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Abstract:
Declaración preparada por la Comunidad Internacional Bahá’í para el Seminario Regional Europeo para el Año Internacional de la Paz, Viena, Austria: 6 al 10 de mayo de 1985
Language: Spanish.

Preparación para Vivir en Paz, La Contribución de la Mujer

by Bahá'í International Community

1985-05
original written in English.
La consideración de los componentes que deben incluirse en el proceso de preparación para vivir en paz se ocupa más frecuentemente de la estructura de la sociedad que se requiere reordenar o recrear que de las faltas perturbadoras de la conducta individual que hacen imposibles — o al menos improbables — los actos de cooperación en que se debe basar una sociedad mundial estable que disfrute de la seguridad y la paz internacional.

En consecuencia, la Comunidad Internacional Bahá’í desea referirse a algunos de los elementos de la personalidad humana que se han de enfrentar a fin de establecer una interacción armoniosa entre el individuo y la sociedad.

La educación desde la infancia es una comprensión básica de la relación entre los pueblos y las culturas, que insiste en la búsqueda del denominador común de todas las personas, es en nuestra opinión el requisito previo básico. Creemos que despojar al ser humano de sus identidades accidentales de raza, nacionalidad, religión, clase o sexo y hallar en cada persona las necesidades y las potencialidades intelectuales, emocionales y físicos básicos es un proceso necesario que lleva a la erradicación de todos los prejuicios que impiden que los seres humanos trabajen juntos para construir una paz mundial.

Porque es convicción de la Comunidad Internacional Bahá’í, como se expresa en los Escritos Bahá’ís, que:

«la gloria del hombre se basa en sus conocimientos, su recta conducta, su carácter encomendable, su sabiduría, y no en su nacionalidad o su rango».

Y, además, que:

«quienes estén dotados de sinceridad y fidelidad deben asociarse con todos los pueblos y personas afines de la tierra con alegría y esplendor en la medida en que relacionarse con personas ha promovido y seguirá promoviendo la unidad y la armonía, que a su vez son conducentes al mantenimiento del orden en el mundo y a la regeneración las naciones.»

En el proceso educacional anteriormente mencionado es importante considerar la contribución que la mujer puede hacer al fortalecimiento de la paz y la seguridad internacional y a lograr una sociedad mundial en que se encarnen las características y las aspiraciones más nobles de la raza humana, una sociedad que a su vez nutra el despliegue de toda la gama de talentos individuales.

En nuestra opinión, sólo con la plena participación de la mujer en los asuntos del planeta se podrá lograr la paz mundial. Y la clave para esta participación esencial de la mujer en el establecimiento del orden mundial será la educación que se imparta a todos los seres humanos, independientemente de su sexo, raza, nacionalidad, clase o religión. La necesidad de tal acción se expresa claramente en el siguiente pasaje de las escrituras Bahá’ís:

«Cuando toda la humanidad reciba la misma oportunidad de educación y se haga realidad la igualdad del hombre y la mujer, se habrán destruido totalmente las bases de la guerra…La igualdad del hombre y la mujer es conducente a la abolición de la guerra, par cuanto la mujer nunca estará dispuesta a aprobarla.»

El principio de la igualdad de derechos, privilegios y oportunidades de ambos sexos es uno de los principios fundamentales de la Fe Bahá’í. Este principio esencial para la unidad de la humanidad y el establecimiento de la paz universal ha sido promovido activamente por los Bahá’ís durante más de cien años. A medida que las mujeres han participado más intensamente en la solución de los muchos problemas mundiales que enfrentamos hoy en día, es alentador señalar, como lo mencionó la Comunidad Internacional Bahá’í en una declaración presentada al 30° período de sesiones de la Comisión de la Condición de la Mujer (E/CN.6/1984/NGO.1) con respecto a la relación de la mujer con la paz, que:

«las tendencias no agresivas de la mujer, que por su naturaleza procure utilizar medios cooperativas en la solución de esos problemas, están comenzando a recibir el reconocimiento de las sociedades que intentan resolver conflictos por medios pacíficos».

En nuestra etapa de la civilización humana se considera que la cooperación es un elemento fundamental que logra una unidad compleja pero interesante mediante la diversidad, que recoge la riqueza de los antecedentes y culturas humanas para integrarlos en un patrón planetario de derecho internacional y orden mundial y el surgimiento eventual de una civilización mundial. En el primer trimestre de este siglo ‘Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, el Fundador de la Fe Bahá’í, ya había dada testimonio claro de este patrón al observar:

«El mundo en el pasado ha sido dominado por la fuerza y el hombre ha dominado a la mujer en razón de sus cualidades más enérgicas y agresivas tanto de cuerpo como de mente. Pero la balanza ya comienza a cambiar, la fuerza pierde su peso y la viveza mental, la intuición y las cualidades espirituales de amor y servicio, en las que es fuerte la mujer, comienzan a predominar. De ahí que la nueva edad será menos masculina y más impregnada por los ideales femeninos o, para hablar de una manera más precisa, será una edad en que los elementos masculinos y femeninos de la civilización se equilibrarán de manera más apropiada».

Sin embargo, parecería bastante claro que no será posible que la civilización presente y futura se beneficie de este equilibrio entre lo masculino y lo femenino si no se hace un esfuerzo extraordinario para brindar educación a la mujer en todo el planeta — incluso para favorecer la educación de la mujer desde la infancia más temprana — de manera que se pueda desarrollar plenamente el potencial de esta mitad de la raza humana y hacerlo realidad en la solución de los problemas mundiales y en el establecimiento de la paz mundial. En nuestra opinión, este podría ser uno de los impulsos del Año Internacional de la Paz, explorar completamente los métodos que alcancen este equilibrio justo de educación para los niños y las niñas de la familia, de la comunidad y de la nación, así como las medidas recomendadas. No se trata sólo de la participación de la mujer como madre y tutor en el desarrollo de las cualidades apropiadas de los niños a fin de que lleguen a ser agentes de la paz, sino de la influencia de la mujer en los asuntos mundiales mediante su participación en toda esfera de actividad en un pie de plena igualdad con el hombre, que es también un elemento esencial para superar la guerra de una vez par todas.

Además, la mujer puede ayudar a revertir una filosofía predominante de la vida que presume que los seres humanos son cautivos del mundo natural y que la conducta humana debe parecerse en consecuencia a la de los animales; ya que la lucha consiguiente por la riqueza material es muy conocida por la mujer, que desde hace mucho tiempo ha sido víctima de un sistema que valora la productividad material como señal del éxito, pero que no lleva a la seguridad, la felicidad ni el bienestar de nadie.

La Comunidad Internacional Bahá’í opina que la lucha de un grupo, clase o raza por el control o la ventaja sobre otros a fin de obtener un beneficio económico sirve sólo para aumentar la división, profundizar los prejuicios y fomentar el aspecto competitivo de la naturaleza humana. En lugar de ello, una filosofía basada en la nobleza del ser humano y en el desarrollo de su naturaleza espiritual superior puede dar una nueva visión y educación esenciales a los pueblos y gobiernos de nuestro tiempo.

Si la mujer — y el hombre — pudieran propiciar una visión tal de la vida por todos los medios disponibles, pronto resultaría posible una rápida transformación de la sociedad. Esa acción, como expresamos en nuestra declaración formulada ante la Comisión de la Condición de la Mujer, mencionada anteriormente:

«aseguraría el desarrollo de los valores morales y espirituales, que son tan esenciales si la educación ha de promover la paz; ayudaría a lograr la igualdad de los sexos, cimentando la sociedad que debe existir entre el hombre y la mujer; reduciría la rivalidad y la lucha por el poder entre grupos hostiles que procuren ejercer el dominio unos sobre otros; y, finalmente, haría posible la creación de un sistema eficaz de seguridad colectiva para mantener la paz entre los estados, por tanto, en un mundo unido ninguna nación agresora podría destruir a otra, ya que todos los demás países actuarían al unísono, por conducta de un organismo internacional, para prevenir esa agresión».

Hay gran necesidad en nuestro mundo actual de incluir en la educación criterios cooperativas que impliquen el respeto por la realización potencial de las cualidades supremas de todo ser humano. Hemos llegado a la conclusión de que la actitud de cooperación y el respeto por los demás en la familia estimula la aceptación de los derechos de todos: el respeto por los niños y la mujer se realza en familias cuyos valores morales y espirituales fundamentan la preocupación por el bienestar material. Además, cuando esas actitudes se extienden desde la familia a la nación y al mundo, contienen una gran promesa de reducir y, en definitiva, eliminar los prejuicios divisionistas que han inhibido gravemente el crecimiento y el desarrollo.

Aunque la Comunidad Internacional Bahá’í apoya programas especiales para el desarrollo de la mujer, la experiencia de las comunidades Bahá’ís ha revelado que, si esos programas no educan también al hombre en la igualdad de los sexos, haciendo que acepten este justo principio, fracasarán, ya que la condición saludable de la familia, como unidad básica de la sociedad, requiere la contribución compartida tanto del hombre como de la mujer. Cuando la estructura y la influencia de la familia son débiles, los problemas se multiplican, especialmente para los niños — los adultos del mundo del mañana.

Si el Año Internacional de la Paz puede alentar programas que subrayen una conciencia en crecimiento de la interdependencia y la unicidad orgánica de la humanidad, estimularán condiciones en que la paz sea posible. Porque nos parece que necesitamos con urgencia cada vez más personas que aprendan el respeto por los derechos de los demás, asuman la responsabilidad de desarrollar un buen carácter y estén dispuestas a dedicarse, en el espíritu de servicio, a los intereses de toda la humanidad.
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