cristo "la carne está triste, mas el espíritu feliz", o también "estoy afligido" o "estoy tranquilo" o "estoy perturbado". Todo ello se refiere a la condición física, no tiene relación con la realidad individual ni con la manifestación de la Realidad Divina. Siendo así, reflexiona cuántos miles de vicisitudes pueden sucederle al cuerpo del hombre sin que el espíritu se vea afectado por ellas. Puede ocurrir incluso que varios miembros del cuerpo se hallen enteramente lisiados, y que a pesar de ello la esencia de la mente se conserve y sea sempiterna. Un millar de accidentes pueden sucederle a una prenda de vestir, sin que esté en peligro quien la use. Las palabras pronunciadas por Bahá'u'lláh "Yo estaba dormido, y las brisas soplaron sobre Mí, y desperté" se refieren a la carne.

En el mundo de Dios, no hay pasado, ni futuro, ni presente: todos son uno. Así pues, cuando Cristo dijo "en el principio era el Verbo"124 quiere decirse que era, es y será, ya que en el mundo de Dios el tiempo no existe. El tiempo afecta a las criaturas, mas no a Dios. Por ejemplo, en la oración dice "Santificado sea tu nombre"125, lo que quiere decir que tu nombre ha sido, es y será santificado. Mañana, mediodía y noche son característicos de esta tierra; mas para el sol no hay noche, mañana o mediodía.

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EL CONOCIMIENTO DE LAS

MANIFESTACIONES DIVINAS

PREGUNTA: Uno de los poderes que poseen las Manifestaciones Divinas es el conocimiento. ¿Cuáles son sus límites?

RESPUESTA: El conocimiento es de dos clases. El primero es el conocimiento formal, y el segundo es el conocimiento real; es decir, respectivamente, el conocimiento derivado de la percepción y el conocimiento intuitivo.

El conocimiento de las cosas que los hombres universalmente poseen se adquiere mediante un acto de la imaginación o percepción. En otras palabras, la imagen o concepto de un objeto se forma bien a través del poder de la mente, o bien a través de la observación del objeto, cuya forma se reproduce en el espejo del corazón. El círculo de tal conocimiento es muy limitado, debido a que depende del esfuerzo y del estudio.

Pero la segunda clase de conocimiento -el conocimiento real o intuitivo-, es semejante al conocimiento y conciencia que el hombre guarda de sí mismo.

Por ejemplo, la mente y el espíritu del hombre perciben todas las sensaciones físicas y son conscientes de la condición y estado de los miembros y demás partes de su cuerpo. Asimismo, son conscientes de su poder, sentimientos y condición espiritual. Así es el conocimiento real que tiene y percibe el hombre, pues el espíritu envuelve al cuerpo y es conocedor de sus sensaciones y poderes. Este conocimiento no es el resultado de esfuerzo o estudio. Es algo que existe, un don absoluto.

Como las Realidades Santificadas, las Manifestaciones Supremas de Dios, abarcan la esencia y cualidades de las criaturas, trascienden y contienen las realidades existentes y comprenden todas las cosas; su conocimiento -en consecuencia- es conocimiento divino y no adquirido, es decir, una munificencia o gracia sagrada, una revelación divina.

Haremos mención de un ejemplo con el expreso propósito de hacer comprensible este tema. El ser más noble de la tierra es el hombre, quien abarca los reinos animal, vegetal y mineral. Esto es tanto como decir que dichos planos están contenidos en el hombre a tal punto que éste posee todas las condiciones y grados que les son propios, siendo conocedor de sus misterios y de los secretos de su existencia. Esto es simplemente un ejemplo, no una descripción exacta.

En síntesis, las Manifestaciones Supremas de Dios conocen la realidad de los misterios de los seres. Por tanto, establecen leyes que se adecúan y adaptan a la condición del mundo humano, pues la religión es la relación esencial que emana de las realidades de las cosas. Si la Manifestación -es decir, el Santo Legislador- no conociera las realidades de los seres, tampoco estaría en condiciones de comprender la relación esencial que emana de las realidades de las cosas y, ciertamente, no estaría capacitada para establecer una religión acorde con los hechos y ajustada a las condiciones. Los Profetas de Dios, las Manifestaciones Supremas, son cual médicos capaces; el mundo contingente es como el cuerpo del hombre; y las leyes divinas, su remedio y tratamiento. Por consiguiente, el médico debe estar advertido, conocer todos los miembros y partes del cuerpo, así como la constitución y estado del paciente, a fin de poder prescribir una medicina eficaz contra el violento veneno de la enfermedad. En realidad, el médico deduce de la enfermedad misma el tratamiento que mejor conviene al paciente, pues primero diagnostica el mal y luego prescribe el remedio. Mientras el mal no sea descubierto ¿cómo pueden prescribirse remedios ni tratamiento alguno? Según eso, a fin de prescribir una medicina apropiada, es preciso que el médico conozca muy bien la constitución, miembros, órganos y estado del paciente, así como que esté familiarizado con todas las enfermedades y remedios existentes.

De acuerdo con lo dicho, la religión es la relación esencial que emana de la realidad de las cosas. Puesto que las Manifestaciones Supremas de Dios conocen los misterios de los seres, comprenden tal relación esencial, y, gracias a ese conocimiento, establecen la Ley de Dios.

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LOS CICLOS UNIVERSALES

PREGUNTA: ¿Cuál es la verdadera explicación de que en el mundo del ser haya ciclos universales?

RESPUESTA: Cada uno de los cuerpos luminosos de este firmamento ilimitado posee un ciclo de revolución de diferente duración. Cada uno gira en su propia órbita, y así vuelve a comenzar un ciclo nuevo. Por ejemplo, cada trescientos sesenta y cinco días, cinco horas, cuarenta y ocho minutos y fracción, la tierra completa una revolución que da pie a otro ciclo; es decir, el ciclo anterior se repite. De la misma manera, en el universo entero, ya sea en los cielos o entre los hombres, existen ciclos caracterizados por grandes eventos, hechos y acontecimientos importantes. Cuando un ciclo termina, da comienzo otro nuevo. Debido a los grandes acontecimientos que sobrevienen entonces, el ciclo anterior cae en completo olvido, sin que de él quede vestigio ni recuerdo alguno. Como puedes ver, aunque ya hemos probado con argumentos que la vida sobre esta tierra es muy antigua, no poseemos registros de lo que ocurrió hace veinte mil años. Hablamos de una vida que no tiene cien mil años, ni doscientos mil, ni un millón, ni dos millones, sino que es antiquísima, y cuyos testimonios y huellas han quedado completamente borrados.

Cada una de las Manifestaciones Divinas posee igualmente un ciclo durante el cual prevalecen y se cumplen sus leyes y mandamientos. Cuando el ciclo se completa con la aparición de una nueva Manifestación, comienza uno nuevo. De este modo comienzan, terminan y se renuevan los ciclos; así hasta que culmina un ciclo universal en el mundo, que es cuando tienen lugar grandes sucesos e importantes acontecimientos que vienen a borrar todo rastro o registro del pasado. Entonces se inicia un nuevo ciclo universal en el mundo, pues este universo no tiene principio. Ya hemos establecido pruebas y evidencias con respecto a este asunto; no hay necesidad de repetirlas.

En breve, decimos que un ciclo universal del mundo del ser consiste en un largo período de tiempo, caracterizado por la sucesión de innumerables e incalculables siglos y épocas. Durante dicho ciclo suelen aparecer en el reino de lo visible, rodeadas de gran esplendor, las Manifestaciones de Dios; así hasta que una Manifestación Suprema transforma el mundo en el centro de su refulgencia. Su aparición hace que el mundo alcance la madurez. La duración de su ciclo es prolongadísima. Tiempo después, otras Manifestaciones surgirán bajo su sombra, quienes, de acuerdo con las necesidades de la época, habrán de renovar ciertos mandamientos relativos a cuestiones y asuntos materiales; pero siempre permaneciendo bajo su sombra.

Nos hallamos en el ciclo que, comenzando por Adán, tiene en Bahá'u'lláh a su Manifestación Suprema.

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EL PODER Y LA INFLUENCIA DE LAS

MANIFESTACIONES DIVINAS

PREGUNTA: ¿Cuál es el grado de poder y las perfecciones de los Tronos de la Realidad, las Manifestaciones de Dios, y cuál el alcance de su influencia?



RESPUESTA: Fíjate en el mundo del ser, es decir, el mundo de las cosas materiales. El sistema solar es oscuro y tenebroso. Dentro de él el sol constituye el centro de luz; todos los planetas del sistema giran alrededor de su dominio y participan de su munificencia. El sol es fuente de vida e iluminación, y es causante del crecimiento y desarrollo de todos los seres del sistema solar. Pues sin la munificencia del sol ningún ser viviente podría existir; todo quedaría sumido entre tinieblas y sería destruido. Por consiguiente, es evidente y notorio que el sol es el centro de luz y fuente de vida de los seres del sistema solar.

De igual modo, las Santas Manifestaciones de Dios son los centros de luz de la realidad, de la fuente de los misterios y de las efusiones de amor. Las manifestaciones resplandecen en el mundo de los corazones y pensamientos; derraman eternas mercedes sobre los espíritus; otorgan vida espiritual y brillan con la luz de las realidades y significados. La iluminación del mundo del pensamiento proviene de estos centros de luz y fuentes de misterios. Sin la munificencia del esplendor y los preceptos de estos Santos Seres, el mundo de las almas y pensamientos se convertiría en una sombría oscuridad. Sin las enseñanzas irrefutables de esas fuentes de misterios, el mundo humano se convertiría en el apacentadero de los apetitos y atributos animales, la existencia toda carecería de realidad y tampoco existiría la verdadera vida. Por ello dice el evangelio "en el principio era el Verbo," queriendo decir con ello que el Verbo es la causa de toda vida.126

Ahora reflexiona sobre la influencia del sol en los seres terrestres, cuántos signos y resultados se hacen evidentes y manifiestos en virtud de su cercanía o de su lejanía, de sus amaneceres y de sus ocasos: ora es otoño, ora primavera; ora es verano, ora invierno. Y cuando el sol cruza la línea del ecuador, la vivificante primavera se hace manifiesta en todo su esplendor; y cuando el sol se halla en el solsticio de verano, los frutos alcanzan el mayor grado de perfección. Las mieses y las plantas entregan su fruto; los seres de la tierra alcanzan su más completo desarrollo y crecimiento.

De igual modo, cuando la Santa Manifestación de Dios, que es el sol de la creación divina, brilla sobre el mundo de los espíritus, pensamientos y corazones, surge una primavera espiritual dadora de nueva vida, se hace visible el poder de la maravillosa primavera, y se es testigo de una bondad portentosa. Tal como habrás comprobado, durante la aparición de cada Manifestación de Dios se suelen dar avances extraordinarios en los dominios de la mente, el pensamiento y el espíritu. Por ejemplo, medita cuánto desarrollo han alcanzado el mundo de la mente y del pensamiento en la época actual, cuando apenas nos encontramos en los barruntos de ese amanecer. Muy pronto presenciarás las nuevas generosidades y serás testigo del modo como las enseñanzas divinas habrán de iluminar un mundo tenebroso, transformando estas tristes regiones en el paraíso del Edén.

Puesto que explayarnos sobre los signos y munificencias de cada una de las Santas Manifestaciones nos llevaría mucho tiempo, piensa y reflexiona por tí misma y llegarás a la verdad.

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LAS DOS CLASES DE PROFETAS

PREGUNTA: ¿Cuántas clases de profetas hay?

RESPUESTA: El conjunto de los profetas se reparte en dos clases, a saber: los profetas independientes, que cuentan con seguidores; y los profetas no independientes, que son seguidores.

Los profetas independientes son los legisladores y fundadores de un nuevo ciclo. Mediante su aparición, el mundo se viste de nuevo, se echan los cimientos de la religión, y un libro nuevo es revelado. Sin necesidad de intermediario, los profetas independientes reciben la munificencia de la Realidad de Dios; su iluminación es una iluminación esencial. Son como el sol, que irradia luz no de otra estrella sino de su propio ser. Dicha luz es un requisito esencial del sol. Los puntos del amanecer de la mañana de la Unidad son fuentes de munificencia y espejos de la Esencia de la Realidad.

Los otros profetas son seguidores y difusores; no son independientes sino que se asemejan a las ramas. Reciben la munificencia de los profetas independientes y aprovechan la luz de guía de los profetas universales. Son como la luna, que ni es luminosa ni radiante por sí misma, sino que recibe la luz del sol.

Por ejemplo, son Manifestaciones proféticas universales e independientes Abraham, Moisés, Cristo, Mahoma, el Báb y Bahá'u'lláh. Los demás, a saber, los seguidores y difusores, son Salomón, David, Isaías, Jeremías y Ezequiel. Los profetas independientes son fundadores de una nueva religión; hacen de los hombres nuevas criaturas; cambian la moral pública; promueven nuevas costumbres y normas; en fin, renuevan el ciclo y la Ley. Su aparición es como la llegada de la primavera, que atavía a todos los seres de la tierra con una nueva vestidura y les confiere nueva vida.

Con respecto a la segunda clase de Profetas, los seguidores, también éstos promueven la Ley de Dios, hacen conocer la religión de Dios y proclaman su palabra, si bien por sí mismos carecen de toda fuerza o poder que no sean los que reciben de los Profetas independientes.

PREGUNTA: ¿A qué categoría pertenecen Buda y Confucio?

RESPUESTA: Buda también estableció una nueva religión, en tanto que Confucio renovó la moral y las virtudes antiguas. No obstante sus instituciones han sido completamente destruidas. Las creencias y ritos de los budistas y confucianos no han continuado según las enseñanzas originales. El fundador del budismo fue un alma maravillosa. Estableció la Unicidad de Dios; pero más tarde los principios originales de su doctrina desaparecieron, surgieron costumbres y ritos profanos que al irse multiplicando desembocaron finalmente en la adoración de estatuas e imágenes.

Ahora bien, piensa en la frecuencia con que Cristo repitió e insistió en que debía acatarse y obedecerse los diez mandamientos del pentateuco. Entre ellos se encuentra el que dice "No adorarás ninguna imagen o pintura."127 Pues bien, actualmente en algunas de las iglesias cristianas existen muchas pinturas e imágenes. Por tanto resulta claro y evidente que las gentes no mantienen intactos los principios originales de la religión de Dios, sino que gradualmente los van cambiando y alterando hasta reducirlos a la nada. Debido a ello, la manifestación suele ser renovada y la religión restablecida. Si las religiones no cambiasen ni se alterasen, no habría necesidad de renovarlas.

Al comienzo el árbol se hallaba en todo su apogeo, cargado de flores y frutos, luego envejeció, se volvió totalmente estéril, se secó y se marchitó. Por esta razón el Verdadero Jardinero vuelve a plantar un vástago incomparable del mismo género y especie, para que crezca y se desarrolle, día a día, dando frutos admirables y extendiendo una amplia sombra por el jardín divino. Otro tanto sucede con las religiones: con el correr del tiempo ven sus cimientos originales alterados; la verdad de la Religión de Dios desaparece por completo sin que pueda recobrar su espíritu; surgen las herejías; la religión se convierte en un cuerpo sin alma. De ahí que tenga que renovarse.

Por esta misma razón hoy día los budistas y confucianos adoran imágenes y estatuas. No les interesa la Unidad de Dios. Como los griegos de la antigüedad, creen en dioses imaginarios. Al comienzo no fue así; eran otros los principios y otros los preceptos.

Piensa además en el número de principios cristianos que han sido olvidados y en las herejías que han surgido. Por ejemplo, Cristo prohibió la venganza y la transgresión, urgiendo a los hombres a ser benevolentes y misericordiosos ante el agravio y la maldad. Pues bien, pondera ¡cuántas guerras sangrientas se han desatado, y cuánta opresión, crueldad rapacidad y encarnizamiento han tenido lugar entre las mismas naciones cristianas! Muchas de esas guerras ocurrieron a instigación de los papas. De donde se deduce con toda claridad que al correr del tiempo las religiones cambian y mudan completamente. Por eso mismo deben renovarse.

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SOBRE LAS RECRIMINACIONES DIRIGIDAS

POR DIOS A LOS PROFETAS

PREGUNTA: En los Libros Sagrados se encuentran palabras de reproche dirigidas a los Profetas. ¿A quiénes van destinadas?

RESPUESTA: Todos los pasajes de las escrituras que contienen reprensiones, aun cuando en apariencia vayan dirigidos a los profetas, en realidad van dirigidos al pueblo. Ello obedece a una sabiduría que es misericordia absoluta, a saber, que el pueblo no se sienta desalentado ni descorazonado. De ahí que las reprensiones parezcan ir destinadas a los profetas pese a ir destinadas al pueblo.

Por otra parte, un Rey poderoso e independiente representa a su país: lo que él dice es la palabra de todos, y cualquier acuerdo que él realice, es el acuerdo de todos, pues los deseos y aspiraciones de sus súbditos están incluidos en sus propios deseos y aspiraciones. De igual modo, cada Profeta es la expresión de la totalidad del pueblo. De manera que la promesa y la arenga que Dios le dirige están dirigidas a todos. Generalmente, las palabras de reproche y reprimenda, dada su excesiva severidad, resultarían muy dolorosas de ser vertidas crudamente. Tal como se aprecia en la Biblia misma, la Sabiduría Perfecta utiliza formas indirectas de expresión. Por ejemplo, cuando los hijos de Israel se rebelaron diciendo a Moisés "no podemos luchar contra los amalecitas porque son poderosos, fuertes e intrépidos", Dios, acto seguido, reprendió a Moisés y a Aarón, a pesar de que Moisés le era absolutamente obediente y no era rebelde. Ciertamente, un hombre de su talla, mediador de la Munificencia Divina y portador de la Ley, debe obedecer y obedece necesariamente los mandatos de Dios. Estas Almas Santas son como las hojas de un árbol, puestas en movimiento por el soplo del viento y no por su propio deseo, pues que, atraídas por la brisa del amor de Dios, tienen su voluntad rendidamente sometida. Su palabra es la palabra de Dios, su mandato es el mandato de Dios, su prohibición es la prohibición de Dios. Son como el globo de cristal que recibe luz de la lámpara. Aunque la luz parezca emanar del cristal, en realidad su brillantez proviene de la lámpara. Lo mismo sucede con los Profetas de Dios, los centros de la manifestación: su movimiento y reposo dependen de la inspiración divina, no de las pasiones humanas. Si no fuera así ¿cómo podría el Profeta ser digno de confianza, y cómo podría ser Mensajero de Dios y Portador de los mandatos y prohibiciones de Dios? Todos los defectos que son mencionados en los libros Sagrados con referencia a las Manifestaciones, se refieren a cuestiones de esta índole.

¡Alabado sea Dios porque has venido aquí y has conocido a los siervos de Dios! ¿Has percibido algo que no fuera la fragancia del agrado de Dios? Por cierto que no. Con tus propios ojos has visto que, día y noche, los siervos se esfuerzan y se afanan sin otro objeto que el de exaltar la palabra de Dios, educar a los hombres, mejorar a las masas, fomentar el progreso espiritual, promulgar la paz universal, la buena voluntad para con toda la humanidad y la benevolencia hacia todas las naciones. Se sacrifican a sí mismos por el bien de la humanidad, viven ajenos a los dones materiales y se afanan por conferir virtudes al género humano.

Mas volvamos a nuestro tema. Por ejemplo, en la Biblia, en el Libro de Isaías, capítulo 48, versículo 12, se dice: "Óyeme Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo soy el que soy, el primero y el último." Del texto se desprende claramente que el destinatario no es Jacob, o sea Israel, sino el pueblo de Israel. También, el libro de Isaías, capítulo 43, versículo 1, dice: "Ahora, así dice el Señor tu creador, oh Jacob, y el que te formó, oh Israel: mío eres tú."

Además, en Números, capítulo 20, versículo 23, se dice: "Y Yahvéh habló a Moisés y a Aarón en el monte de Hor, en la frontera de la tierra de Edom, diciendo 'Aarón se reunirá con su pueblo, pues no entrará en la tierra que yo di a lo hijos de Israel, por cuanto fuisteis rebeldes a mi mandamiento en las aguas de Meribah'".128 Y en el versículo 13: "Estas son las aguas de Meribah por las que disputaron los hijos de Israel con Yahvéh, y Él se santificó en ellos."

Reflexiona: aunque el pueblo de Israel se rebeló, en apariencia el reproche fue para Moisés y Aarón. Como se dice en el libro del Deuteronomio, capítulo 3, versículo 26: "Pero Yahvéh se había enojado contra Mí por vuestra causa, por lo que no me escuchó; y me dijo Yahvéh: "Basta, no me hables más de este asunto." Ahora bien, este discurso y este reproche, en realidad se refieren a los hijos de Israel, quienes por haberse rebelado contra el mandamiento de Dios permanecieron cautivos durante mucho tiempo en el árido desierto, al otro lado del Jordán, hasta el tiempo de Josué, sean con Él las salutaciones. La arenga y reproche que parecían dirigidos a Moisés y Aarón, en realidad iban dirigidos al pueblo de Israel.

De igual modo, en el Corán se encuentran las siguientes palabras dirigidas a Mahoma: "Por cierto que te hemos predestinado una victoria infalible, para que Dios perdone tus faltas pasadas y futuras."129 Estas palabras, aunque aparentemente se refieran a Mahoma, en realidad tienen por destinatario a toda la gente. Como ya se ha dicho, esta forma de expresarse se utiliza de conformidad con la perfecta sabiduría de Dios a fin de que los corazones no se aflijan, inquieten o perturben.

¡Cuán a menudo los Profetas de Dios y las Supremas Manifestaciones confiesan en sus oraciones sus pecados y faltas! Esto sólo es con el objeto de enseñar a los demás hombres, de alentarlos y urgirlos a la humildad y modestia, e inducirlos a confesar sus pecados y faltas. Porque estas Almas Santas están purificadas de todo pecado y santificadas de toda falta. Así, en el Evangelio se dice que un hombre vino hacia Cristo llamándole "Buen Maestro"; y Cristo le respondió ¿Por que me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios".130 Con ello no quiere decirse -¡Dios lo prohiba!- que Cristo fuese un pecador. La intención de Cristo era enseñar sumisión, humildad, mansedumbre y modestia al hombre a quien se dirigía. Estos Santos Seres son luces, y la luz no se hermana con la oscuridad. Son vida, y la vida y la muerte no se confunden. Son guía, y la guía y el error no pueden estar juntos. Son la esencia de la obediencia, y la obediencia no puede coexistir con la rebeldía.

Para concluir, el tratamiento en forma de reproche que se encuentra en los libros sagrados, aunque aparentemente dirigido a los Profetas -es decir, a las Manifestaciones de Dios-, en realidad está destinado al pueblo. Lo comprobarás con toda claridad cuando examines cuidadosamente las Sagradas Escrituras.

¡Enhorabuena!

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EXPLICACIÓN SOBRE EL VERSÍCULO DEL

KITÁB-I-AQDAS: "NO EXISTE PAR NI SEMEJANTE

PARA QUIEN ES EL MANANTIAL DE LA REVELACIÓN

EN SU MÁS GRANDE INFALIBILIDAD."

El sagrado versículo dice: "No existe par ni semejante a quien es el Manantial de la Revelación131 en su Más Grande Infalibilidad. Él es, en verdad, el exponente de `Dios hace lo que a Él le place' en el reino de la creación. En verdad, el Todopoderoso ha reservado esta posición exclusivamente para Sí mismo, y a nadie le es otorgada parte alguna de esta sublime y altamente exaltada distinción."132

Has de saber que la infalibilidad es de dos clases: la infalibilidad esencial y la infalibilidad adquirida. De igual manera, existe el conocimiento esencial y el conocimiento adquirido; y es así también con los demás nombres y atributos. La infalibilidad esencial es privativa de la Manifestación Suprema, puesto que es su requisito esencial, y como tal requisito esencial no puede ser separado del objeto mismo. Los rayos son la necesidad esencial del sol, por lo que resultan inseparables de él. El conocimiento es una necesidad esencial de Dios e inseparable de Él. El poder es una necesidad esencial de Dios e inseparable de Él. Si fuera posible separarlo, dejaría de ser Dios. Si los rayos pudieran ser separados del sol, este dejaría de ser el sol. Por consiguiente, si imagináramos que la Más Grande Infalibilidad pudiera faltarle a la Manifestación Suprema, ésta carecería de perfecciones esenciales y dejaría de ser la Manifestación Suprema.

En cambio, la infalibilidad adquirida no es una necesidad esencial. Al contrario, la infabilibidad adquirida es un rayo de la munificencia de la infalibilidad que, desde el Sol de la Realidad, brilla sobre los corazones impartiendo a las almas una porción de sí mismo. Aunque estas almas no poseen una infalibilidad esencial, no obstante cuentan con la protección de Dios. En otras palabras, Dios les ampara del error. Y así, muchos santos seres que no fueron puntos de amanecer de la Más Grande Infalibilidad fueron librados del error por gozar de la sombra protectora y guardianía de Dios, llegando a ser los mediadores de la gracia entre Dios y los hombres. Si Dios no los protegiera, el error de éstos arrastraría a los creyentes al pecado socavando así el fundamento de la religión de Dios, lo cual no sería propio ni digno de Dios.

Resumiendo: la infalibilidad esencial pertenece solamente a las Manifestaciones Supremas, en tanto que la infalibilidad adquirida es dispensada a toda alma santa. Por ejemplo, si la Casa Universal de Justicia133 cumple las condiciones necesarias con miembros elegidos de entre todos los pueblos-, disfrutará de la protección y guía infalible de Dios. Si la Casa de Justicia tomase una decisión -por unanimidad o por mayoría- acerca de cualquier materia no mencionada en el Libro, tal decisión y mandato serán preservados del error. Ahora bien, individualmente, los miembros de la Casa de Justicia no gozan de infalibilidad esencial; eso sí el cuerpo de la Casa de Justicia se encuentra bajo la protección y guía infalible de Dios. A esto se le denomina infalibilidad conferida.

En breve, se ha dicho que la "Fuente de Revelación" es la manifestación de estas palabras: "Él hace lo que desea". Esta condición es privativa de ese Santo Ser, y los demás no participan de esta perfección esencial. Es decir, puesto que las Manifestaciones Supremas ciertamente poseen infalibilidad esencial, cuanto proceda de ellas se identifica con la verdad y es conforme a la realidad. Las Manifestaciones Supremas no están bajo la sombra de las leyes del pasado. Cualquier cosa que hagan es lo apropiado. Ningún creyente tiene derecho a la crítica; su condición debe ser de sumisión absoluta ya que la Manifestación aparece con perfecta sabiduría, en otras palabras, cuanto la Manifestación suprema diga o haga es sabiduría absoluta y está de acuerdo con la realidad.

Si alguien no comprendiera el secreto oculto de alguno de sus mandamientos y acciones, no debería oponérsele por cuanto la Manifestación Suprema hace lo que Él desea. Cuán a menudo ha sucedido que ante la conducta de un hombre sabio, excelente e inteligente, los demás, incapaces de comprender la sabiduría, la han criticado, expresando asombro de que un hombre sabio dijera o hiciera tal cosa. Esa clase de oposición se debe a la ignorancia; la sabiduría del sabio está purificada y exenta de todo error. De igual modo, el médico hábil, al tratar al paciente, hace lo que desea, y el paciente no tiene derecho a objetar. Cualquier cosa que el doctor diga o haga es correcta; todos deberían considerarle como la manifestación de las palabras: "Él hace lo que desea, y ordena lo que desea". Seguramente el médico empleará alguna medicina contraria a las ideas de otra gente. Ahora bien, quienes no poseen la ciencia y arte de curar no tienen derecho a oponérsele. ¡No, en el nombre de Dios! Por el contrario, todos deberían ser obedientes y cumplir con lo que diga el médico hábil. Por tanto, éste actúa según su voluntad. Los pacientes no son partícipes de ese derecho. En primer lugar, debe comprobarse la capacidad del médico; hecho lo cual, éste es libre de actuar como desee.

Y así también, cuando el comandante de un ejército es inigualable en la ciencia de la guerra, en lo que diga y ordene él actúa según su deseo. Cuando el capitán de un barco es competente en el arte de la navegación, en lo que dice y ordena, actúa según su deseo. Y como el educador verdadero es el Hombre Perfecto, Él, en lo que diga y ordene, actúa según su deseo.

En resumen, la expresión "Él hace lo que desea" significa que cuando la Manifestación dice algo, emite una orden, o ejecuta una acción, aunque los creyentes no comprendan la razón no deberían oponérsele ni siquiera con el pensamiento, tratando de saber por qué dijo tal cosa o por qué hizo tal otra. Las demás almas que se hallan bajo la sombra de la Manifestación Suprema habrán de ser obedientes a los mandamientos de la Ley de Dios, y no habrán de desviarse de ésta ni tan siquiera por el grosor de un cabello. Deberán conformar sus actos y sus palabras a la Ley de Dios. Si se desviasen se les hará responsables y se les recriminará en presencia de Dios. Ciertamente, no participarán de su porción en "Él hace lo que desea", condición que es privativa de las Manifestaciones supremas.

Así pues, Cristo -que mi espíritu sea sacrificado por Él- fue la Manifestación de las palabras "Él hace lo que desea"; pero los discípulos no participaron de esta condición, pues hallándose a la sombra de Cristo, no podían desviarse de su mandato y voluntad.

IV

EL ORIGEN, LOS PODERES Y

LAS CONDICIONES DEL HOMBRE

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LA MODIFICACIÓN DE LAS ESPECIES

Hemos llegado ahora a la cuestión de la modificación de las especies y el desarrollo orgánico, es decir, a la pregunta de si el hombre desciende o no del animal.

Esta teoría ha ganado tal favor en las mentes de algunos filósofos europeos que ahora resulta muy difícil hacer comprensible su falsedad. El futuro se encargará de ponerlo de manifiesto y los mismos filósofos europeos se darán cuenta de ello, pues, en verdad, se trata de un palpable error. Cuando el hombre contemple a los seres con mirada penetrante, y examine atentamente la condición de las diferentes existencias, y cuando vea el estado, organización y perfección del mundo, se convencerá de que en el plano contingente nada hay más maravilloso que lo que ya existe. Pues todo ser existente, ya sea terrestre o celeste, así como el espacio sin límites y todo cuanto en él existe, ha sido creado y organizado, compuesto, ordenado y perfeccionado tal como tenía que ser. El universo no tiene imperfección; tan es así que si todos los seres se convirtiesen en inteligencia pura y reflexionaran durante una eternidad, les resultaría imposible concebir algo mejor de lo que existe.

Empero, si en el pasado la creación no hubiese estado engalanada con la mayor perfección, la existencia entonces hubiese sido imperfecta y carente de sentido. En tal caso, la creación habría sido incompleta. Este asunto requiere ser considerado con la mayor atención y reflexión.

Valga el ejemplo. Imagínate que el mundo contingente se asemejase, en general, al cuerpo humano. Si esta composición, organización, perfección belleza e integridad que ahora existen en el cuerpo humano fuesen diferentes, éste sería la imperfección absoluta. Ahora bien, si nos imaginamos un tiempo en el que el hombre pertenecía al mundo animal, cuando él no era más que un animal, comprobaríamos que la existencia habría sido imperfecta, es decir, el hombre no habría existido, faltando entonces este componente primordial que es al cuerpo del mundo lo que el cerebro y la mente es al propio hombre. El mundo habría sido imperfectísimo. Por tanto es evidente que si hubiera existido una época en la que el hombre hubiera pertenecido al reino animal, la perfección de la existencia se habría visto aniquilada por cuanto el hombre es el miembro más importante de este mundo. Si el cuerpo careciese de ese miembro primordial, con seguridad sería imperfecto.

Reputamos al hombre como el miembro más importante porque sólo él , entre todas las criaturas, es la suma de la totalidad de las perfecciones existentes. Cuando decimos "hombre" queremos decir el Hombre Perfecto, el individuo más excelente del mundo, aquél que reúne todas las perfecciones visibles y espirituales y es como el sol entre los seres. Imagina a continuación que alguna vez el sol no hubiese existido, que hubiese sido un planeta; con certeza en ese momento las relaciones de la existencia habrían dado vuelco. ¿Cómo puede imaginarse algo así? Para quien escudriñe el mundo de la existencia, lo que hemos expresado es suficiente.

Existe otra prueba aún más sutil. Toda esta infinidad de seres que pueblan el mundo, ya sean hombres, animales, vegetales o minerales, sean lo que fuesen, están ciertamente todos y cada uno compuestos de elementos. Sin lugar a dudas la perfección que se observa en todos los seres es consecuencia de la creación hecha por Dios a partir de los elementos componentes, mediante una adecuada combinación, en cantidades proporcionadas, siguiendo una composición particular y bajo el influjo de otras existencias. Pues todos los seres están enlazados entre sí como los eslabones de una cadena, por lo que la ayuda recíproca, la asistencia e interacción pertenecientes a las propiedades de las cosas son causantes de la existencia así como del desarrollo y crecimiento de los seres creados. Las evidencias y pruebas confirman que todo ser actúa sobre otros seres, ya sea de forma independiente o por asociación. Por último, la perfección de cada ser individual, es decir, la perfección que se observa ahora en el hombre o en otros seres, con respecto a sus átomos, miembros o poderes, es consecuencia de la composición de los elementos, de su proporción y mutua influencia. Cuando todo esto se reúne, entonces existe el hombre.

Como la perfección del hombre se debe enteramente a la composición de los átomos de sus elementos, a su medida, al método de su combinación y a la influencia y acción recíprocas de los diferentes seres, comoquiera que el hombre surgió hace una decena o un centenar de miles de años, partiendo de estos mismos elementos terrenos, en la misma medida y equilibrio, con el mismo método de combinación y composición, y con la misma influencia de los demás seres, luego en ese entonces, existió exactamente el mismo hombre de hoy. Esto es evidente y no vale la pena discutirlo. Si dentro de un millar de millones de años estos elementos de que el hombre está formado son reunidos y dispuestos en la misma proporción, y si los elementos son combinados de acuerdo con el mismo patrón, y si se ven afectados por la misma influencia de otros seres, existirá exactamente el mismo hombre. Por ejemplo, si después de un centenar de miles de años hay aceite, fuego, una mecha, una lámpara y alguien que la encienda, en una palabra, si existe todo cuanto hace falta y hoy existe, exactamente la misma lámpara sería obtenida.

Estos son hechos obvios y concluyentes. En cambio, los argumentos que han empleado los filósofos europeos presentan pruebas dudosas y no concluyentes.

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EL UNIVERSO NO TIENE PRINCIPIO

EL ORIGEN DEL HOMBRE

Has de saber que una de las verdades espirituales más abstrusas es que el mundo de la existencia, es decir, este universo infinito, no tiene principio.

Ya hemos explicado que los mismos nombres y atributos de la Divinidad requieren la existencia de seres. Aunque este tema ya ha sido tratado con detalle, volveremos a hablar de él brevemente.

Has de saber que un educador sin alumnos resulta inconcebible; un monarca sin súbditos sería una imposibilidad; un maestro sin estudiantes no tendría sentido; un creador sin criaturas sería contradictorio; un proveedor sin alguien a quien proveer no se explicaría. Los nombres y atributos divinos requieren la existencia de seres. Si pudiera imaginarse un tiempo cuando los seres no existían, tal imaginación sería la negación misma de la divinidad de Dios. Por otro lado, la inexistencia absoluta no puede devenir existencia. Si los seres no existieran en grado absoluto, la existencia no hubiese llegado a ser. Por tanto, como la Esencia de la Unidad (esto es, la existencia de Dios) es sempiterna y eterna, o sea sin principio ni fin, resulta indudable que este mundo de la existencia, este universo sin límites, no tiene ni principio ni fin. Por supuesto, es posible que alguna de las partes del universo, una de las esferas, por ejemplo, pueda haberse formado, o pueda desintegrarse, pero las demás incontables esferas continuarían existiendo sin que por ello el universo se viera convulsionado o destruido. Por el contrario, la existencia es eterna y perpetua. Así como cada esfera tiene su comienzo, necesariamente tendrá un final, porque todo lo compuesto, ya sea en forma colectiva o individual, debe necesariamente descomponerse. La única diferencia es que algunas cosas se descomponen rápidamente, y otras más lentamente; pero es imposible que un ser compuesto finalmente no se descomponga.

Por lo tanto, es menester conocer qué fueron originalmente cada una de los seres de esta exaltada existencia. No cabe duda de que en el principio el origen era uno: el origen de todos los números es el uno, no el dos. Luego resulta evidente que en el principio hubo una materia única y que esta materia única adquirió una forma determinada en cada elemento. De esta manera, surgieron formas diferenciadas; formas diferenciadas que a medida que se producían iban independizándose. Los elementos se especializaban. Pero este proceso de independización no ocurrió, ni se consolidó, ni llegó a la existencia perfecta sino después de muchísimo tiempo. Los elementos se ordenaron, organizaron y combinaron en una infinidad de formas; o más bien, de la composición y combinación de estos elementos, aparecieron innumerables seres. Esta composición y ordenamiento se convirtió en un orden natural merced a la sabiduría de Dios y a su poder preexistente. Puesto que dicho orden natural se compuso y combinó con una unidad perfecta a tenor de una sabiduría y ley universales, resulta evidente que ese orden es obra de Dios, y no una composición y ordenamiento fortuitos. Por esta razón, de toda composición natural puede surgir un ser a la existencia; no así, en cambio, de una composición accidental. Por ejemplo, si un hombre, por medio de su propia mente e inteligencia, reúne y combina algunos elementos, ningún ser surgirá a la existencia, por cuanto el sistema no es natural. Esta es la respuesta a la pregunta implícita referente a si las existencias se producen por composición y combinación de elementos, dado que no es posible que reuniendo y mezclando esos mismos elementos se pueda crear un ser viviente. Tal suposición no tiene fundamento, pues el origen de esta composición proviene de Dios. Es Dios el que realiza la combinación de acuerdo con el sistema natural; pues de cada composición se genera un ser y se crea una existencia. Ya que el hombre no puede crear, una composición realizada por éste no produce nada.

En resumen, hemos dicho que de la composición y combinación de elementos, de su composición y proporciones así como del influjo que reciban de otros seres, han surgido formas, realidades infinitas e incontables existencias. Sin embargo, es obvio que este globo terrestre o existencia universal no adquirió su forma actual súbitamente, sino que atravesó gradualmente por varias etapas, hasta quedar engalanado con su actual perfección. Las existencias universales se asemejan y pueden ser comparadas con las existencias particulares, pues ambas están sujetas a un sistema natural, a una ley universal, y a una organización divina. Así hallarás que los más pequeños átomos del sistema universal son similares a las más grandes existencias del universo. Es notorio que estas últimas se crean en el seno una fábrica única y poderosa, bajo un mismo orden natural y una misma ley universal. De ahí que unos y otros sean comparables. Por ejemplo, en la matriz de la madre el embrión humano suele crecer y desarrollarse gradualmente, pasando por diferentes estados, hasta que, finalmente, cuando se encuentra en el apogeo de la belleza, logra la madurez haciendo acto de presencia con perfecta apariencia y con la mayor gracia. De igual modo, la semilla de esta flor que observas no era al principio más que un ser humilde e insignificante; pero creció y se desarrolló en el seno de la tierra, apareció en diferentes formas, hasta que dio con esta condición de lozanía y gracia perfectas. De igual manera, es evidente que este globo terrestre, tras haber alcanzado la existencia, creció y se desarrolló en el seno del universo, atravesando una variedad de formas y condiciones, hasta lograr gradualmente su actual perfección, y llegar a engalanarse con incontables seres y aparecer como una organización consumada.

Por consiguiente resulta claro que la materia original, al igual que un embrión, estuvo constituida por elementos combinados y compuestos primordiales. Dicha composición creció y se desarrolló gradualmente durante el transcurso de numerosas edades y ciclos, pasando de un aspecto y condición a otro, hasta aparecer con la perfección, orden, disposición y concierto actuales gracias a la suprema sabiduría de Dios.

Pero retornemos al objeto de nuestro tema, a saber: que el hombre, al comienzo de su existencia en la matriz de la tierra, al igual que el embrión en la matriz de la madre, creció y se desarrolló gradualmente, pasando de una forma a otra, de una condición a otra, hasta manifestarse con la belleza, perfección, fuerza y poder presentes. Seguramente, en un principio el hombre no poseía ese encanto, gracia y elegancia. Sólo de manera gradual llegó a poseer la figura, forma, belleza, gracia y elegancia. No hay duda de que el embrión humano no apareció de una vez con el aspecto actual, ni fue entonces la manifestación de las palabras; "Bendito, por tanto, sea Dios, el más excelente de los Creadores."134 De un modo escalonado atravesó condiciones y estados varios, hasta dar con la forma, belleza, perfección, gracia y encanto de ahora. Queda probado, pues, que el desarrollo del hombre sobre la tierra hasta su estado de perfección actual es comparable al crecimiento y desarrollo del embrión en la matriz de la madre: gradualmente transitó de una condición a otra, de una forma a otra, de un aspecto a otro, pues ello está de acuerdo con los requisitos de la ley divina y de un orden universal.

Es decir, el embrión pasa por diferentes estados y atraviesa numerosos grados hasta que los signos de la razón y la madurez aparecen y hasta alcanzar esta forma actual en la que se hacen manifiestas las palabras: "Alabado sea Dios, el mejor de los Creadores". De igual manera, la existencia del hombre en esta tierra, desde el comienzo hasta que logra el estado, forma y condición presentes, data necesariamente de mucho tiempo atrás y ha atravesado muchos grados antes de llegar a esta condición. Ello no obstante, el hombre constituye desde el comienzo de su existencia una especie diferente. De igual modo, el embrión humano posee al principio una forma extraña en la matriz de la madre; luego el embrión pasa de una forma a otra, de un estado a otro para finalmente manifestarse con la mayor belleza y perfección. Pero aun estando en la matriz de la madre, con esa forma extraña, enteramente diferente de la que será su figura, continúa siendo el embrión de una especie superior y no de un animal. Su rango y esencia no sufren cambio alguno. Ahora bien, admitir que existen vestigios de órganos que actualmente han desaparecido, no constituye prueba de la transitoriedad y falta de singularidad de las especies. A lo sumo, prueba que la forma, figura, órganos humanos han progresado. El hombre fue siempre una especie distinta, hombre no animal. De modo que si el embrión humano pasa en la matriz de la madre de una forma a otra, al punto de que la forma posterior en nada se parece a la anterior ¿es esto acaso una prueba de que la especie haya cambiado, de que al principio fuese un animal y de que sus órganos hayan progresado y se han desarrollado hasta convertirse en el hombre? ¡No, por cierto! ¡Cuán trivial y carente de fundamento es tal pensamiento! La prueba de la singularidad del género humano e independencia de la naturaleza humana resulta evidente y notoria.

48

LA DIFERENCIA ENTRE EL HOMBRE Y EL ANIMAL

Nos hemos referido una o dos veces al tema del espíritu, pero nuestras palabras no han sido recogidas.

Has de saber que las personas pertenecen a dos categorías o grupos. Un grupo niega la existencia del espíritu asegurando que el hombre también es una especie animal. "¿No vemos acaso -dicen- que los animales y el hombre poseen las mismas facultades y sentidos? Estos simples y sencillos elementos que ocupan el espacio forman combinaciones ilimitadas; y de cada una de estas combinaciones surgen los seres respectivos. Entre estos seres se halla uno dotado de espíritu, facultades y sentidos."135 Cuanto más perfecta sea la combinación, tanto más noble será el ser resultante. La combinación de los elementos en el cuerpo del hombre es más perfecta que la de ningún otro ser; se encuentra amalgamada en un equilibrio absoluto. De ahí que se la tome por la más noble y perfecta. "No es -dicen- que el hombre posea un poder y espíritu especiales de los que carezcan los demás animales (de hecho, los animales poseen cuerpos sensibles), sólo que por lo que respecta a ciertas facultades el hombre posee mayor sensibilidad, y por lo que respecta a otras tales como los sentidos externos del oído, vista, tacto y olfato, e incluso algunos poderes internos como la memoria, el animal está mejor dotado que el hombre". "Además -afirman- el animal posee inteligencia y percepción". Todo lo más que admiten es que la inteligencia del hombre es mayor.

Tales son las aseveraciones de los filósofos contemporáneos, tales sus afirmaciones y suposiciones según lo dicta su imaginación. Y así, valiéndose de sólidos argumentos y pruebas, hacen que el hombre descienda del animal, arguyendo que alguna vez el hombre fue un animal, que luego la especie cambió y evolucionó poco a poco, hasta alcanzar su actual condición de ser humano.

Sin embargo, los teólogos aducen: "No, no hay tal. Si bien es cierto que el hombre posee poderes y sentidos externos en común con el animal, no obstante, existe en él un poder extraordinario del que carece el animal. Las ciencias, artes y oficios, invenciones y descubrimientos de las realidades son el resultado de dicho poder espiritual. Es éste un poder que abarca a todas las cosas, comprende sus realidades, descubre todos los misterios ocultos de los seres y, mediante ese conocimiento, los domina. Incluso llega a percibir cosas exteriormente inexistentes como son las realidades intelectuales, que ni son perceptibles a los sentidos ni tienen una existencia exterior debido a su inmaterialidad (a saber la mente, el espíritu, las cualidades, los caracteres, el amor y la miseria humanas, todos los cuales constituyen realidades intelectuales). A mayor abundancia, las ciencias, artes, leyes e incontables invenciones realizadas por el hombre, fueron en un tiempo invisibles, misteriosos y ocultos secretos. Sólo el poder humano que todo lo abarca los ha descubierto y los ha traído del plano de lo invisible al plano de lo visible. Incluso hubo una época cuando las cualidades de este hierro que tú ahora puedes observar -y, a decir verdad, las de todos los minerales- constituían misterios ocultos. El hombre ha descubierto este metal y lo ha elaborado de forma industrial. Sucede lo mismo con todos los minerales: eran misterios ocultos que el hombre descubrió y transformó en objeto de su industria. Sucede lo mismo con todos los demás descubrimientos e innumerables invenciones del hombre.

Donde no cabe negación posible es por lo que respecta a la afirmación de que dichos descubrimientos se derivan de poderes que también poseen los animales. Lo vemos claramente en lo que atañe a los poderes de los sentidos corporales, dominio en que los animales son superiores al hombre. Por ejemplo, la vista de los animales es mucho más aguda que la del hombre; también lo es su sentido del gusto y del olfato. En cuanto a las facultades que los animales y el hombre comparten, el animal a menudo se halla mejor dotado. Por ejemplo, tomemos la facultad de la memoria. Si uno lleva una paloma desde aquí y la suelta en el centro de Asia, regresará a este punto sin haber perdido su rumbo. Así sucede con las demás facultades, oído, vista, olfato, gusto y tacto.

Es indudable entonces que si no existiera en el hombre un poder diferente al de los animales, éstos superarían al hombre en invenciones y conocimientos. Por tanto, queda claro que el hombre posee un don que el animal no posee. El animal percibe las cosas sensibles, pero no percibe las realidades intelectuales. El animal ve cuanto cae dentro de su campo de visión; fuera de ahí no le es posible percibir ni imaginar nada (por ejemplo, no le es posible concebir que la tierra tenga forma de esfera). En cambio, partiendo de cosas conocidas el hombre comprueba y descubre cosas y verdades desconocidas. Por ejemplo, observa la curva del horizonte, y de ello infiere la redondez de la tierra. Así, la Estrella Polar en Akká se halla a 33 grados sobre el horizonte. Cuando una persona viaja al Polo Norte, la Estrella Polar asciende un grado sobre el horizonte por cada grado de distancia que se avanza. Es decir, la altitud de la Estrella Polar será de 34°, 40°, 50°, 60°, 70° y si la persona alcanza el Polo Norte, 90°: habrá alcanzado el cenit, que estará situado exactamente sobre su cabeza. La ascensión de la Estrella Polar es un hecho perceptible. Cuanto más se acerque esa persona al Polo, tanto más ascenderá la Estrella Polar. De estos dos hechos conocidos se desprende otro que es desconocido, a saber, que el horizonte es curvo, lo que implica que el horizonte de cada latitud de la tierra es diferente al horizonte de otra latitud. Al comprobar esto el hombre deduce un hecho no observable: la redondez de la tierra. Para el animal, semejante observación resultaría imposible, como tampoco podría comprender, por la misma razón, que el sol sea el centro y que la tierra gire alrededor de él. No obstante su superioridad en cuanto a los sentidos externos, el animal se encuentra cautivo y amarrado a sus sentidos; todo cuanto rebasa sus sentidos o no domina, le resulta incomprensible. De modo que queda probado y comprobado que en el hombre existe un poder de descubrimiento que lo distingue de los animales. Ese poder es el espíritu humano.

¡Alabado sea Dios! El hombre tiende siempre hacia la exaltación y su aspiración es sublime; siempre anhela alcanzar un mundo mejor que el mundo en que se halla, y ascender a una esfera más elevada que aquella en la que se encuentra. El amor a la exaltación es una de las cualidades del ser humano. Nos asombra el hecho de que ciertos filósofos americanos y europeos se muestren satisfechos por aproximarse cada vez más, retrocediendo con ello, al mundo animal. La existencia ha de tener las miras puestas en la exaltación. Si alguien dijera a alguno de estos filósofos "es usted un animal", seguramente se ofendería sobremanera.

¡Cuán grande es la diferencia entre el reino animal y el reino humano, la elevación del hombre y el envilecimiento del animal, la luz del hombre y la oscuridad del animal, la gloria del hombre y la degradación del animal! Un niño árabe de diez años puede manejar dos o tres centenares de camellos en el desierto y, con su sola voz, hacerlos avanzar o retroceder. Un indio de complexión débil es capaz de controlar a un gigantesco elefante y hacer que éste se convierta en el más obediente servidor. Todas las cosas son dominadas por la mano del hombre. Es más, el hombre dispone de la capacidad de enfrentarse a la naturaleza, en tanto que todas las demás criaturas son sus cautivas; ninguna puede resistir sus dictados. Sólo al hombre le cabe el resistirse. La naturaleza atrae los cuerpos hacia el centro de la tierra; valiéndose de sus propios medios el hombre se aleja de ella y se remonta por el aire. La naturaleza impide al hombre adentrarse por los mares; pues bien, el hombre construye barcos, viaja, y cruza el gran océano. Y así "ad infinitum"; el tema es inagotable. Un ejemplo más. Montando en locomotoras, subiendo montañas y atravesando desiertos, el hombre reúne en un punto las noticias de los sucesos de Oriente y Occidente. Todo esto es contrario a la naturaleza. El mar, con toda su grandiosidad, es incapaz de desviarse ni una pizca de las leyes de la naturaleza; tampoco el sol, con toda su magnificencia, es capaz de desviarse tan siquiera por el espesor de la punta de una aguja, como tampoco podrá jamás comprender las condiciones, estado, cualidades, movimientos y naturaleza del hombre.

¿Cuál es, entonces, el poder omnicomprensivo que se aloja en el diminuto cuerpo del hombre? ¿Cuál ese poder imperante por el que subyuga a todas las cosas?

Queda una cuestión pendiente. Afirman los filósofos contemporáneos: "A pesar de nuestras investigaciones de los secretos del cuerpo humano, nunca hemos logrado localizar el espíritu del hombre ni vemos que exista un poder espiritual. ¿Cómo cabe imaginar un poder que no sea perceptible?" Los teólogos responden: "El espíritu del animal tampoco es perceptible. ¿Cómo probar según eso la existencia del espíritu animal? No hay duda de que por sus efectos se verifica que en el animal se da una facultad que no se halla en la planta: la facultad de los sentidos (vista, oído etc). De ello se infiere la existencia del espíritu animal; e igualmente, en virtud de las pruebas y señales mencionadas, se infiere la existencia del espíritu humano. Dado que en el animal existen características no presentes en la planta, se dice que el poder de sensación es una propiedad del espíritu animal. Asimismo, en el hombre son observables rasgos, facultades y perfecciones ajenas al animal. De ello cabe inferir que existe una facultad en él que el animal sencillamente no posee."

Si deseamos negar todo lo que no es perceptible, entonces deberíamos negar las realidades incuestionablemente existentes. Por ejemplo, aunque su existencia sea indudable, la materia etérea no es perceptible. El poder de atracción no es perceptible, y sin embargo ciertamente existe. ¿En qué nos basamos para afirmarlo? En sus manifestaciones externas. Así, esta luz es la vibración de aquella materia etérea y, de esa vibración, inferimos la existencia del éter.

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EL CRECIMIENTO Y DESARROLLO DE

LA ESPECIE HUMANA

PREGUNTA: ¿Qué puede decirnos con respecto a las teorías sostenidas por algunos filósofos europeos acerca del crecimiento y evolución de los seres?

RESPUESTA: Ya se trató de este asunto días atrás, pero volveremos a hablar de él. En resumidas cuentas, el asunto se reduce a dilucidar la especificidad o no de las especies, es decir, si la especie humana se halla definida como tal especie desde un principio, o si -por el contrario- deriva de los animales.

Ciertos filósofos europeos coinciden en señalar que no sólo es posible que la especie humana crezca y se desarrolle, sino que también cambie y evolucione. Entre otras pruebas que servirían de apoyo a esta teoría están las aportadas por los detenidos estudios y comprobaciones de la ciencia geológica. En efecto, se ha comprobado que la vida vegetal precedió a la vida animal, y que ésta precedió a la del hombre. Reconocen que las especies animal y vegetal han cambiado, como lo prueba el hecho de que en algunos estratos geológicos se hayan descubierto plantas que existieron en el pasado y que ahora no existen, o bien progresaron siendo ahora más fuertes, o cuya forma y aspecto han cambiado; todo lo cual probaría la modificación de las especies. De modo similar, en los estratos terrestres se encuentran algunas especies animales que han sufrido cambios y transformaciones. Uno de esos animales es la serpiente. Hay vestigios de que alguna vez la serpiente poseía patas que con el correr del tiempo fueron desapareciendo. Asimismo, en la columna vertebral del hombre hay indicios confirmatorios de que en el pasado -al igual que otros animales- estuvo dotado de cola. Aunque útil en cierta época, ese miembro habría ido desapareciendo gradualmente a medida que el desarrollo del hombre le iba restando utilidad. Cuando la serpiente buscó refugio bajo el suelo, se convirtió en animal reptante. Al no tener necesidad de patas éstas desaparecieron, si bien nos quedan sus vestigios. La prueba principal de su argumento es ésta: que la presencia de estos vestigios prueba la existencia de miembros que, por no ser necesarios, fueron desapareciendo gradualmente. Dichos vestigios actualmente no cumplen utilidad o propósito alguno.

Por esta razón, mientras los miembros perfectos y necesarios han permanecido, los innecesarios han desaparecido gradualmente como consecuencia de la modificación de las especies, por más que sus vestigios perduren.

La primera respuesta a este argumento se refiere a que el hecho de que el animal haya precedido al hombre no constituye prueba de la evolución, cambio y alteración de las especies, ni de que el hombre proceda del animal. Pues aun cuando la aparición individual de estos diferentes seres es real, es posible que el hombre haya surgido a la existencia después del animal. Así, cuando examinamos el reino vegetal, observamos que los frutos de los diferentes árboles no maduran al mismo tiempo, sino que, por el contrario, algunos maduran antes y otros después. Dicha antelación no constituye prueba de que el fruto más tardío de un árbol fuera producido por el fruto más temprano de otro árbol.

En segundo lugar, cabe que estos débiles vestigios o trazas de miembros tengan una razón de ser superior que la mente aún no conoce. ¡Cuántas cosas existen de las cuales aún no conocemos la razón! Así, la ciencia de la fisiología -es decir, el ciencia de la composición de los miembros- reconoce su ignorancia sobre qué sea la causa de las diferencias de color de los animales, del cabello del hombre, del rojo de los labios, de la variedad de colores de los pájaros, secretos éstos cuya razón yace oculta. Eso sí, se sabe que la pupila del ojo es negra con el objeto de atraer la luz del sol, ya que de ser de otro color, o uniformemente blanca, no atraería la luz del sol. En definitiva, del mismo modo que la razón de cuanto hemos mencionado es desconocida, lo mismo podría decirse respecto de la razón de ser de estos vestigios animales y humanos. Ciertamente, aun cuando desconocida, existe una razón.

En tercer lugar, supongamos que hubo un tiempo cuando ciertos animales, o quizá el mismo hombre, estuvieron dotados de algunos miembros que actualmente han desaparecido. Ello no prueba suficientemente el cambio y evolución de las especies. Desde el comienzo de su período embrionario hasta alcanzar la madurez plena, el hombre presenta gran variedad de apariencias externas. Su aspecto, rasgos y color cambian y discurren de una forma a otra, de un aspecto a otro. No obstante, desde el comienzo del período embrionario, el hombre pertenece a la especie humana, o lo que es lo mismo, se trata de un embrión humano y no de un animal (un hecho que no es evidente al principio pero que se vuelve claro más tarde). Supongamos, a mayor abundancia, que el hombre alguna vez se pareció al animal y que luego cambió y progresó. Admitiendo que fuese verdad, aún así, tal suposición no constituye prueba de la evolución de las especies. Como hemos mencionado anteriormente, se trata simplemente de una evolución o modificación semejante a la sufrida por el embrión humano antes de alcanzar el grado de la razón y perfección. Lo expresaremos más claramente. Supongamos que existió un tiempo en que el hombre caminaba sobre sus manos y pies, o cuando tenía cola. Estas alteraciones son semejantes a las que padece el feto en la matriz de la madre. Si bien es cierto que el feto cambia en todos los aspectos, creciendo y desarrollándose hasta alcanzar una forma perfecta, desde el principio es una especie singular. Observamos también en el reino vegetal que las especies en cuanto tales no cambian no se alteran; lo que sí cambia y evoluciona es su forma, color y tamaño.

Para recapitular: así como el ser humano cuando se halla en la matriz de la madre pasa de una forma a otra, cambia y se desarrolla sin dejar de pertenecer a la especie humana desde el comienzo del período embrionario, del mismo modo el hombre, desde el comienzo de su existencia en el seno del mundo, constituye una especie singular que ha evolucionado gradualmente de una forma a otra. Esa especie es la especie humana. Por consiguiente, el cambio mencionado de apariencia, la evolución de los miembros, el desarrollo y crecimiento -aun cuando admitamos la realidad de cierta evolución-136 no impide que la especie sea original. El hombre, desde el comienzo, existió con esta forma y composición perfectas, poseyó la capacidad y aptitud para la adquisición de las perfecciones materiales y espirituales, y fue la manifestación de las palabras "hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza".137 Cambia solamente el hecho de que se ha vuelto más agradable, más hermoso y encantador. De modo semejante a como el jardinero consigue que los frutos silvestres se tornen más agradables y más dulces y adquieran mayor frescura y delicadeza, la civilización ha sacado al hombre de su estado salvaje.

Los jardineros del mundo de la humanidad son los Profetas de Dios.

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PRUEBAS ESPIRITUALES DEL ORIGEN DEL HOMBRE

Las pruebas que hemos aducido relativas al origen de la especie humana han sido pruebas lógicas. Ahora proporcionaremos pruebas espirituales. Así como hemos demostrado la existencia de la Divinidad mediante argumentos lógicos que asimismo han servido para probar lógicamente que el hombre, desde su origen, ha existido como tal hombre y que su especie ha existido desde toda la eternidad, ahora estableceremos pruebas espirituales de que la existencia humana -o sea, la especie humana-, es una existencia necesaria y que, sin el hombre, las perfecciones de la Divinidad no se harían manifiestas. Son, no obstante, pruebas espirituales, y no pruebas lógicas.

Hemos demostrado que el hombre es el más noble de los seres, la suma de todas las perfecciones, y que todos los seres y todas las existencias son los centros desde los cuales se refleja la gloria de Dios. En otras palabras, los signos de la Divinidad de Dios resultan visibles en las realidades de las cosas y de las criaturas. Así como el globo terrestre es el lugar donde se reflejan los rayos del sol, haciéndose su luz, calor e influencia visibles en todos los átomos de la tierra, del mismo modo los átomos de las existencias de este espacio infinito, proclaman y confirman una de las perfecciones divinas. Nada se halla privado de esta bondad; o bien es un signo de la misericordia de Dios, o bien es un signo de su poder y de su grandeza, de su justicia y de su providencia educadora; o bien es un signo de la generosidad de Dios, de su visión, oído, conocimiento y merced, y así sucesivamente.

Necesariamente de lo dicho se concluye que todo ser es el centro del resplandor de la gloria de Dios, es decir, que las perfecciones de Dios aparecen y resplandecen en él. Es como el sol, que brilla sobre el desierto, el mar, los árboles, frutos y flores, y sobre cuantas cosas hay en la tierra. El mundo, o por mejor decir, cada ser, nos proclama uno de los nombres de Dios. Sin embargo, la realidad del hombre constituye la realidad colectiva, la realidad universal, el centro desde donde resplandece la gloria de todas las perfecciones de Dios. Es decir, por cada nombre, atributo o perfección que afirmamos de Dios, existe un signo en el hombre. De no ser así, el hombre no podría concebir ni entender tales perfecciones. Por eso, decimos que Dios es el vidente, y que el ojo es el signo de su visión; de no existir tal capacidad ¿cómo podríamos imaginarnos la visión de Dios? El ciego de nacimiento no puede concebir lo que es la vista; ni el sordo de nacimiento, el sonido; ni los muertos, la vida. En consecuencia, el señorío de Dios -que es la suma de todas las perfecciones- se refleja en la realidad del hombre. Vale decir, la Esencia de la Unicidad constituye la suma de todas las perfecciones desde donde Dios vierte un reflejo sobre la realidad humana. El Sol de la Verdad resplandece en este espejo, de ahí que el hombre sea el espejo perfecto dirigido hacia el Sol de la Verdad; de ahí que sea el centro de irradiación y que sea el reflejo manifiesto de las perfecciones divinas en la realidad humana; de ahí que él sea el representante y mensajero de Dios. Si el hombre no existiera, el universo no produciría resultado alguno, pues el objeto y fin de la existencia es la aparición de las perfecciones divinas.

Por consiguiente no cabe afirmar que el hombre no haya existido alguna vez. A lo más podemos afirmar que hubo algún tiempo en que la tierra no existió, y que al comienzo de su formación el hombre no había aparecido en ella. Empero, desde el principio que no tiene principio, hasta el fin que no tiene fin, siempre ha habido una Manifestación Perfecta. El Hombre a que hacemos referencia no es cualquier hombre, sino el Hombre Perfecto. Pues lo más noble y la razón de ser del árbol es el fruto. El árbol que no da frutos es inútil. ¡Resulta inconcebible que los mundos del ser, los astros, o esta misma tierra estuvieran alguna vez poblados de asnos, vacas, ratones y gatos, y careciesen de la presencia del hombre! Tal suposición es falsa y carente de sentido. La palabra de Dios es tan clara como el sol. Es ésta una demostración espiritual de la que, al principio, no podemos hacer mención a los materialistas. Primeramente, debemos hablar de las pruebas lógicas y más tarde de las espirituales.

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EL ESPÍRITU Y LA MENTE DEL HOMBRE HAN

EXISTIDO DESDE EL PRINCIPIO

PREGUNTA: ¿Posee el hombre espíritu y mente desde el principio? ¿son éstos consecuencia de su desarrollo gradual? o bien ¿logró poseerlos sólo después de haber llegado a completar su desarrollo?

RESPUESTA: El comienzo de la existencia de la especie humana en la tierra se asemeja a la gestación del hombre en el vientre de la madre. Hasta el momento del parto el embrión crece y se desarrolla gradualmente en la matriz de la madre. Más tarde continúa creciendo y desarrollándose hasta llegar a la edad de la razón y la madurez. Aunque ya en la infancia, la mente y el espíritu dejan ver trazas de su actividad, éstas no logran ser perfectas, más bien son imperfectas. Sólo cuando el hombre alcanza la madurez, la mente y el espíritu se dan a conocer en su mayor perfección.

La gestación del hombre en la matriz del mundo tuvo lugar de modo comparable. Gradualmente la especie humana fue perfeccionándose, creciendo y desarrollándose hasta alcanzar el estado de madurez, momento en que la mente y el espíritu se hicieron visibles con la mayor potencia. Si bien en estado latente, la mente y el espíritu también existieron desde el comienzo de la existencia humana. Más tarde se manifestarían. En la matriz del mundo el embrión también poseyó mente y espíritu, solo que ocultamente, para más tarde hacer acto de presencia. Tal como en la semilla existe el árbol en estado latente y al desarrollarse y crecer aquélla aparece el árbol completo, de modo similar, el crecimiento y desarrollo de todos los seres es gradual. El orden universal divino y el sistema natural son así. La semilla no se convierte en árbol en un instante; el embrión no se convierte en hombre en un instante; el mineral no se convierte en piedra en un instante. Al revés, todos crecen y se desarrollan gradualmente hasta lograr su plenitud.

Todos los seres, ya sean grandes o pequeños, fueron creados perfectos y completos desde el principio; lo que ocurre únicamente es que sus perfecciones se exteriorizan de manera gradual. La ley de Dios es única; la evolución de la existencia es única; el orden divino es único. Por grandes o pequeños que sean, todos los seres están sujetos a una ley y orden únicos. No hay semilla que no encierre desde el principio todas las perfecciones vegetales. Aunque dichas perfecciones no sean visibles, más tarde y paulatinamente hacen acto de presencia: de la semilla brota primero el retoño, y luego las ramas, hojas, flores y frutos. Desde el comienzo de su existencia todas estas cosas están en la semilla, potencialmente, aunque no en forma visible.

De la misma manera, el embrión posee desde el principio todas las perfecciones y facultades (espíritu, mente, vista, olfato, gusto). Cierto que no son visibles, pero llegan a serlo gradualmente.

De modo análogo, la tierra fue creada desde un principio con todos sus elementos, sustancias, minerales, átomos y organismos; solo que aparecieron de forma gradual: primero el mineral, luego la planta, más tarde el animal y, finalmente, el hombre. Aunque sin desarrollar, desde el principio hubo géneros o especies en el globo terrestre; luego éstos irían apareciendo poco a poco. El orden superior de Dios y el sistema natural del Universo abarcan a todos los seres; todos se hallan bajo su autoridad. Cuando observes este sistema universal, podrás apreciar que no hay ser alguno que, al llegar a la existencia, haya alcanzado el límite de la perfección. Antes bien, los seres crecen y se desarrollan gradualmente, y luego alcanzan su madurez.

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EL SURGIMIENTO DEL ESPÍRITU EN EL CUERPO

PREGUNTA: ¿Cuál es la razón de ser de la aparición del espíritu en el cuerpo?

RESPUESTA: La razón de ser de la manifestación del espíritu en el cuerpo es ésta: el espíritu humano es un fideicomiso divino cuyo tránsito y evolución por todas las condiciones de la existencia tiene como fin la adquisición de perfecciones. Así, cuando un hombre viaja metódica y regularmente por una gran variedad de países y regiones, indudablemente ello le permite adquirir perfecciones; verá lugares, escenarios y países, gracias a lo cual se hará cargo de la condición y situación de otras naciones. Así se volverá un conocedor de la geografía, maravillas y artes de los países; se familiarizará con los usos y costumbres de sus pueblos; apreciará la civilización y el progreso de la época; se hará sabedor de la política de los gobiernos, del poder y capacidad de cada país. Otro tanto ocurre cuando el espíritu humano transita a través de las condiciones de la existencia: se transforma en el poseedor de los grados y posiciones. Incluso en la condición del cuerpo seguramente adquirirá perfecciones.

Además de esto, es necesario que los signos de la perfección del espíritu se manifiesten en este mundo, a fin de que el mundo de la creación produzca resultados sin límite, y este cuerpo pueda recibir vida y manifestar las divinas mercedes. Así, por ejemplo, los rayos del sol deben brillar sobre la tierra, y su calor debe hacer desarrollar a los seres terrenales; si los rayos y el calor del sol no resplandecieran, la tierra estaría deshabitada, carecería de objeto, y su desarrollo sería diferido. De igual manera, si las perfecciones del espíritu no aparecieran en este mundo, éste se hallaría en tinieblas y sería absolutamente brutal. Por la manifestación del espíritu en el cuerpo físico, este mundo es iluminado. Así como el espíritu del hombre es la causa de la vida del cuerpo, así también el mundo se halla en la condición del cuerpo, y el hombre en la condición del espíritu. Si el hombre no existiera, las perfecciones del espíritu no se manifestarían, y la luz de la mente no resplandecería en el mundo, que sería como un cuerpo sin alma.

Este mundo también se halla en la condición de un árbol frutal, y el hombre es como el fruto; sin fruto, el árbol sería inútil.

Por otra parte, estos miembros, elementos y composición integrantes del organismo humano, actúan como un imán para el espíritu: es inevitable que el espíritu se manifieste en él. Así, un espejo límpido ciertamente atraerá los rayos del sol, Se iluminará y reflejará maravillosas imágenes. En otras palabras, cuando los elementos existentes se reúnen conforme al orden natural y, con sumo poder se convierten en un imán para el espíritu, el espíritu se hace manifiesto en ellos con todas sus perfecciones.

A tenor de lo dicho no cabe preguntar ¿Cuál es la necesidad de que los rayos del sol desciendan sobre el espejo? A decir verdad, la relación existente entre la realidad de las cosas, ya sean éstas espirituales o materiales, requiere que cuando el espejo esté limpio y dirigido hacia el sol, la luz del sol se haga visible en él. Del mismo modo, cuando los elementos son ordenados y combinados con arreglo a un sistema, organización y manera en extremo gloriosos, el espíritu humano aparece y se manifiesta en ellos. Tal es el decreto del Poderoso, el Sabio.

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LA RELACIÓN ENTRE DIOS Y LA CRIATURA

PREGUNTA: ¿Cuál es la naturaleza de la relación entre Dios y la criatura, es decir, entre el Altísimo e Independiente, y los demás seres?

RESPUESTA: La relación o vínculo entre Dios y las criaturas es parecida a la que se da entre el creador para con la creación; es como la conexión entre el sol y los cuerpos oscuros del los seres contingentes, como el autor y su obra. El sol, en su propia esencia, es independiente de los cuerpos a los que ilumina. Su luz es innata, libre e independiente del globo terrestre. La tierra está bajo la influencia del sol y recibe su luz, mientras que el sol y sus rayos son enteramente independientes de la tierra. Es más, si el sol no existiera, la tierra y todos los seres terrestres no podrían existir.

La dependencia de las criaturas con respecto a Dios es una dependencia de emanación, es decir, las criaturas emanan de Dios, pero no lo manifiestan.138 La relación es de emanación y no de manifestación. La luz del sol emana del sol; no lo manifiesta. La aparición a través de la emanación es como el surgimiento de los rayos provenientes de la luz de los horizontes del mundo. Es decir, la santa esencia del Sol de la Verdad no se divide ni desciende a la condición de las criaturas. De igual modo, el globo solar no se divide ni desciende a la tierra, sino que sus rayos, que son su don, emanan de él e iluminan los cuerpos oscuros.

Pero la aparición por manifestación es la manifestación propia de las ramas, hojas, flores y frutos a partir de la semilla; pues que la semilla, por su propia naturaleza, se convierte en ramas y frutos, o si se quiere, su realidad forma parte de las ramas, hojas y frutos. Esta clase de aparición mediante la manifestación sería para Dios, el Altísimo, mera imperfección, un hecho del todo imposible en la medida en que implicaría que el Preexistente y Absoluto se halla dotado de atributos accidentales. Pues si ello fuera así, la independencia absoluta se convertiría en mera pobreza, y la verdadera existencia se transformaría en la nada, lo cual es imposible.

En consecuencia, todas las criaturas emanan de Dios, o lo que es igual, todas las cosas se realizan por medio de Dios y por su intermedio todos los seres han sido llamados a la existencia. La primera emanación de Dios es esa realidad universal que los filósofos de la antigüedad llamaban "Mente Primordial" y los bahá'ís denominan "Voluntad Primera". Dicha emanación, en lo que concierne a su acción en el mundo de Dios, no está limitada ni por el tiempo ni por el lugar; no tiene principio ni fin (principio y fin, respecto de Dios, son uno). La preexistencia de Dios es una preexistencia esencial y temporal. Por otro lado, la accidentalidad de lo contingente es esencial y no temporal, como ya hemos explicado otro día en esta mesa.139

Aunque la "Mente Primordial" carece de principio, no por ello es copartícipe de la preexistencia de Dios, pues la existencia de la realidad universal, en relación con la existencia de Dios nada es, y no tiene capacidad de llegar a ser socio de Dios ni de ser como Él en cuanto a la preexistencia. De este asunto ya nos hemos ocupado anteriormente.

La existencia de los seres vivientes consiste en composición; su muerte, en descomposición. No obstante, no cabe destrucción o aniquilamiento absoluto de la materia universal y de sus elementos. Más bien su inexistencia consiste en una transformación o reversión. Por ejemplo, cuando el hombre muere, se convierte en polvo; pero no se convierte en la nada absoluta, sino que continúa existiendo en forma de polvo. Mediante su transformación, lo que era una realidad compuesta se descompone accidentalmente. Lo mismo cabe decir de la aniquilación de los demás seres, por cuanto la existencia no se convierte en la inexistencia absoluta, y la existencia absoluta no deviene existencia.

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EL ESPÍRITU HUMANO PROCEDE DE DIOS

PREGUNTA: En la Biblia se dice que Dios insufló el espíritu en el cuerpo del hombre. ¿Qué significa el versículo?

RESPUESTA: Has de saber que la procedencia es de dos clases: la procedencia y aparición por emanación y la procedencia y aparición por manifestación. La procedencia por emanación es como la salida a escena del actor, o el escrito del escritor. Pues bien, el discurso emana del orador, el escrito emana del escritor; y, de la misma manera, el espíritu del hombre emana de Dios. No es que manifieste a Dios, en el sentido de que alguna parte se haya desprendido de la Realidad Divina para entrar en el cuerpo del hombre. Al contrario, tal como el discurso emana del orador, así el espíritu aparece en el cuerpo del hombre.

Pero la procedencia por medio de la manifestación es la manifestación de la realidad de una cosa bajo diferentes formas; verbigracia, la aparición de este árbol a partir de la semilla, o la aparición de la flor a partir de la semilla de la flor, casos ambos en los que es la misma semilla la que aparece en forma de ramas, hojas y flores: esto es lo que se denomina procedencia por manifestación. La relación del espíritu humano con respecto a Dios es una relación de emanación semejante a la que se da entre discurso y orador o entre escrito y escritor. En los dos casos ni la persona del orador se convierte en el discurso, ni el escritor en el escrito. Se trata, pues, de una procedencia por emanación. En efecto, el orador posee una capacidad y poder perfectos, así que el discurso emana de él como la acción emana del actor. El Verdadero Orador, la Esencia de la Unidad, ha permanecido siempre en una condición única, no sujeta a cambios, alteraciones, transformaciones o vicisitudes. Él es el Eterno, el Inmortal. Por tanto, la procedencia de los espíritus humanos respecto de Dios es una procedencia de emanación. Cuando se dice en la Biblia que Dios insufló en el hombre su espíritu, dicho espíritu es semejante al discurso que emana del Verdadero Orador y produce su efecto en la realidad del hombre.

Pero la procedencia a través de manifestación (si por tal lo que se quiere significar la aparición divina y no una división por partes), según hemos dejado dicho, consiste en la procedencia y aparición del Espíritu Santo y la Palabra, la cual procede de Dios. Tal como dice el evangelio de Juan: "En el principio era la Palabra y la Palabra estaba con Dios"140. Por consiguiente, el Espíritu Santo y la Palabra constituyen la aparición de Dios. Espíritu y Palabra se refieren a las perfecciones divinas que aparecieron en la realidad de Cristo, perfecciones éstas que estaban con Dios. De igual modo, el sol manifiesta toda su gloria en el espejo. Pues la Palabra no significa el cuerpo de Cristo, sino las perfecciones divinas manifiestas en Él. Pues Cristo era como un límpido espejo vuelto hacia el Sol de la Realidad. Las perfecciones del Sol de la Realidad, a saber, su luz y calor, resultaban visibles y evidentes en este espejo. Al mirar en él vemos el sol y decimos "es el sol". Por tanto, la palabra y el Espíritu Santo -o sea, las perfecciones divinas- constituyen la aparición divina. Este es el significado del versículo del evangelio que dice: "La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios"141, ya que las perfecciones divinas no son diferentes de la Esencia de la Unicidad. Las perfecciones de Cristo reciben la designación de "la Palabra" por ser las perfecciones de Cristo comparables a la estación o rango de la palabra: mientras que todos los seres se encuentran en la condición de letras, y una letra sola no tiene un significado completo por sí misma, la palabra por el contrario admite un significado completo. En la medida en que la realidad de Cristo consiste en la manifestación de las perfecciones divinas, en esa medida cabe referirse a ella como la palabra. ¿Por qué? Porque Cristo es la suma de los significados más perfectos. Por ello es por lo que se le llama "la Palabra".

Has de saber que la procedencia en Dios de la Palabra y el Espíritu Santo -la procedencia o aparición por manifestación- no debe ser entendida como la fragmentación o multiplicación de la Realidad de la Divinidad, o como su descenso desde las alturas de santidad y pureza. ¡Dios no lo permita! Si se dirigiese un espejo fino y bruñido hacia el sol, la luz y el calor, la forma y la imagen del sol resplandecerían en él tan manifiestamente que si alguien llegase a afirmar "éste es el sol", refiriéndose al sol que brilla y se hace visible en el espejo, diría la verdad. No obstante, el espejo es el espejo, y el sol es el sol. El Sol Único, aun cuando aparezca en numerosos espejos, es único. Dicho estado no tiene morada, no entra, no se mezcla, no desciende; pues entrar, morar, descender, salir y mezclarse, son necesidades y características de los cuerpos, no de los espíritus, no se hable ya de la Realidad pura y santificada de Dios. Dios está exento de todo cuanto no corresponda a su pureza, a su exaltada y sublime santidad.

El Sol de la Realidad, como ya hemos dicho, ha permanecido siempre en una única condición, sin sufrir cambios o alteraciones, transformaciones o vicisitudes. Él es Eterno y Sempiterno. Pero la Santa Realidad de la Palabra de Dios se halla en la condición del espejo puro, refinado y bruñido en donde aparecen calor, luz, imagen y semejanza, esto es, las perfecciones del Sol de la Realidad. Por esta razón Cristo dice en el evangelio: "El Padre está en el Hijo", es decir, el Sol de la Realidad aparece en el espejo.142 ¡Alabado sea Aquel Quien resplandeció sobre esta Santa Realidad, quien es santificado entre todos los seres!

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ALMA, ESPÍRITU Y MENTE

PREGUNTA: ¿Cuál es la diferencia entre mente, espíritu y alma?

RESPUESTA: Ya hemos explicado que el espíritu se halla universalmente dividido en cinco categorías: el espíritu vegetal, el espíritu animal, el espíritu humano, el espíritu de fe y el Espíritu Santo.

El espíritu vegetal es el poder de crecimiento que, gracias al influjo de otras existencias, se despliega dentro de la semilla.

El espíritu animal consiste en el poder de todos los sentidos y se ve posibilitado por la composición y mezcla de elementos; al desintegrarse éstos, el poder también desaparece. Cabe compararlo con la lámpara aquí presente: cuando el aceite, la mecha y el fuego se combinan, la lámpara se enciende; cuando la combinación se deshace, es decir, cuando las partes combinadas se separan unas de otras, la lámpara se extingue.

El espíritu humano, que distingue al hombre del animal, es el alma racional. Las dos expresiones -espíritu humano y alma racional- designan una misma realidad. Dicho espíritu, conocido en la terminología de los filósofos como alma racional, comprende a todos los seres y descubre de acuerdo con su capacidad la realidad de los seres, sus propiedades, peculiaridades y efectos. Sin embargo, de no contar con el auxilio del espíritu de fe, el espíritu humano se muestra incapaz de familiarizarse con los secretos divinos y las realidades celestiales. Es como un espejo que, aunque límpido, pulido y brillante, necesita luz. Y así, mientras no haya un rayo de sol que se pose sobre él, no alcanza a descubrir los secretos celestiales.

En cambio, la mente es el poder del espíritu humano. Si el espíritu es la lámpara, la mente es la luz que brilla en la lámpara. El espíritu es el árbol, y la mente el fruto. La mente es la perfección del espíritu y su cualidad esencial, de modo semejante a como los rayos son un requisito esencial del sol.

Si bien breve, la explicación que acabamos de dar es completa. Reflexiona por tanto sobre ella. Dios mediante, comprenderás los detalles.

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LOS PODERES FÍSICOS Y LOS

PODERES INTELECTUALES

En el hombre existen cinco poderes visibles que son los agentes de la percepción, es decir, por medio de estos cinco poderes el hombre percibe las existencias materiales, a saber: la vista, la cual percibe las formas visibles; el oído, el cual percibe los sonidos audibles; el olfato, el cual percibe los olores; el gusto, el cual percibe los alimentos; y el tacto, presente en todas las partes del cuerpo, que percibe las cosas tangibles. Los cinco poderes mencionados perciben las existencias exteriores.

Además el hombre posee poderes espirituales, como son la imaginación, que concibe las cosas; el pensamiento, que reflexiona acerca de las realidades; la comprensión, que comprende las realidades; la memoria, que retiene lo que el hombre imagina, piensa y comprende. El intermediario entre los cinco poderes exteriores y los poderes interiores es la facultad común a todos ellos, es decir, la facultad que actúa de enlace entre los poderes exteriores e interiores y que comunica a éstos cuanto perciben aquellos. Se la designa "facultad común" porque posibilita la comunicación entre los poderes exteriores e interiores y, por tanto, es común a los dos.

Por ejemplo, uno de los poderes exteriores es la vista. Ella es la que tras ver y percibir esta flor, comunica la percepción resultante al poder interior -la facultad común-, que a su vez la transmite al poder de la imaginación, que, a continuación, concibe y forma la imagen para transmitirla al poder del pensamiento. Después de haber aprehendido y reflexionado sobre tal realidad, el pensamiento la transmite al poder de comprensión, y éste, cuando la ha comprendido, transmite la imagen del objeto percibido a la memoria, que la retiene en su repositorio.

Los poderes exteriores son cinco: vista, oído, gusto, olfato y tacto.

Los poderes interiores también son cinco: la facultad común, y los poderes de la imaginación, pensamiento, comprensión y memoria.

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LAS CAUSAS DE LAS DIFERENCIAS EN LOS

CARACTERES DE LAS PERSONAS

PREGUNTA: ¿Cuántas clases de carácter tiene el hombre, y cuál es la causa de las diferencias y variedades entre los hombres?

RESPUESTA: El hombre posee el carácter innato, el heredado y el adquirido, este último resultado de la educación.

A propósito del carácter innato, hay que tener presente que si bien la creación de Dios es absolutamente buena, ello no impide que las diferencias observadas en las cualidades naturales de la persona provengan de diferencias de grado. Todos los hombres son excelentes; mas unos lo son en mayor grado, y otros en menor grado. Todos los hombres están dotados de inteligencia y capacidades; pero una y otras, como los propios méritos, varían según la persona. De ello no cabe duda.

Por ejemplo, tomemos cierto número de niños de una misma familia, de un mismo entorno y de una misma escuela, educados por un mismo maestro, criados con el mismo alimento, en un mismo clima, con las mismas ropas, e instruidos en las mismas lecciones. Es indudable que entre esos mismos niños algunos se mostrarán diestros en ciencias, otros poseerán una habilidad media, y otros serán torpes. De ahí resulta evidente que en la naturaleza original existen diferencias de grado, y una diversidad de méritos y capacidades. Tales diferencias no entrañan bondad o maldad, sino simplemente diferencias de grado: existe un grado superior, otro intermedio, y otro inferior. Así como existe el hombre, asimismo existen el animal, la planta y el mineral; lo único que cambia son los grados de estas cuatro clases de existencia. Ahora bien, ¡qué diferencia entre el ser del hombre y el del animal! Aún así, los dos son seres. Es obvio, pues, que en el mundo del ser hay diferencias de grado.

Por lo que respecta a las diferencias de rasgos heredados cabe decir que éstas se deben a la fortaleza y debilidad de constitución. Cuando los padres son débiles, los niños son débiles; si son fuertes, los niños son fuertes. De igual manera, la pureza de la sangre tiene gran influencia, pues el germen puro es como la estirpe superior que se da en plantas y animales. Puedes comprobar, por ejemplo, que los niños nacidos de padre y madre débiles y enfermizos, suelen poseer de suyo una constitución enfermiza y nervios débiles, se ven afligidos por dolencias varias, son impacientes inconstantes, irresolutos y precipitados, pues los niños heredan las flaquezas y debilidades de sus padres.

Aparte de lo dicho, existe una bendición especial que suele ser otorgada a algunas familias y a ciertas generaciones. Una bendición especial como la conferida a los descendientes de Abraham, de quien proceden todos los Profetas de los hijos de Israel. Es ésta una bendición que Dios ha dispensado a dicha descendencia: a Moisés por parte de padre y madre; a Cristo, por el linaje de su madre; y también a Mahoma, y al Báb, y a todos los Profetas y Santas Manifestaciones de Israel. También la Bendita Belleza143 desciende de Abraham, quien, además de Ismael e Isaac, tuvo otros hijos que emigraron en aquellos días a las tierras de Persia y Afganistán. La Bendita Belleza es uno de sus descendientes.

Queda claro, por tanto, que el carácter heredado también existe. Tanto es así que si el carácter de los descendientes no sea conforme a su ascendencia, por más que físicamente pertenezcan a dicho linaje, espiritualmente no se les toma por miembros de la familia. Es el caso de Canaán144, a quien no se considera perteneciente a la estirpe de Noé.

Por otro lado, las diferencias de carácter en materia de cultura suelen ser muy considerables, habida cuenta de la gran influencia que la educación llega a ejercer. Por medio de ella los ignorantes se vuelven instruidos, y los cobardes, valientes. Mediante el cultivo la rama torcida se endereza; el fruto ácido y amargo de montañas y bosques se torna deliciosamente dulce; la flor de cinco pétalos se convierte en flor de cien pétalos. Merced a la educación las naciones salvajes se vuelven civilizadas, e incluso los animales se amansan. La educación debe ser tenida en la más alta estima, pues así como las enfermedades en el mundo de los cuerpos son extremadamente contagiosas, así sucede también con las cualidades del espíritu y del corazón, que son extremadamente contagiosas. La educación ejerce una influencia universal, por lo que las diferencias debidas a ella suelen ser muy grandes.

En la creación no existe el mal, todo es bueno. Ciertas cualidades y rasgos naturales innatos de algunas personas que en apariencia son censurables, en realidad no lo son. Por ejemplo, desde el comienzo de su vida al lactar el niño de pecho da muestras de codicia, enojo e irritación. Según eso, podría aducirse que la bondad y la maldad son inherentes a la realidad humana, y que ello es contrario a la bondad absoluta de la naturaleza y de la creación. La respuesta es que la ambición, consistente en desear más y más, es una característica loable siempre que sea ejercida convenientemente. Si un hombre ambiciona adquirir ciencia y conocimiento, llegar a ser compasivo, generoso y justo, sus esfuerzos son dignos de alabanza. Si dirige su enojo y su ira hacia los sangrientos tiranos que se asemejan a las bestias feroces, ese empeño es muy loable. Por el contrario, si no emplea dichas cualidades de manera apropiada, se hace acreedor a la censura.

Es evidente, entonces, que en la creación la maldad no existe en absoluto. Cuando las cualidades naturales del hombre se ejercen ilegítimamente, resultan censurables. Si una persona acaudalada y generosa entrega una suma de dinero a un pobre para sus necesidades, y éste la emplea con fines ilícitos, tal acto merece censura. Sucede lo mismo con respecto a las cualidades naturales del hombre, capital y tesoro de la vida, que al ser empleadas y exhibidas ilegítimamente se tornan censurables. Por consiguiente, se echa de ver que la creación es enteramente buena.

Pondera que la peor de las inclinaciones, el más odioso de los atributos y raíz de todo mal no es otro que la mentira. No cabe imaginar una inclinación peor ni más denigrante; es ella la destructora de todas las perfecciones humanas y la causante de innumerables vicios. No existe peor característica que ésta, que es asiento de toda maldad. No obstante lo expresado, si un médico consuela a un enfermo diciéndole "gracias a Dios, se encuentra mejor, y hay esperanzas de que se recupere", aun cuando tales palabras sean contrarias a la verdad, es posible que aporten consuelo al paciente e induzcan a su mejoría. Ello no es censurable.

El tema ha quedado completamente dilucidado.

¡Enhorabuena!

58

EL GRADO DE CONOCIMIENTO QUE POSEEN EL

HOMBRE Y LAS MANIFESTACIONES DIVINAS

PREGUNTA: ¿Cuál es el grado de comprensión del mundo humano, y cuáles sus límites?

RESPUESTA: Has de saber que la comprensión es variable. El grado más rudimentario de comprensión es el de los animales, esto es, la comprensión natural que denominamos sensación y que surge de los sentidos. En ese respecto hombres y animales son copartícipes. Es más, por lo toca a los sentidos algunos animales están mejor dotados que el hombre. Pero entre los hombres, la comprensión difiere y varía en concordancia con las diferentes condiciones de la persona.

En el primer plano del mundo de la naturaleza se encuentra la comprensión del alma racional. De ella participan todos los hombres, ya sean negligentes o moderados, creyentes o incrédulos. El alma racional y humana es una creación de Dios que abarca y supera a las demás criaturas; y puesto que es más noble y exaltada, comprende a todas las cosas. El poder del alma racional descubre las realidades de los seres, comprende sus particularidades y penetra en los misterios de la existencia. Todas las ciencias, conocimientos, artes, maravillas, instituciones, descubrimientos y empresas proceden de la inteligencia del alma racional. Hubo un tiempo en que todos ellos eran secretos ignorados e impenetrables; el alma racional gradualmente los fue descubriendo, trasladándolos del plano de lo invisible y oculto al dominio de lo visible. En la naturaleza no existe poder de comprensión mayor que éste, capaz en su más elevado vuelo de comprender las realidades, propiedades y efectos de los seres contingentes.

En cambio, la mente universal divina es la munificencia del Poder Preexistente. Esta mente universal es divina, trasciende la naturaleza, abarca las realidades existentes y recibe la luz de los misterios de Dios. Es un poder consciente, no un poder de investigación e indagación. El poder intelectual del mundo de la naturaleza es un poder de investigación mediante cuyas pesquisas llegan a ser descubiertas las realidades y propiedades de los seres. En contraste, el poder celestial e intelectual, al trascender la naturaleza, abarca las cosas, se informa acerca de ellas, las conoce, las entiende, se entera de sus secretos y de las verdades ocultas del Reino. Este poder intelectual y divino es el atributo singular de las Santas Manifestaciones y los Lugares de Amanecer de la estación profética; un rayo de su luz cae sobre los espejos de los corazones de los justos, y una porción y una parte de este poder llega a ellos a través de las Santas Manifestaciones.

Las Santas Manifestaciones poseen tres condiciones, a saber: la condición física; el alma racional; y la manifestación de la perfección y del esplendor señorial. El cuerpo comprende las cosas según su capacidad física, de ahí que en ciertos casos manifieste debilidad, como ocurre cuando se dice por ejemplo: "Dormía Yo inconsciente cuando la brisa de Dios, pasando sobre Mí, Me despertó, y Me ordenó que proclamara la Palabra". O cuando, al ser bautizado en Su trigésimo año, vio Cristo descender el Espíritu Santo sobre sí, en quien hasta entonces no se había hecho manifiesto. Todas estas situaciones se refieren a la condición corporal de las Manifestaciones, ya que su condición celestial abarca todas las cosas, comprende todos los misterios, descubre todos los signos, y ejerce su dominio sobre todos los seres, permaneciendo idéntica tanto antes como después de su misión. Por tal razón Cristo dijo: "Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin"145, esto es, nunca existió, ni nunca existirá cambio o alteración alguna en mí.

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EL CONOCIMIENTO QUE EL HOMBRE

TIENE ACERCA DE DIOS

PREGUNTA: ¿Hasta qué punto puede el entendimiento del hombre comprender a Dios?

RESPUESTA: Este asunto requiere bastante tiempo, y explicarlo así, en la mesa, no es fácil; no obstante, hablaremos de él brevemente.

Sabe que existen dos clases de conocimiento: el conocimiento de la esencia de una cosa, y el conocimiento de sus cualidades. En realidad, la esencia de un ser se conoce por sus cualidades; por lo demás, permanece desconocida y oculta.

Puesto que nuestro conocimiento de las cosas -incluso de las cosas creadas y limitadas- es un conocimiento de las cualidades y no de la esencia ¿cómo es posible comprender la esencia de la Realidad Divina, que es ilimitada? Porque la esencia íntima de algo no puede ser comprendida, tan sólo sus cualidades lo son. Por ejemplo, si bien ignoramos cuál sea la esencia del sol, empero, conocemos de éste cualidades como el calor y la luz. Análogamente, la esencia íntima del hombre no es evidente ni conocida; pero al hombre se le puede llegar a caracterizar y conocer por sus cualidades. De este modo todas las cosas nos son conocidas no por su esencia, sino por sus cualidades. Por más que la mente, al abarcar todas las cosas, adquiera conocimiento sobre las realidades exteriores, éstas no obstante permanecen ignoradas en lo que respecta a su esencia; tan sólo nos son conocidas en lo que respecta a sus cualidades.

¿Cómo es posible, entonces, que el Señor eterno y sempiterno sea conocido en Su esencia, santificado como está de toda comprensión y concepción? Siendo así que las cosas sólo son cognoscibles por sus cualidades y no por su esencia, resulta indudable que la Realidad Divina permanece asimismo desconocida en Su esencia, y que únicamente es conocida en cuanto a los atributos. Además ¿cómo se concibe que la realidad fenoménica aprehenda o abarque a la Realidad Preexistente? Pues la comprensión se obtiene al abarcar -para que haya comprensión debe existir antes abarcamiento-, y solamente la Esencia de la Unidad lo abarca todo sin ser abarcada por nada.

Por otro lado, las diferencias de condición propias del mundo de la existencia impiden la comprensión. Por ejemplo: esta piedra pertenece al reino mineral y por mucho que progrese jamás podrá comprender lo que es el poder del crecimiento. Las plantas y los árboles, por más que avancen, se revelan incapaces de concebir lo que son la vista y los restantes sentidos. Tampoco el animal sabe cuál es la condición del hombre, es decir, sus poderes espirituales. Por tanto, las diferencias de condición constituyen un obstáculo para el conocimiento: el grado inferior no puede comprender al grado superior. Según eso ¿cabe imaginar que la realidad fenoménica alcance a comprender a la Realidad Preexistente? Por consiguiente, conocer a Dios significa conocer y comprender los atributos divinos, no la Realidad de Dios. Dicho conocimiento de los atributos no es algo absoluto, sino que es proporcional a la capacidad y poder del hombre. La filosofía consiste en la comprensión de la realidad de las cosas tal como son, en proporción a la capacidad y poder del hombre. Pues la realidad fenoménica que es el hombre no tiene otra vía para comprender los atributos preexistentes que hacerlo en la medida de su propia capacidad. El misterio de la Divinidad está santificado y purificado por encima de la comprensión de los seres, ya que cuanto se le ofrece a la imaginación humana es sólo lo que el hombre entiende. Las luces humanas no abarcan la Realidad de la Divina Esencia. Todo lo más que una persona es capaz de entender son los atributos de la Divinidad, el esplendor de los cuales aparece y se hace visible en el mundo y dentro de las almas de los hombres.

Puesto que la realidad de las cosas es un reflejo de la Realidad Universal, cuando observamos el mundo y las almas de los hombres, vemos signos, maravillosos, claros y evidentes de las divinas perfecciones. La Realidad de la Divinidad es comparable al sol que desde las gloriosas alturas brilla sobre todos los horizontes. Cada horizonte y cada alma reciben una parte de su refulgencia, pues que de no existir tal luz y tales rayos, los seres tampoco existirían. No hay ser que no reciba y manifieste algún rayo de esta luz. Mas los esplendores de las perfecciones, generosidades y atributos de Dios brillan y resplandecen en y desde la realidad del Hombre Perfecto, esto es, el Único, la Manifestación Suprema de Dios. Los demás seres reciben solamente un rayo; pero la Manifestación Suprema es el espejo donde se tornan diáfanos todos los atributos, perfecciones, signos y maravillas del Sol.

El conocimiento de la Realidad de la Divinidad es imposible e inalcanzable; no así el conocimiento de las Manifestaciones de Dios, que es equivalente el conocimiento de Dios, ya que las generosidades, esplendores y atributos divinos están manifiestos en Ellas. La persona que logra conocer a las Manifestaciones de Dios, alcanza el conocimiento de Dios. Si esa misma persona se muestra negligente en conocer a las Santas Manifestaciones, se verá privada del conocimiento de Dios. Queda entonces confirmado y probado que las Santas Manifestaciones son el centro de la munificencia, los signos y las perfecciones de Dios. ¡Benditos sean quienes reciben la luz de la munificencia divina de los luminosos Puntos de Alborada!

Confiamos en que los Amigos de Dios, como si fueran un fuerza de atracción, adquieran dichas generosidades de la propia fuente, y que se levanten con tal grado de iluminación y evidencien tales signos que ellos mismos se conviertan en prueba palpable del Sol de la Realidad.



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LA INMORTALIDAD DEL ESPÍRITU (I)

Después de haber demostrado que el hombre posee espíritu146, debemos probar su inmortalidad.

Los Libros Sagrados suelen referirse a la inmortalidad del espíritu, fundamento principal de las religiones divinas. Se dice en ellos que las recompensas y los castigos son de dos clases: en primer lugar, los que tienen lugar en esta vida; y en segundo lugar, los del otro mundo. Pero el paraíso y el infierno de la existencia se encuentran en todos los mundos de Dios, tanto en éste como en los mundos espirituales y celestiales. Ganar estas recompensas es ganar la vida eterna. Por eso dijo Cristo: "Obrad de modo tal que alcanzando la vida eterna y naciendo del agua y del espíritu, podáis entrar en el Reino."147

Las recompensas de esta vida son las virtudes y perfecciones que adornan la realidad de la persona. Por ejemplo, siendo la persona oscura, logra ser luminosa; siendo ignorante, tórnase sabia; siendo negligente, llega a ser atenta; estando dormida, se despierta; estando muerta, vuelve a la vida; encontrándose ciega, llega a ver; siendo sorda, llega a oír; siendo mundana, llega a ser celestial; siendo material, se vuelve espiritual. Por medio de estas recompensas, nace espiritualmente, y llega a ser una nueva criatura. Se convierte en la manifestación del versículo del evangelio que dice, refiriéndose a los discípulos que "no han sido engendrados de sangre, de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios."148 Lo que viene a significar: fueron librados de los rasgos animales, propios de la naturaleza humana, para ser investidos con los atributos divinos, que son la munificencia de Dios. Tal es el significado del segundo nacimiento. Para tales personas no hay mayor tormento que el de ser separados de Dios, ni más severo castigo que el de los vicios sensuales, las cualidades sombrías, la vileza de carácter y la entrega a los deseos carnales. Cuando gracias a todas las virtudes se ennoblecen, y merced a la luz de la fe se desembarazan de las tinieblas de vicios semejantes, y mediante el esplendor del sol de la realidad se iluminan, sienten que ésa es la mayor recompensa, y saben que ahí reside el verdadero paraíso. Del mismo modo, tienen por cierto que el castigo espiritual -es decir, el tormento y el castigo de la existencia- consiste en verse sometidos a la naturaleza, estar separados de Dios, ser brutales e ignorantes, caer en la lujuria, ser absorbidos por las debilidades animales, poseer cualidades oscuras tales como la perfidia, la tiranía, la crueldad, el apego a las cosas del mundo, y el estar inmersos en ideas satánicas. Para ellos esos son los mayores castigos y tormentos.

Por otra parte, las recompensas del otro mundo consisten en la vida eterna -claramente mencionada en todos los Libros Sagrados-, las perfecciones divinas, la munificencia eterna y la felicidad perdurable. Las recompensas del otro mundo son las perfecciones y la paz que tras abandonar este plano, cabe alcanzar en los mundos espirituales. Las recompensas de esta vida son las verdaderas perfecciones resplandecientes, alcanzables en este mundo, y causa de la vida eterna, por cuanto constituyen el progreso mismo de la existencia. Sucede aquí como al hombre que del mundo embrionario pasa al estado de madurez en que se hacen realidad las siguientes palabras:

"¡Bendito sea Dios, Creador por excelencia!"149 Las recompensas del otro mundo son la paz, las mercedes espirituales, los diversos dones espirituales del Reino de Dios, el logro de los deseos del alma y del corazón, y la reunión con Dios en el mundo de la eternidad. Del mismo modo, los castigos o tormentos del más allá consisten en la privación de mercedes absolutas y favores divinos especiales; consisten en caer en el plano más ínfimo de la existencia. Quien esté privado de tales favores divinos, si bien continúa viviendo después de la muerte, es considerado un muerto por el pueblo de la verdad.

La prueba lógica de la inmortalidad del espíritu es la siguiente: no puede provenir indicio alguno de algo que no existe. En efecto, es imposible que de la inexistencia absoluta surja señal alguna, ya que las señales son la consecuencia del ser, y la consecuencia depende de la existencia de un principio. Según eso, de un sol inexistente no se irradia luz alguna; de un mar inexistente no surgen olas; de una nube inexistente no cae lluvia; un árbol inexistente no produce frutos; un hombre inexistente no manifiesta ni produce nada. Por tanto, mientras aparezcan señales de existencia, ellas serán una prueba de que el poseedor de la señal existe.

Párate a pensar sobre la existencia del Reino de Cristo. ¿De un rey inexistente, cómo podría manifestarse un reino tan grandioso? ¿Cómo, en un mar inexistente, pueden las olas remontarse tan alto? ¿Cómo, de un jardín inexistente, pueden surgir tan fragantes brisas? Reflexiona, cuando los miembros y elementos de un ser cualquiera -mineral, vegetal o animal- se descomponen, ya no queda de él efecto, ni vestigio, ni influencia algunas. Sólo la realidad humana y el espíritu del hombre, después de la desintegración de los miembros, la dispersión de las partículas y la destrucción de la composición, persiste, se desenvuelve y ejerce su poder.

Este asunto es extremadamente sutil. Sopésalo con cuidado. La prueba que acabamos de aportar es racional, a fin de que los sabios puedan pesarla en la balanza de la razón y de la justicia. Pero si el espíritu humano se regocija, y es atraído hacia el Reino de Dios; si la visión interior se abre, y el oído espiritual se fortalece, y si predominan los sentimientos espirituales, verá entonces la inmortalidad del espíritu tan claramente como ve el sol; y las buenas nuevas y los signos de Dios le rodearán por doquier.

Mañana ofreceremos otras pruebas.

61

LA INMORTALIDAD DEL ESPÍRITU (II)

Ayer nos ocupamos de la inmortalidad del espíritu. Has de saber que el poder y la comprensión del espíritu humano es de dos clases, es decir, percibe y actúa de dos maneras diferentes. Una de ellas es a través de instrumentos y órganos: con los ojos ve; con el oído oye; con la lengua, habla. Tal es la obra del espíritu, y la clase de percepción que la realidad del hombre consigue por medio de los órganos. En otras palabras, el espíritu es el vidente que ve a través de los ojos; el espíritu es el oyente que oye a través del oído; el espíritu es el hablante que habla a través de la lengua.

La otra manifestación de los poderes y de las actividades del espíritu se da sin intermedio de instrumento u órganos. Por ejemplo, en el estado de sueño, se consigue ver sin necesidad de ojos, oír sin oídos, hablar sin lengua, y correr sin pies. En resumen, esta clase de actividades cae fuera del alcance de los instrumentos y órganos. Cuán a menudo sucede que una persona estando dormida tiene un sueño cuyo significado se hace evidente dos años más tarde en circunstancias idénticas. De igual modo, cuántas veces sucede que un problema irresoluble en el estado de vigilia, se ve resuelto en el mundo de los sueños. En el estado de vigilia el ojo alcanza a ver a escasa distancia; pero en sueños quien se halla en el Oriente ve el Occidente. Cuando se está despierto, tan sólo se ve el presente; cuando se está dormido, se ve el futuro. En estado de vigilia, a lo sumo se consigue recorrer una distancia de veinte parasangas150 en una hora; mientras que en el estado de sueño, en un abrir y cerrar de ojos, se atraviesa el Este y el Oeste. Pues el espíritu viaja de dos maneras diferentes: sin medios, o viaje espiritual; y con medios, o viaje material, como sucede con los pájaros, que remontan el vuelo con sus alas.

Al dormir el cuerpo permanece como si estuviera muerto; no ve, no oye, no siente, no tiene conciencia ni percepción. Las facultades del hombre se vuelven inactivas; pero el espíritu vive y subsiste. Es más, sus capacidades se vuelven más penetrantes, vuela más alto, su inteligencia es mayor. Por ello, juzgar que después de la muerte del cuerpo el espíritu perece, es como imaginar que el pájaro cautivo en una jaula tenga que perecer porque la jaula se rompa, aunque el pájaro nada tenga que temer con ello. Nuestro cuerpo es como la jaula, y el espíritu es como el pájaro. Vemos que sin la jaula, el pájaro vuela en el mundo del sueño; por tanto, si la jaula se destruye, el pájaro permanecerá y subsistirá; su sensibilidad se hará aún más intensa, su percepción será mayor y su felicidad aumentará. A decir verdad, es como abandonar el infierno para alcanzar un paraíso de delicias, pues para los pájaros agradecidos no existe paraíso más sublime que la liberación de la jaula. A esa misma razón se debe el que los mártires se apresuren hacia la explanada del sacrificio.

En el estado de vigilia, el ojo humano divisa a lo sumo el equivalente de una hora de distancia151. Los medios corporales marcan un límite al poder del espíritu. Sin embargo, mediante el ojo del intelecto y de la visión interior, logra ver América, es capaz de percibir cuanto allí existe, descubrir su condición y organizar los asuntos. Así pues, si el espíritu fuese idéntico al cuerpo, sería preciso que el poder de la visión interior existiera también en la misma proporción. Por tanto, es evidente que el espíritu se diferencia del cuerpo, que el pájaro se diferencia de la jaula, y que el poder y capacidad de penetración del espíritu son más poderosos cuando operan sin la mediación del cuerpo. No porque un instrumento sea abandonado, deja su dueño de obrar. Por ejemplo, no porque la pluma sea desechada o se rompa, deja el escritor de estar presente en vida; no porque una casa se derrumbe ha de morir su propietario. Éstas son algunas de la pruebas lógicas de la inmortalidad del alma.

Hay, empero, otra prueba: el cuerpo se debilita y se vuelve abotargado, se enferma y recobra la salud; se cansa y descansa. Puede que sufra la amputación de una mano, o de una pierna, o que su capacidad física desaparezca. Puede quedar ciego, sordo o mudo; o sufrir la parálisis de sus miembros. En fin, el cuerpo puede padecer todas las vicisitudes. No obstante, el espíritu se mantiene en su condición original, eterno en sus facultades espirituales, libre de imperfección o mutilación alguna. En cambio, cuando el cuerpo padece el acoso de enfermedades e infortunios, se ve privado de la gracia del espíritu, tal como si de un espejo se tratara que, al romperse o enturbiarse, o al quedar cubierto de polvo, no alcanzara a reflejar los rayos del sol ni a revelar su munificencia.

Ya hemos explicado que el espíritu humano no se aloja en el cuerpo, por cuanto está libre y exento de entrar o salir, fenómenos éstos propios de la condición corporal. La relación del espíritu respecto del cuerpo es como la relación que media entre el sol y el espejo. En breve, el espíritu humano se halla en una única condición. No le enferman las dolencias del cuerpo, ni por tanto recobra la salud; no se enferma, ni se debilita, no se lastima, no se ensombrece, no es liviano, no es pequeño. No le perjudican las indisposiciones del cuerpo. Ningún efecto se hace visible en él, aun cuando el cuerpo se debilite o sufra la amputación de las manos, pie o lengua; o pierda el oído o la vista. Por tanto, es evidente e indudable que el espíritu se diferencia del cuerpo, y que su permanencia es independiente de la del cuerpo. Antes bien, el espíritu, rige sobre el mundo del cuerpo con el mayor de los ascendientes; su poder e influencia, al igual que la munificencia del sol en el espejo, se manifiestan y se tornan visibles. Mas, cuando el espejo se enturbie o se rompa, cesará de reflejar los rayos del sol.

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LAS PERFECCIONES NO TIENEN LÍMITE

Has de saber que los grados o planos de la existencia se circunscriben a la condición de servidumbre, profecía, y señorío divino. No obstante, las perfecciones divinas y contingentes son ilimitadas. Si reflexionas detenidamente, descubrirás que las perfecciones de la existencia -incluso externamente- son ilimitadas, pues no es posible encontrar un ser tan perfecto del que no pueda concebirse otro superior. Por ejemplo, no podrás ver un rubí en el reino mineral, una rosa en el reino vegetal, o un ruiseñor en el reino animal, sin imaginar que puedan existir ejemplares más excelentes. Como las mercedes divinas son infinitas, también infinitas son las perfecciones humanas. Suponiendo que fuera posible alcanzar el límite de la perfección, entonces habría seres cuya realidad existiría con independencia de Dios. Lo contingente adquiriría la condición de lo absoluto y necesario. Mas no es así, todo ser de entre los seres tiene asignado su propio plano de existencia cuyos límites no puede transgredir, es decir, quien se encuentre en el plano de servidumbre, por mucho que avance en la adquisición de perfecciones ilimitadas, nunca alcanzará el plano del señorío divino. Lo propio sucede a las demás existencias. Un mineral, por mucho que progrese en el reino mineral, no podrá adquirir atributos vegetales. En una flor, no importa cuánto progrese en el reino vegetal, tampoco aparecerán jamás el poder de los sentidos. Así, este metal de plata no podrá adquirir oído o vista; sólo podrá perfeccionarse en su propia condición y llegar a ser un metal perfecto, a pesar de lo cual nunca obtendrá la capacidad de crecer y sentir, ni logrará convertirse en un ser animado.

Por ejemplo, Pedro no puede llegar a ser Cristo. Su límite viene marcado por la condición de servidumbre en que se halla y donde le es posible alcanzar perfecciones innumerables, pues toda realidad existente es capaz de progresar. Así como el espíritu del hombre, al desprenderse de esta forma material, posee una vida eterna, ciertamente, toda existencia viviente es capaz de realizar progresos. Por tanto, es permisible rogar por la prosperidad, el perdón, la misericordia, el cuidado y las bendiciones de los difuntos, ya que la existencia es capaz de progresar. Esa es la razón por la cual, en las oraciones de Bahá'u'lláh, se pide el perdón y la remisión de los pecados de los difuntos. Por otra parte, así como la gente en este mundo está necesitada de Dios, también lo estará en el otro mundo. En tanto que Dios es absolutamente independiente, las criaturas siempre precisan de Dios, ya sea en este mundo o en el mundo por venir.

La riqueza del otro mundo es la cercanía a Dios. Por consiguiente, es indudable que a quienes estén próximos a la Corte Divina les será permitido interceder, y que tal intercesión será aprobada por Dios. Pero la intercesión del más allá no es como la intercesión de este mundo, sino que es otra cosa, otra realidad que no puede ser expresada con palabras.

Si a la hora de la muerte un hombre adinerado, hace legado de una parte de su fortuna a beneficio de los pobres y débiles, es posible que en virtud de ese acto reciba el perdón, y que pueda progresar en el Reino del Dios Miseri-cordioso.

Del mismo modo, suele suceder que un padre y una madre padezcan grandes fatigas y dificultades por sus hijos, y que encuentren la muerte cuando éstos llegan a la madurez. Raras veces sucede que un padre y una madre vean en este mundo la recompensa a los desvelos y penas que hubieron de sobrellevar por sus hijos. Por tanto, frente a tales desvelos y penas, cumple a los hijos mostrar caridad y beneficencia, e implorar perdón y misericordia por sus padres. De modo que tú, correspondiendo al amor y bondad que tu padre mostró por ti, debes dar a los pobres por amor a él y, con la mayor sumisión y humildad, implorar el perdón y remisión de los pecados, rogando porque descienda la misericordia suprema.

Por tanto, la condición de los muertos en pecado e incredulidad es susceptible de verse alterada. Los difuntos, en otras palabras, pueden llegar a ser objeto de perdón por la gracia de Dios, y no por su justicia; pues la gracia es dar sin atender a los méritos, mientras que la justicia es dar lo merecido. Así como tenemos poder para rogar por las almas hallándonos en este mundo, del mismo modo tendremos poder en el más allá, que es el Reino de Dios. ¿No son todas las gentes de este vida criaturas de Dios? Pues del mismo modo podrán ellas también realizar progresos en el otro mundo. Así como aquí pueden recibir la luz por medio de sus propias súplicas, allí también pueden pedir perdón y recibir la luz por medio de ruegos y súplicas. Así como las almas de este mundo son capaces de desarrollarse gracias a la ayuda de las súplicas, ruegos y oraciones de los seres santos, del mismo modo será después de la muerte, cuando por medio de sus propias oraciones y súplicas estén en condiciones de realizar progresos, muy especialmente cuando sean beneficiarios de la intercesión de las Santas Manifestaciones.

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LOS PROGRESOS DEL HOMBRE

EN EL OTRO MUNDO

Has de saber que nada de lo que existe permanece en estado de reposo, es decir, todas las cosas están en movimiento. Todo cuanto existe ya crece, o ya decrece; todas las cosas ora vienen de la no existencia a la existencia, ora van de la existencia a la no existencia. Y así, hubo un tiempo en que esta flor de jacinto vino del mundo de la no existencia a la existencia, y ahora marcha de la existencia a la no existencia. Semejante estado de movimiento se considera esencial -esto es, natural-, y resulta inseparable de los seres, ya que es su requisito esencial, tal y como el arder es un requisito esencial del fuego.

Así pues, queda probado que el movimiento es una necesidad de la existencia y que ésta ya se remonta o se aproxima hacia la extinción. Por consiguiente, puesto que el espíritu continúa existiendo después de la muerte, necesariamente ha de progresar o declinar. Sin embargo, nunca se aparta de su propia condición, dentro de la cual continúa progresando. Por ejemplo, la realidad del espíritu de Pedro, por mucho que progrese, no llegará a la condición de la Realidad de Cristo; progresa siempre dentro de su propia esfera. Por otra parte, en el otro mundo cesar de progresar es igual que declinar.

Observa este mineral. Por mucho que evolucione, su progreso tiene lugar con arreglo a su propia condición. No es posible hacer que este cristal posea la facultad de la visión. Sencillamente es imposible. Asimismo, la luna que está en los cielos por mucho que evolucione jamás podrá transformarse en el luminoso sol, pero sí conoce apogeo y perigeo dentro de su esfera. No importa lo mucho que los discípulos progresen, jamás llegarán a ser como Cristo. Es cierto que el carbón tiene la capacidad de convertirse en diamante; pero los dos comparten un mismo plano, y sus componentes son los mismos.

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LA CONDICIÓN DEL HOMBRE Y SU PROGRESO

DESPUÉS DE LA MUERTE

Si observamos con mirada atenta, vemos que el conjunto de los seres se reparte en tres categorías, en correspondencia con los reinos mineral, vegetal o animal. Cada uno de dichos reinos está integrado por especies diferenciadas. El hombre pertenece al género superior, ya que posee perfecciones de todos los géneros, a saber, posee un cuerpo que crece y percibe. Junto con las perfecciones del mineral, vegetal y animal, posee también un don especial que está ausente en los demás seres: las perfecciones intelectuales. Por tanto, el hombre es la más noble de las criaturas.

El hombre se halla en el grado más elevado de la materialidad y en el comienzo de la espiritualidad, es decir, se encuentra donde termina la imperfección y comienza la perfección. Se encuentra en el último peldaño de la oscuridad y en el comienzo de la luz. Por tal razón se ha dicho que la condición humana es el fin de la noche y el comienzo del día, queriendo decir con ello que es la suma de todos los grados de la imperfección y el poseedor de los grados de la perfección. Posee la parte animal, así como la parte angélica. En este sentido, el propósito de un educador debe ser el de instruir a las almas, de manera tal que la parte angélica domine a la parte animal. Si el poder divino del hombre, que es su perfección esencial, domina al poder satánico, que es la imperfección absoluta, la persona llega a ser la más excelsa de las criatura. En cambio, si el poder satánico domina al poder divino, el hombre se transforma en la criatura más ínfima. De ahí que se encuentre donde termina la imperfección y comienza la perfección. En ninguna otra de las especies del mundo de la existencia se observa una disparidad, un contraste, contradicción y oposición tales como las que se dan en la especie humana. Así es como el reflejo de la Luz Divina apareció en un hombre como Cristo ¡Comprueba cuán amado y venerado es Él! Al mismo tiempo encontramos al hombre adorando a una piedra, a un pedazo de tierra, o a un árbol. ¡Qué despreciable se vuelve el hombre cuando hace objeto de su adoración a un ser tan inferior como es una piedra, o un pedazo de barro sin espíritu; o una montaña, o un bosque, o un árbol! ¿Qué ignominia mayor para el hombre que la de adorar existencias inferiores? Del mismo modo, el conocimiento es un atributo del hombre, como lo es la ignorancia; la veracidad es un atributo del hombre, como también lo son la justicia y la injusticia, y así sucesivamente. Resumiendo, todas las perfecciones y virtudes, así como todos los vicios, son atributos del hombre.

Piensa igualmente en las diferencias que hay entre los hombres. Cristo tenía forma humana, y también Caifás. Moisés y el Faraón, Abel y Caín, Bahá'u'lláh y Yahyá,152 todos eran seres humanos.

Al hombre se le considera el representante más eminente de Dios. Él es el Libro de la Creación, pues todos los misterios del ser existen en él. Si se le coloca a la sombra del Verdadero Educador y recibe la educación adecuada, logra ser la esencia de las esencias, la luz de las luces, el espíritu de los espíritus; se convierte en el centro de las revelaciones divinas, en fuente de los atributos espirituales, en el amanecer de las luces celestiales y en el receptáculo de las inspiraciones divinas. En cambio, si se ve privado de esa educación, se convierte en el reflejo de las cualidades satánicas, la suma de los vicios animales, y la fuente de toda condición sombría.

La misión de los Profetas es educar a los hombres, a fin de que este trozo de carbón se convierta en un diamante, y este árbol estéril pueda ser injertado y produzca los frutos más dulces y deliciosos. Cuando el hombre alcanza el estado más noble de humanidad, todavía le es posible desarrollar sus perfecciones, aunque sin salirse de su condición, pues si bien tal estado es limitado, las perfecciones divinas no tienen límite.

Tanto antes como después de desechar esta forma material, el hombre progresa en cuanto a las perfecciones, no así en cuanto a su estado. De este modo los seres hallan su consumación en el hombre perfecto. No existe ningún otro ser más elevado que el hombre perfecto. No obstante, tras alcanzar dicho estado, el hombre es aún capaz de realizar progresos en sus perfecciones, aunque sin salir de su estado, ya que no hay estado más elevado al que el hombre perfecto pueda trasladarse. Sólo le es posible progresar en el estado de la humanidad, dado que las perfecciones humanas son infinitas. Según eso, por muy ilustrada que sea una persona, aún siempre cabe imaginar otra que la supere.

Por tanto, siendo así que las perfecciones de la humanidad son ilimitadas, el hombre también es capaz de continuar perfeccionándose después de dejar este mundo.

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EXPLICACIÓN DE UN VERSÍCULO

DEL KITÁB-I-AQDAS

PREGUNTA: En el Kitáb-i-Aqdas se dice: "...quienquiera esté privado de él, se ha extraviado, aunque sea autor de todo hecho justo". ¿Cuál es el significado de este versículo?

RESPUESTA: Este sagrado versículo quiere decir que el fundamento de la prosperidad y la salvación es el conocimiento de Dios, y que el resultado del conocimiento de Dios son las buenas obras, que son fruto de la fe.

Si el hombre no posee dicho conocimiento, se aparta de Dios como por un velo, y cuando ese alejamiento ocurre, las buenas obras no producen frutos enteramente aceptables. Este versículo no quiere decir que las almas que se han apartado de Dios sean iguales, ya sea que realicen buenas o malas obras. Significa que el conocimiento de Dios es el verdadero fundamento, y que las buenas obras son su consecuencia. Sin embargo, resulta indudable que hay diferencias entre buenos, pecadores y malvados que se hallan separados de Dios como por un velo. Pues quien está apartado de Dios, pero posee buenos principios y buen carácter, merece el perdón de Dios, en tanto que quien es pecador y posee mal carácter y malas cualidades, se halla privado de las generosidades y bendiciones de Dios. He ahí la diferencia.

Por tanto, el sagrado versículo significa que por sí solas las buenas obras, sin el conocimiento de Dios, no pueden ser la causa de la salvación eterna, del éxito y de la prosperidad sempiternos, y de la entrada en el Reino de Dios.

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LA EXISTENCIA DEL ALMA RACIONAL

DESPUÉS DE LA MUERTE DEL CUERPO

PREGUNTA: Después de que el cuerpo es desechado y el espíritu obtiene la liberación ¿de qué manera existe el alma racional? Supongamos que las almas que son asistidas por la gracia del Espíritu Santo alcanzan la verdadera existencia y la vida eterna. Mas ¿qué será de las almas racionales, de los espíritus que están separados como por un velo?153

RESPUESTA: Hay quienes piensan que el cuerpo es la esencia, que existe por sí solo, y que el espíritu es accidental y depende de la esencia del cuerpo. La realidad, por el contrario, es que el alma racional es la esencia, y que el cuerpo depende de ella. Si el accidente -es decir, el cuerpo- es destruido, la esencia o espíritu, subsiste.

En segundo lugar, el alma racional, es decir el espíritu humano, no desciende sobre el cuerpo, esto es no entra en él, pues descenso e ingreso son propiedades físicas de las que el alma racional está exenta. El espíritu nunca ha entrado en este cuerpo, por lo que al desligarse de él, tampoco tendrá necesidad de salir de él, ni precisará de un lugar donde morar. Antes bien, el espíritu se relaciona con el cuerpo como la luz lo hace con este espejo. Cuando el espejo está bruñido y es perfecto, la luz de la lámpara hace acto de presencia; y, cuando se cubre de polvo o se rompe, la luz desaparece.

El alma racional, es decir el espíritu humano, nunca ha entrado en el cuerpo ni ha existido por su mediación. Así que ¿por qué, tras la desintegración de los elementos que componen el cuerpo, habría de necesitar una esencia que le permitiera existir? Por el contrario, el alma racional es esa esencia por medio de la cual existe el cuerpo. La personalidad del alma racional existe desde su origen; no es consecuencia de la mediación del cuerpo. No obstante, el estado y personalidad del alma racional son susceptibles de verse fortalecidos en este mundo, progresando y alcanzando los grados de la perfección, o bien, en su defecto, permaneciendo en el abismo más profundo de la ignorancia sin poder contemplar los signos de Dios.

PREGUNTA: Tras abandonar este mundo mortal ¿con qué medios cuenta el espíritu humano o alma racional para realizar sus progresos?

RESPUESTA: Después de la ruptura de su relación con ese cuerpo hecho de polvo, el progreso del espíritu humano en el mundo divino se produce solamente ya sea por la munificencia y la gracia del Señor, ya sea por la intercesión y las oraciones sinceras de otras almas, ya sea por medio de la caridad y de las buenas obras de importancia realizadas en su nombre.

LA INMORTALIDAD DE LOS NIÑOS

PREGUNTA: ¿Cuál es la condición de los niños que fallecen antes de tener uso de razón, o antes del tiempo señalado para nacer?

RESPUESTA: Esos niños se hallan al amparo del favor de Dios. Puesto que no han cometido pecado alguno, ni han sido manchados con las impurezas del mundo de la naturaleza, se convierten en los centros de la manifestación de la gracia, y hacia ellos se vuelve el Ojo de la Compasión.

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LA VIDA ETERNA Y LA ENTRADA

EN EL REINO DE DIOS

Has preguntado acerca de la vida eterna y la entrada en el Reino. La expresión externa utilizada para referirse al Reino es cielo. Se trata de una metáfora o símil, no de un hecho real. El Reino no es un lugar material, sino que está santificado de tiempo y lugar. Es un mundo espiritual, un mundo divino y el centro de la Soberanía de Dios. Está libre de cuerpos y de todo lo físico, y está purificado y santificado de las imaginaciones del mundo humano. Estar limitado a un lugar es una propiedad de los cuerpos, no de los espíritus. Lugar y tiempo rodean al cuerpo, mas no a la mente o al espíritu. Observa cómo el cuerpo humano se encuentra confinado a un espacio reducido de tan sólo unos pocos palmos. Pero el espíritu y la mente del hombre viajan por todos los países y regiones -e incluso surcan el espacio infinito de los cielos-, abarcan todo cuanto existe, y realizan descubrimientos en las exaltadas esferas y las distancias infinitas. Ello se debe a que el espíritu no está limitado a un lugar concreto. Para el espíritu la tierra y el cielo son una misma realidad donde cabe realizar descubrimientos. En cambio, el cuerpo sí está sujeto a un lugar, y no conoce lo que existe más allá de él.

Pues la vida es de dos clases: la vida del cuerpo y la vida del espíritu. La vida del cuerpo pertenece al orden material, mas la vida del espíritu expresa la existencia del Reino, consistente en recibir el Espíritu de Dios y ser vivificado por el hálito del Espíritu Santo. Si bien la vida material tiene existencia, para los seres santos es pura inexistencia y muerte absoluta. Así pues, el hombre existe, como también la piedra, mas ¡cuán grande es la diferencia entre el ser del hombre y el de la piedra! Si bien ésta existe, comparada con la existencia del hombre, no existe.

El designio de la vida eterna es la dádiva del Espíritu Santo, como la flor que recibe la dádiva de la estación, del aire y de las brisas primaverales. Observa: en su comienzo, la vida de esta flor era como la del mineral; pero, por medio de la llegada de la primavera, de la generosidad de la nubes primaverales y del calor del sol resplandeciente, alcanzó otra vida, una vida dotada de la mayor frescura, delicadeza y fragancia. La primera vida de la flor, en comparación con la segunda, es muerte.

El significado de lo dicho es que la vida del Reino es la vida del espíritu, la vida eterna, y que ella está exenta de lugar, como el espíritu del hombre, el cual no ocupa lugar. Pues, si examinas el cuerpo humano, no encontrarás ningún lugar o habitáculo especial del espíritu, ya que éste, por ser inmaterial, nunca ha conocido lugar. Se relaciona con el cuerpo, como el sol lo hace con este espejo. El sol no está en el espejo, pero presenta una relación con el espejo.

De igual modo el mundo del Reino está santificado de todo cuanto el ojo o los otros sentidos, el oído, el olfato, el gusto o el tacto, puedan percibir. La mente que está dentro del hombre, cuya existencia es reconocida ¿dónde se encuentra? Si examinas el cuerpo con el ojo, el oído, o los otros sentidos, no la encontrarás; sin embargo, existe. Por tanto, la mente no ocupa lugar, pero está relacionada con el cerebro. También es así el Reino. De la misma manera, el amor no ocupa lugar, mas está relacionado con el corazón. Así también el Reino no ocupa lugar, pero se relaciona con el hombre.

La entrada en el Reino se produce mediante el amor a Dios, el desprendimiento, la santidad y la castidad, mediante la veracidad, la pureza, la constancia, la fidelidad y el sacrificio de la propia vida.

Estas explicaciones vienen a demostrar que el hombre es inmortal y que vive eternamente. Para quienes aman a Dios, creen y tienen fe en Él, la vida es excelente, es decir es eterna; pero para las almas apartadas de Dios como por un velo la vida es oscura, y poco menos que inexistente si se la compara con la de los creyentes.

Por ejemplo, el ojo y la uña poseen vida; pero la vida de la uña en comparación con la del ojo es igual a la inexistencia. Tanto esta piedra como este hombre existen; pero la piedra, en relación con la existencia del hombre, equivale a la inexistencia, pues carece de vida. Cuando el hombre muere y perece su cuerpo, se vuelve como la piedra y la tierra. Por tanto, es evidente que si bien el mineral existe, carece de existencia en comparación con el hombre.

Del mismo modo, las almas separadas de Dios como por un velo, si bien existen en este mundo y en el mundo venidero, en comparación con la sagrada existencia de los hijos del Reino de Dios, se hallan apartadas de Dios y son como si no existieran.

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EL DESTINO

PREGUNTA: La predestinación de que se hace mención en los Libros Sagrados, ¿responde a un designio irrevocable? y en ese supuesto, ¿no es inútil el esfuerzo por eludirla?

RESPUESTA: El destino es de dos clases: el irrevocable y el condicional o dependiente. El destino irrevocable es el que no puede modificarse o alterarse; el condicional es el que puede ocurrir o no ocurrir. Por ejemplo, el destino irrevocable de esta lámpara es que el aceite arda hasta consumirse. Por tanto, la extinción de la lámpara responde a un decreto imposible de alterar o cambiar, ya que se trata de un destino irrevocable. De la misma manera, en el cuerpo del hombre existe un poder vital cuya extinción comporta necesariamente la destrucción del cuerpo. Cuando el aceite de esta lámpara se consuma y agote, la lámpara indudablemente se habrá extinguido.

En cambio, el destino condicional es comparable a la situación que se da cuando la lámpara, quedando todavía aceite, se apaga por efecto de una ráfaga de viento. Este es un destino condicional. Lo sabio es evitarlo, protegerse de él, ser precavido y prudente. Sin embargo, el destino irrevocable es como la extinción del aceite de la lámpara: no puede ser alterado, cambiado ni detenido; sino que debe suceder. Lo inevitable es que la lámpara se extinga.

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LA INFLUENCIA DE LAS ESTRELLAS

PREGUNTA: ¿Ejercen o no las estrellas del firmamento alguna influencia sobre el alma humana?

RESPUESTA: Algunas de las estrellas del firmamento ejercen sobre la tierra y los seres terrestres una influencia física tan manifiesta y evidente que no precisa de mayores explicaciones. Piensa que el sol, mediante la ayuda y providencia divinas, hace desarrollar la tierra y todos los seres terrestres, al punto de que sin su luz y calor no existirían en absoluto.

Con respecto a la influencia espiritual de las estrellas sobre el mundo humano, por extraña que pudiera parecerte, no debería sorprenderte tanto si reflexionas detenidamente sobre el asunto. Sin embargo, no pretendo dar a entender con ello que los dictados de los astrólogos de otrora, basados en los movimientos de las estrellas, se hayan correspondido con los acontecimientos reales; puesto que dichos dictados eran fruto de imaginaciones provenientes de los sacerdotes egipcios, asirios y caldeos, así como de la fantasía de los hindúes, de los mitos griegos y romanos, y de otros adoradores de estrellas. Me refiero a que este universo sin límites es como el cuerpo humano, cuyos miembros están todos muy firmemente unidos entre sí. ¡Cuán grande la medida en que los órganos, los miembros y las partes del cuerpo humano se hallan entrelazados solidariamente, y hasta qué punto se influencian entre sí! Lo propio sucede con las partes de este universo infinito, que cuentan con miembros y elementos entreverados a tal punto que ejercen un influjo mutuo tanto espiritual como material.

Por ejemplo, el ojo ve, y todo el cuerpo se ve afectado; el oído oye, y todos los miembros del cuerpo se ponen en movimiento. De ello no hay duda. Y el universo es como una persona viviente. Además, las relaciones que se dan entre los miembros de los seres deben, necesariamente, tener un efecto y dejar una impresión, ya sea material o espiritual.

Para quienes nieguen la influencia espiritual sobre las cosas materiales, haremos breve mención del siguiente ejemplo. Los sonidos y tonos maravillosos, las melodías y voces encantadoras son accidentes que afectan al aire, pues sonido es el término para referirse a las vibraciones del aire. Mediante esas vibraciones los nervios del tímpano del oído se ven afectados, produciéndose así la audición. Ahora bien, párate a pensar sobre el hecho de que un accidente sin importancia como es la vibración del aire, atrae y arroba al espíritu del hombre, y produce un gran efecto sobre su persona; le hace llorar o reír; y hasta quizá lo incite a correr algún peligro. Observa, por tanto, la relación que existe entre el espíritu del hombre y la vibración atmosférica, que lleva a que el movimiento del aire se convierta en la causa de que él se transporte de un estado a otro, y que lo abrume por completo; es capaz de privarle de la paciencia y la tranquilidad. Reflexiona cuán extraño es que, sin que haya salido nada del cantante que entre en el oyente, se produzca no obstante un gran efecto espiritual sobre éste. De ahí se deduce que una relación tan importante entre los seres debe ejercer con seguridad un efecto e influencia espirituales.

Ya ha sido mencionado que los órganos y miembros del hombre se afectan e influyen mutuamente. Por ejemplo, el ojo ve, y el corazón es afectado. El oído oye, y el espíritu lo acusa. Estando el corazón tranquilo, los pensamientos se vuelven serenos, y en todos los miembros del cuerpo humano se produce un estado placentero. ¡Qué unión y qué concordia son éstas! Siendo así que esta unión, este efecto espiritual y esta influencia existen entre los miembros del cuerpo humano -que es tan sólo uno de entre los muchos seres finitos-, sin duda ha de haber un lazo espiritual y material entre tales seres universales e infinitos. Aun cuando con las reglas vigentes y la ciencia actual no cabe descubrirlos, no obstante, su existencia en todos los seres resulta cierta e indudable.

Concluyendo, los seres, ya sean grandes o pequeños, se afectan, se influencian y se encuentran relacionados entre sí por la perfecta sabiduría de Dios. De no ser así, existiría desorden e imperfección en el orden del universo así como en la disposición general de la existencia. Empero, debido a que los seres se hallan firmemente unidos entre sí, permanecen en orden en su lugar y son perfectos.

Este asunto es digno de ser investigado.

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EL LIBRE ALBEDRÍO

PREGUNTA: ¿Es el hombre un agente libre en todos sus actos, o se halla compelido y sojuzgado?

RESPUESTA: Este asunto es uno de los problemas espirituales más importantes y abstrusos. Si Dios quiere, otro día, antes de la cena, intentaremos una explicación pormenorizada. Ahora lo trataremos en pocas palabras, como sigue.

Algunas cosas dependen del libre albedrío del hombre, tales como la justicia, la equidad, la tiranía y la injusticia, en otras palabras, las buenas y malas obras. Es evidente y obvio que estas obras dependen en su mayor parte de la voluntad humana. Pero existen ciertas cosas a las cuales el hombre está obligado y compelido, tales como el sueño, la muerte, las enfermedades, el declinar de sus fuerzas, los quebrantos e infortunios, esto es, realidades no sometidas a la voluntad del hombre, de las que el hombre no es responsable y que no obstante está obligado a soportar. Mas en lo que se refiere a elegir entre obrar el mal y el bien, el hombre es libre de obrar de acuerdo con su propia voluntad.

Por ejemplo, si así lo desea puede destinar su tiempo a la alabanza de Dios, o bien ocuparse en otros pensamientos; puede tornarse en un bienhechor amante del mundo, en una luz incandescente encendida por el fuego del amor a Dios, o bien odiar al género humano y dejarse absorber por las cosas materiales. Puede ser justo o cruel. Semejantes actos y obras están sujetos a la voluntad del hombre mismo y de ahí su responsabilidad ante ellos.

Surge ahora otra consideración. Puesto que la fuerza y el poder pertenecen especialmente a Dios, el hombre se halla absolutamente desvalido y dependiente. Tanto la exaltación como la humillación dependen del beneplácito y aquiescencia del Altísimo.

Se dice en el Nuevo Testamento que Dios es como un alfarero que hizo "un vaso para la honra y otro vaso para la deshonra."154 Ahora bien, el vaso para la deshonra no tiene derecho de poner reparos al alfarero, diciéndole: "¿Por qué no has hecho de mí una copa preciosa para que pase de mano en mano?" El significado del versículo es que las condiciones de los seres son diferentes. Lo que ocupa el escalón más bajo de la existencia, como el mineral, no tiene derecho de quejarse, diciendo: "Oh Dios. ¿por qué no me has concedido las perfecciones de la planta?" De igual modo, la planta no tiene derecho de lamentarse porque haya sido privada de las perfecciones del mundo animal. Tampoco es propio que el animal se queje por carecer de las perfecciones humanas. No, todos estos seres son perfectos en su propio orden, y deben esforzarse por adquirir las perfecciones de su rango. Los seres inferiores, como ya hemos dicho, no tienen derecho ni están en condiciones de poseer las perfecciones superiores, sino que sus progresos deben llevarse a cabo dentro de su propia esfera.

Además, la inacción o el movimiento del hombre dependen de la asistencia de Dios. Sin asistencia, no está capacitado para hacer el bien o el mal. Pero cuando la ayuda de la existencia le llega del Generoso Señor, está capacitado para hacer tanto el bien como el mal. Mas si la ayuda le es interrumpida, se ve imposibilitado del todo. Esta es la razón de que los Libros Sagrados hablen de la ayuda y asistencia de Dios. Es como la situación de un barco movido por la fuerza del viento o del vapor; si la fuerza cesa, el barco no es capaz de moverse. El timón del barco lo hace girar hacia un lado o hacia el otro. La fuerza del vapor lo mueve hacia la dirección deseada; si se dirige al Este, va hacia el Este; si se dirige al Oeste, va hacia el Oeste. No obstante, el movimiento no proviene del barco, sino del viento o del vapor.

De modo similar, en toda acción o inacción el hombre recibe poder de Dios; no obstante, la elección del bien o del mal corresponde al hombre mismo. De modo que si un rey designase a alguien como gobernante de una ciudad, confiriéndole autoridad y mostrándole los caminos de la justicia y de la injusticia según las leyes, y si luego este gobernante cometiera injusticia, aunque estuviera actuando por la autoridad y el poder del rey, este último quedaría absuelto del cargo de injusticia. Pero aunque actuase con justicia, también lo haría por la autoridad del rey, quien en tal caso estaría complacido y satisfecho.

Es decir, elegir entre el bien y el mal corresponde al hombre, en todo momento él depende de la ayuda sustentadora de vida procedente del Omnipotente. El Reino de Dios es muy vasto; todos estamos cautivos en el puño de su Poder. El siervo no puede hacer nada por su propia voluntad; Dios es el Poderoso, el Omnipotente, y el que ayuda a todos los seres.

El tema ha quedado dilucidado. ¡Enhorabuena!

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LAS VISIONES Y LA COMUNICACIÓN

CON LOS ESPÍRITUS

PREGUNTA: Algunas personas creen que han realizado descubrimientos espirituales, es decir, que han conversado con los espíritus. ¿Qué clase de comunión es ésta?

RESPUESTA: Los descubrimientos espirituales son de dos clases: una clase es producto de la imaginación, y son pocos los que la afirman. La otra clase es real y guarda semejanza con la inspiración; es el caso de revelaciones auténticas como las inspiradas en sus visiones a Isaías, Jeremías y Juan.

Observa que el poder del pensamiento humano es de dos clases. La primera, la verdadera, se produce cuando el pensamiento coincide con una determinada verdad o realidad, en cuyo caso las concepciones hallan su realización en el mundo exterior. Las opiniones acertadas, las teorías correctas, los descubrimientos y las invenciones científicas pertenecen a esta categoría.

La otra clase de concepciones se compone de pensamientos vanos e ideas carentes de realidad, inútiles y estériles. Surgen como las olas del mar de las imaginaciones y se desvanecen como sueños inútiles.

De igual modo, existen dos categorías de descubrimientos espirituales. La primera está constituida por las revelaciones de los Profetas y los descubrimientos espirituales de los elegidos. Las visiones de los Profetas no son sueños, sino descubrimientos espirituales dotados de realidad. Cuando por ejemplo, dicen "vi una persona, que presentaba tal aspecto, a la que dije tal cosa, y me respondió tal otra", esa visión existe en el mundo de la vigilia y no en el del sueño. Se trata de un descubrimiento espiritual, expresado como si se tratara de la aparición de una visión.

La otra clase de descubrimientos espirituales consiste en puras imaginaciones. Pero estas imaginaciones se personifican de tal manera que mucha gente de corazón ingenuo las cree verídicas, lo cual no hace más que probar concluyentemente que de esta manipulación de los ánimos jamás se ha obtenido resultado ni fruto alguno. Se trata simplemente de invenciones y fábulas.

Has de saber que la realidad del hombre abarca la realidad de las cosas, de las que descubre sus verdades, propiedades y secretos. Es así como todas estas artes, maravillas, ciencias y conocimientos han sido descubiertos por la realidad humana. En otro tiempo, estas ciencias, conocimientos, maravillas y artes eran secretos ocultos y velados que luego, gradualmente, fueron descubiertos y traídos por el hombre del dominio de lo invisible al plano de lo visible. Por tanto, resulta evidente que la realidad humana abarca a las cosas. Estando en Europa, descubre América; estando en la Tierra, hace descubrimientos en los cielos. Es la reveladora de los secretos y la conocedora de las realidades de todo cuanto existe. Los descubrimientos que corresponden a la realidad son similares a la revelación, la cual es comprensión espiritual, inspiración divina y comunión de los espíritus humanos. Por ejemplo, el Profeta dice: "Yo vi, dije y oí tal cosa." Es evidente, por tanto, que el espíritu, aun sin la mediación de ninguno de los cinco sentidos tales como la vista o el oído, posee gran percepción. Entre las almas espirituales se da la comprensión espiritual, los descubrimientos y la comunión purificada de imaginación y fantasía (una asociación que está santificada de tiempo y espacio). Así es como se halla escrito en el Evangelio que en el Monte Tabor, Moisés y Elías se encontraron con Cristo en lo que claramente no fue un encuentro físico, sino una situación espiritual expresada como un parlamento físico.

La otra clase de plática, presencia y comunicación de los espíritus no es sino imaginación y fantasía con visos de realidad.

Algunas veces la mente y el pensamiento del hombre descubren las verdades, y de esta reflexión y descubrimientos se producen signos y resultados. Pues bien, tal reflexión tiene un fundamento. En cambio, muchas cosas que surgen en la mente del hombre son como las olas del mar de la imaginación, que no dan fruto ni producen resultado alguno. De la misma manera, el hombre, en el mundo del sueño tiene un día una visión que se verifica exactamente en la realidad; y otro día, concibe un sueño sin ninguna consecuencia.

Lo que deseamos dar a entender es que el estado que denominamos plática y comunicación de los espíritus es de dos clases: una puramente imaginaria, y la otra semejante a las visiones mencionadas en el Libro Sagrado, tales como las revelaciones de Juan e Isaías, o el encuentro de Cristo con Moisés y Elías. Esta última clase es real, produce efectos maravillosos en la mente y los pensamientos de los hombres, y es causa de la atracción de sus corazones.

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LA CURACIÓN POR MEDIOS ESPIRITUALES

PREGUNTA: Algunas personas curan a los enfermos por medios espirituales, es decir, sin el concurso de la medicina. ¿Cómo es esto?

RESPUESTA: Has de saber que existen cuatro clases de curación y tratamiento sin medicina. Dos son debidas a causas materiales, y dos a causas espirituales.

De las dos clases de curación material, una se debe al hecho de que en el hombre tanto la salud como la enfermedad son contagiosas. El contagio de la enfermedad es violento y rápido, en tanto que el de la salud es muy sutil y lento. Cuando dos cuerpos se ponen en contacto es inevitable que los microbios se transmitan de uno al otro. Del mismo modo que la enfermedad se transmite de un cuerpo al otro mediante contagio rápido y violento, es posible que la salud vigorosa de un hombre saludable alivie una dolencia leve de una persona enferma. En resumen, mientras que el contagio de una enfermedad es violento y de efecto rápido, el contagio de la salud es muy pausado y de efecto lento, por lo que sólo resulta perceptible en caso de enfermedades leves. Así, la fuerza vigorosa de un cuerpo sano puede neutralizar la debilidad de un cuerpo ligeramente enfermo y restaurarle la salud. Esta es una de las clases de curación.

La otra clase de curación sin medicina se debe a la fuerza magnética que cura al actuar desde un cuerpo sobre otro cuerpo. Esta fuerza también tiene solo un efecto sutil. En algunos casos, uno puede mejorar a un enfermo imponiéndole la mano sobre su cabeza o sobre su corazón. ¿Por qué? Porque el efecto que el magnetismo y la impresión mental hacen sobre el enfermo, producen la desaparición de la enfermedad. Pero este efecto es también sólo leve y sutil.

De las otras dos clases de curación espiritual -es decir, cuando el medio de curación es un poder espiritual-, una es la que resulta de la total concentración de la mente de una persona vigorosa sobre una persona enferma. En este caso, el enfermo se concentra con toda su fe, confiando en que se obre la curación merced al poder espiritual de la persona sana; y ello en tal medida que llega a producirse una relación cordial entre las dos partes. La persona fuerte realiza todo esfuerzo por curar al paciente, y el enfermo queda seguro de lograr la curación. El efecto de estas impresiones mentales produce una excitación de los nervios que acarrea la recuperación del enfermo. Suele suceder en pacientes que albergan un deseo y una esperanza intensos de mejorar que, de pronto, cuando oyen las noticias del logro de la mejoría, experimentan una excitación nerviosa tal que se produce la desaparición completa de la enfermedad. Y viceversa, si de pronto sobreviniese algo que aterrorizara a una persona sana, la consiguiente excitación nerviosa podría producir una conmoción como para provocarle una dolencia. La causa de la enfermedad no obedecería entonces a un hecho material -pues dicha persona no ha ingerido nada ni ha estado en proximidad con nada nocivo-; sino a la excitación de los nervios, única causante del mal. Del mismo modo, la repentina realización de un deseo llega a causar tanta alegría que los nervios se excitan, lo que a su vez permite en ocasiones que la salud sea restaurada.

Para finalizar, la relación cabal y perfecta entre el médico espiritual y el enfermo es una relación donde se cumple que cuando el médico espiritual se concentra plenamente y el enfermo concentra toda su atención en el médico espiritual (de quien espera que realice la curación), se origina una excitación de los nervios de la que resulta la mejoría. Pero todo ello tiene efecto sólo en cierto grado, y no siempre. Si alguien está malherido o aquejado de una enfermedad muy grave, remedios como los referidos no extirparán la enfermedad ni cerrarán o curarán la herida. Vale decir que todos estos remedios no tienen influencia en enfermedades graves, excepto si la constitución ayuda, porque una constitución fuerte a menudo vence la enfermedad. Esta es la tercera clase de curación.

Empero, la cuarta clase de curación se produce mediante el poder del Espíritu Santo. No depende del contacto, ni de la visión, ni de la presencia, ni está sujeta a condición alguna. Ya sea leve o grave la enfermedad, exista o no exista contacto corporal, haya o no haya una relación personal entre el paciente y el médico, la curación se produce por obra del poder del Espíritu Santo.

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LA CURACIÓN POR MEDIOS MATERIALES

Ayer, en la mesa, al hablar de tratamientos curativos nos referimos a la curación espiritual, consistente en el tratamiento de la enfermedades por medio de los poderes espirituales.

Ahora nos referiremos a la curación por medios materiales. La ciencia de la medicina aún se encuentra en su infancia; todavía no ha alcanzado la madurez. Pero cuando la haya alcanzado, las curaciones se realizarán por medios que no sean repugnantes al olfato y al paladar del hombre, sino con alimentos, frutos y vegetales que sean sabrosos y de aroma agradable. Pues la causa que provoca la enfermedad, es decir, la causa del ingreso de la enfermedad en el cuerpo humano, o bien es física, o bien es el efecto de la excitación de los nervios.

Ahora bien, las causas principales de las enfermedades son físicas, dado que el cuerpo humano está compuesto de numerosos elementos presentes en una proporción y equilibrio especiales. Mientras el equilibrio se mantenga, el hombre está al abrigo de la enfermedad; pero si ese equilibrio esencial, que es el pivote de la constitución física, se ve alterado, la constitución sufre trastornos y sobreviene la enfermedad.

Por ejemplo, sea una disminución de uno de los elementos constitutivos del cuerpo humano y un aumento de otro. De este modo, al producirse la descompensación, se origina la enfermedad. Verbigracia, para que el equilibrio se conserve, cierto elemento debe encontrarse en la medida de mil gramos, y otro en cinco gramos. Pues bien, si la parte que corresponde a mil gramos disminuye a setecientos gramos, y la de cinco gramos aumenta hasta romper el equilibrio, se da pie entonces a la enfermedad. Cuando el equilibrio es restablecido mediante remedios y tratamientos, la enfermedad desaparece. Por ejemplo, si el azúcar se incrementa, la salud se deteriora. Pues bien, cuando el médico prohibe los alimentos dulces y almidonados, se produce la consiguiente disminución del nivel de azúcar y el restablecimiento del equilibrio, con lo que la enfermedad es vencida. Ahora bien, el reajuste de estos componentes del cuerpo humano se obtiene por dos medios, por medicamentos o por alimentos, de modo que cuando la constitución ha recobrado su equilibrio, la enfermedad es ahuyentada. Todos los elementos que se hallan combinados en el hombre existen también en los vegetales. Por tanto, si se produce una deficiencia de alguno de los elementos de que se compone el cuerpo humano, la ingestión de alimentos ricos en dicho componente restablecerá el equilibrio, dando lugar a la curación. Cuando el objeto deseado es el reajuste de los elementos constituyentes del organismo, cabe, pues, recurrir a los medicamentos y a los alimentos.

La mayoría de las enfermedades que aquejan al hombre, también aquejan a los animales; pero el animal no se cura con drogas. En las montañas, como en los desiertos, el médico del animal son las facultades del gusto y del olfato. En efecto, el animal enfermo olfatea las plantas que crecen en los campos e ingiere las que le son dulces y fragantes a los sentidos. Así es como se cura y esa es la causa de su curación. Cuando el azúcar disminuye en su organismo, le apetece lo dulce; y por tanto va en busca de hierbas de sabor dulce con que alimentarse. La naturaleza le urge y le guía. Como el olor y sabor de las hierbas le resultan apetecibles, las ingiere. El azúcar presente en su organismo se incrementa: la salud es restablecida.

Según eso resulta evidente que es posible lograr la curación por medio de comidas, alimentos y frutos. Dado que en la actualidad la medicina es imperfecta, el hecho no ha sido aún enteramente comprendido. Cuando la medicina se perfeccione, los tratamientos se llevarán a cabo por medio de dietas, alimentos, frutos fragantes y productos vegetales, así como por aguas varias a diferentes temperaturas.

La exposición ha sido breve. Si Dios quiere, en otro momento, cuando la oportunidad sea propicia, el asunto será tratado con mayor detenimiento.

V

MISCELÁNEA

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LA INEXISTENCIA DEL MAL

La verdadera explicación de este tema es muy difícil. Has de saber que los seres son de dos clases: materiales y espirituales, o sea, seres perceptibles a los sentidos y seres intelectuales.

Las cosas perceptibles son las que se perciben mediante los cinco sentidos exteriores; son los seres externos que llamamos perceptibles, como los que ve el ojo. Los seres intelectuales son los que no poseen una existencia exterior, sino que son concepciones de la mente. Por ejemplo, la mente misma es un entidad intelectual carente de existencia visible. Todas las características y cualidades humanas constituyen existencias intelectuales imperceptibles.

Brevemente, las realidades intelectuales, como las cualidades y perfecciones admirables del hombre, existen y son totalmente buenas. El mal es, simplemente, su no existencia. Así pues, la ignorancia es la falta de conocimiento; el error es la falta de guía; el olvido es la falta de memoria; la necedad es la falta de buen sentido. Todos estos vicios no tienen existencia real.

De igual manera, las realidades sensibles son absolutamente buenas, y el mal es debido a su no existencia, es decir, la ceguera es falta de visión, la sordera es falta de audición, la pobreza es falta de riqueza, la enfermedad es falta de salud, la muerte es falta de vida, y la debilidad es falta de fuerza.

No obstante, se plantea la duda sobre los escorpiones y las serpientes venenosos. Puesto que son seres vivientes ¿son buenos o malos? El escorpión y la serpiente son malos con respecto al hombre. Con respecto a sí mismos, no son malos. A decir verdad, su veneno es su arma, y su picadura el modo de defenderse. Como los componentes de su veneno no están de acuerdo con nuestros elementos corporales, es decir, como existe antagonismo entre diferentes elementos, de ahí el mal. Aún así, son buenos en cuanto tales.

En definitiva, es posible que una cosa en relación a otra sea mala y al mismo tiempo no serlo dentro de los límites de su ser. Queda demostrado, pues, que en la Creación el mal no existe. Todo lo que Dios creó lo hizo bien. La maldad es la nada, tal como la muerte es la ausencia de vida. El hombre muere cuando no recibe más vida. La oscuridad es la ausencia de luz; cuando no existe la luz, existe la oscuridad. La luz es una cosa existente, mas la oscuridad es una cosa no existente. La riqueza es una cosa existente, mas la pobreza es una cosa no existente.

De ahí se deduce que todo mal se reduce a la no existencia. El bien existe; el mal no existe.

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LAS DOS CLASES DE TORMENTO

Has de saber que existen dos clases de tormento: el sutil y el severo. Por ejemplo, la ignorancia es en sí misma un tormento, mas un tormento sutil; la indiferencia hacia Dios es en sí misma un tormento; como también lo son la falsedad, la crueldad y la traición. Todas las imperfecciones son tormentos, sólo que tormentos sutiles. Ciertamente, para un hombre inteligente, la muerte es preferible al pecado, y una lengua cercenada es preferible a la mentira o a la calumnia. La otra clase de tormento es el severo, tal como las condenas, el encarcelamiento, los azotes, la expulsión y el destierro. Pero para el pueblo de Dios, la separación de Dios es el mayor de los tormentos.

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LA JUSTICIA Y MISERICORDIA DE DIOS

Has de saber que hacer justicia es dar a cada cual según su merecimiento. Por ejemplo, cuando un obrero trabaja de sol a sol, la justicia requiere que se le pague su jornal; pero cuando, después de no trabajar ni preocuparse de ello, se le hace un obsequio, tal acto es un favor. Si das limosnas y dádivas a un pobre, aun cuando él no se haya tomado ninguna molestia por ti, ni haya hecho nada para merecerlas, tal acto es un favor. Y así, Cristo suplicó el perdón para sus verdugos; eso es lo que se llama misericordia.

Ahora bien, la cuestión de la bondad o maldad de las cosas suele ser determinada por razón o por ley. Algunos creen que se determina por la ley, como es el caso de los judíos que creyendo que todos los mandamientos del Pentateuco son absolutamente obligatorios, los consideran materia de ley, y no de razón. Así es que dicen que uno de los mandamientos del Pentateuco considera ilícito ingerir carne y mantequilla al mismo tiempo, porque eso es "taref" (taref en hebreo significa impuro), así como "kosher" significa puro. Se trata según dicen, de una cuestión de ley y no de razón.

Pero los teólogos piensan que la bondad o maldad de las cosas depende tanto de la razón como de la ley. El fundamento primordial de la prohibición de cometer homicidio, robo, traición, falsedad, hipocresía y crueldad, es la razón. Todo hombre inteligente comprende que el homicidio, el robo, la traición, la falsedad, la hipocresía y la crueldad, son malos y vituperables; pues si a un hombre se le punza con una espina grita, se queja y se lamenta. Asimismo, comprende que, a la luz de la razón, el homicidio resulta malo y vituperable. Si esa persona perpetrara un homicidio, sería responsable, ya sea que esté o no enterado del renombre del Profeta, pues es la razón la que advierte el carácter reprensible del crimen. Cuando un hombre comete un acto tan reprobable, ciertamente se le considera responsable. Mas si en un lugar donde los mandamientos del Profeta no son conocidos la gente no obra de conformidad con enseñanzas divinas tales como el mandamiento de Cristo de devolver bien por mal, sino que siguen las inclinaciones de la naturaleza, atormentando a quienes les atormentan, desde el punto de vista de la religión esa misma gente sería absuelta dado que el mandamiento divino no les habría sido proporcionado. Aunque no merezcan misericordia ni beneficencia, no obstante, Dios les tratará con misericordia, y les perdonará.

Ahora bien, la venganza, a la luz de la razón, también es censurable, pues con ella el vengador no consigue nada bueno. Si un hombre golpea o otro, y el agraviado se venga devolviendo el golpe ¿qué ventaja obtiene? ¿hará ello las veces de un bálsamo para su lesión?, ¿aliviará su dolor? ¡No, Dios lo prohiba! En verdad, los dos actos son iguales: ambos constituyen injurias; la única diferencia es que uno ocurrió antes y el otro después. Por consiguiente, si quien fue golpeado perdona, o más aún, si procede de una manera contraria a la que fue empleada contra él, tal proceder es loable. La ley de la comunidad castigará al agresor, pero no tomará revancha. Este castigo tiene como finalidad advertir, proteger y hacer frente a la crueldad y la transgresión, para que otros hombres no se vuelvan tiranos.

Mas si quien ha sido golpeado disculpa y perdona, da muestras de la más grande misericordia, haciéndose digno de admiración.

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EL MÉTODO CORRECTO DE TRATAR

A LOS CRIMINALES

PREGUNTA: ¿Debe castigarse al criminal, o debe perdonár-sele y pasar por alto su crimen?

RESPUESTA: Hay dos clases de sanción: la venganza y el castigo. El hombre no tiene derecho de vengarse; pero la comunidad sí tiene el derecho de castigar al criminal, en cuyo caso el castigo tiene por objeto advertir y evitar que ninguna otra persona se atreva a cometer un crimen similar. Dicho castigo tiene por objeto la protección de los derechos del hombre; no es una venganza, pues ésta aplaca la ira del corazón contraponiendo un mal contra otro en lo que constituye un acto carente de legitimidad. Y es que el hombre no tiene el derecho de cobrarse venganza.

Por otro lado, si los criminales fueran enteramente perdonados, el orden del mundo sufriría un vuelco. De ahí que el castigo sea una de las necesidades esenciales para la seguridad de la sociedad. Mas quien sufra opresión por parte de un transgresor no tiene el derecho de cobrarse venganza. Por el contrario, debería disculpar y perdonar, puesto que ello es digno de la condición humana.

Las comunidades deben castigar al opresor, al homicida, al malhechor, a fin de advertir y evitar que otros cometan los mismos crímenes. No obstante, lo más esencial es que las gentes sean educadas de manera que no lleguen a cometer delito alguno. Pues es posible educarlas tan eficazmente que no sólo logren abstenerse de perpetrar delito alguno, sino que conciban el crimen en sí mismo como el mayor de los tormentos, castigos y condenas. Sobre esta premisa no se cometería delito que precisara castigo.

Aquí debemos hablar de asuntos que son posibles de realizar en este mundo. Existen muchas ideas y teorías elevadas sobre este tema que en realidad no son practicables. Por tanto, nos limitaremos a hablar de cosas factibles.

Por ejemplo, si alguien sojuzga, injuria y agravia a otro, y el agraviado se desquita, tal desquite constituye un acto censurable de venganza. Si el hijo de 'Amr asesina al hijo de Zayd, Zayd no tiene derecho de matar al hijo de 'Amr, y si lo hace comete venganza. Si 'Amr deshonra a Zayd, no por ello le asiste a éste el derecho de deshonrar a aquél; y si lo hace, comete un acto execrable de venganza. Al contrario, Zayd debería devolver bien por mal, no solo perdonar, sino además, si le fuera posible, ponerse al servicio del opresor. Tal conducta es digna del hombre; pues ¿qué ventaja obtiene vengándose? Tanto la ofensa como la venganza son actos equiparables; si una merece censura, también la otra. La única diferencia radica en que una se cometió primero, y la otra después.

Pero la comunidad tiene derecho a defenderse y protegerse. Por otra parte, la comunidad no siente odio ni animosidad hacia el criminal o delincuente; lo encarcela o castiga únicamente para la protección y la seguridad de los demás. No es con el propósito de vengarse sobre el criminal, sino de imponer un castigo con que protegerse. Si la comunidad y los herederos de la víctima perdonaran y devolvieran bien por mal, las personas crueles maltratarían constantemente a las demás, y continuamente ocurrirían asesinatos. Los perversos, como lobos, exterminarían a las ovejas de Dios. En contraste, la comunidad no siente mala voluntad ni rencor al infligir un castigo, ni busca apaciguar la ira del corazón; al castigar, su intención es proteger a los demás para que no se cometan atrocidades.

Por eso, cuando Cristo dijo: "A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, tiéndele también la otra"155 fue con la intención de enseñar a los hombres a no tomar represalias. Lo que no quiso significar es que deba infundírsele ánimos a un lobo que se propone aniquilar a un rebaño de ovejas. De haberse enterado Cristo de que un lobo se internaba en un rebaño con tales intenciones, a buen seguro que se lo habría impedido.

Así como la clemencia es uno de los atributos del Misericordioso, también la justicia es uno de los atributos del Señor. El pabellón de la existencia no se sostiene sobre el pilar de la clemencia, sino sobre el pilar de la justicia. La continuidad de la humanidad depende de la justicia, no de la clemencia. Si en la actualidad se pusiera en práctica la ley del perdón en todos los países, en poco tiempo el mundo y los fundamentos de la convivencia humana se derrumbarían. Ningún hombre habría quedado con vida si los gobiernos de Europa no hubieran resistido la perversidad de Atila.

Algunos personas son como lobos sanguinarios. De no ser por la amenaza del castigo, matarían a los demás por mero gusto y diversión. Uno de los tiranos de Persia asesinó a su preceptor por mero placer, simplemente para divertirse. El famoso Mutavakkil, el abásida, luego de convocar en su presencia a sus ministros, consejeros y funcionarios, bajo prohibición de que nadie se moviese, hizo abrir una caja llena de escorpiones. Cuando las alimañas hicieron presa sobre los concurrentes, Mutavakkil estalló en carcajadas.

Para recapitular: la constitución de las comunidades depende de la justicia, no del perdón. Lo que Cristo quiso decir referente a la clemencia y el perdón, no fue que cuando las naciones os ataquen, incendien vuestros hogares, saqueen vuestros bienes, asalten a vuestras esposas, hijos y familiares y violen vuestro honor, debáis permanecer sumisos frente a esos enemigos tiránicos, permitiéndoles que cometan toda clase de crueldades y vejaciones. No, las palabras de Cristo se refieren a la conducta de los individuos en sus relaciones personales, conducta a tenor de la cual si una persona asalta a otra, el injuriado debiera perdonarle. Sin embargo, la sociedad debe proteger los derechos del hombre. Según eso, si alguien me asalta, me injuria, me veja o me hiere, no le ofreceré resistencia y le perdonaré. Pero si alguien deseara atacar a Diyyid Manshadí156 ciertamente trataré de impedírselo. La no intervención que para el malhechor supone externamente un favor, para Manshadí, es una vejación. Si en este momento un árabe enloquecido entrara en este lugar espada en mano, deseando atacar, herir y asesinaros, lo más seguro es que yo trataría de impedírselo. Si os abandonara al árabe, ello no sería justicia sino injusticia. Pero si él injuriara a mi persona, se lo perdonaría.

Queda por mencionar una cosa. Día y noche las sociedades se dedican a elaborar leyes penales así como a preparar y organizar los instrumentos y medios de castigo. Construyen prisiones, fabrican cadenas y grillos, escogen lugares de exilio y destierro, y diferentes clases de penalidades y torturas, creyendo que por estos medios disciplinarán a los criminales, siendo así que en realidad lo que hacen es destruirles la moral y provocar la perversión de su carácter. La comunidad, por el contrario, debería empeñarse y esforzarse día y noche, con el mayor celo y energía, por llevar adelante la educación de los hombres, para que ese celo sea la causa de que progresen cada día más, mejoren en ciencia y conocimiento, adquieran virtudes y buena moral, y eviten los vicios a fin de que no se cometan delitos. En la actualidad prevalece lo contrario, la comunidad siempre piensa en imponer leyes penales, preparar medios correctivos, instrumentos de muerte y castigo, lugares de encarcelamiento y destierro; para al final quedarse a la espera de que se cometan los delitos. Nada podría ser más contraproducente.

Pero si la sociedad se esforzara por educar a las gentes, el conocimiento y las ciencias se incrementarían constantemente, el entendimiento se ensancharía, la sensibilidad se desarrollaría, las costumbres mejorarían y la moral se normalizaría; en una palabra, habría progreso en todas estas clases de perfecciones, y habría menos crímenes.

Está comprobado que entre los pueblos civilizados los delitos son menos frecuentes que entre los pueblos no civilizados. Por civilizados se entiende aquellos pueblos que han alcanzado la verdadera civilización, o sea la civilización divina, la que reúne en sí todas las perfecciones espirituales y materiales. Puesto que la ignorancia es la causante de los delitos, cuanto más aumente el conocimiento y las ciencias, más disminuirán los crímenes. Repara en la abundancia de crímenes cometidos por los bárbaros de África, quienes llegan al extremo de matar para comer la carne y beber la sangre de sus víctimas. ¿Por qué no suceden semejantes salvajismos en Suiza? La razón es evidente: porque la educación y las virtudes lo impiden.

Por tanto, la sociedad debe pensar más en prevenir los delitos que en castigarlos severamente.

78

HUELGAS

Has preguntado acerca de las huelgas. Este asunto es y será por mucho tiempo motivo de grandes dificultades. Las huelgas se deben a dos causas. Una es la avaricia y rapacidad extremas de parte de los fabricantes e industriales; la otra, los excesos, la avidez y la intransigencia de los obreros y artesanos. Por tanto, es necesario poner remedio a las dos causas.

Ahora bien, la principal causa de todas estas dificultades reside en las leyes de la civilización actual, puesto que ellas permiten que un reducido número de personas acumule fortunas desmedidas, más allá de sus necesidades, mientras que la gran mayoría permanece en la mayor miseria, desprovista de medios, despojada. Esto resulta contrario a la justicia, a la humanidad y a la equidad; es el colmo de la iniquidad, lo contrario del beneplácito divino.

Tamaño contraste es privativo de la condición humana. En las demás criaturas, es decir, en la casi totalidad de los animales, se da cierto grado de justicia e igualdad. Es el caso del rebaño de ovejas y de la manada de ciervos, donde sí hay igualdad. También es el caso de las aves que habitan en las praderas, llanos, cerros y huertos. En todas las especies animales prevalece cierta clase de igualdad. No se aprecian semejantes diferencias en lo que se refiere a los medios de subsistencia; por eso viven en la mayor paz y simplicidad.

Justo al revés de lo que sucede en la especie humana, donde persisten los mayores errores y la iniquidad más absoluta. Sopesa lo siguiente, mientras que una persona, mediante la colonización de un país, acumula para su beneficio y disfrute una fortuna enorme, hasta asegurarse que las ganancias y los ingresos fluyan como un río, son centenares de miles las personas desamparadas, débiles e impotentes, precisadas de un simple mendrugo. En ello no hay ni igualdad ni benevolencia. Comprenderás que es así como la paz y la felicidad de todos son destruidas, el bienestar de la humanidad negado, y la vida de muchos llevada al extremo de volverse estéril. Pues las fortunas, los honores, el comercio y la industria están en las manos de unos pocos industriales, en tanto que el resto de la gente se encuentra sometida a una larga serie de dificultades y a una infinidad de tribulaciones, sin ventajas, sin beneficios, sin comodidades, sin paz.

Así pues, deberían establecerse normas y leyes para regular las fortunas excesivas de ciertos particulares y satisfacer las necesidades de millones de pobres; de esta manera se obtendría cierto grado de moderación. No obstante, una igualdad absoluta tampoco es posible, ya que la igualdad absoluta en materia de fortuna personal y honores, así como en el comercio, la agricultura y la industria, acarrearía una situación de desorden, caos, y desorganización de los medios de existencia abocados al desengaño universal. Más aún, frente a una igualdad carente de fundamento, se presentarían muchas dificultades; el orden social se desquiciaría por completo. Es, pues, preferible que la moderación sea establecida mediante leyes y normas que impidan la acumulación de fortunas excesivas por parte de ciertos individuos, y sirvan de garantía para las necesidades esenciales de las masas.

Por ejemplo, los fabricantes e industriales acumulan una fortuna todos los días, y los pobres artesanos no ganan su sustento diario. Semejante situación es el colmo de la iniquidad, ningún hombre justo puede aceptarla. Deben establecerse leyes y normativas que permitan a los trabajadores recibir del propietario de la fábrica sus jornales y una participación en la cuarta o quinta parte de los beneficios, ajustada a la capacidad de la fábrica. En cualquier caso, aunque fuese según otro método, el conjunto de trabajadores y fabricantes deberían compartir de forma equitativa los resultados y beneficios. Ciertamente, el capital y la administración proceden del propietario de la fábrica, y el trabajo y mano de obra del conjunto de los trabajadores. Estos debieran recibir jornales que les aseguren un sostén digno. En caso de baja forzosa debida a debilidad o incapacidad, los trabajadores deberían disponer de recursos suficientes procedentes de los ingresos de la industria. De no ser así, los jornales deberían ser lo suficientemente altos como para permitir que los trabajadores, con el importe que perciben, puedan ellos mismos ahorrar algo para tiempos de necesidad y desamparo.

Cuando los asuntos sean dispuestos de esta manera, el propietario de la fábrica no amasará a diario una fortuna de la que no precisa en absoluto (si la fortuna es desproporcionada, el capitalista sucumbe bajo una carga formidable que le obliga a arrostrar problemas onerosísimos; la administración de una fortuna excesiva se vuelve difícil y agota la fortaleza natural del hombre). Tampoco los trabajadores y artesanos habrán de enfrentarse a una miseria y necesidad desmedidas, ni habrán de estar sometidos a las peores privaciones al final de su vida.

Así pues, resulta evidente que la acumulación de fortunas excesivas a manos de unos pocos, mientras las masas padecen necesidad, representa una iniquidad y una injusticia. Por otra parte, la igualdad absoluta sería un obstáculo para la vida, el bienestar, el orden y la paz de la humanidad. En una cuestión tal es preferible mostrar moderación. Por lo que concierne a los capitalistas ello significa moderación en cuanto a la acumulación de ganancias, y consideración por el bienestar de los pobres y necesitados, es decir, que los trabajadores y artesanos perciban un jornal fijo y establecido, y que tengan una participación en las ganancias generales de la fábrica.

En resumen, con respecto a los derechos comunes de los industriales, trabajadores y artesanos deberían establecerse leyes que permitan ganancias moderadas a los industriales, y a los trabajadores los medios necesarios para su existencia y seguridad futura. De modo que, cuando estos últimos enfermen y cesen de trabajar, envejezcan y sufran desvalimiento, o bien dejen hijos menores de edad, tanto ellos como sus hijos no debieran quedar abrumados por la pobreza extrema. El trabajador tiene derecho a los ingresos de la propia fábrica, una parte de los cuales -por pequeña que sea- le corresponde para su subsistencia.

Asimismo, los trabajadores no deberían presentar demandas excesivas, ni rebelarse, ni exigir más allá de sus derechos, ni deberían recurrir más a la huelga. Deberían ser obedientes y sumisos y no requerir jornales exorbitantes. Empero, los derechos mutuos y razonables de ambas partes asociadas habrán de ser legalmente fijados y establecidos, de acuerdo con el uso, mediante leyes justas e imparciales. En el caso de que una de las dos partes cometiera un atropello, correspondería al tribunal de justicia condenar al transgresor, y al brazo ejecutivo hacer cumplir el veredicto. De ese modo el orden será restablecido y las disputas resueltas. La intervención del Gobierno y de los tribunales de justicia en caso de conflicto entre industriales y trabajadores está perfectamente legitimada; sobre todo teniendo en cuenta que los asuntos actuales que afectan a trabajadores e industriales no son comparables a los asuntos ordinarios de los particulares, que ni afectan al público ni debería exigir la atención directa del Gobierno. Aunque los conflictos entre industriales y trabajadores puedan revestir un carácter particular, el perjuicio que causan es público. En realidad, el comercio, la industria, la agricultura y los asuntos generales del país están todos íntimamente unidos. Si una sola de estas grandes parcelas sufre algún tipo de abuso, el detrimento resultante afecta a la generalidad. De ahí que los conflictos entre obreros e industriales redunden en perjuicio público.

Por consiguiente, al Gobierno y los tribunales de justicia les asiste el derecho de intervenir. Cuando se plantea un pleito entre dos particulares con referencia a sus derechos privados, se hace necesario que un tercero resuelva la cuestión. Esa es la parte que le corresponde al Gobierno. Si ello es así, ¿cómo cabe desentenderse de un problema como es el planteado por las huelgas, que tantos perjuicios ocasionan a los países, y que a menudo están relacionadas tanto con la falta de disposición de los trabajadores como con la rapacidad de los industriales?

¡Buen Dios! ¿Cómo es posible que viendo a uno de sus semejantes muriéndose de hambre, carente de todo, un hombre pueda descansar y vivir confortablemente en su lujosa mansión? ¿Quién, encontrando a otro ser sumido en la mayor miseria puede sentirse complacido con su propia fortuna? Por eso es por lo que en la Religión de Dios está prescrito y establecido que una vez al año, los ricos donen una parte de su fortuna a los pobres y desafortunados. Este es el fundamento de la Religión de Dios, y su mandamiento obligatorio para todos.

Mas como el hombre no se ha de ver compelido ni obligado por el Gobierno, entonces, si por la tendencia natural de su buen corazón, voluntaria y resplandecientemente muestra benevolencia hacia los pobres, tal acto será aceptable, sumamente grato y digno de alabanza.

Tal es el significado de las buenas obras en los Libros y Tablas Divinas.

79

LA REALIDAD DEL MUNDO EXTERIOR

Ciertos sofistas piensan que la existencia es una ilusión, que todo ser es una ilusión absoluta, carente de toda entidad. En otras palabras, piensan que la existencia de los seres es semejante a un espejismo, o como el reflejo de una imagen en el agua o en un espejo, una mera aparición sin principio, ni fundamento, ni realidad en sí misma.

Esta teoría es errónea. Pues si bien la existencia de los seres, comparada con la de Dios, es una ilusión; sin embargo, en su condición de tales seres, poseen una existencia real e indudable. Es inútil negarlo. Por ejemplo, la existencia del mineral, en comparación con la del hombre, es la inexistencia, ya que cuando el hombre perece exteriormente, su cuerpo se convierte en mineral. Empero, el mineral existe en su calidad de tal dentro del mundo mineral. Por tanto, es evidente que la tierra, en relación con la existencia del hombre, es la inexistencia y su existencia una ilusión que, a pesar de todo, en relación con el mineral, sí existe.

De igual manera, la existencia de los seres, en comparación con la existencia de Dios no es sino una ilusión y la nada; es una aparición, como la imagen reflejada en un espejo. Mas, si bien la imagen que se observa en un espejo es una ilusión, la fuente y la realidad de esa imagen ilusoria es la persona reflejada, cuyo rostro aparece en el espejo. Brevemente, el reflejo, en relación con la persona reflejada, es una ilusión.

Resulta evidente, pues, que si bien los seres carecen de existencia con respecto a Dios, siendo poco menos que espejismos o reflejos de un espejo, no obstante poseen existencia dentro su propia condición.

Fue por esta misma razón por lo que Cristo calificó de muertos, por más que a todas luces viviesen, a los negligentes y negadores de Dios, pues, comparados con la gente de fe, estaban muertos, ciegos, sordos, y mudos. Eso es lo que Cristo quiso decir cuando ordenó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos."157

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LA VERDADERA PREEXISTENCIA

PREGUNTA: ¿Cuántas clases de preexistencia y fenómenos existen?

RESPUESTA: Algunos sabios y filósofos creen que existen dos clases de preexistencia: la preexistencia esencial y la preexistencia temporal. Los fenómenos también son de dos clases: los fenómenos esenciales y los temporales.

La preexistencia esencial es una existencia que no es precedida por una causa, mas los fenómenos esenciales son precedidos por causas. Análogamente, la preexistencia temporal no tiene comienzo; pero el fenómeno temporal tiene comienzo y fin, pues la existencia de todas las cosas depende de cuatro causas: la causa eficiente, la causa material, la causa formal, y la causa final. Por ejemplo, esta silla tiene un fabricante (el carpintero), una materia (la madera), una forma (la propia de una silla), y un fin (ser utilizada como asiento). Por tanto, la silla es, esencialmente, fenoménica, pues viene precedida de una causa y su existencia depende de causas. De ahí que se le denomine "esencial y realmente fenoménico".

Ahora bien, el mundo de la existencia, respecto de su hacedor, es un fenómeno real. Dado que el cuerpo está sostenido por el espíritu, el cuerpo, respecto del espíritu, es un fenómeno esencial. Siendo el espíritu independiente del cuerpo, con relación a éste posee una preexistencia esencial. Aun cuando los rayos siempre son inseparables del sol, sin embargo, el sol tiene preexistencia, en tanto que los rayos -dada su dependencia de la existencia del sol- son fenoménicos. Pero la existencia del sol no depende de la de los rayos, por cuanto el sol es el dador y los rayos la dádiva.

La segunda proposición es que la existencia y la nada son relativas. Si se dijera que tal o cual cosa vino a la existencia de la nada, no se hace referencia a la nada absoluta, sino al hecho de que la condición precedente con relación a la actual es la nada. Pues la nada absoluta no puede lograr la existencia ni tiene capacidad de ser. Al igual que el hombre, el mineral también existe; sólo que en comparación con la de aquél la existencia del mineral equivale a la nada. En última instancia, el cuerpo de un hombre muerto se convierte en polvo y mineral. Pero cuando el polvo progresa dentro del mundo humano, y este cuerpo inerte se anima, el hombre cobra vida. Si bien el polvo -es decir, el mineral- posee existencia en su propia condición, con relación al hombre es la nada. Los dos existen; pero la existencia del polvo y del mineral, comparada con la del hombre, es una nada que no existe; pues cuando el hombre se vuelve inexistente viene a retornar al polvo y al mineral.

Por tanto, el mundo contingente, si bien existe, respecto de la existencia de Dios, es la nada. Tanto el polvo como el hombre existen, pero ¡cuán grande la diferencia entre la existencia del mineral y la del hombre! El uno en comparación con el otro es una nada. De igual manera, comparada con la de Dios, la existencia de la creación equivale a la inexistencia. Así pues, resulta claro que los seres, aunque existen, son inexistentes con relación a Dios y a la Palabra de Dios. Este es el comienzo y el fin al que se refiere la Palabra de Dios cuando dice "Yo soy el Alfa y el Omega", pues Él es el principio y el fin de la Munificencia. El Creador siempre tuvo una creación; los rayos siempre han fulgurado y resplandecido desde la realidad del sol; pues sin rayos el sol sería noche cerrada. Los nombres y atributos de Dios requieren la existencia de seres. La Eterna Munificencia no puede cesar; lo contrario negaría la realidad de las perfecciones divinas.

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LA REENCARNACIÓN

PREGUNTA: ¿Qué hay de verdad en las creencias que algunas personas comparten en torno a la reencarnación?

RESPUESTA: El objetivo de lo que vamos a decir es el de explicar la realidad, no el de menospreciar las creencias de otras personas; pretendemos tan sólo explicar los hechos, nada más. No nos oponemos a las ideas de nadie, ni aprobamos la crítica.

Has de saber, entonces, que los creyentes en la reencarnación pertenecen a dos categorías: una categoría no cree en los castigos y recompensas espirituales del otro mundo. Son los que suponen que el hombre, mediante su reencarnación y retorno a este mundo, obtiene premios y recompensas; consideran que el cielo y el infierno están restringidos a este mundo, por lo que no hablan de la existencia del otro mundo. Dentro de esta categoría hay dos divisiones más. Una de ellas piensa que en algunos casos la persona regresa a este mundo en forma de animal, al objeto de sobrellevar castigos severos y que, luego de padecer tan doloroso tormento, será liberada del mundo animal para nuevamente retornar al mundo humano: dicha creencia recibe el nombre de transmigración. La otra división piensa que del mundo humano se vuelve al mundo humano, y que mediante ese retorno se obtienen los premios y castigos de la vida anterior; dicha creencia se denomina reencarnación. Ninguna de las dos divisiones hace mención de otro mundo fuera del presente.

La segunda categoría de creyentes en la reencarnación afirma la existencia del otro mundo y cree que la reencarnación es el medio de alcanzar la perfección. Es decir, cree que el hombre, al irse de este mundo y volver nuevamente a él, adquiere perfecciones gradualmente, así hasta alcanzar la más completa perfección. En otras palabras, sostiene que los hombres están compuestos de materia y energía. En un principio, -o sea, en su primer ciclo- la materia es imperfecta; pero al volver repetidamente a este mundo, progresa, se refina y gana en delicadeza, hasta llegar a ser como un espejo bruñido. Por su lado, la energía, la cual no es sino el espíritu, se despliega en ella con todas las perfecciones.

Tal es la presentación del tema por parte de quienes creen en la reencarnación y en la transmigración. Se trata de un resumen, suficiente en cuanto tal, en el que eludimos detalles que sería prolijo enumerar. Nótese que los partidarios de esta creencia no aportan argumentos ni pruebas lógicas sobre la cuestión, sino solamente suposiciones e inferencias basadas en conjeturas y no en argumentos concluyentes. A los creyentes en la reencarnación debe pedírseles pruebas y no conjeturas, suposiciones e imaginaciones.

Pero tú me has pedido argumentos acerca de la imposibilidad de la reencarnación. Eso es lo que debemos explicar ahora. El primer argumento sobre su imposibilidad es que lo exterior es la expresión de lo interior. La tierra es el espejo del Reino; el mundo material se corresponde con el mundo espiritual. Ahora bien, observa que en el mundo perceptible las formas no se repiten, pues ningún ser, es idéntico o igual a otro ser en su aspecto externo. El signo de la singularidad es visible y aparente en todas las cosas. Si todos los graneros del mundo estuviesen repletos de granos, no podrían encontrarse dos granos absolutamente idénticos e indistintos. Con seguridad habría diferencias y distinciones entre ellos. Ya que la prueba de la unicidad existe en todas las cosas, y la Singularidad y Unidad de Dios son evidentes en la realidad de todas las cosas, la repetición de una misma forma es absolutamente imposible. Por tanto, la reencarnación, que es la aparición repetida del mismo espíritu con la esencia y condición anteriores, es imposible e irrealizable en este mismo mundo de formas. Tal y como la repetición de una misma forma es imposible y está vedada en todos y cada uno de los seres materiales, así también está vedado y resulta imposible que los seres espirituales experimenten un retorno a la misma condición. Ello incluye (puesto que lo material se corresponde con lo espiritual) tanto el arco de descenso como el arco de ascenso.

Sin embargo, el retorno de los seres materiales con respecto a las especies es evidente. Valga el ejemplo, los árboles que en años anteriores produjeron hojas, flores y frutos, producirán, en los años venideros exactamente las mismas hojas, flores y frutos. A esto es a lo que se denomina "repetición de las especies". Si alguien objetase alegando que la hoja, la flor y el fruto se han descompuesto para descender del reino vegetal al reino mineral, y de ahí regresar a los reinos mineral y vegetal, y que, por tanto, ha existido una repetición, cabría responder que la flor, la hoja y el fruto del año pasado, se descompusieron, que dichos elementos combinados se desintegraron y se dispersaron en el espacio, y que las partículas de la hoja y el fruto del año pasado, tras la descomposición, ni se han vuelto a combinar ni han regresado. Por el contrario, mediante la composición de nuevos elementos, la especie ha retornado. Sucede lo mismo con el cuerpo humano, cuyos elementos, tras la descomposición y desintegración consiguiente, acaban dispersándose. Si, de igual manera, este cuerpo volviera nuevamente del reino mineral al reino vegetal, no tendría exactamente la misma composición de elementos que el hombre anterior. Aquellos elementos se habrían descompuesto y dispersado, disipándose en el vasto espacio. Otras partículas elementales habrían venido a combinarse dando lugar a la formación de un segundo cuerpo. Sería posible que alguna partícula elemental del individuo anterior entrase a formar parte de la composición del siguiente individuo. Ahora bien, las partículas no se han conservado ni han permanecido tan exacta y completamente iguales, sin sufrir aumento o disminución, como para que puedan combinarse de nuevo y que de esa composición y mezcla otro individuo sea llamado a existir. Por ende, no cabe probar que el primer cuerpo haya regresado dotado de todas sus partículas elementales, que el hombre anterior se haya transformado en el siguiente, y que, en consecuencia, haya habido una repetición; como tampoco cabe probar que el espíritu haya vuelto al igual que lo habría hecho el cuerpo; o que, tras morir, su esencia haya regresado a este mundo.

Si afirmamos que la reencarnación tiene como razón de ser la adquisición de perfecciones, de modo y manera que la materia mejore y se refine, y que la luz del espíritu se manifieste en ella con la mayor perfección, una vez más tal suposición no es sino pura imaginación. Pues, aun suponiendo que el argumento fuese creíble, con todo sería imposible que se produjese un cambio de naturaleza mediante el proceso de renovación y retorno. La esencia de la imperfección no se transforma en la realidad de la perfección mediante el retorno. La oscuridad más completa no se transforma en fuente de luz por el hecho de volver; ni la esencia de la debilidad se convierte en poder y fuerza por hacer nuevo acto de presencia; ni una naturaleza mundana llega a ser una realidad celestial. Por más que volviese, el árbol de Zaqqúm158 no produciría frutos dulces; en cambio, el árbol bueno, no importa con cuánta frecuencia pudiera volver, no produciría frutos amargos. Por tanto, es evidente que el retorno o regreso al mundo material no lleva a la perfección. Tal teoría es simplemente una idea desprovista de pruebas. A decir verdad, la causa de la adquisición de perfecciones es la munificencia de Dios.

Los teósofos creen que el hombre, que se encuentra en el arco de ascenso159, debe regresar repetidas veces hasta tanto no alcance el Centro Supremo. Cuando logre dicha condición, la materia se transforma en un espejo nítido sobre el que brillará en plenitud la luz del espíritu, adquiriendo así la perfección esencial. Ahora bien, existe un principio teológico establecido y profundo que afirma que los mundos materiales terminan al final del arco del descenso, y que la condición del hombre se encuentra al final del arco del descenso y al comienzo del arco del ascenso, posición que es opuesta al Centro Supremo. Además, desde el comienzo hasta el final del arco del ascenso, existen numerosos grados espirituales. El arco del descenso es llamado "comienzo"160 y el del ascenso es llamado "progreso".161 El arco del descenso termina en la materialidad, y el arco del ascenso en la espiritualidad. La punta del compás, al describir un círculo, no hace ningún movimiento retrógrado, porque esto sería contrario al movimiento natural y al orden divino; de otro modo, se arruinaría la simetría del círculo.

Por otra parte, este mundo material no reúne tanto valor ni tanta excelencia como para que el hombre, después de haberse escapado de esta jaula, desee caer por segunda vez en la trampa. Antes bien, no merced al regreso sino merced a la Gracia Eterna es como la valía y capacidad auténticas de la persona se tornan aparentes al atravesar los grados del ser. Una vez abierta la ostra, se hará evidente si contiene una perla o materia inservible. Cuando la planta haya crecido producirá o bien espinas o bien flores: no hay necesidad de que crezca nuevamente. Además, avanzar y progresar en los mundos dentro de un orden inequívoco, y de acuerdo con la ley natural es la causa de la existencia. Un movimiento contrario a la ley y al orden de la naturaleza es la causa de la inexistencia. El retorno del alma después de la muerte es contrario al movimiento natural y opuesto al sistema divino.

En consecuencia, es absolutamente imposible alcanzar la existencia por medio del retorno. Es como si el hombre, después de haberse liberado de la matriz, regresara nuevamente a ella. Reflexiona acerca de cuán pueril es la imaginación implícita en la doctrina de la reencarnación y la transmigración. Sus defensores ven el cuerpo humano como a una vasija donde el espíritu estaría retenido de forma parecida a como el agua lo está en una copa de la que más tarde habrá de trasvasarse. Concepción semejante es una simpleza. No se dan cuenta de que el espíritu es una existencia incorpórea, que no entra ni sale, cuya relación con el cuerpo es tan sólo como la del sol con el espejo. De ser cierto que el espíritu, mediante su retorno a este mundo material, pudiera recorrer los grados de la existencia y adquirir la perfección suprema, sería entonces mejor que Dios prolongara la vida del espíritu en el mundo material permitiéndole que adquiriese perfecciones y mercedes. No habría necesidad entonces de beber de la copa de la muerte ni de adquirir una segunda vida.

La idea de que la existencia está restringida a este mundo perecedero, así como la negación de la existencia de los mundos divinos, proviene originalmente de la imaginación de ciertos creyentes en la reencarnación. Mas los mundos divinos son infinitos. Si estos culminasen en el mundo material presente, la creación sería fútil; es más, la existencia sería una mera simpleza. El objeto de estas existencias sin fin, que no es otro que la noble existencia del hombre, se reduciría a un ir y venir por unos pocos días dentro de esta morada efímera. Después de recibir castigos y recompensas, al final todos llegarían a la perfección ¡La creación divina y la infinidad de seres existentes lograrían ser cabales y perfectos; la Divinidad del Señor, las cualidades y nombres divinos estarían entonces abocados a la desidia y a la inacción en lo que concierne a su efecto sobre estos seres espirituales creados! "Glorificado sea tu Señor, el Señor que está santificado más allá de toda descripción".162

Así era la mente limitada de los filósofos del pasado, como Ptolomeo y otros que supusieron que el mundo, la vida y la existencia se hallaban restringidos a este globo terrestre; quienes concibieron que este espacio sin límites se encontraba confinado dentro de las nueve esferas del cielo, todas ellas deshabitadas y vacías. Observa cuán limitados eran sus pensamientos y cuán débiles sus mentes. Quienes creen en la reencarnación piensan que los mundos espirituales están restringidos a los mundos de la imaginación humana. Además, algunos de ellos, como es el caso de los drusos y los nusairés, creen que la existencia se circunscribe a este mundo físico. ¡Qué suposición más ignorante cuando se repara en el hecho de que en este universo de Dios, revestido como está de la belleza, grandeza y perfección más consumadas, las estrellas luminosas del universo material son simplemente incontables! Así pues, conviene reflexionar sobre lo infinito e ilimitado de los mundos espirituales, que son la roca madre. "¡Estad atentos, oh vosotros dotados de discernimiento!".163

Mas retornemos a nuestro tema. Las escrituras Divinas y los Libros Sagrados tratan acerca del "regreso". Los ignorantes no han comprendido el significado de la palabra, y quienes creían en la reencarnación han hecho conjeturas sobre el tema. Pues bien, lo que los Profetas divinos querían significar por "regreso" no es el regreso de la esencia, sino de las cualidades; no es el regreso de la Manifestación, sino el de las perfecciones. El evangelio dice que Juan, el hijo de Zacarías, es Elías. Dichas palabras no significan el regreso del alma racional y de la personalidad de Elías en el cuerpo de Juan, sino que las perfecciones y cualidades de Elías se hicieron manifiestas y aparentes en Juan.

Una lámpara brillaba anoche en este cuarto, y cuando esta otra lámpara brille, diremos que la luz de anoche ha vuelto a encenderse. El agua fluye de la fuente para más tarde dejar de hacerlo; y cuando, una vez más, comienza a fluir, decimos que su agua es la misma de antes, que fluye de nuevo. También solemos decir que esta luz es igual a la anterior. Otro tanto sucede con la primavera del año pasado, que estuvo cuajada de capullos, flores, frutos deliciosos y hierbas fragantes. Un año más tarde afirmamos que aquellos frutos deliciosos han vuelto, que aquellos capullos, aquellas flores y aquella lozanía han regresado nuevamente. Eso no significa que las mismas partículas que componían las flores del año pasado, después de descomponerse, se hayan combinado nuevamente para acto seguido regresar. Por el contrario, lo que viene a significar es que la delicadeza, la frescura, el perfume delicioso y los colores maravillosos de las flores del año pasado, resultan visibles y aparentes exactamente de la misma manera que las flores del presente año. Resumiendo, con este tipo de expresiones se hace alusión sólo a la semejanza y parecido que hay entre aquellas y estas flores. El "regreso" mencionado en las Escrituras Divinas pertenece a esta categoría de expresiones, como así queda explicado detenidamente por la Pluma Suprema164 en el Kitáb-i-Íqán. Remítete a él para informarte sobre la verdad de los misterios.

Exaltaciones y alabanzas sean sobre ti.

82

EL PANTEÍSMO

PREGUNTA: ¿Cómo entienden la cuestión del panteísmo165 los teósofos y los sufíes? ¿Qué significa y en qué grado se aproxima a la verdad?

RESPUESTA: Has de saber que la doctrina del panteísmo es antiquísima. Se trata de una creencia que no está restringida a teósofos y sufíes. Al contrario, algunos de los sabios griegos ya la compartían, como Aristóteles, quien llegó a decir: "La realidad o verdad simple son todas las cosas; pero no es una de ellas". En este sentido "simple" contrasta con "compuesto". Nos referimos a la Realidad aislada, que está purificada y santificada de lo compuesto y divisible, y se expresa a sí misma en innumerables formas. Por consiguiente, la Verdadera Existencia es todas las cosas, pero no alguna de las cosas.

Brevemente, los seguidores del panteísmo creen que la Verdadera Existencia es como el mar, y los seres como sus olas. Las olas, símbolos de los seres, son las innumerables formas de aquella Existencia Verdadera. Por tanto, la Sagrada Realidad es el Mar Primordial166, y las innumerables formas de los seres contingentes son las olas que surgen. Los panteístas comparan su doctrina con la de la unidad verdadera y la de la infinitud de los números. En efecto, la verdadera unidad se refleja en el valor de los números infinitos, pues los números son la repetición de la unidad verdadera. Así, el número dos es la repetición del uno, y lo mismo sucede con los demás números.

Una de sus pruebas es ésta: todos los seres son cosas conocidas de Dios; y el conocimiento sin cosas que conocer, no existe, pues el conocimiento tiene relación con lo que existe, no con la nada. La nada absoluta no puede concretarse ni substanciarse en grado alguno del conocimiento. Por tanto, las realidades de los seres, que son las cosas conocidas por Dios, el Altísimo, poseen una existencia intelectual, ya que tienen la forma intelectual divina, y por la misma razón son preexistentes, como preexistente es el Conocimiento Divino.

Pues bien, puesto que el conocimiento es preexistente, las cosas conocidas también lo son, y las individualizaciones y especificaciones de los seres -que son los conocimientos preexistentes de la Esencia de la Unidad-, constituyen el Conocimiento Divino mismo. Pues tanto la realidad de la Esencia de la Unidad, como el conocimiento y las cosas conocidas conforman una unidad absoluta, verdadera y firme. De lo contrario, la Esencia de la Unidad degeneraría en la multiplicidad de fenómenos, lo que haría de la multiplicidad de preexistencias167 una necesidad, lo cual sería absurdo.

Así quedaría probado que las cosas conocidas cons-tituyen el conocimiento mismo, y el conocimiento la Esen-cia misma. Es decir, que el Conocedor, el conocimiento y las cosas conocidas constituyen una única realidad. Si alguien imaginara algo fuera de esto, ello necesariamente nos retrotraería a la multiplicidad de preexistencias, al encadenamiento sin fin de causas y efectos y a la multiplicidad innúmerable de preexistencias. Como la individualización y la especificación de los seres en el conocimiento de Dios constituyeron la Esencia de la Unidad misma y, no había ninguna diferencia entre éstos, existió sólo una Unidad verdadera. Todas las cosas conocidas fueron difundidas e incluidas en la realidad de la Esencia única (esto es, de acuerdo con el modo de simplicidad y de unidad, constituyen el conocimiento de Dios, el Altísimo, y la Esencia de la Realidad). Cuando Dios manifestó su gloria, tales individualizaciones y especificaciones de los seres, que hasta entonces poseían una existencia virtual (a saber, eran una forma del Conocimiento Divino), hallaron verificada su existencia en el mundo visible. Esta Verdadera Existencia adopta infinitas formas. Tal es la base de su argumento.

Los teósofos y los sufíes están divididos en dos ramas: una, en la que se incluye la gran mayoría, que simplemente por espíritu de imitación cree en el panteísmo, aunque sin comprender lo que afirman sus exponentes renombrados. Pues el común de los sufíes creen que al hablar del Ser se habla de la existencia universal, entendida substancialmente, y por tanto asequible a la razón y a la inteligencia (es decir, que el hombre puede comprenderla). Pero lo cierto es que esta existencia universal es uno de los accidentes que penetra la realidad de los seres, y las cualidades de los seres son la esencia. Esta existencia accidental depende de los seres, de manera análoga a como las propiedades de las cosas dependen de las cosas mismas. Por tanto es un accidente de entre los accidentes. Huelga decir que la esencia es superior al accidente. Pues la esencia constituye el origen, y el accidente la consecuencia; la esencia depende de sí misma, en tanto que el accidente depende de otra cosa, o mejor dicho, necesita de una esencia de la cual depender. De no ser así, Dios sería la consecuencia de la criatura, necesitaría de ella, y ésta sería independiente de Él.

Por ejemplo, cada vez que los elementos aislados se combinan de conformidad con el sistema universal divino, un ser de entre los seres aparece en el mundo. Es decir, cuando ciertos elementos se combinan, se produce un ser vegetal; cuando otros se combinan, se obtiene un animal; y, de nuevo, cuando otros se combinan, surgen criaturas varias. En este caso, la existencia de las cosas es la consecuencia de su realidad. Entonces ¿cómo cabe concebir que esta existencia, la cual es un accidente de entre accidentes, y que necesita de otra esencia de la que dependa, sea la Esencia Preexistente, el Autor de todas las cosas?

Los doctos de entre los teósofos y sufíes que se han ocupado de esta cuestión, creen que existen dos categorías de existencia. Una es la existencia universal, comprensible para la inteligencia humana, que es un fenómeno, un accidente de entre muchos accidentes (siendo así que la realidad de las cosas es la esencia). Según este planteamiento, el panteísmo no tendría nada que ver con dicha existencia universal e imaginaria, sino sólo con la Verdadera Existencia, libre y santificada de toda interpretación, la Unidad mediante la cual todas las cosas -por ejemplo, la materia y la energía- han venido al mundo y existen, incluyendo esta existencia universal que admite ser comprendida por la mente humana. Tal es la verdad de la cuestión, según los teósofos y los sufíes.

En una palabra, con respecto a la doctrina de que todas las cosas existen por la Unidad, todos están de acuerdo, filósofos y Profetas. Empero, existe entre ellos una diferencia: los Profetas dicen que el Conocimiento de Dios no tiene necesidad de la existencia de los seres; en cambio, el conocimiento de la criatura necesita la existencia de las cosas conocidas. Si el Conocimiento de Dios tuviera necesidad de alguna otra cosa, el suyo no sería conocimiento divino sino conocimiento de criatura. Pues lo Preexistente es diferente de lo fenoménico, y lo fenoménico es lo contrario de lo Preexistente. Cuanto es atribuible a la criatura -o sea, las necesidades de los seres contingentes- lo negamos de Dios; pues la purificación o santificación respecto de las imperfecciones es una de sus propiedades necesarias. De ahí que si vemos que en lo fenoménico hay ignorancia; afirmemos el conocimiento en el Preexistente. Que en lo fenoménico observamos debilidad; en el Preexistente reconocemos poder. Que en lo fenoménico observamos pobreza; en el Preexistente reconocemos riqueza. Así pues, lo fenoménico es la fuente de imperfecciones, y el Preexistente es la suma de las perfecciones. El conocimiento fenoménico requiere del conocimiento de las cosas; el conocimiento Preexistente es independiente de la existencia de ellas. Así es que no existe la preexistencia de la especificación y la individualización de los seres conocidos de Dios, el Altísimo. De dichos atributos, divinos y perfectos como son, poco es lo que alcanzamos a comprender con nuestra inteligencia que podamos decidir si el Conocimiento Divino tiene necesidad de las cosas conocidas.

Este es, en pocas palabras, el argumento principal de los sufíes. Si hiciéramos mención de todas sus pruebas y explicáramos sus respuestas, emplearíamos tiempo en exceso. Lo antedicho es su prueba decisiva y su argumento escueto, al menos el de los sufíes y teósofos más entendidos.

En cualquier caso, todos están de acuerdo en cuanto a que la Verdadera Existencia, la realidad de la Esencia de la Unidad, sea la causa de que todas las cosas existan y hayan venido al mundo. La diferencia radica en que los sufíes afirman: "La realidad de las cosas es la manifestación de la Verdadera Unidad". Los Profetas, por el contrario, afirman que "ella emana de la Verdadera Unidad". Grande es la diferencia entre manifestación y emanación. La aparición por medio de la manifestación significa que una sola cosa aparece en una infinidad de formas. Por ejemplo, cuando la semilla, que es un ser individual dotado de las perfecciones vegetales, se manifiesta, adopta infinidad de formas, ramas, hojas, flores y frutos. A este proceso es a lo que denominamos aparición por manifestación. En contraste, en la aparición por emanación la Unidad Verdadera permanece y continúa en la exaltación de su santidad, por lo que el ser de las criaturas emana de Ella y no es manifestado por Ella. La aparición por emanación admite ser comparada con el sol, cuya emanación de luz se derrama sobre todas las criaturas sin que el sol deje de permanecer en su santidad exaltada, ni tenga por qué descender o resolverse en formas luminosas, ni tampoco deba aparecer en la sustancia de las cosas como resultado de la especificación y la individualización de los seres. El Preexistente no pasa a ser fenoménico; la riqueza independiente no se transforma en pobreza encadenada; la perfección pura no se transforma en imperfección absoluta.

Recapitulando: los sufíes admiten a Dios y la criatura, y dicen que Dios Se resuelve en las infinitas formas de las criaturas y Se manifiesta como un mar que se hace patente en la formas infinitas de las olas. Esas olas fenoménicas e imperfectas son el Mar Preexistente, que es la suma de todas las perfecciones divinas. Los Profetas, por el contrario, dicen que existe el mundo de Dios, el mundo del Reino, y el mundo de la Creación: las tres cosas. La primera emanación de Dios es la munificencia del Reino, la cual emana y es reflejada en la realidad de las criaturas, como la luz que emana desde el sol y resplandece en las criaturas. Y esta munificencia, que es la luz, se ve reflejada en infinidad de formas y en la realidad de todas las cosas, especificándose e individualizándose a sí misma según la capacidad, mérito y valía intrínseca de las cosas. Pero la afirmación de los sufíes requiere que la Riqueza Independiente descienda a la condición de la pobreza, que el Preexistente se confine a sí mismo a formas fenoménicas, y que el Poder Absoluto se reduzca a la condición de debilidad, de acuerdo con las limitaciones de los seres contingentes. Tal razonamiento es un error palpable. Repara que la realidad del hombre, la más noble de las criaturas, no desciende a la realidad del animal; que la esencia del animal (dotada de la facultad de la percepción), no se rebaja a la condición vegetal (caracterizada por la facultad del crecimiento), ni desciende a la realidad del mineral.

En una palabra, la realidad superior no desciende ni se rebaja a las condiciones inferiores. Según eso ¿cómo podría ser que la Realidad Universal de Dios, libre como está de toda descripción y atributo, no obstante su santidad y pureza absolutas, se resuelva en las formas de las realidades de las criaturas, que son fuente de imperfecciones? Tal fantasía resulta inconcebible.

Antes bien, la Esencia Santa es la suma de las perfecciones divinas. Mediante la emanación todas las criaturas gozan del don de la iluminación, reciben las luces, la perfección y la belleza de su Reino. Todos los seres terrenales son regalados por los rayos del sol, mas el sol no desciende ni se rebaja a las realidades propias de los seres terrenales.

De sobremesa, y considerando lo avanzado de la hora, no hay tiempo para una explicación más detallada.

¡Enhorabuena!

83

LOS CUATRO MÉTODOS DE

ADQUIRIR CONOCIMIENTOS

Existen sólo cuatro métodos o criterios de comprensión, es decir, las realidades de las cosas se comprenden por medio de los cuatro métodos que siguen:

El primero se verifica por medio de los sentidos. Todo cuanto la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto perciben se comprende de esta manera. En la actualidad todos los filósofos europeos estiman que éste es el mejor y principal método para adquirir el conocimiento. Y lo juzgan sagrado, no obstante el hecho de que resulta imperfecto por estar sujeto a error o engaño. Por ejemplo, el sentido más importante es el poder de la visión. Los ojos confunden al espejismo con el agua, y toman por reales y existentes las imágenes reflejadas en los espejos; los objetos distantes les parecen pequeños, y un puño que gira semeja ser un círculo. La vista cree que la tierra está inmóvil y ve al sol en movimiento. Por tanto, dado que en éste como en muchos casos similares se equivoca, no podemos fiarnos de ella.

El segundo método es el de la razón, al que esos pilares de la sabiduría, los filósofos de la antigüedad, estimaban como si fuese el criterio de la verdadera comprensión. Realizaban sus comprobaciones mediante la razón, y se adherían firmemente a las pruebas racionales. Todos sus argumentos estaban basados en ella. Aun así, sus discrepancias eran grandes y sus opiniones contradictorias. Incluso mudaban sus puntos de vista. Durante una veintena de años probaban la existencia de una cosa por medio de argumentos lógicos, y más tarde igualmente la negaban por medio de argumentos lógicos. Tanto es así que el mismo Platón probó en un principio mediante la lógica la inmovilidad de la tierra y el movimiento del sol, para más tarde -con argumentos asimismo lógicos- probar que el sol era el centro estacionario y que era la tierra la que giraba. Más tarde, con la difusión de la teoría ptolemaica, la teoría de Platón cayó en completo olvido, hasta que por fin fue rehabilitada por otro observador. Aun empleando argumentos racionales, todos los matemáticos discrepaban entre sí. Por medio de argumentos lógicos, resolvían un problema en un determinado momento para más tarde refutarlos con argumentos de la misma naturaleza. Durante un tiempo un filósofo podía defender firmemente una teoría determinada con razonamientos y pruebas contundentes de apoyo, para luego retractarse y contradecir sus conclusiones con argumentos racionales. A la luz de lo dicho resulta patente que la razón en cuanto método no es perfecta, como lo prueban las divergencias de los antiguos filósofos y la falta de estabilidad y las variabilidad de sus opiniones. De haber sido perfecta, todos habrían de compartir unánimemente sus ideas y opiniones..

El tercer método de comprensión lo proporciona la tradición sagrada, es decir, los textos de las Santas Escrituras, como cuando la gente arguye: "Así dice Dios en la Torah o así se expresa en el Evangelio". Este método tampoco es perfecto pues las tradiciones se comprenden por medio de la razón. Y como la razón en sí misma es propensa al error es perfectamente posible que cometa errores y que no alcance la certidumbre, por lo que no cabe afirmar que no pueda equivocarse cuando se aplica a la interpretación de las tradiciones. Es el método empleado por las autoridades religiosas, de ahí que cuanto entienden y comprenden de los textos es lo que su razón les dicta, y no necesariamente la auténtica verdad. Pues la razón es como una balanza, y los significados encerrados en el texto de los Libros Sagrados son los elementos sopesados. Si la balanza no fuera exacta, ¿cómo podría acertarse con la pesada?

Has de saber, entonces, que lo que creen las personas y cuanto está a su alcance, es susceptible de error. Tal como se ha visto, cuando se prueba o refuta algo, el que la prueba proceda de la evidencia de los sentidos, no la hace infalible, ya que el método como tal es imperfecto. Lo mismo vale para los argumentos racionales y tradicionales, cuya fuerza probatoria dista de ser perfecta. Por tanto, no existe una norma al alcance de las personas en la que podamos confiar.

En cambio, la gracia y munificencia del Espíritu Santo sí proporciona un método verdadero de comprensión infalible e indudable. Tal método, única condición mediante la cual la certidumbre puede ser alcanzada, se verifica merced a la ayuda otorgada a la persona por el Espíritu Santo.

84

LA NECESIDAD DE SEGUIR LAS ENSEÑANZAS DE

LAS MANIFESTACIONES DIVINAS

PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las enseñanzas divinas quienes, considerándose independientes de ellas, destacan por sus obras bondadosas y por su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas poseedoras de una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y la amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en aras de la paz universal. ¿Cuál es la condición de dichas personas?

RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que constituyen la gloria de la humanidad. Así y todo esas obras, por sí solas, no son suficientes; son un cuerpo de gran encanto, pero carente de espíritu. No, la causa de la vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación universal, de la salvación y prosperidad verdaderas, es ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del mundo humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas se deriva el beneficio material gracias al cual progresa la civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del progreso y la atracción espirituales; por su intermedio se consiguen la percepción de la verdad, la exaltación de la humanidad, la civilización divina, la rectitud moral y la iluminación.

En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus brillantes rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la vida del Reino. En verdad, el fruto de la existencia humana, es el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida y la gracia eterna. Si el amor a Dios no existiera, el mundo contingente se hallaría en tinieblas; si el amor a Dios no existiera, los corazones de los hombres estarían muertos y privados de las sensaciones propias del existir; si el amor a Dios no existiera, la luz de la unidad no iluminaría a la humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este y el Oeste no se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor a Dios no existiera, la división y la desunión no se transformarían en fraternidad; si el amor a Dios no existiera, la indiferencia no desembocaría en el cariño; si el amor a Dios no existiera, el extraño no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la gracia divinas.

Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las opiniones varían y que los sentimientos difieren; como evidente es que tal diferencia de opiniones, pensamientos, inteligencia y sentires entre las razas humanas surgen de una necesidad esencial. Las diferencias de las criaturas en los planos del ser constituyen uno de los requisitos de la existencia (la cual se despliega en una infinidad de formas). Por tanto, precisamos de un poder universal que domine los sentimientos, las opiniones y los pensamientos de todos, un poder gracias al cual estas divisiones no trasciendan, un poder que dé amparo a todos los hombres bajo el pabellón de la unidad. Es claro y evidente que el mayor poder del reino humano es el amor a Dios. El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos bajo la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad más grandes.

Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor a Dios, cuántas naciones, razas, familias y tribus se cobijaron a la sombra de la Palabra de Dios. Las divisiones y diferencias de un millar de años se desvanecieron del todo. Las nociones de raza y patria desaparecieron por completo. La unión de almas y seres se consumó, y todos se convirtieron en cristianos verdaderos y espirituales.

La tercera virtud de la humanidad es la benevolencia, que sirve de fundamento a las buenas obras. Algunos filósofos consideran que la intención es superior a la acción, ya que la benevolencia, siendo luz absoluta, se halla purificada y santificada de las impurezas del egoísmo, de la enemistad, y del engaño. Ahora bien, entra dentro de lo posible que un hombre realice una obra que en apariencia sea justa, pero que en realidad esté motivada por la codicia. Por ejemplo, un carnicero cría una oveja y la protege. Semejante conducta por parte del carnicero se rige por fines de lucro, el resultado de cuyos esmeros es el sacrificio de la pobre oveja. ¡Cuántas buenas obras obedecen a la codicia! Mas la benevolencia está santificada de tales impurezas.

Brevemente, si al conocimiento de Dios se suma el amor a Dios, la atracción, el éxtasis y la buena voluntad, la obra justa resulta entonces cabal y perfecta. De lo contrario, de no estar asentada en el conocimiento de Dios así como en el amor a Dios y en una intención sincera, aun la obra buena y loable se torna imperfecta. Por ejemplo, el ser humano debe reunir todas las perfecciones para que pueda decirse perfecto. La vista es sumamente apreciada y estimada, mas debe contar con la asistencia del oído; el oído es muy apreciado, mas debe contar con el poder de la palabra; el poder de la palabra es muy grato, mas debe contar con el poder de la razón, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con los otros poderes, órganos y miembros del hombre. Cuando se da una conjunción de todos esos poderes, sentidos, órganos y miembros, el hombre es perfecto.

En el mundo actual nos encontramos con personas deseosas del bien público, personas entregadas, según su capacidad, a proteger a los oprimidos, socorrer a los pobres y apoyar con entusiasmo la paz y el bienestar universales. Son personas que, si bien son perfectas en este sentido, resultan imperfectas si están desprovistas del conocimiento y del amor de Dios.

El médico Galeno, en su comentario al tratado de Platón sobre el arte de gobernar168 afirma que los principios fundamentales de la religión ejercen gran influencia sobre la civilización. Arguye que "la multitud no puede seguir el hilo argumental de las explicaciones filosóficas; y que por esta razón, necesita de símbolos que anuncien las recompensas y los castigos del otro mundo. La prueba de la verdad de esta afirmación -asegura- es que hoy vemos a unas gentes llamadas cristianas, que creen en las recompensas y los castigos. Y esta secta manifiesta obras hermosas, como las que realiza un verdadero filósofo. Vemos claramente que no sienten temor hacia la muerte, que no esperan ni desean nada de la multitud, salvo justicia y equidad, por lo que merecen ser considerados verdaderos filósofos".

Pues bien, repara en cuál no sería el grado de sinceridad, celo, espiritualidad, amistad, y las buenas obras de un creyente en Cristo como para que Galeno, el médico filósofo, que no era cristiano, rindiese tributo a su refinamiento moral y virtudes describiéndolo como auténtico filósofo. Esas virtudes y esa moral no se consiguieron sólo exhibiendo obras buenas. Si la virtud se redujera a una cuestión de hacer y recibir el bien ¿por qué no habríamos de alabar la lámpara encendida aquí presente, cuya iluminación resulta indudablemente beneficiosa? Gracias a su calor y a su luz el sol permite que todos los seres de la tierra se multipliquen, crezcan y se desarrollen. ¿Existe favor mayor que éste? Sin embargo, como ese bien no proviene de la benevolencia, amor y conocimiento de Dios, es imperfecto.

Cuando, por el contrario, una persona tiende un vaso de agua hacia otra persona, ésta se siente agradecida y así lo hace saber. Algún irreflexivo podría alegar: "Este sol que otorga luz al mundo, esta diáfana y suprema generosidad, debe ser adorado y alabado. ¿Por qué no habríamos de dar gracias al sol por su generosidad cuando quedamos agradecidos con quien realiza un simple acto de cortesía?" Mas si somos honestos en nuestra indagación de la verdad, vemos que el acto insignificante de cortesía se debe a sentimientos conscientes y reales, y por ende dignos de alabanza. En contraste, la luz y el calor del sol no se deben a sentimientos ni a conciencia alguna, por lo que no son dignos de elogio o alabanza, ni son acreedores de nuestra gratitud y agradecimiento.

De igual manera, cuando alguien realiza una obra buena, aunque ésta sea digna de elogio en cuanto tal, resulta imperfecta si no se funda en el amor y en el conocimiento de Dios. Ahondando más, si reflexionas con justicia, observarás que las buenas obras de quienes ignoran a Dios también se deben fundamentalmente a las enseñanzas divinas. Vale decir que los Profetas del pasado son responsables de que hoy se realicen esas mismas obras. Ellos fueron quienes explicaron la belleza de obrar el bien, quienes expusieron sus consecuencias gloriosas. Con la difusión sucesiva y repetida de enseñanzas tales, los hombres tornaron sus corazones hacia las virtudes. Sintiendo que eran hermosas y que eran motivo de alegría y felicidad, las siguieron.

Por consiguiente, tales actos también provienen de las enseñanzas de Dios. Pero para comprender este asunto no ha menester de controversia, ni de discusión, sino de justicia. Alabado sea Dios, pues tú has estado en Persia y has visto como los persas, gracias a las santificadas brisas de Bahá'u'lláh, son ahora benevolentes para con la humanidad. En tiempos pasados, atormentaban al extranjero con que se cruzasen; llenos de la enemistad, el odio y la malevolencia más acérrimos llegaban al extremo de arrojarle inmundicias. Quemaban los libros del Evangelio y la Torah, y si sus manos se contaminaban al tocarlos, se las lavaban. Actualmente, en sus reuniones y asambleas la gran mayoría de esos persas recitan y entonan dignamente el contenido de estos dos Libros, comentan e interpretan sus enseñanzas. Muestran hospitalidad hacia sus enemigos. Tratan a los lobos sanguinarios con delicadeza, como a las gacelas que moran en las planicies del amor de Dios. Tú has observado sus costumbres y hábitos, y has oído acerca de las costumbres de los persas de otros tiempos. Tamaña transformación de la moral, semejante mejoramiento de la conducta y de la palabra ¿son acaso posibles si no es mediante el amor a Dios? No, por Dios. Si con la ayuda de la ciencia y el conocimiento tratásemos de inculcar esa moral y esas costumbres, en verdad, se necesitaría un millar de años, y aun así no se difundirían entre el común de las gentes.

Hoy en día, gracias al amor a Dios, dicho anhelo ha sido alcanzado con la mayor facilidad.

¡Estad prevenidos, oh poseedores de inteligencia!

Notas

1 Sobre la idea de Dios véase los capítulos 37 y 59. De estos y otros capítulos se desprende que Dios no es concebido antropomórficamente. El uso de determinadas imágenes posee un carácter simbólico, como así lo explican los propios escritos bahá'ís.
2 Gén., 1.26.
3 Gén. 1:26.
4 Jn. 6: 42.
5 Los Banú-Tamím, una de las tribus árabes más bárbaras, practicaba esta abominable costumbre.
6 El califa 'Umar.
7 Copérnico.
8 Cf. Corán, Sura 36.
9 Cf. Corán, Sura 36.
10 Galileo.
11 'Abdu'l-Bahá hace uso del título Hadrat-i-A'lá (su Alteza Suprema) para referirse al Báb. Para mayor comodidad del lector utilizaremos aquí en su lugar el tí-tulo por el que mejor se le conoce en Europa, a saber, el Báb.
12 Doctores de la religión islámica.
13 Bahá'u'lláh sufrió su primer exilio en Bagdad. Luego seguirían sendos destierros a Constantinopla, Adrianópolis, y Akká (la Prisión Más Grande), ciudad fortificada esta última donde durante varios años fue sometido a un régimen de prisión rigurosa.
14 El penetrante juicio de Bahá'u'lláh desbarató las intenciones malignas de sus enemigos, quien, a buen seguro, jamás hubieran podido ponerse de acuerdo en la elección de un milagro.
15 Iraq. 'Abdu'l-Bahá utiliza el adjetivo "árabe" para distinguir esta región de la región persa del mismo nombre conocida como 'Iráq-i-Adjám, actualmente llamado Arák.
16 En Adrianópolis.
17 Napoleón III.
18 Una de las obras de Bahá'u'lláh, escrita después de su declaración.
19 Hijo del cónsul francés de Siria, con quien Bahá'u'lláh mantenía relación amistosa.
20 Nombre con que se designa a las epístolas de Bahá'u'lláh.
21 Valí.
22 Cf. la nota 2 de la pág. 56.
23 Exclamación utilizada por los bahá'ís como profesión de fe. Literalmente significa: "¡Oh Tú, Gloria de las Glorias!".
24 Bahá'u'lláh.
25 La prisión de Akká.
26 Cf. el capítulo 22.
27 Cf. Dan. 9:24.
28 Cf. Núm. 14:34.
29 Esto es, en la semana 69-70.
30 Dn. 8:14.
31 Dn. 8:17.
32 Dn. 12:6-7.
33 La referencia aparece en los versículos 11 y 12.
34 Varaqat-Ibn Nawfal, primo de Khadíjah.
35 El año 1290 de la proclamación de la misión de Mahoma corresponde al 1280 de la hégira, es decir el período de esa duración comprendido entre los años 1863-64 de la era cristiana. En abril de 1863, cuando Bahá'u'lláh se disponía a partir a Constantinopla, anunció a algunos de sus acompañantes que Él era la Manifestación anunciada por el Báb. Esta es la ocasión que los bahá'ís celebran en la Fiesta de "Ridván" (Paraíso), nombre por el que se conoce al jardín donde Bahá'u'lláh permaneció doce días y donde se realizó su declaración.
36 Ap. 11:3.
37 'Abdu'l-Bahá ofrece aquí una traducción al persa del texto coránico. De ahí la repetición que nos permitimos respetar en nuestra traducción.
38 Ap. 11:4.
39 Ap. 11:5.
40 Ap. 11:6.
41 Ap. 11:6.
42 Ap. 11:6.
43 Ap. 11:7.
44 Ap. 11:7.
45 Ap. 11:7.
46 Ap. 11:8.
47 Ap. 11:9.
48 Otro nombre por el que también se conoce al Corán cuyo significado es "distinción".
49 Ap. 11:10.
50 Ap. 11:11.
51 Quddús, cuyo nombre original era Hájí Mullá Muhammad-'Alíy-i-Bárfurúshí, fue uno de los principales discípulos del Báb y una de las diecinueve Letras del Viviente.
52 Ap. 11:12.
53 Esto es, vieron al Báb y a Quddús.
54 Ap. 11:13.
55 Ap. 11:13.
56 Ap. 11:14.
57 Ez. 30:1-3.
58 Ap. 11:15.
59 Ap. 11:16-7.
60 Ap. 11:18.
61 Ibidem.
62 Ibid.
63 Ibid.
64 Ap. 11:19.
65 Ibidem.
66 Ibid.
67 Una de las obras de Bahá'u'lláh en la que se designa expresamente a 'Abdu'l-Bahá como la persona a la que todos habrían de volverse tras su fallecimiento.
68 Ibid.
69 Ap. 21:2.
70 Ap. 12:3-4.
71 Ap. 12:4.
72 Ap. 12:6
73 Nota: En las últimas conversaciones aquí recogidas, 'Abdu'l-Bahá desea reconciliar con una nueva interpretación las profecías apocalípticas de los judíos, cristianos y musulmanes. No se ocupa de demostrar su carácter sobrenatural, asunto del que se ocupa en otros secciones (cf. cap. 40 "El Conocimiento de las Manifestaciones Divinas," y el cap. 71 "Las visiones y la comunicación con los Espíritus").
74 Extracto de la carta a Nasiri'd-Dín Sháh.
75 Cf. Corán 19:17.
76 Corán 36:36.
77 Esta conversación pone de manifiesto la infructuosidad de las discusiones sobre esta clase de asuntos; las enseñanzas de 'Abdu'l-Bahá sobre el nacimiento de Cristo se encuentran en el capítulo siguiente.
78 Jn. 1:12-13.
79 Gén. 2:7.
80 Hch. 15:20.
81 Esto es, de Cristo, a Quien los musulmanes suelen designar con el título de Ruhu'lláh, el Espíritu de Dios.
82 Jn. 6:51.
83 Mt. 26:26.
84 Mt. 8:22; Jn. 3:6.
85 Cf. Mt. 13:14; Jn. 12:40-41.
86 Cf. Mt. 24:29-30.
87 Kitáb-i-Íqán, una de las primeras obras de Bahá'u'lláh, escrita en Bagdad antes de la declaración de su manifestación.
88 Jn. 3:13.
89 En estas conversaciones, el lector habrá observado que 'Abdu'l-Bahá prefiere indicar el significado de ciertos pasajes de las Escrituras Sagradas, en lugar de citar el texto literalmente.
90 Masíkh, es decir el monstruo. En árabe hay un juego de palabras entre Masíh, el Mesías, y masíkh, el monstruo.
91 Cf. 1 Tes. 5:2; 2 Pe. 3:10.
92 Cf. cap. 82, "El Panteísmo".
93 La Manifestación Divina.
94 Jn. 17:5.
95 Esto es, la Realidad de Cristo.
96 Abu'l-Bashar, es decir, el padre del hombre (uno de los títulos que los musulmanes le asignan a Adán).
97 Jn. 6:51.
98 Gn. 2:16-17.
99 Cf. Gén. 3:5.
100 Cf. Gén 3:11-15, 22.
101 Bahá'u'lláh.
102 Bahá'u'lláh.
103 Cf. Jn. 6:51.
104 Judíos y cristianos.
105 Mt. 8:22.
* Mt 12:312-32.
106 Mt. 22:14.
107 Mt. 22:14.
108 Cf. cap. 57, "Las causas de las diferencias en los caracteres de los hombres".
109 Cf. Kitáb-i-Íqán, pág. 100 y siguientes.
110 Cf. Jn. 1:19-21.
111 Cf. Jn. 1:21.
112 Es decir, la individualidad.
113 Mt. 16:18.
114 Es bien sabido que el verdadero nombre de Pedro era Simón, pero Cristo le llamó Cefas, que corresponde a la palabra griega "petras", que quiere decir piedra.
115 Cf. Mt 16:14-18.
116 Cf. Corán 6:103.
117 De un hadíth (tradición musulmana).
118 Es decir, en su origen.
119 Se refiere al reino humano, donde solo el espíritu manifiesta inmortalidad. Cf. cap. 64 "La Condición del hombre y su progreso después de la muerte".
120 Cf. Jn. 14:11; 17:21.
121 Jn. 1:1.
122 Íbidem.
123 Cf. cap. 55 "Alma, espíritu y Mente".
124 Cf. Jn. 1:1.
125 Mt. 6:9; Lc. 11:2.
126 Jn. 1:1.
127 Cf. Ex. 20:4-5; Deut. 5:8-9.
128 Meriba.
129 Corán 48:1-2.
130 Mat. 19:16-17.
131 La Manifestación de Dios.
132 El Kitáb-i-Agdas, El Libro Más Sagrado, es la obra principal de Bahá'u'lláh. Contiene la mayor parte de sus mandamientos y principios fundamentales de la Fe Bahá'í.
133 La Casa de Justicia (Baytu'l-Adl) es una institución bahá'í. Bahá'u'lláh hace referencia a dos niveles: las Casas Locales de Justicia, con jurisdicción dentro de cada municipio o aldea, y la Casa Universal de Justicia. En su Voluntad y Testamento 'Abdu'l-Bahá agrega un nivel intermedio, a saber, las Casas Secundarias de Justicia. Sólo la Casa Universal de Justicia goza de infabilidad en sus decisiones. En la actualidad, para recalcar sus funciones puramente espirituales, las Casas de Justicia Locales y Secundarias reciben la designación de "Asambleas Espirituales Locales" y "Asambleas Espirituales Nacionales" respectivamente.
134 Corán 23:14.
135 El hombre.
136 Cf. Gén. 1:26.
137 Cf.Gén. 1:26.
138 El tema de la emanación y la manifestación se discute más detalladamente en el capítulo siguiente.
139 Cf. cap. 80 "La Verdadera Preexistencia".
140 Cf. Jn. 1:1.
141 Cf. Jn. 1:1.
142 Cf. Jn. 14:11; 17:21.
143 Bahá'u'lláh.
144 Cf. Gén. 9:25.
145 Cf. Ap. 22.13.
146 Cf. cap. 48 "La diferencia que existe entre el hombre y el animal".
147 Cf. Jn. 3:5.
148 Cf. Jn. 1:13.
149 Corán 23:14.
150 La parasanga o farsakh equivale actualmente a unos seis kilómetros y medio.
151 Entre los persas se acostumbra a expresar las distancias en unidades de tiempo.
152 Mírza Yahyá Subhi-Azal, quien era medio hermano de Bahá'u'lláh y su enemigo declarado.
153 "Espíritus separados como por un velo". Con esta expresión se hace referencia a las almas racionales carentes del espíritu de fe (cf. cap. 45, "Alma, Espíritu y Mente").
154 Cf. Rom 9:21.
155 Cf. Mt. 5:39.
156 Un bahá'í sentado a la mesa.
157 Mt. 8:22.
158 El árbol infernal mencionado en el Corán.
159 A saber, el círculo del ser.
160 Lit. "poner de manifiesto".
161 Lit. "generación de algo nuevo".
162 Cf. Corán 37:180.
163 Corán 59:2.
164 Bahá'u'lláh.
165 Lit. "la unidad de la existencia", término traducido también por "monismo existencial".
166 Dios.
167 Dioses.
168 Cf. Ibn Abí Usaybi'a, 'Uyún al-anbá fí tabaqát al -atibba (El Cairo, 1882), tomo 1, págs. 76-77.
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